Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

21 may 2017

La peligrosa parodia..................................Javier Marías

Miro la primera plana del diario y lo único que me reconforta es el aspecto satírico de cuanto acontece, que me impide tomármelo del todo en serio. 

Javier Marías
HACE YA tiempo que temo echarle el primer vistazo al periódico de la mañana. 
Uno va de sobresalto en sobresalto, de noticia en noticia alarmante cuando no espantosa.
Ya sé que siempre ha sido así; que las noticias buenas no son noticia y que lo que la gente desea por encima de todo es indignarse y escandalizarse.
 Y este deseo no ha hecho sino ir en aumento desde la aparición de las redes sociales y la dictadura de la exageración en el periodismo. Pero basta retroceder unos meses para recordar que la situación del mundo no era tan delirante con Obama en la Presidencia, con el Reino Unido integrado en la Unión Europea, con Venezuela sin golpe total de Estado ni tantos muertos en las calles (los golpes de Chávez eran graduales), con Francia sin elecciones deprimentes, con Turquía sin absolutismo y represión feroz, con Egipto sin lo mismo.
 
Miro la primera plana del diario, ya digo, y lo único que me reconforta (me imagino que no soy el único) es el aspecto paródico de cuanto acontece, y que me impide tomármelo del todo en serio. Todo tiene un aire tan grotesco que cuesta creer que sea cierto y no una representación, una pantomima, una sátira.
 Veamos. Hay un país, Corea del Norte, que amenaza con lanzar bombas nucleares cada semana, y puede que tenga capacidad para ello. 
Pero las escasas imágenes que de allí nos llegan son dignas de una historieta de Tintín, con un sátrapa pueril y orondo que aplaude como un loco sus propios lanzamientos de misiles fallidos y obliga a desfilar a sus súbditos como a soldaditos de plomo. 
 El objeto de sus amenazas es un Presidente de los Estados Unidos igualmente pueril e idiota, además de antipatiquísimo y nepotista, capaz de decir ante la prensa que ha lanzado un ataque contra Irak cuando lo ha lanzado contra Siria, de invitar a su homólogo de Filipinas, Duterte, que desde que fue elegido –elegido– ha ejecutado extrajudicialmente a unos siete mil compatriotas –siete mil– y se jacta de haberse cargado él en persona a tres de ellos. 
Este Duterte, por cierto, le ha contestado a Trump que ya verá, que anda ocupado (se entiende: asesinar a millares desgasta, y si no que se lo pregunten a los nazis y a los jemeres rojos). 
 Trump también declara que se sentiría “muy honrado” de charlar con el sátrapa orondo, y nada ocurre.
 Erdogan, en Turquía, con el pretexto de un golpe contra él, tan fallido como dudoso, ha encarcelado o destituido a ciento cincuenta mil ciudadanos –ciento cincuenta mil–, de militares a periodistas y profesores.
 No sé, de haber habido tantos partidarios del golpe, éste no habría fracasado tan rápida y rotundamente.

casi el 40% de los franceses han votado a una señora a la vez bruta y trapacera, Marine Le Pen, que simpatiza con la Francia colaboracionista de los nazis
Luego está Putin, admirado por la extrema derecha y por la extrema izquierda, un megalómano propenso a fotografiarse con el torso desnudo o derribando a un tigre con sus propias manos, estilo paródico de trazo grueso.
 Y así nos acercamos a Europa, donde casi el 40% de los franceses han votado a una señora a la vez bruta y trapacera, Marine Le Pen, que simpatiza con la Francia colaboracionista de los nazis (niega esa colaboración, luego el Gobierno de Vichy era intachable) y rechaza a los refugiados porque en seguida quieren robarle a uno la cartera y el papel pintado de las paredes (sic: hace falta estar sonado para creer que a alguien le interesa su papel pintado).
 A esa señora no la ven con muy malos ojos el candidato Mélenchon, admirador confeso de Hugo Chávez y Pablo Iglesias, ni la mitad de sus votantes.
 En Inglaterra gobierna una mujer desagradable, patriotera y cínica, que antes de la consulta del Brexit defendía la permanencia en la UE y ahora brama contra lo que le parecía de perlas hace menos de un año.
 Su Ministro de Exteriores es un histriónico clon de Trump con estudios, Boris Johnson. De Polonia y Hungría no hablemos, países en la senda de Turquía y Egipto, sólo que cristianos.
En cuanto a España, el ex-Presidente de Madrid –el ex-Presidente– saqueaba presuntamente empresas públicas, y su madrina Aguirre estaba in albis, como el jefe del Gobierno Rajoy, que nunca se cansa de soltar perogrulladas.
 En el PSOE parecen detestarse mucho más entre sí que a cualquier adversario político, y por último hay un partido que se proclama de izquierdas, Podemos, y que es lo más parecido a la Falange desde que feneció la Falange: sólo le falta sustituir el vetusto himno de Quilapayún en sus mítines por el más vetusto Cara al sol, y le saldrá el retrato. 
Y bueno, en Cataluña hay también una serie de personajes tintinescos que proclaman que sus sueños van a realizarse por las buenas o por las malas. 
Porque a ellos les hacen mucha ilusión y eso basta.
Sí, todo desprende tal aroma de sainete, de opereta bufa, de esperpento o de lo que quieran, que eso es lo único que a muchos nos salva de la desesperación cotidiana. 
El problema aparece cuando uno ve imágenes de las arengas de Hitler y de Mussolini. 
Porque ellos parecían aún más paródicos que los gobernantes actuales, y ya conocen la historia. 
( Tengo que darle las Gracias por resumir este tratado de Historia instantanea, cercana, Universal, vaya que eso que usted dice ya lo había hecho yo sin ser Firma del Pais, sino sencillamente una persona que lee artículos y reflexiona y emite opiniones, pero a Usted le interesa como al Grupo Prisa, que tb leo a Juan Cruz, meterse en un amplio sentido negativo y sin objetividad con Podemos. Ese trabajo que se ahorra, es un pecado capital más que añade a los expuestos en este sencillo artículo)

