26 ene 2017
Tontas listas................................ Luz Sánchez-Mellado
Demasiadas mujeres dejamos que los hombres nos saquen las castañas del fuego y luego queremos ser dueñas de nosotras mismas.
Rosalía Iglesias es una señora muy vistosa, mayestática y
consciente de sí misma que sale de vez en cuando en los telediarios. Da
gloria verla en esos planos en bucle tan del gusto de los programas de
actualidad rabiosa, esquivando cámaras y micros con el vaivén de su
pelazo, su bolsazo, sus gafazas de ir de incógnito y el aire de aquí
estoy yo porque he venido de las muy divas de la vida.
De esa guisa, espalda erecta y testa altísima, la hemos visto entrar y salir de su casa en el Madrid más pijo, ir a ver a su marido al presidio entre mujeres de camellos y acudir al juzgado por el proceso contra su esposo, Luis Bárcenas, y ella misma por fraude y blanqueo, en el que se le piden a ella 24 años de cárcel.
Antes muerta que sencilla.
Con todo, lo que más me fascina de la doña es su cara de no me puedo creer lo que me está pasando, te lo juro, o sea.
Si ella solo acompañaba a su esposo al banco, como está mandado. Si ella solo firmaba lo que él le ponía por delante, como han hecho las señoras toda la vida.
Si a ella, y le parece “una estupidez decirlo”, todo lo que hace ese hombre le parece divino.
Si ella, en fin, es la esposa modelo. Entendiendo perfectamente la doctrina Rosalía —conozco a unas cuantas de todos los estatus, y una misma no sabía ni leer las facturas hasta ayer mismo—, la conclusión es demoledora.
“No soy tonta”, se ha excusado Iglesias en el banquillo sin que nadie se lo pidiera. Por supuesto, nadie lo duda.
Pero, entre la confianza ciega, la obediencia debida, la cooperación necesaria y la ignorancia deliberada —como sé la respuesta, no pregunto y ya trinco yo también, si eso— hay cien términos medios.
Sumisas, subsidiadas, subalternas, comodonas, confiadas o cómplices.
Demasiadas mujeres dejamos que los hombres nos expliquen todo, nos lleven las cuentas y nos saquen las castañas del fuego, y luego queremos ser dueñas de nosotras mismas.
En el pecado llevamos la penitencia.
De esa guisa, espalda erecta y testa altísima, la hemos visto entrar y salir de su casa en el Madrid más pijo, ir a ver a su marido al presidio entre mujeres de camellos y acudir al juzgado por el proceso contra su esposo, Luis Bárcenas, y ella misma por fraude y blanqueo, en el que se le piden a ella 24 años de cárcel.
Antes muerta que sencilla.
Con todo, lo que más me fascina de la doña es su cara de no me puedo creer lo que me está pasando, te lo juro, o sea.
Si ella solo acompañaba a su esposo al banco, como está mandado. Si ella solo firmaba lo que él le ponía por delante, como han hecho las señoras toda la vida.
Si a ella, y le parece “una estupidez decirlo”, todo lo que hace ese hombre le parece divino.
Si ella, en fin, es la esposa modelo. Entendiendo perfectamente la doctrina Rosalía —conozco a unas cuantas de todos los estatus, y una misma no sabía ni leer las facturas hasta ayer mismo—, la conclusión es demoledora.
“No soy tonta”, se ha excusado Iglesias en el banquillo sin que nadie se lo pidiera. Por supuesto, nadie lo duda.
Pero, entre la confianza ciega, la obediencia debida, la cooperación necesaria y la ignorancia deliberada —como sé la respuesta, no pregunto y ya trinco yo también, si eso— hay cien términos medios.
Sumisas, subsidiadas, subalternas, comodonas, confiadas o cómplices.
Demasiadas mujeres dejamos que los hombres nos expliquen todo, nos lleven las cuentas y nos saquen las castañas del fuego, y luego queremos ser dueñas de nosotras mismas.
En el pecado llevamos la penitencia.
La llegada de Trump convierte ‘1984’ en superventas en EE UU
Guillermo Altares
La obra de Orwell sobre una dictadura, único clásico entre los 50 libros más vendidos en España en 2016.
Cuando escribió 1984, George Orwell
no pensaba en una sociedad futura, sino en el presente.
Su distopía no pretendía ser una metáfora, sino una descripción de los totalitarismos del siglo XX, sobre todo del estalinismo.
Sin embargo, este libro, escrito en 1948, se ha convertido de nuevo en un punto de referencia en la era de Donald Trump, donde la posverdad y los "hechos alternativos" se han apoderado de la política.
La novela del escritor británico, nacido en 1903 y fallecido en 1950, se ha alzado entre los libros más vendidos en Estados Unidos en Amazon, el gigante digital del comercio on-line, pero el fenómeno también ha llegado a España.
