La moneda de oro más grande del mundo ha sido robada la
madrugada de este lunes de un museo de Berlín. La policía ha confirmado
la desaparición de la pieza, de 100 kilos de peso, 53 centímetros de
diámetro y tres de grosor. Los especialistas calculan que su peso en oro
puro tiene un valor de 3,74 millones de euros, según la agencia DPA. Es una moneda de un millón de dólares canadienses (cerca de
700.000 euros), aunque su valor real sea más alto. Fue acuñada por la
Real Casa de la Moneda Canadiense en 2007 y entró en el libro Guinness
de los récords como la mayor moneda de oro del mundo. La pieza estaba en el Museo Bode, en la famosa isla de los museos de Berlín. Estaba protegida por un cristal antibalas, pero los ladrones lograron romperlo. La
policía cree que, por el peso de la moneda, tuvieron que ser al menos
dos personas las que cometieron el robo. Un vigilante del museo avisó
alrededor de las cuatro de la madrugada la desaparición de la pieza.
Las primeras investigaciones, según la DPA, apuntan a que
los delincuentes entraron en el museo por una ventana que da
directamente a las vías del tren . Con ayuda de una escalera,
presuntamente pudieron acceder al edificio, que exhibe principalmente esculturas, pero también tiene una amplia colección de monedas. Solo existen cinco ejemplares de esta pieza, que es conocida como la Big Maple Leaf
(gran hoja de arce) porque en una cara muestra tres hojas de ese árbol,
que es el símbolo de Canadá. En la otra cara tiene la imagen de la
reina Isabel II.
Pelayo es 'millennial' y yo de Pet Shop Boys. Típicos contrastes de los que se nutre la televisión.
Exhibición
de David Hockney en la Tate Britain de Londres; en la imagen, el cuadro
'Christopher Isherwood y Don Bachardy' (1968).Cordon Press
El lunes oí a Theresa May
decir: “Reino Unido somos cuatro naciones pero un solo pueblo”. Después, callejeando por Westminster en Londres me dio la impresión de
que eso es lo contrario de lo que opina Mariano Rajoy sobre España: que
es una nación con cuatro pueblos. Reconozco que estábamos animados,
veníamos de la Tate Britain, que ofrece una retrospectiva de David Hockney
por sus 60 años de carrera. Es una de las exposiciones del año: ese
principio, lleno de humor y rebeldía, donde Hockney coqueteaba con la
reivindicación gay y la abstracción a partes iguales. Tonteaba con
ironía: medio cuadro abstracto y el otro medio figurativo. Hasta que se
dio cuenta de que le quedaba quizás demasiado Bacon y se enfiló hacia la
figuración, su mayor don. Junto con su frescura, ese amor a la vida y
al color pintados con genialidad y estilo. A la aventura se le sumó el
deleite cuando, de repente, rodeados de cuadros con piscinas, entraron,
en silencio, los Pet Shop Boys. Sí, juntos, Neil Tennant y Chris Lowe, confundidos entre los visitantes
y regalando a la sala ese aire de momentazo pop. Mi marido y yo
estuvimos muy comedidos, no nos pegamos a ellos, tampoco nos alejamos .
La gente en la galería actuó igual para impedir que se asustaran y se
marcharan volando. Es la manera de ser londinense, civilizada. Cuando
Chris y Neil necesitaron pasar por un estrecho pasillo hacia la
siguiente sala retrocedí dos pasos para dejarlos avanzar. Como si fueran
aristócratas del talento o grandes damas del teatro.
El Brexit
ya se nota en Londres. Hay menos tráfico. Esa excitación pululante,
gente joven vestida tan a la última moda que parece nostálgica,
sorprendiéndote cada minuto, ha disminuido. Pero los conciertos, las
exposiciones en museos y galerías siguen siendo brillantes, hipnóticos. El grupo de Sussex, los amigos de Virginia Woolf, se ha vuelto a reunir
en una de las mansiones secretas de la ciudad, Temple Place, y te rodean
mientras descubres su formidable escalera o el auténtico sofá Mae West Lips diseñado por Dalí y Edward James. La épica exposición sobre el arte ruso posterior a la Revolución, que en octubre cumple 100 años, fue un regalo de la Royal Academy que me hizo olvidar que esta semana termina el docureality sobre las Campos. Siempre he sentido admiración por la líder del clan, María Teresa
Campos, por eso acudí a la penúltima entrega del programa. Llevaba casi
un año sin pisar Telecinco, que ahora los viernes está infestado de
blogueros y medidores de audiencia. Es un tipo de personas que antes no veías. La bloguerita que me tocó me hizo una entrevista sobre lo que pensaba que debería vestir Pelayo en la isla donde podría participar en Supervivientes . Recomendé unos caftanes pero Pelayo, que esta más a la moda que nadie, insistió en kimonos y speedos. Defiendo el caftán en la playa porque te protege un poco más del sol y
es de algodón, mientras que la crujiente seda del kimono puede
asfixiarte en esas humedades. Ya con los escaparates de Zara llenos de
kimonos, Pelayo hizo un mohín de que apuntaría mi sugerencia y fue
cuando detecté el porqué nos habían invitado juntos. Pelayo es millennial y yo de Pet Shop Boys. Típicos contrastes de los que se nutre la televisión.
