Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

5 feb 2017

¡Oigan!............................................Javier Marías

¿Oír o escuchar? ¿Qué ha sucedido para que en el español de hoy todo se “escuche”, hasta las cosas más grotescas y menos escuchables?

Javier Marías
COMO quien oye llover. Dios te oiga. 
Oye tú, ¿qué te crees? Oiga, ¿me permite una pregunta? Oído (es decir, enterado).
 Oyó las campanadas del reloj, eran las dos. No quiero oír una queja más.
 Oí un ruido espantoso. He oído que tienes novia. 
Oír, ver y callar. Se oyeron disparos.
OMO quien oye llover. Dios te oiga. Oye tú, ¿qué te crees? Oiga, ¿me permite una pregunta? Oído (es decir, enterado). Oyó las campanadas del reloj, eran las dos. No quiero oír una queja más. Oí un ruido espantoso. He oído que tienes novia. Oír, ver y callar. Se oyeron disparos. Como lo oyes. No oigo bien con este oído. ¡Oiga usted!
Todas estas expresiones están a punto de desaparecer o van desapareciendo de nuestra lengua.
 El porqué es un misterio. Resulta difícil determinar cuándo los cursis horteras (no son términos excluyentes, sino que con frecuencia van juntos) decidieron que el verbo “oír” era “malsonante” o por lo menos no “fino”, algo tan absurdo como dictaminar lo mismo respecto al verbo “ver”.
 A diferencia de cien mil otras aberraciones, esta no procede del inglés mal traducido: en esa lengua aún se distingue perfectamente entre “to hear” y “to listen”, “oír” y “escuchar” respectivamente. Tampoco es un catalanismo contagiado por los muchísimos catalanes con protagonismo en la radio y en la televisión nacionales.
 Ellos, en su lengua, diferencian y no confunden “sentir” y “escoltar”. ¿Qué ha sucedido para que en el español de hoy todo se “escuche”, hasta las cosas más grotescas y menos escuchables?
 Si me ocupo de la cuestión es, lo confieso, porque me saca especialmente de quicio.
 La suplantación se da por doquier: en los telediarios, en las películas y series (teóricamente escritas por guionistas que deberían conocer mínimamente su lengua), en el habla de la gente, hasta en novelas y en este diario, que en tiempos remotos presumía de estar escrito correctamente. 
(Hace poco leí en un titular que no sé cuántas personas “atenderán a la toma de posesión de Trump”, en vez de “asistirán”, que es lo que significa “to attend” en el inglés que ya pocos traducen; la mayoría se limita a trasponerlo tal cual, aunque incurra en disparates.)

 Como lo oyes. No oigo bien con este oído. ¡Oiga usted!
Oigo o leo continuamente incongruencias de este calibre: “Escuché disparos”.
 “Se escuchó una explosión tremenda”. “El teléfono va mal, no te escucho”.
 “Me seguían, o al menos escuché pasos a mi espalda”. “Se escucharon las campanas de la iglesia”. “No te he escuchado llegar”. 
 “Sin querer, escuché lo que le decías”. “Se escucha un gran alboroto”.
 Y quizá mi favorita: “Llego tarde porque no he escuchado el despertador” (oída, lo juro, en una veterana serie de televisión).
 Da vergüenza explicar cosas obvias, pero es el signo de nuestros tiempos. (Tiempos inútiles, sin interés y sin avance, si hay que repasar el abecedario continuamente y en todos los ámbitos.) “Oír” y “escuchar” se pueden usar indistintamente en algunas –pocas– ocasiones.
 Se puede oír o escuchar música, la radio, una conferencia, un discurso.
 Pero ni siquiera en esos casos los dos verbos son absolutos sinónimos.
 “Escuchar” implica siempre duración y deliberación. 
Es decir, que lo escuchado no sea efímero y que por parte del oyente haya voluntad de atender, de prestar cierta atención, aunque sea distraída.
 “Oír” no implica por fuerza ninguna de esas dos cosas, más bien presupone involuntariedad. 
Las explosiones, los tiros, los ruidos inesperados, los alaridos, el despertador, así pues, no se escuchan, sino que se oyen. 
 Su sonido alcanza los oídos, independientemente de que éstos quieran o no oírlo. 

