El diseñador retirado es el último representante de la antigua ‘jet set’ y reparte el año entre sus casas por el mundo.
“Después de mí, el diluvio”.
En 2007, Valentino Garavani describía así lo que creía que iba a pasar en su propia firma y, por extensión, en el mundo de la moda tras su jubilación.
Con estas palabras, dichas con media sonrisa, se cerraba Valentino, el último emperador, el documental de Matt Tyrnauer que retrató el fin de una época.
El grupo Permira se había hecho con su marca y él se negaba a convertirse en un empleado respondiendo a las órdenes de un jefe, así que prefería irse a lo grande, con una gran retrospectiva en el Ara Pacis de Roma y un último desfile de alta costura en el museo Rodin de París al que asistieron Miuccia Prada, Alber Elbaz y Emmanuel Ungaro para mostrar sus respetos al patriarca.
Garavani, con su permanente bronceado un punto más tostado si cabe por unas vacaciones recientes en Gstaad, caminó su última pasarela sin hacer intento alguno por reprimir las lágrimas y se retiró a una vida nada monacal.
El diseñador, que acaba de cumplir los 85 años, y su antiguo socio y expareja, Giancarlo Giammetti, son probablemente las últimas personas del mundo que mantienen las temporadas de la jet set a la antigua usanza, como si vivieran permanentemente en una fotografía de Slim Aarons.
En 2014, por ejemplo, coincidieron en el estreno de Un corazón normal con los aún casados Brad Pitt y Angelina Jolie y los cuatro se hicieron selfies.
Por supuesto, empiezan el año en los Alpes y pasan el verano recorriendo el Mediterráneo en su famoso yate, donde cuelgan los retratos que Warhol hizo del diseñador.
Mucho menos conocido y apenas fotografiado es Bruce Hoeksema, el discreto arquitecto estadounidense que se cree que ha sido pareja de Valentino durante los últimos 30 años.
A Alessandra Facchinetti, la inmediata sucesora de Garavani, le sustituyó la discreta pareja profesional formada por Pierpaolo Piccioli y Maria Grazia Chiuri en 2008.
Desde el año pasado, cuando Chiuri dejó Valentino por Dior, Piccioli quedó solo al mando de una firma que conserva algunos trazos de la que ideó el fundador —en Valentino no hacen falta conceptos ni excusas para crear una colección, solo vestidos bellos bien cortados—, pero funciona de manera muy distinta.
Ahora los accesorios, la especialidad de Chiuri y Piccioli, suponen casi la mitad de las ventas, en parte gracias a la exitosa línea Rockstud, nuevo emblema de la marca.
Además, han ganado importancia la colección masculina y la segunda línea, Valentino RED.
En conjunto, la firma superó los mil millones de dólares en beneficios en 2015 y conserva las excelentes relaciones con Hollywood y la industria de la alfombra roja que siempre fueron importantes para Garavani.
Al fin y al cabo, él decidió hacerse diseñador tras ver Las chicas de Ziegfield (1941) en el cine, con Hedy Lamarr, Lana Turner y Judy Garland.