"Todos
saben que a ella no se la puede comprar, eso es valioso", asegura la
modista, una de las últimas escogidas para vestir a la duquesa de
Cambridge.
Kate Middleton, con el vestido Cai de la marca Vanessa Seward, en un evento el pasado mes de diciembre. cordon press
Con cada una de sus apariciones Kate Middleton despierta
una gran expectación.
Lo demuestra el hecho de que sus estilismos
llegan a agotarse en las tiendas, tanto los originales como las copias
La última en descubrir los beneficios del llamado
“efecto Kate” ha sido la diseñadora Vanessa Seward.
Bastó con que la
duquesa de Cambridge luciera uno de sus vestidos floreados en un evento
el pasado diciembre para que la popularidad de la marca parisina se haya
disparado en las últimas semanas.
Algo que le ha ido como anillo al
dedo, pues la firma abre su primera tienda en Reino Unido, en el barrio
londinense de Notting Hill, el próximo 15 de febrero.
“No tenía ni idea de que [Kate Middleton] era nuestra clienta. Recuerdo
mirar en mi cuenta de Instagram y de repente no paraba de subir.
Ella
tuvo un gran impacto, vendimos muchos vestidos, y no solo ese en
concreto sino otros con el mismo estampado.
Y, por supuesto, mucha gente
nueva se empezó a interesar por la marca”, ha declarado la diseñadora
de origen argentino a The Telegraph.
Aunque lo más probable es
que la mujer de Guillermo de Inglaterra no lo seleccionara ella
directamente, pues de su armario y de su éxito como icono de estilo en las listas de las más elegantes es responsable su ayudante personal Natasha Archer.
El vestido en cuestión se llama Cai, está hecho con seda con un
estampado floral y es de su colección de otoño 2016. La propia marca se
encargó de dar todos los detalles de la prenda en su cuenta de Instagram
junto a la fotografía de la duquesa de Cambridge llevando el vestido,
que cuesta 850 euros (y hoy está rebajado en su web a mitad de precio). Qué mejor publicidad que la esposa y la madre de futuros reyes británico
escojan tu marca.
Seward, que lanzó su marca hace algo más de dos años, también ha
vestido a famosas como las actrices Drew Barrymore e Inès de la
Fressange, pero asegura que ninguna le ha dado tanto impulso como Kate Middleton, de 35 años. “Todo el mundo sabe que a ella no se la puede comprar. Hoy hay muchas marcas que pagan a las celebrities para que lleven su ropa, pero con ella siempre es su elección, y creo que eso es algo valioso. Y el hecho de que sea preciosa y accesible y que sonría…ella es... voilà!”,
asegura al medio británico la diseñadora que empezó su carrera en el
departamento de accesorios de Chanel, luego junto a Tom Ford en Yves
Saint Laurent y antes de tener su propia firma fue la directora creativa
de Azzaro.
Quienes consumimos días enteros de vida atrapados en el atasco de casa
al tajo y del tajo a casa sabemos que en esas horas muertas pasa de todo
por nuestras cabezas.
La lista de la compra y la de los deseos.
Los
sueños más húmedos y las certezas más secas.
Las mejores ideas y los
peores miedos.
Por eso, la primera secuencia de La ciudad de las estrellas (La La Land),
con una multitud haciendo de un embotellamiento una fiesta promete eso:
la esperanza si no de un día, sí de un rato perfecto.
Ese que, según
las canciones de todas las épocas puede por fin darle la vuelta a tu
perra existencia, oh, sí, oh baby, oh yeah. Por eso, y por el ensordecedor bombo y platillo que la precede,
una espera salir del cine, no sé, si no con la moral, sí con las
pajarillas por todo lo alto.