20 may 2017

“Cedo mi cuerpo libremente para que lo usen los demás. Pueden hacer conmigo lo que quieran”

Isabel Valdés

'El cuento de la criada', el libro de Margaret Atwood llevado a la pantalla por HBO, pone de relieve la percepción emocional de aquellas personas que ven pisoteada su dignidad.

“Cedo mi cuerpo libremente para que lo usen los demás. Pueden hacer conmigo lo que quieran. Soy un objeto. Por primera vez siento el poder que ellos tienen”
El cuento de la criada, de Margaret Atwood.
Tras leer el artículo sobre la gestación por sustitución publicado hace unos días por el profesor Manuel Atienza, mucho me temo que no ha leído el espléndido libro El cuento de la criada de Margaret Atwood ni tampoco ha visto ningún episodio de la adaptación televisiva que hace unas semanas ha estrenado HBO. Me atrevo a recomendarle ambas porque en materia de derechos humanos es muy importante tener la percepción emocional de aquellas situaciones que viven las personas que ven pisoteada su dignidad.
 Solo desde esa “empatía imaginada”, que tan bien explica la historiadora de los derechos Lynn Hunt, es posible construir argumentaciones jurídicas que no pierdan de vista el aliento ético que debe inspirar las reglas de una convivencia democrática.
 No cabe duda de que la literatura y sobre todo el cine son instrumentos básicos para generar esa capacidad de ponernos en la piel de otro (e incluso de otra).
En el tema que nos ocupa, bastaría analizar un fotograma de la magnífica serie para entender qué estructura de poder es la que sustenta lo que algunos de manera eufemística denominan maternidad subrogada.
 En él vemos en un primer plano, ocupando prácticamente toda la pantalla, al comandante, al pater familias que desea reproducir su linaje teniendo un hijo con sus genes, al patriarca que detenta el poder y la autoridad tanto en lo público como en lo privado, al señor de la casa cuyo pene parece valer más que el útero de su criada.
 Al fondo, muy desdibujada, sentada el filo de la cama, vemos a su esposa infértil, a la madre frustrada, a la que coloca en una ceremonia brutal entre sus piernas a la que parirá para ella.
 Y apenas intuimos, tras el hombre, tumbada con las piernas abiertas, a Defred, la criada que es penetrada por el patriarca, a la que apenas vemos porque como “buena” gestante es invisible: ha dejado de ser sujeto para ser un objeto al servicio de los deseos de otros.
La novela de Atwood, que ahora la serie ha convertido en un relato si cabe todavía más terrorífico que el libro, tiene la gran virtud de plantearnos algunos de los interrogantes que están sacudiendo a las mujeres en el siglo XXI, justo cuando la alianza entre patriarcado y capitalismo está provocando que, bajo pretexto de la libertad, se justifiquen prácticas que no hacen sino prorrogar el estatus subordinado de la mitad femenina del planeta.
Esa alianza bien podría llevar, si no logramos ponerle frenos, al régimen teocrático y dictatorial imaginado en la novela, y en el que vemos cómo las mujeres han perdido todos los derechos que tardaron siglos en conquistar
El angustioso relato, que incluso ahora duele más al sentirlo tan cercano a través de la impagable mirada de la enorme Elisabeth Moss, nos aporta las claves no solo éticas sino también jurídicas desde las que, como mínimo, deberíamos cuestionar una práctica que en estos meses algunos incuso han llegado a defender como subversiva y que para otros obviamente es simplemente una vía más de enriquecimiento, es decir, una de las expresiones más brutales de cómo el dinero se convierte en medida de los deseos y de cómo a su vez el paradigma neoliberal permite convertirlos en derechos.

