La
presentadora, muy afectada por la supresión de su programa de
televisión, afronta este nuevo reto, mientras el humorista prepara
además su participación en 'Supervivientes'.
¿Y si se le va Bigote Arrocet?Acostumbrado a vivir como un rey ahora le toca ir a concursos..
María Teresa Campos, a sus 74 años, ha hecho casi todo en televisión. Fue una de las impulsoras de las tertulias políticas, chica Hermida y ahora protagonista de un reality con sus hijas Terelu y Carmen además de presentadora de ¡Qué tiempo tan feliz!
aunque solo hasta el 1 de abril. Ese día se emite el último programa de
entretenimiento que durante siete años ha ofrecido Telecinco en las
tardes del fin de semana. La cadena ha decidido acabar con él, lo que ha
supuesto una gran disgusto para la veterana presentadora que no pensaba
en un final así. Pero pocas horas después de conocerse la supresión del programa se ha
sabido que la presentadora y quien es su actual pareja, el humorista
Bigote Arrocet, van a grabar un disco juntos. Era habitual que ambos
cantaran en ¡Qué tiempo tan feliz!. Pues parece que esos temas y
algunos más que van a incorporar formarán parte de su trabajo. Detrás
de este proyecto está la compañía de discos Universal, con quien la
presentadora mantiene una excelente relación desde hace muchos años,
como ha confirmado un portavoz.
Pero este no es el único plan de la pareja. Bigote Arrocet se prepara
para ser uno de los participantes en la próxima edición de Supervivientes, que ya está planeando su próxima entrega. Teresa Campos tiene
un Ondas, concedido por los informativos que presentó en Andalucía, y
muchos otros premios pero el que más valora es el Clara Campoamor. Y es
que la presentadora, aunque hace programas de entretenimiento y es
portada de las revistas del corazón, se siente por encima de todo una mujer comprometida, progresista y feminista. Además, ahora, será cantante.
Las cosas del vestuario se quedan en el vestuario, dice una máxima
futbolística, pero las enemistades de las parejas de los jugadores es
más fácil que trasciendan. Desde hace mucho tiempo se venía hablando en
Barcelona del distanciamiento de Shakira con algunas de las mujeres de
los jugadores de la plantilla azulgrana. La cantante colombiana acude
habitualmente al Camp Nou pero lo hace acompañada de familiares y no
suele reunirse con las parejas de los compañeros de Gerard Piqué, salvo
raras excepciones. Con quien más mantiene la distancia es con Antonella Roccuzzo, la madre de los dos hijos de Leo Messi
y con quien contraerá matrimonio en junio. Ahora se ha sabido que las
diferencias son tales, que Shakira ha declinado la invitación a la boda
de la estrella del fútbol y parece que la presencia de Piqué también está en el aire. La enemistad o falta de relación entre las parejas de los futbolistas se
debe a una historia del pasado y tiene que ver con la manera en que
Piqué comenzó su relación con Shakira. Como el propio jugador ha
reconocido, cuando se conocieron ambos tenía pareja. Shakira salía con
Antonio de la Rúa y Piqué con Nuria Tomás . Se trataba de relaciones de
varios años, consolidadas. "Era un lío muy grande como para que solo
durara tres días. Ella tenía pareja, y ya que lo haces, lo haces bien. Aunque nunca sabes cómo puede funcionar, ya llevamos seis años", contó
Gerard Piqué en una entrevista para el programa Fora de sèrie, de TV3. TV3.
Fue antes del Mundial de Sudáfrica, en 2010. "Nos conocimos participando en el videoclip de Waka, waka.