La distancia entre los verbos es parecida (no idéntica) a la existente entre “ver” y “mirar”. 
Nadie diría (aún): “Ayer miré a Jacinto entrar en un bar de putas”, sino “Ayer vi …” La acción de entrar es muy breve, no puede “mirarse”.
 Tampoco es que estuviéramos apostados a la puerta del bar para controlar quiénes entraban, sino que por casualidad –no intencionadamente– vimos a Jacinto en mal momento.
 De la misma forma, asegurar que se “escucharon” petardos, o pasos, o voces, es una sandez y una cursilería.
Hace ya unos veinte años escribí un artículo titulado “Breve y arbitraria guía estilística para detectar farsantes”.
 Mencionaba expresiones o latiguillos que a mí –reconocía que mi subjetividad mandaba– me servían para saber en seguida si quien escribía o hablaba era un impostor, un mentecato, un cantamañanas o incluso un hipócrita.
 Al cabo de tanto tiempo, quizá debería actualizar esa “guía” algún domingo. 
Vaya hoy por delante mi desconfianza hacia cuantos utilizan “estar en sus zapatos”, que han copiado literalmente de las novelas y series americanas porque les parece más “cool” –­como se dice hoy en castellano– que sus equivalentes españoles más certeros, “ponerse en la piel del otro” o “no me gustaría estar en su pellejo”. También veo farsantes en cuantos utilizan el adjetivo “emocional”, que ha desterrado “sentimental” o “emotivo”, según los casos y las circunstancias. 
De lo que no me cabe duda es de que son pretenciosos catetos los que lo “escuchan” todo, hasta el grito de una persona o el ladrido de un perro en mitad de la noche.

 O viceversa, que todo puede llegar a ser, al paso que vamos.

3 feb 2017

Marie Schott, la intimidad entre algodones

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La francesa Marie Schott es la CEO de la firma Etam. / Gianfranco Tripodo
Marie Schott llegó a la cabeza de la firma de lencería Etam en 2011.
 Desde entonces, sus días transcurren entre encajes y gasas.
 Con nuevas tiendas en Madrid y Granada, la ejecutiva ha celebrado este pasado año el centenario de su compañía, que lleva el chic francés por bandera. 
CUALQUIERA DIRÍA que la vida de Marie Schott discurre entre algodones.
 No tanto porque reciba excesivas atenciones –más allá de las que van incluidas en su puesto de CEO–, sino por los productos que fabrica la empresa que dirige y donde pasa la mayor parte de su tiempo, la marca de lencería Etam. 
La ejecutiva llegó a la firma francesa en 2011, cuando fue designada tras su paso por Undiz, la filial para jóvenes de la multinacional Etam Déve­loppement, que también posee la marca 1.2.3.
 Desde entonces, ve pasar los días entre braguitas y sujetadores, aunque cuenta que en su equipo hay quien lo lleva aún más al extremo que ella. 
 “Hay gente que se podría pasar semanas enteras hablando de encaje”, se ríe, “pero es porque son unos apasionados del tema” 
Después de inaugurar en Madrid y Granada las últimas de las 4.400 tiendas con las que la compañía ha llevado su French liberté a más de 50 países, Schott respira aliviada ante el desenlace feliz de uno de los muchos compromisos que ha ido cumpliendo a lo largo de 2016.
 Este pasado año se ha conmemorado el siglo transcurrido desde la creación de la casa, que en el primer semestre declaró unas ventas netas de 633,8 millones de euros y unos beneficios brutos de 364,6 millones.
 Para celebrar el saludable crecimiento de la modesta corsetería que nació en Berlín en 1916 (aunque enseguida saltó a París, de donde viene su inspiración chic) hasta el gigante en que se ha convertido, prepararon una espectacular colección con guiños al tricolor de la bandera gala y encajes hechos a mano, que presentaron en septiembre en un desfile plagado de estrellas a la manera del show de su rival Victoria’s Secret.
 Poco después mostraron en París los trabajos que comisionaron a 13 artistas internacionales en torno a los temas de la mujer y la independencia, una iniciativa solidaria impulsada en colaboración con su musa desde 2009, la top Natalia Vodianova
 

