La exministra socialista de Asuntos Exteriores recuerda su relación con Carme Chacón.
Demasiada tristeza para expresar con palabras lo que siento. Demasiado dolor ante una pérdida tan prematura y repentina. Demasiados sentimientos que estallan dentro de mí, lamentando no haberle dicho tantas cosas.
Y demasiados recuerdos que me vienen de golpe, amontonados con la tristeza y el dolor, con los que podría construir la historia reciente de mi partido y mi país.
Nos conocimos en el año 2000, preparando juntas el 35 Congreso. Nos animaban las ganas de construir, la ilusión de ganar y el sentimiento de ser parte de un proyecto nuevo y cargado de esperanza y futuro.
Y lo conseguimos.
Las imágenes de esos días, junto a José Luis Rodríguez Zapatero, dicen mucho de lo que éramos, de lo que queríamos ser y de lo que fuimos.
Éramos muy jóvenes, pero teníamos la firme determinación de conseguir que el partido socialista volviera a ser un referente para los españoles, un refugio para los que más nos necesitaban y un proyecto para una España moderna.
Carme estuvo ahí, en todas y cada una de sus etapas. Con su fuerza, determinación y firmes convicciones.
Con su sonrisa y su sensatez. Con su talante dialogante y amable. Con la actitud de los que creen en la política, en la verdadera política transformadora de la sociedad.
Con una mente abierta y transversal. Con generosidad siempre, incluso en la derrota.
Fuimos compañeras de Ejecutiva y compañeras en el Gobierno.
Juntas estuvimos en las primeras victorias electorales y juntas vivimos muchos momentos de alegría, pero también de dolor.
Todo ello, casi sin darnos cuenta, fue tejiendo unos lazos que adquieren hoy la certeza de que son para siempre, porque para siempre son las cosas en las que ha participado y que quedan en la memoria viva de todos nosotros.
Te acabas de ir y ya te echamos de menos.
Hasta siempre, Carme, compañera y amiga.