En el Forum Futures is now (El futuro está aquí) organizado por la Fundación Norman Foster en el Teatro Real de Madrid, todos los ilustres invitados hablaron de la gente.
Pero o no se referían a la misma gente o defendían cosas contrapuestas utilizando la misma palabra.
La alcaldesa Manuela Carmena fue la primera en hablar de la gente,
curiosamente se refirió a los ricos al detallar cómo el transporte puede
ayudar a compensar la inequidad: “Una ciudad es una urbe desarrollada
cuando los ricos utilizan el transporte público”.
Precisamente una autoridad en el transporte que transforma las ciudades, Janette Sadik-Khan –que trabajó en el gabinete del millonario Michael Bloomberg cuando este fue el 108 alcalde Nueva York, explicó que “con poco dinero, pero atendiendo a las necesidades de la gente y corriendo el riesgo de innovar probando programas piloto, las ciudades pueden reinventar el espacio público”.
La concejalía que ella dirigía lo hizo apostando por los peatones y convirtiendo las calzadas en espacio para todos los peatones donde poder sentarse, sin necesidad de consumir, en el centro de Manhattan.
La peatonalización de Broadway con poco más que consultas ciudadanas y pintura es su legado.
Y hoy incluso la mayoría de los comerciantes que se oponían y que temían por el descenso de sus ventas, las han visto aumentar y la admiten como la decisión adecuada.
En esa línea, el propio Norman Foster apeló a los pequeños cambios para conseguir grandes transformaciones y preguntó “¿Cómo afecta el mal uso de la energía al 20% de la población que no puede siquiera apretar el botón para encender la luz?”.
En cuestión de transporte, él –que es un corredor de fondo y un ciclista convencido- se remontó a los caballos que en 1850, cuando Londres era la ciudad más grande del mundo, convirtieron sus calles en orinales.
“Hoy sabríamos usar todo aquel desastre como abono”.
La acción individual resulta clave tanto para el exalcalde
de Nueva York, Michael Bloomberg, como para el arquitecto chileno
Alejandro Aravena. Bloomberg aseguró que a Nueva York llega más gente
jubilada que jóvenes trabajadores porque la esperanza de vida es tres
años mayor que en el resto de EEUU.
Sin embargo, no aclaró las cifras en la cuenta bancaria que necesitaban tener esos jubilados.
Aravena, por su parte, defiende la mano inexperta en la construcción de las ciudades no tanto por una cuestión de justicia social como por la solución pragmática y eficaz que supone.
Así, si todos defienden lo mismo: la importancia de la gente en las ciudades ¿cómo pueden existir urbanismos tan opuestos? ¿Será que no estamos hablando de la misma gente? ¿O será que la gente es un término acomodaticio que puede representar una cosa y su contraria?
El esquivo “rey del diseño cool”, Jonathan Ive -como lo presentó la periodista del Financial Times, Gillian Tett- no cesó de repetir que “la tecnología más potente es irrelevante si no conecta con la gente”.
Sin embargo, fue incapaz de adelantar qué puede esperar esa gente y no aclaró, porque nadie se lo preguntó, qué relación puede existir entre la obsolescencia programada supuestamente necesaria para mantener un ritmo de ventas -y consumo- insostenible para el planeta y la sostenibilidad que todos los reunidos en el fórum defendían.
En ese punto, la economista Mariana Mazzucato, directora del Instituto para la Innovación y el Interés Público en la Universidad Central de Londres le echó una mano asegurando que Steve Jobs trabajaba a largo plazo, pero que su sustituto, Tim Cook, había alterado esa prioridad.
Sin dejar de trabajar para la gente, se supone.
Tal vez por eso, Patricia Urquila recordó que no hay un futuro sino muchos.
También, para esquivar las utopías defendidas por Negroponte y sus ciudades biológicas crecidas a partir de semillas, la ovetense puntualizó que el futuro siempre está conectado con el mundo en que vivimos.
“Hoy el mundo digital es una frontera que podemos saltar sólo ampliando las miras, conectando saberes”, dijo abogando por la conexión entre conocimientos que la mayoría de los ponentes defendía y que el profesor de la London School of Economics Ricky Burdett hizo hincapié en que no se aplica en la enseñanza.