Vaya por delante que no soy público objetivo de los musicales,
ni en directo ni enlatados. Que me inunda la vergüenza ajena en cuanto
veo a un adulto arrancarse a cantar y a bailar así a lo tonto sin venir a
cuento. Y que, confieso, me suelo dormir en el cine a poquito que el
guion y/o la belleza de los intérpretes, que no de los marcos
incomparables —en eso, como en todo, soy más de paisanaje que de
paisaje— no me agarre del pescuezo y me atornille a la silla en los diez
primeros diez minutos. O sea, que el hecho de aguantar despierta y con
razonable actividad cerebral durante las casi dos horas de la cinta ya
es un mérito reseñable de la misma, y eso que en varios momentos el
exceso de glucosa en pantalla —la escena del planetario es puro almíbar
en vena— amenaza con provocar un coma diabético al espectador más
hipoglucémico. Pese a ello, o quizá por eso mismo, por la constante
expectativa de un naufragio en miel que nunca llega, tamaño pastelón no
resulta del todo indigesto.
A ello, desde luego, contribuyen el poderoso encanto e idoneidad de los actores para sus respectivos roles. Emma Stone y Ryan Gosling
están literalmente para comérselos.
Da gusto verles, juntos y por
separado, encarnando la viva estampa de la juventud, la gracia, la
alegría de vivir, la ilusión, el anhelo y las ganas de comerse el mundo y
el uno al otro, y no necesariamente por este orden.
La de los sueños más húmedos y las certezas más secas.
La de las mejores
ideas y los peores miedos.
Pero esa es otra película.
Y no de
Hollywood, precisamente.
La música, qué
menos en un musical que homenajea a los clásicos del género, es
encantadora, eficaz y envolvente. Los vestidos, preciosos. La
ambientación, deliciosa. La atmósfera, primorosamente conseguida. Los
secundarios, adorables. Todo ideal de la vida. Y, sin embargo, a
instantes te toca la fibra más íntima. Esa mirada ansiosa de la Stone.
Ese arqueo de ceja de Gosling. Esa excitación de las vísperas, esa
opresión del pecho de cuando todo puede suceder, aunque luego no suceda.
Esa nostalgia de lo que pudo haber sido y no es. Esas ideas que se te
pasan por la cabeza en un atasco antes de que acabes repasando la lista
de la compra y la de los deseos
Condé Nast prepara su transformación digital para hacer frente al nuevo mercado.
La exeditora de 'Vogue' UK Alexandra Shulman, en 2013. The Times/Cordon Press
Cuando la semana pasada se anunció que la editora jefa de la Vogue
británica dejaba el cargo tras 25 años al frente de la revista,
resultaba imposible no relacionarlo con la abrupta salida de Yolanda
Sacristán como directora de Vogue España. Y es que aunque la marcha de Alexandra Shulman
se ha comunicado como una baja voluntaria, bien podría tratarse de un
despido maquillado, algo que según la rumorología ofrecieron también a
Sacristán, aunque ella declinó. El cese de estas dos veteranas editoras
de moda no son hechos aislados, sino que tienen que ver con los
profundos cambios que experimenta Condé Nast, el grupo propietario de Vogue,
y que desde Manhattan ejecuta Jim Norton, la persona elegida para la
“consolidación del negocio”, léase entre líneas, hacer el trabajo sucio:
despedir, simplificar y reestructurar.
Una
de las prioridades es la de transformar la compañía en una empresa
digital capaz de hacer frente a los grandes desafíos del mercado actual,
mucho más polarizado y en el que la prensa impresa tiene cada vez menos
peso. Como muestra, el cargo editor dejará de ser utilizado con el fin
de desligar a la compañía del mundo impreso. “Nuestra nueva estructura,
como un equipo a la una, nos permitirá ser más reactivos y dinámicos en
nuestra estrategia mientras llevamos nuestras marcas con contenido a
nuevas plataformas y audiencias”, explicaba Norton en un documento
interno que citaba WWD. Probablemente la publicación que mejor explique estos cambios sea Teen Vogue. La cabecera más joven del grupo, con la mirada ya puesta a la
generación Z, hacía un anuncio sin precedentes en mayo. La editora en
jefe Amy Astley era sustituida por un equipo de tres personas: Elaine
Welteroth como editora, Phillip Picardi como director editorial digital y
Marie Suter como directora creativa. Además, la publicación dejaba de
ser mensual para convertirse en trimestral.
