Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

7 may 2017

Más bien que mal.......................................Rosa Montero.

No es que la idea me encante, pero lo que veo en los vientres de alquiler son embarazos buscados y niños intensamente deseados.

COLUMNISTAS-REDONDOS_ROSAMONTERO
Lo reconozco: mi primera reacción también fue de rechazo, incluso de cierta repugnancia. 
Y sigue siendo una opción por la que no siento especial simpatía. Me refiero a los llamados vientres de alquiler.
 La mera denominación ya resulta zafia, hasta insultante, con esa clara cosificación del cuerpo de la mujer.
 Hembra útero, hembra incubadora. 
 Una mera vasija.
 Pero luego me puse a pensar el asunto con detenimiento para racionalizar el porqué de mi oposición emocional, y entonces todo se hizo enormemente confuso.
 Como confuso es el mundo en que vivimos, los desafíos de las nuevas tecnologías. 
Lo diré sin ambages: no he encontrado una frontera ética por la que deban prohibirse los vientres de alquiler.
 Si sostenemos que las mujeres son dueñas de su cuerpo (como hacemos los partidarios de la despenalización del aborto, por ejemplo), entonces también son dueñas de alquilar su capacidad reproductora.
 O de trabajar en la prostitución, por citar otro tema polémico con ciertos paralelismos.
 Colaboro con una asociación feminista, Hetaira, que lucha por los derechos de las trabajadoras sexuales, y soy partidaria de la legalización de la prostitución; creo que es la medida que más protege a las mujeres y que mejor sirve para luchar contra la trata. No todas las feministas opinan así, desde luego; de la misma manera que también hay feministas y homosexuales que se oponen a los vientres de alquiler. 
Hace un par de semanas, 50 organizaciones de mujeres y colectivos de LGBTI (lesbianas, gais, bisexuales, transgénero e intersexuales) crearon la Red Estatal contra el Alquiler de Vientres para impedir la legalización de esta “explotación reproductiva”.
 Sí, ya digo. 
A mí emocionalmente también me suena bien esa música. Y sin embargo…
El punto crucial del argumento en contra, en este caso y en la prostitución, es que cobran por esos servicios. 
De ahí deducen inmediatamente que esas mujeres no son de verdad libres para vender lo que venden.
 Vamos, que todas ellas se ven forzadas a hacerlo, esclavizadas por la necesidad. 
Es un argumento totalmente subjetivo, que va en contra de lo que opinan muchas prostitutas y muchas madres subrogadas y que no se basa en nada externamente mensurable, sino en la propia percepción de quienes sostienen esta idea: creen que es imposible que esas mujeres elijan libremente porque a ellos cobrar por el sexo o alquilar el útero les parece horrible.
 Pero no todo el mundo siente lo mismo.

En realidad, casi nadie elige libremente en esta maldita sociedad, y para muchos esa falta de libertad es tan extrema que viven una vida laboral de verdadera explotación, casi de esclavos, tan embrutecedora y humillante que comprendo que haya personas para las que gestar el hijo de alguien (o ejercer la prostitución en determinadas condiciones) pueda ser una opción lo suficientemente válida de conseguir una vida mejor.
 Además me parece extraordinario que nos pongamos todos tan paternalistas defendiendo a las mujeres de sí mismas en el caso de los vientres de alquiler y que no nos preocupen tanto los muchos embarazos no deseados producto del error, de la violencia o de la presión religiosa o social, por no hablar de las gestaciones insanas, sin suficiente apoyo médico, con alimentación y cuidados inadecuados. 
Creo que la maternidad y la paternidad están mitificadas, cuando en realidad son un maldito peligro.
 Para adoptar a un niño tienes que superar un millón de pruebas, lo cual está muy bien (y habría que hacer lo mismo con los vientres de alquiler), pero para tener hijos en directo basta con que dos idiotas se pongan a jugar a los médicos un rato.
 Pueden ser inmaduros, pueden ser violentos, pueden ser malvados, pero les permitimos un poder absoluto sobre las criaturas más indefensas.
 ¡Pero si hasta para conducir tienes que pasar un examen! ¿Y para ser padre no? 
De ahí la abundancia de maltrato infantil, de abusos y de incestos.
Total, no es que la idea me encante, pero lo que veo en los vientres de alquiler son embarazos buscados voluntariamente, gestaciones cuidadas y protegidas, padres investigados y niños intensamente deseados que les harán felices.
 O sea, veo mucho más bien que el mal supuesto.