La serie narra la distopía de Gilead, una sociedad totalitaria que antiguamente pertenecía a los Estados Unidos. Los desastres medioambientales y una baja tasa de natalidad provocan que en Gilead gobierne un régimen fundamentalista perverso que considera a las mujeres propiedad del estado. rn  
La serie narra la distopía de Gilead, una sociedad totalitaria que antiguamente pertenecía a los Estados Unidos.
 Los desastres medioambientales y una baja tasa de natalidad provocan que en Gilead gobierne un régimen fundamentalista perverso que considera a las mujeres propiedad del estado.

 

Por todo ello, me resultó tan sorprendente hace unos días leer como Atienza ponía en duda que pudiese alegarse la dignidad de las mujeres para cuestionar la legitimidad de unos contratos que las convierten en siervas, incluso cuando se amparan en un pretendido carácter altruista.
 Nuestro Tribunal Constitucional ha reiterado, basándose en la célebre máxima kantiana de que el individuo no debe ser considerado como un medio, que la garantía de la dignidad de la persona implica el valor absoluto de sí misma como sujeto, la negación de su instrumentalización y la exigencia de las condiciones necesarias para que el libre desarrollo de su personalidad sea una realidad.
Pero es que, además, un contrato que supone el alquiler no solo del útero, sino de todo un proceso fisiológico como es un embarazo, el cual se desarrolla, incide y se proyecta en todo el ser de la mujer, supone contravenir todas las disposiciones normativas que, tanto a nivel estatal como internacional, excluyen al cuerpo humano del comercio de los hombres. 
A todo ello habría que añadir que evidentemente, como en muchas ocasiones se subraya por quienes defienden los vientres de alquiler como una especie de prestación de servicios reproductivos, en todos los trabajos el ser humano despliega sus potencialidades a veces en condiciones indignas, pero ninguno de ellos implica todo un proceso físico y emocional como es la gestación de un ser humano.
 Algo sobre lo que, por cierto, y siguiendo los consejos de Rebecca Solnit, los hombres deberíamos callar y dar la voz a las mujeres que son las únicas que pueden vivirlo.
Incluso cuando se alega la posibilidad de estos contratos siempre que respondan a un carácter altruista, y por lo tanto apoyándose en la generosidad de las mujeres, tendríamos que cuestionarnos si ello no está suponiendo la funcionalización de la maternidad y la consolidación del ser de nuestras compañeras como individuos que viven por y para otros. 
 Es decir, como seres que ponen a disposición del poder masculino, y del mercado en el que se satisfacen los deseos de quienes mandan, su cuerpo, sus capacidades y, por supuesto, su sexualidad.
 Ahí está la prostitución como institución patriarcal por excelencia que no demuestra esa relación jerárquica.
 No olvidemos, además, que en este caso no se trataría de ser generoso para salvar vidas, como sucede en la siempre gratuita donación de órganos, sino para hacer más plena la vida privada o familiar de otros. 

Es decir, justo lo que falta en el razonamiento del catedrático de Filosofía del Derecho es la perspectiva de género sin la cual cualquier aproximación a un tema jurídica y éticamente tan complejo acaba convertida en una simple justificación de la posición de quienes tienen el poder, el dinero y la autoridad.
 Alegar la autonomía de las mujeres para justificar la renuncia a sus derechos fundamentales es desconocer que, como bien ha explicado Laura Nuño, “el consentimiento requiere de un yo autónomo no mediado por la supervivencia.”
 O, lo que es lo mismo, implica no tener en cuenta las relaciones de poder que continúan marcando las subjetividades masculina y femenina, así como la relación entre ambas.
La serie se estrenó en España el pasado 26 de abril y emite un nuevo capítulo cada miércoles. 
La serie se estrenó en España el pasado 26 de abril y emite un nuevo capítulo cada miércoles.
 Por todo ello, el dilema clave que nos plantea la gestación por sustitución es si dicho tipo de contratos garantizan la capacidad de las mujeres para decidir sobre sí mismas o si, por el contrario, inciden en su sometimiento a condiciones heterónomas. 
Tendríamos que preguntarnos si sería posible una regulación de la misma que potenciara al máximo lo primero y evitara lo segundo. Una pregunta que finalmente nos lleva a otra mucho más ambiciosa que es la relacionada con el mundo que nos gustaría construir y bajo qué precio.
 En este sentido, leer, y ver ahora, El cuento de la criada, es un buen ejercicio para ir encontrando respuestas y para, espero, confirmar que el horizonte debería ser el reconocimiento del valor de cada ser humano por su valor intrínseco y nunca por su sometimiento a fines instrumentales que lo convierten en vehículo para satisfacer los intereses y deseos de otros.