El economista e historiador Niall Ferguson arremetió contra la ignorancia histórica que reina en Silicon Valley y la arquitecta y artista Maya Lyn sentenció que “o nos unimos o acabaremos peleando”.
Así, el congreso apuntó muchas ideas ya conocidas y discutidas. Pero lo hizo delante de una sociedad civil –más gente- que puede poner los medios para transformar las ciudades .
Precisamente una autoridad en el transporte que transforma las ciudades, Janette Sadik-Khan –que trabajó en el gabinete del millonario Michael Bloomberg cuando este fue el 108 alcalde Nueva York, explicó que “con poco dinero, pero atendiendo a las necesidades de la gente y corriendo el riesgo de innovar probando programas piloto, las ciudades pueden reinventar el espacio público”.
La concejalía que ella dirigía lo hizo apostando por los peatones y convirtiendo las calzadas en espacio para todos los peatones donde poder sentarse, sin necesidad de consumir, en el centro de Manhattan.
La peatonalización de Broadway con poco más que consultas ciudadanas y pintura es su legado.
Y hoy incluso la mayoría de los comerciantes que se oponían y que temían por el descenso de sus ventas, las han visto aumentar y la admiten como la decisión adecuada.
En esa línea, el propio Norman Foster apeló a los pequeños cambios para conseguir grandes transformaciones y preguntó “¿Cómo afecta el mal uso de la energía al 20% de la población que no puede siquiera apretar el botón para encender la luz?”.
En cuestión de transporte, él –que es un corredor de fondo y un ciclista convencido- se remontó a los caballos que en 1850, cuando Londres era la ciudad más grande del mundo, convirtieron sus calles en orinales.
“Hoy sabríamos usar todo aquel desastre como abono”.
Sin embargo, no aclaró las cifras en la cuenta bancaria que necesitaban tener esos jubilados.
Aravena, por su parte, defiende la mano inexperta en la construcción de las ciudades no tanto por una cuestión de justicia social como por la solución pragmática y eficaz que supone.
Así, si todos defienden lo mismo: la importancia de la gente en las ciudades ¿cómo pueden existir urbanismos tan opuestos? ¿Será que no estamos hablando de la misma gente? ¿O será que la gente es un término acomodaticio que puede representar una cosa y su contraria?
El esquivo “rey del diseño cool”, Jonathan Ive -como lo presentó la periodista del Financial Times, Gillian Tett- no cesó de repetir que “la tecnología más potente es irrelevante si no conecta con la gente”.
Sin embargo, fue incapaz de adelantar qué puede esperar esa gente y no aclaró, porque nadie se lo preguntó, qué relación puede existir entre la obsolescencia programada supuestamente necesaria para mantener un ritmo de ventas -y consumo- insostenible para el planeta y la sostenibilidad que todos los reunidos en el fórum defendían.
En ese punto, la economista Mariana Mazzucato, directora del Instituto para la Innovación y el Interés Público en la Universidad Central de Londres le echó una mano asegurando que Steve Jobs trabajaba a largo plazo, pero que su sustituto, Tim Cook, había alterado esa prioridad.
Sin dejar de trabajar para la gente, se supone.
Tal vez por eso, Patricia Urquila recordó que no hay un futuro sino muchos.
También, para esquivar las utopías defendidas por Negroponte y sus ciudades biológicas crecidas a partir de semillas, la ovetense puntualizó que el futuro siempre está conectado con el mundo en que vivimos.
“Hoy el mundo digital es una frontera que podemos saltar sólo ampliando las miras, conectando saberes”, dijo abogando por la conexión entre conocimientos que la mayoría de los ponentes defendía y que el profesor de la London School of Economics Ricky Burdett hizo hincapié en que no se aplica en la enseñanza.
El economista e historiador Niall Ferguson arremetió contra la ignorancia histórica que reina en Silicon Valley y la arquitecta y artista Maya Lyn sentenció que “o nos unimos o acabaremos peleando”.
Así, el congreso apuntó muchas ideas ya conocidas y discutidas. Pero lo hizo delante de una sociedad civil –más gente- que puede poner los medios para transformar las ciudades .