Y más tarde, cuando ella ya había llegado a Sudáfrica [la selección
española lo hizo unos días más tarde que la cantante], le envié un
mensaje preguntándole qué tal el tiempo. Me contestó una parrafada, y
todo empezó ahí", cuenta Piqué. . Antonella
mantenía por entonces una buena amistad con la novia de Piqué y la
llegada de la cantante colombiana fue muy mal recibida por ella. Este
conflicto no parece, en cambio, que haya afectado a la relación de Messi
y Piqué ni dentro ni fuera del terreno de juego Aunque no hay confirmación oficial de la fecha,
parece que la pareja está organizando la boda para mediados de junio,
una vez concluyan los compromisos futbolísticos de Messi. La intención
del jugador es, además, celebrar una gran fiesta en Barcelona para
aquellos amigos que no puedan ir a Argentina. Messi, de 29 años, y Roccuzzo, de 28, tienen dos hijos: Thiago, de 4
años, y Mateo, de 1. Ambos son novios de toda la vida. El futbolista la
conoció cuando tenía menos de 10 años, según cuentan diversas biografías
del jugador del Barça. Pero ella nunca ha concedido entrevistas y solo
se comunica con el gran público mediante su cuenta de Instagram, con 3,5 millones de seguidores. Messi, también de pocas palabras dentro y fuera del campo, tampoco habla casi nunca de los detalles de su vida familiar.
Con esta frase
eludía su responsabilidad José Ramón Llorente, quien se presentaba como
especialista en medicina naturista y ortomolecular cuando comenzó a
pasar consulta a Mario Rodríguez.
Se trata de un curandero de libro,
aquel que, según el diccionario, ejerce prácticas curativas sin tener el
título de médico.
Su caso ha terminado en el juzgado por el tesón del
padre de Mario, un joven de 21 años que murió tras abandonar la
quimioterapia mientras su curandero le recetaba “pastillas de brócoli”, según la Audiencia Provincial de Valencia.
Pero no sabemos cuántos curanderos como él hay en España, tratando gripes, depresiones, dolores de espalda o tumores,
ni cuántos problemas de salud podrían estar provocando al pretender
curar a pacientes con falsos remedios, técnicas inútiles y píldoras que
no son más que placebos.
Ciudadanos quiere obligar a los médicos a
denunciar cuando tengan conocimiento de prácticas “alejadas de la
evidencia científica [que] pudieran causar un perjuicio real en la
salud”
Para dar respuesta a casos como este, el grupo de Ciudadanos en el Congreso presentó una Proposición no de Ley (PDF)
para obligar a los médicos a denunciar cuando tengan conocimiento de
una situación similar: prácticas “alejadas de la evidencia científica
[que] pudieran causar un perjuicio real en la salud directa de sus
pacientes”. La intención última: “Detectar malas prácticas que pongan en
peligro la salud pública o la vida de los pacientes”. Francisco Igea,
médico y diputado impulsor de esta PNL, defiende su propuesta como un
intento “útil” de “acabar con la impunidad”. “Ni siquiera hay un
registro de las lesiones o muertes que podrían estar causando”, lamenta Igea, “no sabemos nada”. Una de las asociaciones más representativas del sector, la
Asociación de Profesionales de las Terapias Naturales (APTN-Cofenat),
asegura que hay 60.000 profesionales que "ejercen y pagan sus impuestos”. Pero es que en 2009 ya decían que eran 60.000 profesionales. Todo el
mundo, partidarios, detractores, médicos y políticos, consideran que se
trata de una práctica que no deja de crecer; no tendría sentido que
fueran los mismos “profesionales” desde hace casi una década. Esa
asociación, la mayor, dice contar con casi 10.500 miembros. . El 13% de los españoles prefiere este tipo de
pseudoterapias, según el CIS, aunque un estudio realizado por el sector
asegura que el 24% ha recurrido a estas prácticas en alguna ocasión,
pero incluye en ese porcentaje la práctica del yoga.