Antes de ir a Telecinco pasé por Embassy, el salón de té que
será clausurado por la aplanadora inmobiliaria y el liberalismo, a
picar algo. El día antes, un grupo de madrileños se había manifestado
contra el cierre con mucho salero. Eugenia Silva y yo nos tomamos selfies
como si estuviéramos en un nuevo templo de Debod . El alboroto en la
tienda era considerable, gente de Santander y Albacete se hacían fotos
con la ensaladilla rusa, los sándwiches y el histórico emblema de la
tienda. Asistí a todo este jaleo mientras leía una carta al director que destacaba con asombro la expresión “contabilidad extracontable”, que usó durante su declaración el extesorero del Partido Popular, Luis Bárcenas. Es el tipo de eufemismo que termina por fascinarnos, ¡contabilidad
extracontable!, una manera diplomática y dulce, como de Embassy, de
referirse a la caja B. Ese algo que fastidia tanto como ese armario o
trasto que en la casa familiar lleva años molestando en un pasillo y del
que no consigues deshacerte. Pero que, al menos, puede servirnos para
explicar estos tiempos indigestos que nos toca contar. Londres
'Forbes'
ha elaborado una lista con los 2.043 multimillonarios del planeta, de la
que 227 son mujeres.
El primer puesto lo ocupa Liliane Bettencourt, del
imperio L'Oreal.
Por segundo año consecutivo, Liliane
Bettencourt es la mujer más rica del mundo con una fortuna estimada en
39.500 millones de dólares (36.355 millones de euros).
Sin embargo,
ocupa el 14 en la lista de los más ricos del mundo, en la que hay 2.043
multimillonarios, de los cuales 227 son mujeres.
Bettencourt posee un tercio de L’Oreal junto con sus hijos; Su padre,
Eugene Schueller, fundó la compañía en 1907 y falleció en 1957.
La
multimillonaria, de 94 años, que sufre de demencia, está sumida en una
batalla legal contra su ex confidente y fotógrafo, Francois-Marie
Banier.
En 2016, Banier fue condenado por una corte de apelaciones
francesa a pagar una multa de 400,000 dólares y a renunciar a 90
millones de dólares en activos, después de que en 2015 fuera declarado
culpable de estafar a Bettencourt.
Banier está apelando la decisión,
mientras que Bettencourt está apelando el pago de daños.
Foto 2 de 10
Alice
Walton tiene una fortuna estimada en 33,800 millones de dólares (31.109
millones de euros), 1,500 millones más que el año pasado, pero ha
descendido una posición en la clasificación anual y se ha ubicado en el
puesto 17. La única hija del fundador de Wal-Mart, Sam Walton, no ha
asumido un papel activo en el negocio familiar, pero es la mujer más
rica de Estados Unidos, principalmente por su participación en acciones
de Wal-Mart y el elevado pago de los dividendos. Ella es una de las
cuatro mujeres Walton en las filas de los multimillonarios, que en
conjunto tienen un patrimonio neto de 49,500 millones de dólares (45.559
millones de euros). Los otros integrantes del listado son: su cuñada
Christy Walton, la viuda de su hermano John, y sus primos, Anne Walter
Kroenke y Nancy Walton Laurie.
Jacqueline Mars ostenta la tercera posición con
un patrimonio de 27,000 millones de dólares (24.850 millones de euros).
Su abuelo, Frank Mars, fundó en 1911 la mayor fábrica de dulces del
mundo, Mars Inc.