Un conjunto de librerías españolas agrupadas en la plataforma LibriRed publicó esta semana la lista de los 50 libros más vendidos en 2016. Los datos recogen las ventas en unos 600 establecimientos, entre los que se encuentran numerosas librerías independientes, pero también grandes cadenas como Casa del Libro o Librerías Elkar
. En la lista, sólo hay un clásico, 1984, que ocupa el puesto número 34 con su edición de Debolsillo, traducción de Miguel Temprano García, y que cuenta con un prólogo de Umberto Eco.
En EE UU, el fenómeno es todavía más intenso.
Un portavoz de la editorial Signet Classics, que publica actualmente 1984, señaló a la radio pública NPR que desde la toma de posesión del 45º presidente de EE UU, "las ventas se habían incrementado un 10.000%".
Hoy, jueves, todavía ocupaba el puesto número 1 en la lista de best-sellers de amazon.com (con más de 4.000 comentarios) y se encontraba en el número 16 en la lista de más vendidos en amazon.es.
Orwell habla en su libro de una nuevalengua y su protagonista trabaja en el Ministerio de la Verdad, que se ocupa de establecer lo que es falso y lo que es verdadero.
Los hechos son definidos por el Estado, no por los ciudadanos. Son conceptos que resultan bastantes inquietantes en la actualidad, en un momento en que una de las principales asesoras de Trump, Kellyanne Conway, la que ha sido su jefa de campaña y consejera del presidente en la Casa Blanca, ha acuñado el concepto de "hechos alternativos", que consiste básicamente en negar las evidencias empíricas, como ha ocurrido con la polémica sobre el número de personas que asistieron a la toma de posesión.
Uno de los comentarios sobre el libro en Amazon, escrito el 23 de enero, decía:
"Hoy Kellyanne Conway anunció que nos estaban proporcionando hechos alternativos.
Son sombras de un pasado que cambia mientras se controla el presente.
Tenemos que estar preparados para la fiesta como si estuviésemos en 1984".
El director de The Washington Post, Martin Baron, recordó ayer por la tarde, en una conferencia en Madrid en la Fundación Rafael del Pino la relevancia de la obra del novelista y ensayista británico al señalar que los "hechos alternativos" le recuerdan a 1984: "El partido te pide que rechaces lo que ven tus ojos y escuchan tus oídos".
El Ministerio de la Verdad se ocupa de establecer los hechos que deben ser ciertos para unos ciudadanos constantemente vigilados por el Gran Hermano —una de las muchas intuiciones de Orwell en el libro es la omnipresencia de la televisión, que no sólo sirve para ver, sino también para ser vistos—.
La nuevalengua, que sirve para simplificar la forma en que se expresan los ciudadanos y así evitar sentimientos y pensamientos no deseados, es definida así por Orwell al final de su libro:
"El propósito de la nuevalengua no era sólo proporcionar un medio de expresión a la visión del mundo y los hábitos mentales de los devotos del Socing [la ideología dominante en el mundo orwelliano], sino que fuese imposible cualquier otro modo de pensar.
La intención era que cuando se adoptara definitivamente la nuevalengua y se hubiese olvidado la viejalengua, cualquier pensamiento herético fuese inconcebible, al menos en la medida en el pensamiento que depende de las palabras”.
Otros conceptos acuñados por Orwell en su novela son la policía del pensamiento, el doblepiensa o la mutabilidad del pasado. También describe lo que llama los "dos minutos de odio", que tienen profundos ecos en los venenosos discursos o tweets dirigidos a cualquiera que piense diferente o que sea diferente del presidente Donald Trump.
Esos "dos minutos de odio" consisten en ofrecer a todos los ciudadanos la imagen del archienemigo del Estado, Goldstein, que defendía conceptos aberrantes como "la libertad de expresión, la libertad de prensa, el derecho de reunión, el derecho de opinión".
No es la primera vez, ni de lejos, que 1984 vive un boom por su capacidad para reflejar la realidad.
En 2013, cuando se produjeron las revelaciones de Edward Snowden sobre el espionaje masivo de EE UU, la novela también saltó a las listas de más vendidos. En el prólogo a la edición española, Umberto Eco escribió:
“El libro es un grito de alarma, una llamada de atención, una denuncia, y por eso ha fascinado a millones de lectores en todo el mundo".
Seguramente, ni el propio Orwell sospechaba hasta dónde iba a prolongarse la vigencia de su obra.
Su distopía no pretendía ser una metáfora, sino una descripción de los totalitarismos del siglo XX, sobre todo del estalinismo.
Sin embargo, este libro, escrito en 1948, se ha convertido de nuevo en un punto de referencia en la era de Donald Trump, donde la posverdad y los "hechos alternativos" se han apoderado de la política.