La norma que regula los establecimientos
sanitarios indica que debe haber un "médico" en los centros de terapias
naturales. Los demás están fuera de la ley
Poco se sabe a ciencia cierta sobre este sector. El último gobierno socialista trató de acotar el concepto,
o el problema, poniendo en marcha un grupo de trabajo en 2007 que
identificara, para regularlos, todos los aspectos que engloban las
llamadas terapias naturales o alternativas. El informe resultante,
publicado en 2011, dejaba claras tres cosas: que el problema es
amplísimo y con innumerables derivadas; que estas terapias no tienen
ninguna capacidad de curar más allá del efecto placebo; y que la
regulación era insuficiente. Estamos hablando de 139 técnicas, donde
conviven la acupuntura, que Sanidad considera útil contra determinados
dolores, con la sanación por medio de piedras de cuarzo, por poner un
ejemplo sin aval alguno. En el decreto vigente desde 2003, que regula los
establecimientos sanitarios, hay un apartado dedicado a las terapias no
convencionales, pero el texto indica que se trata de una “unidad
asistencial en la que un médico es responsable de realizar
tratamientos”. Es decir, que se exige alguien con titulación en Medicina
para que la autonomía pueda dar el permiso pertinente, una situación
rarísima, como reconocía Sanidad en su informe (PDF):
en 2008, solo había 230 establecimientos acreditados con este perfil. “Estas cifras no son indicativas de la situación real de los centros en
los que se aplican terapias naturales, ya que en gran parte de ellos no
hay un médico al frente”, reconocía. Y añadía como ejemplo que una
simple búsqueda en la web de las Páginas Amarillas ofrecía 1.704 centros
de naturopatía en 2011 (hoy ya son 2.163) y 934 de homeopatía (hoy,
1.439). Como muestra, un botón: en la localidad del joven Mario
Rodríguez, Burjassot (37.000 habitantes) hay 11 establecimientos que se
publicitan como locales en los que, de un modo u otro, se asegura que se
cuida o mejora la salud de los clientes con pseudoterapias (ninguno
aparece en la web de las Páginas Amarillas). Se trata de un trabajo de
campo realizado a modo de ejemplo por la Asociación para Proteger al
Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (APETP),
impulsada por el padre de Mario, para ilustrar el alcance del problema. “No cumplen el decreto de autorización de centros. Los tribunales lo
tienen clarísimo, da igual si las terapias que realizan son reales o
ficticias”, dice Fernando Frías, abogado y asesor jurídico de la
asociación. Según este colectivo, que se está reuniendo con los grupos
políticos para transmitir su preocupación, estos centros no cumplen y la
inspección de Sanidad de cada comunidad autónoma debería cerrarlos. Llorente, obligado por la sanidad valenciana, se limitó a cambiar su
cartel de "medicina natural y ortomolecular" por otro que vende "centro
de terapias naturales".
Intentos fracasados de regularlo
El gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero trató de darle espacio legal al sector,
un apartado específico en la norma para estos profesionales de las
terapias que no cuentan con aval científico. Cataluña lo hizo , pero la
justicia se lo tumbó.
El País Vasco aprobó en julio una proposición no
de ley para hacerlo.
El programa electoral del PSOE sigue incluyendo la
idea de “regular, desde el consenso, el sector de las terapias
naturales, que permita al ciudadano acudir a estos técnicos con las
debidas garantías”.
Guadalupe Martín, diputada del PSOE en la comisión
de Sanidad, cree que esa es la solución, y reconoce que ahora se está
dando un incumplimiento masivo de la ley, porque los centros de terapias
alternativas no cuentan con profesionales sanitarios y porque vulneran
la ley al publicitarse indebidamente como lugares en los que se ofrecen
soluciones para la salud, como también denuncian Ciudadanos y APETP
Martín, también médica, no cree que la propuesta de
Ciudadanos sea la solución: “No comparto que se ponga la carga en los
profesionales sanitarios, que tengan que hacer de policías. Para eso ya
está, o debería estar, la inspección sanitaria”. Los colegios médicos tampoco se han mostrado a favor de que se les obligue por ley a denunciar a los curanderos, a pesar de que algunos, como la Organización Médica Colegial, son muy beligerantes contra las pseudoterapias. La diputada socialista cree que se debe dar carta de naturaleza a los
profesionales de las terapias naturales mejor formados para dar más
seguridad a los ciudadanos. “Pero si regulas determinada profesión,
supone reconocer una titulación, una formación… y eso es reconocer
validez a prácticas que no tienen ninguna base científica”,
reconoce. “Pero eso ayudaría a cerrar a los verdaderos estafadores”,
añade. Además, cree fundamental formar e informar a la población. En
este momento ese objetivo parece muy lejano cuando la radio pública española tiene un programa para la promoción de estas pseudoterapias.
Estos profesionales cuentan desde 1990 con un epígrafe como
parasanitarios en el que inscribirse para tributar por su negocio, pero
no pueden registrar su establecimiento y tienen prohibido hacer
publicidad de “productos y servicios de carácter creencial y de los
productos-milagro”.