María
Franca Fissolo —a la izquierda en la imagen, junto a su hijo. La
italiana no suele posar para las cámaras— posee 25,200 millones de
dólares 23.194 millones de euros. Su suegro creó Nutella, y su difunto
esposo, Michele Ferrero, fundó el Grupo Ferrero con marcas como Ferrero
Rocher, Kinder Chocolate y Tic Tacs.
Susanne Klatten se sitúa en la quinta posición
de esta lista con un patrimonio de 20,400 millones de dólares (18.776
millones de euros) . La alemana es la heredera de BMW.
La viuda de Steve Jobs, Laurene Powell Jobs,
posee una fortuna estimada en 18.404 millones de euros, proveniente de
sus acciones en Apple y Disney.
La
estadounidense Gina Rinehart, heredera y jefa del grupo Hancock
Prospecting, dedicado a la extracción de minerales, tiene una fortuna de
15.000 millones de dólares (13.806 millones de euros). En 2012 saltó a
los titulares por su fórmula para sacar a EE UU de la crisis: bajar los
salarios mínimos.
Abigail Johnson, presidenta y CEO para Estados
Unidos de Fidelity Investments (FMR) y presidenta de la compañía gemela
Fidelity International (FIL), ocupa el octavo puesto de esta lista
gracias a su patrimonio de 14,400 millones de dólares (13.253 millones
de euros).
Iris Fontbona, de 72 años, es la matriarca del
clan Luksic. Ocupa el noveno puesto en la lista de las mujeres más ricas
del mundo gracias a su patrimonio, valorado en 12.609 millones de
euros. Es la viuda de Andrónico Luksic, fundador del Grupo Luksic.
La última mujer de la lista, Beate Heister, se
esconde de la escena pública todo lo que puede y por eso no hay imágenes
disponibles de ella. Es la hija de Karl Albrecht, fundador de los
supermercados Aldi. Su patrimonio se estima en 13,600 millones de
dólares (12.517 millones de euros).
Un libro
recupera la trayectoria de la primera directora de ficción, autora de
1.000 películas pero borrada de la historia por ser mujer.
Durante décadas el nombre de Georges Méliès apareció como el
del primer director de un filme de ficción. Es cierto que los hermanos
Lumière patentaron en febrero de 1895 el cinematógrafo y que el 22 de
marzo proyectaron en París la primera película de la historia: La sortie des ouvriers des usines Lumière à Lyon Monplaisir. Pero los Lumière
tenían una visión científica, no artística ni comercial, de su invento,
y en un año otros creadores les adelantaron, empezando a explorar la
capacidad del cine de contar historias . Así fue cómo Méliès entró en las
enciclopedias como el del realizador pionero en la ficción. Y sin
embargo, la visionaria que entendió las inmensas posibilidades del cine
fue Alice Guy, aunque su nombre ha sido injustamente olvidado solo por
una razón: ser mujer. En abril de 1896 Guy dirigió Le Fee aux Choux (El hada de los repollos),
la primera película que duró más de un minuto, y la pionera también en
contar una historia, el cuento de hadas francés que asegura que los
niños nacen en repollos y las niñas en rosas. En El hada de los repollos
inaugura además el uso de trucos visuales en imágenes en movimiento y
el montaje . Y sí, durante décadas trabajó entre Francia y Estados
Unidos, hasta realizar casi 1.000 filmes, pero desde los años cuarenta
su nombre desapareció de la historia del cine, a pesar de recibir la
Legión de Honor en 1955.
El pasado viernes se cumplieron 49 años de la muerte de
Alice Guy (Guy Blaché tras su matrimonio), que falleció en Mahwah (Nueva
Jersey) a los 94 años. Como cuenta su tataranieta, Alice Guy Peters,
"lo más asombroso de su vida, y lo que le hizo sufrir más en su vejez,
fue su desaparición en la historia del cine. Dedicó sus últimos 30 años
de su vida a buscar sus películas en Francia y Estados Unidos [...]". Lo
escribe en la introducción del libro Vida de Alice Guy Blaché (EILA Editores), de Alejandra
Val Cubero, profesora de Comunicación de la Universidad Carlos III de
Madrid y que actualmente da clases en Zayed University, en los
Emiratos Árabes Unidos. Val Cubero ha contado con la colaboración de la
familia Guy y ha buceado en todas las fuentes posibles para proseguir
con la recuperación de la pionera del cine de ficción.