Alemania reabre el caso de los asesinados por la ciencia nazi

La austeridad ética de Raimon Pelegero....................... Juan Cruz

El artista ofrece un recital de despedida en el Palau de la Música de Barcelona.

Raimon, en el Palau de la Música.
Raimon, en el Palau de la Música.

 

La última vez de Raimon Pelegero.
 Se dice pronto. 1963, Al vent. 19 de Mayo de 2017, Palau de la Música, todo Raimon, el penúltimo concierto de su vida.
 Un gentío. Bravos. La emoción como memoria condensada en la garganta de los que aplauden. 
Nos sabemos sus letras, las cantábamos para sentirnos libres en aquel país de Franco. 
Una canción suya sustituía la palabra Revolución.
 Tarareábamos la libertad. Raimon era nuestro hermano mayor, y se atrevía.

Así pues, 1963-2017. En medio, Espriu, Ausiàs March, el amor, Annalisa, Italia, contraFranco, Diguem no, el amor, el miedo y la vida.
 España cerrada, España entreabierta, España y la desmemoria.
  La guitarra y el flequillo, y la moto, y la mare, y el carrer Blanc, y este hombre de rojo y de negro ahora, sinfónico, grandioso, en el Palau de la Música Catalana.
 Los aplausos, los bravos, el catalán limpio del xativí enamorado, su risa en el escenario, el aplauso al público. 
Tantos años de historia.
Con su voz, coreándolo, dijimos No a lo que suponía el fascismo de los puños y las pistolas. 
Ahora Diguem no suena como si estuviera otra vez de actualidad. La circunstancia no es la misma, naturalmente, pero el público del Palau corea el himno natural de la protesta como si ahora hubiera otro Franco más acá de la canción, aun en el Pardo.
Esa sensación produce el grito, como si fuera pertinente imaginarlo en la misma dirección.
 La austeridad ética de Raimon ha hecho a la vez historia y poesía, y ahora es también poesía lo que fue historia.
 Es un poeta Raimon, estudió Historia.
Al vent suena, como su sencillo poema a Joan Miró, como el color de los sueños de un tiempo que iba a ser nostre.
 A Vivaldi le pasó con el adagio y Beethoven vivió, sin saberlo ya, las consecuencias que tuvo su más famoso himno alegre, que sirvió para los rotos y los descosidos de Europa.
 Imposible, pues, no escuchar al poeta Raimon sin atraerlo a nuestro molino: es natural que suceda con la poesía y con la música, con la letra y con el ritmo.
 Y con las personas. 
A Blas de Otero, a Gabriel Celaya, e incluso a Gloria Fuertes, los podemos escuchar ahora como si cantaran en este mismo momento, y para este mismo momento.
 El ser humano necesita, en cada tiempo, desde la infancia a la vejez, y los pueblos también lo necesitan, desde la infancia a la vejez: que sus ansiedades sean representadas por la canción, por la letra de sus himnos o de sus poetas, y cada uno escucha lo que quiere.
Pero ahí está Raimon: no se ha variado del sitio en que estuvo, desde que empezó, en medio de la ciénaga fascista, cantándole a la libertad, al amor, a la belleza y a la muerte. 
Y contra el miedo
. De vegas la pau no ès mès que por. 
 Sus canciones no son de ahora mismo, pero están en nosotros como queramos que estén.
 De modo que el público aplaude lo que quiere oír, incluso aquello que no se canta.
No se puede apropiar nadie ahora de los himnos de Raimon; fueron letras, a favor de la libertad, viento contra el miedo, luz contra la oscuridad, el gran fum de la terra. 
 Abrieron nuestro tiempo a la posibilidad de la canción. He mirat aquesta terra, Yo vinc d´un silenci… Hace tanto que lo cantamos. El tiempo ha pasado, pero no por la voz de Raimon sino por la esencia de la Historia.
 Ahora el cantar que nos sublevó es ética y poesía, la esencia de un cantante que fue nuestro y lo sigue siendo.
 Se despide. Eso cree él. Su eco es demasiado verdadero como para diluirse en los dedos de la actualidad. 
Ajena a toda manipulación circunstancial, pues, la poesía cantada de Raimon conserva su ejemplar independencia ética, el eco sobrio de la raíz xativí de su libertad.