Mejor no pensarlo..........................................Javier Marías.

Las vidas más curiosas o las historias más tristes sobre algunos escritores se esconden en los catálogos de libreros anticuarios.
Javier Marías
ALGUNOS CATÁLOGOS de libreros anticuarios traen información sobre los autores de las obras que venden, y ésta es a menudo fuente de sorpresas y melancolía. 
Hace poco me llegó uno de Paul ­Rassam, de Charlbury, en Oxfordshire, y primero me encontré con un viejo conocido, al que hice aparecer en mi “falsa novela” de 1998 Negra espalda del tiempo
 Es más, me dio la impresión de que parte de los datos expuestos podían provenir de lo que conté en ese libro, pero como de él hace ya mucho, y no fue de los más leídos, vale la pena recapitular aquí ahora. Hugh Oloff De Wet se formó con la RAF pero se estrenó como piloto y espía a las órdenes de Haile Selassie, el Emperador de Abisinia, hasta que se vio obligado a abandonar ese país por un duelo en el que se vio envuelto.
 A continuación ofreció sus servicios a Franco, que los rechazó, así que De Wet voló para el enemigo, la República, y escribió un libro relatando esa experiencia.
 El conflicto entre Alemania y Checoslovaquia lo llevó a ayudar a este segundo país, y en Praga espió para el Deuxième Bureau francés, lo cual tuvo como resultado su detención y la de su mujer por parte de la Gestapo en 1939. 
Se cree que ella se ahorcó en el transcurso de los interrogatorios, y De Wet fue torturado durante varios meses, como contó más tarde en The Valley of the Shadow.
 Finalmente se lo juzgó por traición en Berlín, se lo declaró culpable y se lo condenó a muerte.
 Desde el ventanuco de su celda vio guillotinar a centenares de hombres y mujeres, mientras aguardaba su turno, que no llegaba. Intentó colgarse, lo que hizo que pasara los dos años siguientes encadenado.
 Sobrevivió a un bombardeo de aviones aliados, y la destrucción de numerosas celdas de la prisión hizo que los nazis la compensaran con el ahorcamiento inmediato de ciento ochenta reclusos.
De Wet escapó de nuevo a la muerte, y fue liberado en abril de 1945, al término de la contienda. 
Volvió a Londres e inició una carrera de escultor de bustos, entre los cuales hay varios de famosos poetas y prosistas como Pound, Dylan Thomas, MacNeice y Robert Graves. 
Hay que decir que fue De Wet el encargado de relatar tantas y tan truculentas peripecias, por lo que no cabe descartar que mintiera algo o exagerara. 
 El volumen del catálogo era Cardboard Crucifix: The Story of a Pilot in Spain, y costaba 250 libras.
Poco antes de expirar, Wilde le dijo a un amigo: “El papel pintado de mi habitación y yo libramos un duelo a muerte.
 Uno de los dos ha de desaparecer”
Después me encontré con Anna Wickham, pseudónimo de Edith Harper, nacida en Londres pero llevada a Australia a los seis años, donde permaneció hasta los veinte, para regresar a su ciudad natal en 1904.
 Allí se casó con el abogado y astrónomo Patrick Hepburn, convencional hasta la asfixia: desaprobaba cuanto ella hacía, sobre todo sus versos, más aún los que adoptaban una perspectiva feminista y exponían su desarmonía matrimonial.
 Uno de esos poemas decía: “Me casé con un hombre de Croydon / a los veintidós años, / y yo lo contrarío, y él me aburre / hasta no saber qué hacer ninguno”. 
En venganza, Hepburn la encerró en un manicomio en 1913, en el que ella permaneció sólo cuatro meses gracias a la insistencia del inspector que la visitaba. 
Una vez liberada, hizo amistad con escritores y artistas, entre ellos D. H. Lawrence y la notoria “amazona” Natalie Clifford Barney, de la que fue íntima. 
Y al morir su marido, abrió las puertas de su casa a toda clase de bohemios como Dylan Thomas, el también borracho Rey de Redonda John Gawsworth y el no menos bebedor Malcolm Lowry, mítico autor de Bajo el volcán, que en el acogedor hogar de ­Wickham reescribió su obra Ultramarina, cuyo primer original le habían robado, o eso decía.
 El catálogo añadía que Anna Wickham se ahorcó en 1947, a los sesenta y tres años. 
Sus seis libros de poesía se vendían a 250 libras cada uno, en Paul Rassam el erudito librero.
 Y a continuación apareció el infinitamente más célebre Oscar Wilde, del que, a diferencia de lo que ocurre con los oscuros 
De Wet y Wickham, casi todo se sabe.
 De él se ofrecía una brevísima carta autógrafa, firmada con iniciales, de 1899, tras su salida de la cárcel, sin porvenir literario y arruinado. 
Al destinatario, su amigo y editor Smithers, le dice: “Muchas gracias por las 2 libras. 
Me han aplacado los nervios y me han dado algo de paz …” ¡2 libras! Incluso en 1899 no serían gran cosa. 
Claro que pocos días antes le había rogado: “¿Puedes enviarme mi paga por adelantado? 10 libras … 