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Dos diseños de la colección primavera-verano 2017.
“Desde que llegué, he querido introducir más moda, más glamur en las colecciones”, explica Schott. Vestida con un cómodo traje de chaqueta y unas zapatillas de deporte, la directiva llama la atención por su aspecto juvenil.
 A sus 43 años, relata con un musical acento francés cómo su día a día consiste en moverse de acá para allá, siempre con una maleta en la mano. 
“En China tenemos muchas instalaciones, por lo que visito constantemente las fábricas.
 También hago viajes de inspiración a sitios como Nueva York. Y, sobre todo, invierto mucho tiempo en las tiendas, escuchando a trabajadores y clientes para conocer qué es lo que realmente necesitan”.
Toda esa atención prestada le ha servido para saber cosas como que hoy día “un sujetador no es lo mismo que hace 10 o 15 años. Ya no es solo funcional o sexy.
 Es parte de la ropa, una tendencia”. Schott también ha comprendido que la innovación no radica solo en los materiales o el diseño, sino que además resulta crucial primar “la experiencia en la tienda o en Internet”.
 De ahí proyectos como los nuevos espacios en Madrid y Granada (España es uno de sus mercados clave) y propuestas “innovadoras” como la que desarrollaron para su desfile, durante el que se podían comprar online y en directo los productos que se veían en la pasarela.
comprar online y en directo los productos que se veían en la pasarela.
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Tras una temporada de zozobra para la empresa, que en 2004 tuvo que desprenderse de su brazo británico para poder seguir a flote, Etam vive ahora una etapa de reinvención.
 Creadora de las copas sin costuras o los sujetadores con memoria para la forma, la firma es pura arquitectura de interiores, aunque también tiene una parte de su negocio dedicada al prêt-à-porter. “Mi trabajo es asegurar que somos modernos sin perder de vista a nuestras clientas de toda la vida”, apunta la directiva, subordinada a la gerencia de la familia que posee la mayoría de las acciones de la empresa, los Milchior.
 “Ellos confían en que el secreto del éxito es un buen equipo”.Con más de 40 piezas, los sujetadores que fabrica Etam necesitan tiempo para ensamblarse. Pero las imposiciones de un mundo global les obligan a adaptarse. “Queremos presentar productos nuevos todos los meses para ser capaces de reaccionar a las tendencias del mercado”, explica Schott, cuya compañía fluctúa entre dos personalidades: “China y el resto del mundo”. “China es diferente”, subraya. “Entramos allí hace 25 años y desarrollamos marcas de ropa propias, así que esa parte del negocio no es igual. Sin embargo, la lencería es la misma en todo el mundo. Hace un cuarto de siglo no se viajaba tanto, así que lo normal era encontrar artículos distintos. Pero ahora las cosas ya no son así”.2105Creadores4

¿Para qué sirve la filosofía (si es que tiene que servir para algo)?

Arrancamos nuestra serie '¿Filosofía inútil?'.

 Nuestro objetivo es recordar que la filosofía no tiene que desaparecer ni de las clases ni de nuestras cabezas.

 

Aristóteles decidiéndose entre el huevo y la gallina
Aristóteles decidiéndose entre el huevo y la gallina.
¿La filosofía es inútil? ¿Es poco más que un pasatiempo sin aplicaciones prácticas?
 Parece que los legisladores españoles creen que sí: la asignatura ha perdido horas de clase en el instituto y solo será obligatoria en 1º de Bachillerato.
 Los estudios universitarios en esta materia tampoco pasan por su mejor momento: la tasa de paro se acerca al 30%, en un momento en el que estudiar cualquier carrera universitaria se ve casi en exclusiva como un paso hacia la incorporación en el mundo laboral.
En este contexto, ¿merece la pena estudiar filosofía o es mejor dedicar más horas a otras asignaturas?