Así, las tarifas de un sector que está fuera de la
ley son ingobernables: a la familia de Mario Rodríguez, el tratamiento
del curandero le costó unos 4.000 euros.
El plan del Gobierno socialista ponía el foco en que la regulación de
este colectivo incluyera un diagnóstico previo de un médico titulado,
tener especial vigilancia sobre las terapias más invasivas y peligrosas y
que se mantuviera un registro de pacientes que permita controlar mejor
el sector. La presidenta de la APETP, la científica Elena Campos, lo
tiene claro: “Se está incumpliendo desde hace 13 años la legislación
vigente. La salud debe estar en manos de un profesional sanitario
acreditado. Los ayuntamientos y las comunidades son responsables de lo
que está pasando”.
La
alcaldesa culmina el paso de Celia Mayer por la Concejalía de Cultura
del Ayuntamiento de Madrid con la celeridad que es propia de un juez.
Hay algo en Manuela Carmena y esto es la paciencia. Paciencia para hacerse responsable hasta de lo que no hace. Paciencia
para retomar decisiones injustificadas e injustas y poner la razón sobre
el desvarío. Ahora ha culminado el paso de Celia Mayer por la Concejalía de Cultura
del Ayuntamiento de Madrid con la celeridad que es propia de un juez:
ha aguardado a que los argumentos se fueran posando y finalmente hizo lo
que le manda su cultura: señalar los despropósitos (que ha habido
varios, el caso Matadero ha sido el más reciente) cuando parecía que la tormenta se había acabado. No se había acabado la tormenta; acaso la tormenta subió de
tono cuando los responsables del desaguisado de los nombres propios (la alcaldesa dictaminó que Max Aub y Fernando Arrabal debían retornar a las Naves del Matadero)
dejaron la duda de si iban o no a seguir la decisión de la alcaldesa. En el momento culminante de esa última crisis de la concejalía de
Cultura no hubo un puñetazo en la mesa; Manuela Carmena no usa la mano
para esas cosas: las usa para poner orden en el caos habido. Y esta
decisión anunciada a la media tarde del miércoles es una expresión de su
talante y una puerta abierta a lo que sería deseable que fuera Madrid
en la cultura: una ciudad que no se rigiera, en ese ámbito, ni en
ninguno, por el capricho partidista o ideológico, sino por la serenidad
del contraste y del conocimiento. Madrid es aquella capital del millón de cadáveres que
señalaba Dámaso Alonso. Pero es también la capital de los cientos de
miles de exiliados de la guerra; es, además, la capital que ha
sobrevenido, después del franquismo y con la transición: una ciudad llena de historias y de nombres propios, de
exiliados de otros países, de artistas de zonas creativas muy diversas,
una ciudad que fue movida y una ciudad que fue parada. Madrid es una
sucesión, ahora, de decenas, de centenares de culturas, de muchísimas
maneras de verlas y de exhibirlas, de artes viejas y de artes nuevas, de
artes vivas (como el teatro, como la música, como la danza, como la
vida) y de artes quietas, como el patrimonio. Madrid es, también, una ciudad de las memorias; muchas de
esas memorias conviven en la cultura personal (y pública) de Manuela
Carmena, que forma parte de la generación del respeto. Se ganó el
respeto hace mucho tiempo, como otros grandes nombres de su generación; y
esa misma manera de respetar la ha llevado ahora, simbólicamente, a
alzar su voz a favor de dos nombres propios que a ella no sólo le suenan
sino que forman parte de su adn cultural. Otros quizá no están tan
dotados, o no parecen estarlo, para entender que en Madrid caben también
los viejunos y esa llamada de atención suya no es tan solo para
restituir el respeto al pasado en un ayuntamiento de dependencias tan
diversas, sino para avisar de que ni los ayuntamientos ni los partidos
ni las instituciones cambian para hacer majo y limpia, para decir Me
Gusta o No Me gusta como en las redes sociales, sino para aglutinar, en
la gran plaza que es la ciudad, a unos y a otros, sin revanchas ciegas o
desavisadas decisiones. Algo es seguro sabiendo que ahí está ahora Manuela Carmena, al frente de
la cultura: con ella revive la cultura del respeto. Y eso, tal como
está la vida, es mucho más que lo que hay.