Conspiración de silencio
Cuando en 1930 Léon Gaumont publicó la historia de su productora,
decidió iniciarla en 1907 y así ninguneó a aquella secretaria que llegó a
ser responsable del 80% del negocio de su empresa. Nunca atendió a los
requerimientos de Alice Guy para que reconociera su labor. La quiebra de
las productoras que tenía con su marido y su posterior divorcio en 1922
también ayudaron a que su labor desapareciera a ojos del gran público. Su nombre ha salido del ostracismo muy poco a poco. Sus memorias se publicaron en 1976, algunos
estudiosos confirmaron en diversas publicaciones los datos que Guy
describía, y en este siglo XXI se ha multiplicado su reconocimiento
gracias a tesis doctorales, investigaciones, libros y homenajes. Entre
ellos, en España la compañía La Recua Teatro estrenó en 2012 la obra Alice a la sombra de las maravillas, centrada en la cineasta, que contó en su estreno con la presencia de su nieta, Régine Blaché-Bolton, última de la familia en conocerla personalmente y que falleció en enero de 2016.
Alice Guy nació en Saint-Mandé, entonces suburbio de París,
en 1873. Su infancia transcurrió entre Suiza, Francia y Chile en varios
internados: quinta hija de un editor y dueño de una cadena de librerías,
su padre nunca la apreció mucho ya que probablemente fuera ilegítima. A
la muerte de su progenitor, su madre comenzó a trabajar y Alice Guy a
estudiar mecanografía y taquigrafía. Gracias a ello entró en 1894 en la
empresa Le Comptoir Général de la Photographie. El verano de aquel año,
uno de los directivos de la compañía, Léon Gaumont, creó su propio
negocio fotográfico y se llevó a Guy como secretaria. Los Lumière
invitaron en marzo de 1895 a Gaumont y a Guy a ver una demostración de
su cinematógrafo. Así que cuando el 28 de diciembre de 1895 realizaron su primera
proyección con público en el Salón Indio del Gran Café (diez películas
por un franco), en lo que se considera oficialmente el nacimiento del
cine, Guy -que había hecho teatro de ficción y sabía cómo podía contar
historias- ya había convencido a su jefe de que allí había un negocio. Sin embargo, Gaumont solo apostaba por el futuro del aparato, no de las
películas, y hasta 1897 no creó una división de producción
cinematográfica en su empresa, cuya dirección confió a Guy. Con una
condición, como explica la cineasta en sus memorias: "Siempre que la
tarea no me impidiera seguir realizando mis funciones como secretaria". Así lo hizo durante una década.
Entre 1902 y 1907 Alice Guy dirigió 100 fonoesferas o
películas rodadas para el cronógrafo, aparato que permitía sincronizar
imagen y sonido grabado. Muchas de ellas se han perdido, aunque queda
constancia de ellas en cartas, periódicos y libros. En 1905 rodó en
España varios filmes como Voyage a Espagne o La malagueña y el torero (coloreada a mano, existe una copia restaurada en la Filmoteca Española). Y al año siguiente abordó su La pasión o la vida de Cristo,
la primera superproducción de la historia, 30 minutos en los que se
usaron 25 decorados y más de 300 extras con exteriores en el bosque de
Fontainableau. En marzo de 1907 se casó con el cámara Herbert Blaché, y
se mudó a EE UU, donde Gaumont quería expandir el negocio. Sin embargo,
ellos crearon la productora Solax en 1910 y Blaché Features en 1913 Al otro lado del Atlántico, Guy Blaché dirigió sin parar
hasta llegar a 1.000 filmes: westerns, comedias, dramas, películas de
ciencia ficción... Incluso rechazó adaptar la novela Tarzán de los monos.
Pero un tormentoso divorcio la llevó a regresar a Francia en 1922, y su
estrella se apagó. Los libros de historia del cine redujeron sus
méritos a secretaria, "posible amante de Gaumont" o adjudicaron la
autoría de sus filmes a sus directores de fotografía: una mujer no podía
haber hecho todo aquello. "[En Francia] mientras una mujer esté, como
se dice, en su lugar, no recibe ningún reproche, pero si ella asume y
ejerce las prerrogativas asignadas a sus hermanos se la mira mal. La
actitud hacia las mujeres en EE UU es muy distinta", aseguró en una
entrevista en 1912. Desde 1940 la cineasta vivió con su hija Simone, que trabajó
en el servicio diplomático estadounidense por toda Europa y Estados
Unidos, hasta que Alice Guy falleció en una residencia de ancianos en
Nueva Jersey. Y su nombre acabó enterrado, olvidado y circunscrito a los
pies de páginas de las enciclopedias.