Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

6 mar 2017

Las primeras damas y las puertas giratorias de la moda

Samantha Cameron, Juliana Awada y las Trump caminan en la fina línea entre lo público y lo privado con sus firmas de ropa.

De izquierda a derecha: Samantha Cameron, Ivanka Trump y Juliana Awada.

 Samantha Cameron esperó solo seis meses desde que dejó de vivir en el 10 de Downing Street hasta que anunció que lanzaba su propia línea de moda, Cefinn, que se puso a la venta hace dos semanas. 

Todo indica que la ex directora creativa de Smythson, siempre muy ligada al mundo de la moda —su hermana, Emily Sheffield, es subdirectora del Vogue británico y suena como posible número 1 en la publicación— ya tenía previsto lanzar su firma y tuvo que dejar de ser consorte del primer ministro para lanzarse. 

El referéndum del Brexit y la precipitada dimisión de su marido probablemente aceleraron sus planes.

Cameron se ahorró así el conflicto de intereses al que hoy se enfrentan la primera dama estadounidense, que tiene una línea de joyería y otra de cosméticos confeccionados con caviar, y, sobre todo, la hija del presidente, Ivanka Trump. 

También Juliana Awada, la mujer del presiente argentino, Mauricio Macri, tiene dificultades para marcar la frontera entre su papel de representación y los negocios de su familia. Para el día de la toma de posesión de su marido, se puso un vestido rosa pálido con encaje de Awada, la marca familiar que fundaron sus padres hace más de 50 años. 

Aunque ahora es Zoraida, su hermana, quien dirige el departamento de diseño, la esposa de Macri no se ha separado del todo de la gestión de la empresa, que se dirige a mujeres de mediana edad que se toman las tendencias con distancia y cuyos precios oscilan entre los 45 euros de una camiseta y los 1.000 euros de un vestido de noche. 

La marca infantil de la familia, Cheeky, se vio envuelta en un escándalo cuando la ONG La Alameda filmó con cámara oculta a varios empleados de origen boliviano en situación irregular que trabajaban en un taller clandestino en condiciones cercanas a la esclavitud, con jornadas de 14 horas al día y con sus movimientos continuamente vigilados.

La firmade Ivanka Trump también ha sido investigada por su opaca cadena de producción y, según una investigación de otra ONG, Project Just, confecciona en Indonesia y China, desoyendo las exhortaciones de su padre, Donald Trump, que aboga por mantener las fábricas en territorio estadounidense.
 Sin embargo, el mayor problema al que se enfrentan tanto ella como su madrastra es el uso de la plataforma pública para promocionar sus negocios privados.
 Melania Trump prácticamente confesó que esa era su intención cuando interpuso una demanda contra el Daily Mail por difamación arguyendo que su marca tenía ahora una “oportunidad única en la vida” de aumentar sus ingresos al convertirse en “una de las mujeres más fotografiadas del planeta”. 
Una versión inicial de su biografía en la web oficial de la Casa Blanca listaba los nombres de sus marcas y el canal donde se pueden comprar —la teletienda QVC—, pero después de varias críticas en los medios se retiró y se dejó en que la exmodelo era una “emprendedora de éxito”. En el caso de Samantha Cameron, levanta algunas sospechas el momento de su lanzamiento.
 “Es el equivalente al circuito de conferencias millonarias” en el que se suelen embarcar los exmandatarios, señalaba la columnista de The Guardian Jess Cartner-Morley. Cameron ya testó el poder de su marca personal mientras vivió en Downing Street, al bautizar un bolso de Smythson con el nombre de su hija, Nancy, y se le reconoció por su habilidad para usar la moda con astucia.
 Como cuando llevó unos pantalones de Zara de 40 euros al congreso anual de los conservadores para reforzar la imagen de clase media que buscaban proyectar, a pesar de sus orígenes aristocráticos y multimillonarios.
 En su última aparición pública, en la dimisión de su marido, se puso un vestido de Roksanda Illincic, una diseñadora de origen serbio que ha hecho carrera en Reino Unido y se había pronunciado abiertamente contra el Brexit.
 

En el final original de ‘Pretty Woman’ Julia Roberts moría de sobredosis

Uno de los productores de la película revela que debatieron "mucho", antes de cambiar el desenlace.

 

Un fotograma de 'Pretty Woman'.
“Quiero el cuento de hadas”, decía Julia Roberts encarnada en el papel de la prostituta Vivian Ward en la clásica comedia romántica Pretty Woman. 
 Y aunque en la cinta de 1990 al final ella logra tener su propio cuento de hadas, en realidad el guion del famoso filme no fue concebido así
. En una reciente entrevista Jeffrey Katzenberg, uno de los productores del éxito taquillero, ha revelado que el final de la historia de amor entre los personajes interpretados por Roberts y Richard Gere era trágico.