Unión de fuerzas
Y es que gran parte de los movimientos de Norton han tenido
que ver con la puesta en común de departamentos que hasta la fecha
funcionaban por separado: los creativos, los copies y los equipos de foto. Esta actualización se ha llevado por el camino a las revistas Details y Lucky, que cerraron en 2015, y ha afectado también a Self, Allure y Glamour. Parece que el grupo se reservó la joya de la corona para el final. Eugenia de la Torriente en VogueEspaña, Emanuele Farneti en la edición italiana, Karla Martínez, como editora jefe de VogueMéxico y Latinoamérica, y Deena Aljuhani Abdulaziz como responsable de Vogue Arabia, han sido nombrados para dar nuevos aires a la mítica cabecera. Para algunos medios toda esta operativa huele a venta. Y aunque hace
unos días desde arriba se negaba que la compañía pudiera pasar a manos
de Hearst Magazines, Apple, Google e incluso Vice Media, The Times seguía alimentando esta semana los rumores.
The Management Group, despacho que ha llevado las finanzas del actor, le reclama el pago de una deuda millonaria.
Johnny Depp, en mayo de 2016, en Los Ángeles. Richard ShotwellAP
El elevado tren de vida de Johnny Depp
le ha llevado al borde de la ruina financiera, según The Management
Group (TMG), un despacho de abogados que ha demandando a la estrella de
Los Ángeles por un préstamo no pagado. Durante las últimas dos décadas,
el actor, de 53 años, ha estado gastando a un ritmo de 1,8 millones de
euros al mes. Entre esos gastos se incluyen, según la reclamación
judicial, la
compra de un yate por 16,6 millones de euros, 45 coches de lujo y un
gasto de casi 640.000 euros al mes entre vinos, aviones privados y el
mantenimiento de una plantilla de 40 personas. El actor Piratas del Caribe,
según aseguran sus exabogados, ha ingresado 69 millones de euros con la
venta de 14 casas, incluyendo un castillo francés de 45 hectáreas (18
hectáreas), un grupo de islas en las Bahamas, varias casas de Hollywood o
una granja de caballos en Kentucky. El despacho TMG, de Beverly Hills, asegura que Depp ha acumulado más de 200 obras de Warhol, Klimt y otros maestros, 70 guitarras de colección y una colección de recuerdos de Hollywood tan extensa que se almacena en 12 lugares.
Depp demandó al bufete este enero por manejar
mal sus finanzas, pedir préstamos sin su aprobación y esconder sus
deudas. El actor, por su parte, les reclama 23 millones de euros. "Durante
más de 17 años, The Management Group ha hecho todo lo posible para
proteger al actor de sí mismo", ha asegurado el abogado de TMG Michael
Kump en un comunicado. "De hecho, cuando
el banco exigió a Depp el reembolso de un préstamo multimillonario y el
actor no podía pagarlo, la compañía le prestó dinero para evitar una
humillante crisis financiera", añade el comunicado.
Johnny Depp y Amber Heard. Cordon Press
El
bufete alega que ha advertido repetidamente a Depp sobre su "excesivo"
gasto, pero la respuesta que han obtenido por parte del actor ha sido
una reprimenda a sus asesores, un aumento de gasto y la exigencia de
encontrar una fórmula para pagar las facturas. La firma, con la que el
actor rompió el año pasado, asegura que la estrella le debe 3,8 millones
de dólares y que se ha visto obligada a iniciar procedimientos de
ejecución hipotecaria en la propiedad de Depp. Depp y la actriz Amber Heard, de 30 años, llegaron a un acuerdo extrajudicial este agosto para poner fin a su matrimonio de 18 meses, acordando una compensación para ella de 6,4 millones de euros.