La novela del escritor británico, nacido en 1903 y fallecido en 1950, se ha alzado entre los libros más vendidos en Estados Unidos en Amazon, el gigante digital del comercio on-line, pero el fenómeno también ha llegado a España.
Un conjunto de librerías españolas agrupadas en la plataforma LibriRed publicó esta semana la lista de los 50 libros más vendidos en 2016. Los datos recogen las ventas en unos 600 establecimientos, entre los que se encuentran numerosas librerías independientes, pero también grandes cadenas como Casa del Libro o Librerías Elkar
. En la lista, sólo hay un clásico, 1984, que ocupa el puesto número 34 con su edición de Debolsillo, traducción de Miguel Temprano García, y que cuenta con un prólogo de Umberto Eco.
En EE UU, el fenómeno es todavía más intenso.
Un portavoz de la editorial Signet Classics, que publica actualmente 1984, señaló a la radio pública NPR que desde la toma de posesión del 45º presidente de EE UU, "las ventas se habían incrementado un 10.000%".
Hoy, jueves, todavía ocupaba el puesto número 1 en la lista de best-sellers de amazon.com (con más de 4.000 comentarios) y se encontraba en el número 16 en la lista de más vendidos en amazon.es.
Orwell habla en su libro de una nuevalengua y su protagonista trabaja en el Ministerio de la Verdad, que se ocupa de establecer lo que es falso y lo que es verdadero.
Los hechos son definidos por el Estado, no por los ciudadanos. Son conceptos que resultan bastantes inquietantes en la actualidad, en un momento en que una de las principales asesoras de Trump, Kellyanne Conway, la que ha sido su jefa de campaña y consejera del presidente en la Casa Blanca, ha acuñado el concepto de "hechos alternativos", que consiste básicamente en negar las evidencias empíricas, como ha ocurrido con la polémica sobre el número de personas que asistieron a la toma de posesión.
Uno de los comentarios sobre el libro en Amazon, escrito el 23 de enero, decía:
"Hoy Kellyanne Conway anunció que nos estaban proporcionando hechos alternativos.
Son sombras de un pasado que cambia mientras se controla el presente.
Tenemos que estar preparados para la fiesta como si estuviésemos en 1984".
El director de The Washington Post, Martin Baron, recordó ayer por la tarde, en una conferencia en Madrid en la Fundación Rafael del Pino la relevancia de la obra del novelista y ensayista británico al señalar que los "hechos alternativos" le recuerdan a 1984: "El partido te pide que rechaces lo que ven tus ojos y escuchan tus oídos".
El Ministerio de la Verdad se ocupa de establecer los hechos que deben ser ciertos para unos ciudadanos constantemente vigilados por el Gran Hermano —una de las muchas intuiciones de Orwell en el libro es la omnipresencia de la televisión, que no sólo sirve para ver, sino también para ser vistos—.
La nuevalengua, que sirve para simplificar la forma en que se expresan los ciudadanos y así evitar sentimientos y pensamientos no deseados, es definida así por Orwell al final de su libro:
"El propósito de la nuevalengua no era sólo proporcionar un medio de expresión a la visión del mundo y los hábitos mentales de los devotos del Socing [la ideología dominante en el mundo orwelliano], sino que fuese imposible cualquier otro modo de pensar.
La intención era que cuando se adoptara definitivamente la nuevalengua y se hubiese olvidado la viejalengua, cualquier pensamiento herético fuese inconcebible, al menos en la medida en el pensamiento que depende de las palabras”.
Otros conceptos acuñados por Orwell en su novela son la policía del pensamiento, el doblepiensa o la mutabilidad del pasado. También describe lo que llama los "dos minutos de odio", que tienen profundos ecos en los venenosos discursos o tweets dirigidos a cualquiera que piense diferente o que sea diferente del presidente Donald Trump.
Esos "dos minutos de odio" consisten en ofrecer a todos los ciudadanos la imagen del archienemigo del Estado, Goldstein, que defendía conceptos aberrantes como "la libertad de expresión, la libertad de prensa, el derecho de reunión, el derecho de opinión".
No es la primera vez, ni de lejos, que 1984 vive un boom por su capacidad para reflejar la realidad.
En 2013, cuando se produjeron las revelaciones de Edward Snowden sobre el espionaje masivo de EE UU, la novela también saltó a las listas de más vendidos. En el prólogo a la edición española, Umberto Eco escribió:
“El libro es un grito de alarma, una llamada de atención, una denuncia, y por eso ha fascinado a millones de lectores en todo el mundo".
Seguramente, ni el propio Orwell sospechaba hasta dónde iba a prolongarse la vigencia de su obra.