“El guion trata básicamente de una prostituta que trabaja en Hollywood Boulevard. 
Pero en la versión original el final es bastante más dramático.
 Ella muere de una sobredosis.
 Intentar convencer a la productora —Walt Disney Co.— de que debíamos hacer esta cinta tuvo muchas dificultades.
 Y como se dice, el resto es historia”, ha contado Katzenberg a The New York Post.
 Quién, además, ha explicado que debatieron ese trágico final durante "mucho tiempo". 
El productor recuerda que la película tuvo algunas críticas por la manera “romántica” en la que se presentaba la prostitución, lo que los llevó a pensar que de haber dejado el final original no habrían tenido este tipo de reclamos.
Fotograma de la cinta 'Pretty Woman'. GTRESONLINE
La cinta, que fue dirigida por Garry Marshall y catapultó a Julia Roberts y confirmó a Richard Gere como galán, fue un éxito rotundo.
 En Estados Unidos recaudó 178 millones de dólares, y en la taquilla internacional la cifra asciende a los 463 millones. 
En España la cinta, que tuvo un presupuesto de 14 millones de dólares, es considerada un fenómeno de audiencia. 
Desde que se emitiera por primera vez en TVE, en 1994, hasta su último pase en abril de 2015 Pretty Woman se ha emitido 20 veces.

El señor se está deprimiendo..............................Juan Cruz

Intercambio entre Jordi Évole y Pablo Iglesias en el 'Salvados' de La Sexta de este último domingo.

Pablo Iglesias en una reunión de Podemos en Madrid. EFE
Hubo un interesante intercambio entre Jordi Évole y Pablo Iglesias en el Salvados de La Sexta de este último domingo.
 Évole reunió a votantes de Podemos para interpelar a su líder. Tres años contemplan a su partido.

Hubo de todo; el asunto Errejón circuló como un río de sangre. 
El líder aludido se hizo cargo (“tomo nota”) de algunos reproches, hizo autocrítica (“nos hemos equivocado mucho”, se equivocó su equipo, pero no tanto, en los ataques tuiteros a Errejón), y se refirió a su pareja Irene Montero (tan preparada para el cargo) como alguien a quien se ataca por ser mujer.

Fue una charla más bien entristecida, como si en un barco a la deriva un grupo de amigos estuviera buscando al responsable de la vía de agua.
 Aquel entusiasmo del 15M, de cuyo aire fresco venían los contertulios, es ahora tristeza visible, reproche encubierto.
 Una mano pide auxilio, no se sabe de quién.
Pero lo que llamó la atención fue ese instante en que Juan Carlos Monedero se hizo presente.
 Se hizo presente… por ausente. 
El secretario general juzgó que el profesor, que ejerce tanta influencia sobre él y sobre su partido, no estaba siendo bien defendido. 
Aquí falta alguien que defienda a Monedero, vino a decir. Parecía pedir auxilio.
Me recordó, y perdonen las similitudes, una vieja anécdota que Tomás Eloy Martínez contó sobre el ego de Ernesto Sábato, héroe literario argentino.
 La esposa del autor de El túnel, Matilde, asistía con Sábato a una cena numerosa.
 Después de media hora de cháchara ella hizo transitar un papelito entre los presentes.
 Decía el papelito: “Llevan media hora hablando, nadie ha dicho nada de Ernesto… y él se está deprimiendo”. 
En otra ocasión, Sábato se enfadó con Carlos Fuentes: el escritor mexicano dijo ante él que los mejores escritores argentinos eran Borges, Cortázar y Sábato. 
Éste se levantó enfurecido: “¡Gracias por ponerme en último lugar!” “¡Era por orden alfabético!”, gritaba Fuentes corriendo tras él.

Esa sensación tuve: Pablo se ha dado cuenta de que Juan Carlos estaría viendo el programa en casa, nadie hablaba (bien) de él y se está deprimiendo… 
Entonces le hizo ese reproche (él lo llamó reproche) a Évole y ya Monedero dejó de ser la presencia que había empezado a ser.
 Es cierto que nadie habló luego de Monedero, pero nadie se atrevió a hablar (mal) de él.
 Cabe preguntarse si el silencio posterior no habrá afectado también al previsible ego de Monedero.
No es rara esta actitud del líder de Podemos.
 La hemeroteca está llena de sus reproches: encarna, en cierto modo, un libro de estilo, esto está permitido, esto no es adecuado. En el mismo programa citó a este periódico y a la SER; hizo insinuaciones sobre hechos supuestos que él no tiene ni comprobados ni acreditados.
 Sus adictos en las redes luego tuitean y retuitean lo que él dice como si él hubiera inventado la verdad desde el rumor.
 La posverdad o el posrumor.
 Bajo ese polvo aparecemos los periodistas como los secuaces infectos de una casta sospechosa. 
Hay que tener luego agallas (muchos las tienen) para superar sus burlas.