No tengo un penique y mi estado es deplorable, ya que toda mi ropa está en el Hôtel Marsollier, retenida por impago. Estoy en verdad en el arroyo”. 
En el Hôtel d’Alsace en el que murió, el dueño fue más compasivo y le perdonó una factura de 190 libras.
 Poco antes de expirar, Wilde le dijo a un amigo: “El papel pintado de mi habitación y yo libramos un duelo a muerte. Uno de los dos ha de desaparecer”. 
Debía de ser lo único que veía, postrado, un hiriente papel pintado. La carta autógrafa del catálogo costaba 6.750 libras, unos 8.000 euros. 
Si el moribundo Wilde lo hubiera sabido … Pero es mejor no pensarlo.

6 may 2017

Las ‘royals’ lo confirman: la asimetría es bella


reina_letizia_estilo_11a © Getty Images

Feminismo en camiseta......................... Elvira Lindo

Dior ha lanzado una prenda de vestir con el lema 'We Should All Be Feminists', la elocuente conferencia de la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie.

La modelo Camille Hurel, con la camiseta con la frase de Chimamanda Ngozi Adichiet" en un desfile de Dior en París en enero.
La modelo Camille Hurel, con la camiseta con la frase de Chimamanda Ngozi Adichiet" en un desfile de Dior en París en enero. Getty Images