Algo más que una salida profesional
"No podemos supeditar nuestra relación con el conocimiento a nuestra salida laboral", afirma a Verne la filósofa Marina Garcés, autora de Fuera de clase 
. En su opinión, las preguntas "cómo queremos formarnos" y "en qué queremos trabajar" no tienen por qué tener una misma respuesta.
 Es más, que no coincidan la formación y el empleo que finalmente desempeñamos no es algo que les ocurra solo a los filósofos.
“La universidad no es una expendeduría de títulos para el mercado laboral -nos explica Adela Cortina, filósofa y catedrática de la Universidad de Valencia-. No es el mercado el que ha de decidir qué carreras se implantan y cuáles no. 
El criterio debe ser el de las necesidades de la sociedad para construir un futuro más humano.
 Formar personas y ciudadanos con conocimientos y capacidad de innovación es la clave”.
Además de eso, la filosofía es un conocimiento importante incluso aunque nos decidamos por otras carreras o profesiones, ya que nos ayuda “a discernir qué metas queremos perseguir con los conocimientos técnicos -apunta Cortina-. 
Sin ese saber fecundo las técnicas pueden emplearse para sanar o para matar, para destrozar países y personas o para erradicar la pobreza y reducir las desigualdades”.
 Es decir, nos invita a una “reflexión profunda sobre las metas, las actitudes y las convicciones que necesita una sociedad flexible”.
Como recuerda Garcés, la filosofía no tiene un objeto de estudio propio, por lo que puede "abrir distancia entre lo que sabemos y lo que no sabemos". 
Los filósofos se cuestionan lo que damos por hecho, buscando inconsistencias. 
Por este motivo, esta autora opina que la filosofía es una asignatura fundamental en intitutos e incluso en educación básica, ya que es "un lenguaje fundamental" para aprender a pensar de forma crítica. No se puede hablar de una formación completa sin contar con esta herramienta básica.
 "La filosofía no es útil o inútil -concluye Garcés-. Es necesaria".
Un manual de instrucciones para la vida
Una de las críticas habituales que se hace a la filosofía es que no hay progreso: llevamos más de dos mil años haciéndonos las mismas preguntas sin llegar a ninguna conclusión
. ¿Por qué necesitamos seguir insistiendo con ellas? ¿Alguna vez sabremos lo que es la justicia, por qué hay algo en lugar de no haber nada o si somos de verdad libres?
Pero en realidad, y como recuerda Marina Garcés en Filosofía inacabada, no estamos dándole vueltas a los mismos temas: el discurso filosófico se ocupa de “problemas para los que siempre necesitamos forjar nuevos conceptos.
 No porque no tengan solución, sino porque cambian de situación existencial y de contexto histórico, social, cultural y político”.
En ética, por ejemplo, hay que mencionar los esfuerzos de Peter Singer por los derechos animales, años antes de que se popularizaran movimientos sociales en este sentido, además de su trabajo para aumentar las donaciones a países del tercer mundo. Todo eso tras estudiar estos problemas desde un punto de vista filosófico y haciéndose las mismas preguntas éticas que nos hemos hecho a lo largo de la historia.
Y si hablamos de política y economía, gran parte del debate de las últimas décadas ha venido marcado por las ideas sobre la justicia distributiva de John Rawls y la respuesta, desde el liberalismo, de Robert Nozick, ambos filósofos.
Además de todo esto, a menudo también es necesario reflexionar sobre problemas completamente nuevos, como hacen, por ejemplo, Nick Bostrom con la inteligencia artificial y Byung-Chul Han al preguntarse cómo la tecnología influye en la sociedad contemporánea.
Es decir, la filosofía no se encarga de preguntas sin respuesta, sino que, como nos dice Cortina, se ocupa de “las preguntas que nos constituyen como seres humanos. 
Si dejáramos de planteárnoslas, perderíamos nuestra humanidad”. Cortina además apunta que sí hay progreso y que ha dado "una gran cantidad de respuestas que conviene conocer porque sirven realmente para vivir mejor”. Como recuerda Garcés, "pensar es repensar, pero no de cero".
 Hay un diálogo constante con la tradición.
Una herramienta para la democracia
La filosofía no es solo una guía más o menos práctica para vivir mejor.
 La filósofa Martha C. Nussbaum afirma que las humanidades son fundamentales para la democracia.
 La filosofía proporciona herramientas de pensamiento crítico que nos ayudan a cuestionar la tradición y la autoridad.
Es decir, lo mismo que hacía Sócrates, demostrando que a menudo no sabemos qué significan realmente los conceptos que manejamos.
Además de la labor de la filosofía, Nussbaum recuerda la importancia de los estudios de historia nos permiten identificar nuestro lugar en el mundo en relación con otras culturas, y el papel del arte y la literatura, que estimulan nuestra imaginación al ofrecernos puntos de vista diferentes.
Además de la labor de la filosofía, Nussbaum recuerda la importancia de los estudios de historia nos permiten identificar nuestro lugar en el mundo en relación con otras culturas, y el papel del arte y la literatura, que estimulan nuestra imaginación al ofrecernos puntos de vista diferentes.
Estos tres campos están interrelacionados y nos ayudan, por ejemplo, a participar en los debates políticos sin quedarnos solo en un intercambio de réplicas destinado a “ganar puntos” para lo que consideramos “nuestro bando”. 
Por ejemplo, podemos ver si estas posiciones enfrentadas tienen más aspectos en común de lo que parece o si alguna de estas propuestas ya ha intentado llevarse a cabo con anterioridad.
En ¿Para qué servimos los filósofos?, Carlos Fernández Liria nos recuerda algo similar.
 La democracia obliga a los ciudadanos a “tomar distancia respecto a su inmediata voluntad”, dándose a sí mismos “una oportunidad para razonar”.
 Y añade: “Este es, en realidad, el sentido profundo del famoso modelo político platónico: el del Rey Filósofo”. 
La razón nos permite cuestionar las decisiones políticas que van en contra de la libertad.
Eso sí, hay que recordar que la filosofía no es algo exclusivo de las universidades.
 Como escribe Garcés, se trata de la necesaria tensión entre la Academia de Platón y la tinaja (o el tonel) de Diógenes.
 El pensamiento filosófico necesita orden y método, pero también una buena dosis de caos.


“Los filósofos no existen -añade Adela Cortina-. 
Existen filósofos que se encierran en sus despachos y en las aulas, y cierran puertas y ventanas. 
Pero hay otros que saben que la filosofía nace de la sociedad para la sociedad y trabajan en los dos campos: en el aula y en la arena social. 
Estos últimos son los verdaderos filósofos”.
[Cada viernes publicaremos un artículo sobre algún tema filosófico: hablaremos de ética, de política, de felicidad, de identidad personal y, ya puestos, del universo.
 Nuestro objetivo es recordar, más que descubrir o demostrar, que la filosofía es un estudio vivo, actual y, como dice Marina Garcés, necesario].




El hombre que mató a su bebé en La Paz: “Me la has jugado, me la has jugado”