Eso que dice la Asociación de la Prensa se sufre en silencio; si se dice tiene la respuesta inmediata de las redes y de los wasaps, armas inclementes para los que osan hurgar en lo que está vedado. La burla que han montado se parece muchas veces a la fórmula 6, 7, 8 que el kirchnerismo argentino emitía en su televisión para burlarse de los que pusieran en cuestión lo que hicieran los líderes indiscutibles.
En un tiempo esa intimidación de la que se habla ahora se decía en voz baja, porque afectaba a los periodistas. 
Desde el 23 de diciembre de 2016 esa intimidación se hizo patente también en las filas de Podemos, porque afectó a militantes y a líderes díscolos que pasaron a ser desafectos y, por tanto, afectos a la casta.
Ese clima es el que ha desembocado en este mar revuelto que se disimuló con la unidad de Vistalegre.
 Después de la celebración ha venido la melancolía. Lo que se ve es que el señor de Podemos, esté en Salvados como Iglesias o viéndolo en casa como Monedero, observa que ya no todo es unánime… y se está deprimiendo.

 

Nadie le hace la cama a Luis Enrique................... Ramon Besa

Ningún futbolista juega ya para que se quede el técnico, o dejó de competir para que se vaya, sino que el plantel apela al bien común que representa Messi.

 
Luis Enrique, en el banquillo del Camp Nou ante el Celta. AP
Los códigos del fútbol son muy particulares, ajenos a la lógica empresarial, y más en el caso de equipos como el Barça
El sentido común apunta también a que cualquier cliente difícilmente confiará en una compañía cuyo director general se ha puesto una fecha de caducidad a tres meses vista, caso de Luis Enrique, entrenador del Barça.
 La decisión del técnico podía invitar a la renuncia colectiva, más que nada por la falta de autoridad sobre los jugadores que suponía, o por contra provocar la autogestión, opción propia de un equipo repleto de figuras como es el que lidera Messi.

No ha sido el caso de Luis Enrique
Nadie le hace la cama a Lucho.
 El anuncio hecho por el propio entrenador de que dejará el club el 30 de junio ha tenido de momento un efecto terapéutico en el Camp Nou. 
Al técnico se le nota liberado, los futbolistas se reencontraron con su mejor versión ante el Celta, la afición dejó de discutir sobre el entrenador y la directiva ya no es noticia, circunstancia que agradece Bartomeu. 
No se olvidan en el consejo que el triplete llegó después que el presidente convocara elecciones en enero de 2015 como respuesta a la crisis generada en Anoeta.
Al igual que entonces, el vestuario aguardaba a que pasara alguna cosa desde la derrota de París.
 Algo que activara al equipo y motivara a Luis Enrique después de un 4-0 que denunciaba el agotamiento del contragolpe azulgrana, la fórmula que se inventó el asturiano con el tridente para evolucionar el juego de ataque desarrollado por Guardiola.
 Los capitanes Iniesta y Busquets expresaron su sorpresa por la falta de un manual de instrucciones para el partido del PSG.
 No fue una denuncia contra Lucho sino una invitación a que se implicara por más que ya tuviera decidido desde hacía meses abandonar el Barça.
Todos sospechaban que Luis Enrique no seguiría en el Camp Nou, circunstancia que jugaba también en contra del técnico, de manera que se imponía un gesto por parte suya, el anuncio de su renuncia y también la confirmación de que ejercería con todas las consecuencias hasta el 30-J.
 Lucho salió de la rutina, recuperó la memoria y tiró de la fórmula del 3-4-3 tan conocida en el Camp Nou. 
Ya no se trataba de ser imprevisibles sino de ser reconocibles, como se vio el sábado, día en que mostraron su familiarización con el plan: 5-0.
Aunque difícilmente alcanzará para remontar ante el PSG y puede que no sirva tampoco para ganar la Liga, la vieja receta barcelonista ayudará a centrar la mirada en el juego, a defender la identidad y a recuperar el prestigio, todos a una como Fuenteovejuna.
 Ningún futbolista juega ya para que se quede Luis Enrique, o dejó de competir para que se vaya, sino que el plantel apela al bien común que representa Messi.
Al 10 se le vio más comprometido que condenado el sábado, dispuesto a despedir con la mayor grandeza posible a Luis Enrique. El rosarino y sus compañeros se la juegan después del ejercicio de transparencia de Lucho, una declaración que por otra parte alivia la tensión del club, que no es precisamente una empresa; es el Barça.