Cualquier frase, por bella que sea, entrecomillada y colgada en un muro de Facebook siempre va a acabar pareciendo escrita por Paulo Coelho. 
Eso es así. Tanto da que le añadas abajo la autoría y resulta que la dijo o la escribió Pepe Mujica, Saramago, Sampedro o el mismo Einstein. 
Se trata de una transmutación de la autoría intelectual a la que todavía los científicos no han dado respuesta, pero aquí estoy yo para constatar que dicho fenómeno se produce.
 Sí, queridos lectores, son muchos años leyendo frases entrecomilladas porque a la vista está que hay gente que tiene una enorme fe en las frases y hay personas buenas que respondiendo a esa necesidad social han creado páginas en donde nos sirven sentencias entrecomilladas con letras en cursiva y la foto de quienes las pronunciaron, pongamos, de un Martin Luther King. 
Nos dan así el trabajo hecho y podemos colgar en nuestros muros el pensamiento del día y sentirnos un poco mejor. 
Aunque tampoco el doctor King se libra: entresacas una frase de su mítico discurso del 63 y también parecerá de Coelho.
 Es fundamental que las frases no tengan más de 140 caracteres porque si reproducimos un párrafo el lector agudo puede advertir matices y el lector perezoso, ay, se puede cansar.
Las frases entrecomilladas provocan tremendos malentendidos. Entrecomilla una frase de un artículo y puede que cambies el sentido de lo escrito; titula una entrevista con una frase del personaje y puedes hacerle quedar como un gilipollas.
 Servidora se compró una camiseta en el Museo de los Derechos Civiles de Memphis con el siguiente lema: Well-Behaved Women Seldom Make History (Las mujeres que se portan bien raramente hacen historia). 
 Me la ponía pensando que se refería a que la lucha por la emancipación femenina había requerido de mujeres poco dóciles, desobedientes. 
Pues no. Un día se me ocurrió buscar a la autora de la frase y vi que era Laurel Thatcher Ulrich, ganadora del premio Pulitzer de historia en 1976 con un libro que llevaba dicho título.
 Muchas personas repararon en la frase pero no leyeron el libro, así que la historiadora fue la primera sorprendida al ver que su título se convertía en un slogan tan reproducido en camisetas y tazas de café que es hoy una frase hecha a la que se ha otorgado un sentido (el que yo le di) equivocado.
 En realidad, Thatcher se refería en su ensayo a que pocas de las mujeres que han hecho cosas notables han pasado a la historia.
 Era una legítima reivindicación de las olvidadas, pero inevitablemente pierde la picardía que la mayoría de las mujeres captábamos.
Hay una frase que a punto está de convertirse en lema, We Should All Be Feminists (Todos deberíamos ser feministas), la elocuente conferencia de la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, publicada a modo de manifiesto y que en cinco años se puede catalogar como una referencia del pensamiento feminista. 
Adichie estará al tanto de que su célebre título adorna hoy la pechera de una camiseta de Dior porque supongo que una marca de moda no se puede apropiar del título de un libro sin el permiso de la autora, así que mi deseo es que se esté llevando algún porcentaje en concepto de derechos de autor de los 550 euros que cuesta la camisetilla, aunque no deja de resultar chocante que un título que contiene tanta historia de postergación, humillación y desigualdad se vea transformado en algo banal, como un estampado, como el mero adorno de la temporada primavera-verano; para colmo, con semejante precio, aunque veo que también existe la versión low cost por 14 euros. 
Puede que haya quien compre la prenda barata no ya por el significado de la frase sino porque Dior lo ha convertido en guay.
La moda arrasa con todo. 
Hemos pasado de cuando la palabra “feminismo” provocaba mal rollo en los medios, en los titulares, en las frases entrecomilladas, a este momento actual en que las llamadas revistas femeninas hacen uso de ella como reclamo, a su caprichosa manera y haciéndola compatible con el horóscopo y otras irracionales secciones. 
En estos momentos en que los medios explotan la ola feminista exhibiéndola en titulares anecdóticos observamos como conviven una frase que dijo Rosa Parks, Clara Campoamor o Simone Veil con declaraciones absurdas de activistas de quinta fila: una chavala que se deja el vello y exhibe sus piernas peludas en Instagram, un actor jovencito que rompe una lanza por la igualdad llevando tacones (¿Y James Brown?) o modelos que se hacen fotos sin pintar para sentirse como cualquier mujer. 
Gracias, gracias a todas. 
El caso es que percibo como algo incompatible una frase que anima a la humanidad, sin distinción de sexos, a ser feminista y una prenda de lujo.
 Las frases sacadas de contexto pierden con frecuencia su sentido inicial.
 La de Adichie estaba ligada a un manifiesto, no a un escaparate de una firma inaccesible para la mayoría de las mujeres.
 Pero tal vez debamos someterla a esa prueba de fuego que nos muestra que cualquier frase se puede corromper: colguémosla en Facebook y observémosla. ¿Adichie o… Paulo Coelho?