La obsesión por la verdad
Nacido en la India británica, en 1903, y fallecido en Londres, en enero de 1950, Eric Arthur Blair, George Orwell, no
sólo fue un gran novelista, autor de dos de las obras más conocidas del
siglo XX, ambas sobre los totalitarismos: la distopía 1984 y la fábula nada infantil Rebelión en la granja —"Todos
los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros"—, fue
también un gran periodista y ensayista —un trabajo que la editorial
Debate ha recopilado en España en dos imprescindibles tomos—.
También escribió una obra autobiográfica muy importante sobre la Guerra Civil, Homenaje a Cataluña, en la que narra su lucha en el frente, pero también la represión que los comunistas teledirigidos desde la URSS lanzaron contra el POUM, el partido trotskista en el que militaba.
Su relato sobre el conflicto español está marcado por una obsesión: la verdad.
De hecho, como él mismo forma parte del relato, esta es la advertencia que da al final:
"Tenga cuidado el lector con mi partidismo, con mis detalles erróneos y con la inevitable distorsión que nace del hecho de haber presenciado los acontecimientos desde un lado.
Y tenga cuidado, exactamente el mismo cuidado con las mismas cosas cuando lea otros libros sobre este periodo de la Guerra Civil española".
La profunda honestidad de Orwell es para muchos autores un ejemplo de lo que debe ser el mejor periodismo, un militante socialista que no duda en denunciar el terror del socialismo real. Existen pocos escritores tan alejados de la posverdad o los "hechos alternativos" (lo que antes se conocía como mentiras o patrañas). En su ensayo Historia del presente, el británico Timothy Garton Ash escribe sobre Homenaje a Cataluña:
"No hay la menor duda, ni por un instante, de que está esforzándose en ser lo más exacto posible, para hallar la verdad objetiva que siempre debe separar las llanuras de la historias y el periodismo, de las montañas mágicas de la ficción”.
Garton Ash cita además una frase del novelista polaco Jerzy Kosinski:
“Me interesa la verdad, no los datos, y soy lo bastante viejo como para conocer la diferencia”.
También escribió una obra autobiográfica muy importante sobre la Guerra Civil, Homenaje a Cataluña, en la que narra su lucha en el frente, pero también la represión que los comunistas teledirigidos desde la URSS lanzaron contra el POUM, el partido trotskista en el que militaba.
Su relato sobre el conflicto español está marcado por una obsesión: la verdad.
De hecho, como él mismo forma parte del relato, esta es la advertencia que da al final:
"Tenga cuidado el lector con mi partidismo, con mis detalles erróneos y con la inevitable distorsión que nace del hecho de haber presenciado los acontecimientos desde un lado.
Y tenga cuidado, exactamente el mismo cuidado con las mismas cosas cuando lea otros libros sobre este periodo de la Guerra Civil española".
La profunda honestidad de Orwell es para muchos autores un ejemplo de lo que debe ser el mejor periodismo, un militante socialista que no duda en denunciar el terror del socialismo real. Existen pocos escritores tan alejados de la posverdad o los "hechos alternativos" (lo que antes se conocía como mentiras o patrañas). En su ensayo Historia del presente, el británico Timothy Garton Ash escribe sobre Homenaje a Cataluña:
"No hay la menor duda, ni por un instante, de que está esforzándose en ser lo más exacto posible, para hallar la verdad objetiva que siempre debe separar las llanuras de la historias y el periodismo, de las montañas mágicas de la ficción”.
Garton Ash cita además una frase del novelista polaco Jerzy Kosinski:
“Me interesa la verdad, no los datos, y soy lo bastante viejo como para conocer la diferencia”.
25 ene 2017
Muere Mary Tyler Moore, ‘La chica de la tele’ y leyenda de la comedia
La actriz, nominada al Oscar por 'Gente corriente' fallece a los 80 años en el hospital de Connecticut.
Mary Tyler Moore (Nueva York, 1936) representa una televisión que ya no existe, un mito difícilmente repetible.
La actriz, toda una leyenda de la pequeña pantalla, no solo fue una de las primeras mujeres en protagonizar una comedia con su nombre en La chica de la tele (The Mary Tyler Moore Show, 1970-1977) sino que se convirtió en referente de las actrices cómicas que vinieron después: de Tina Fey a Ellen Degeneres.
La actriz, nominada al Oscar en 1980 por Gente corriente de Robert Redford, ha muerto este miércoles en el hospital de Connecticut tras sufrir complicaciones derivadas de su diabetes, enfermedad de la que en vida se convirtió en portavoz.
Tyler Moore comenzó su carrera como bailarina y con pequeños papeles en televisión, pero lo que le dio su primer reconocimiento fue su rol de esposa del protagonista (con 24 años era 11 menor que su compañero) en la sitcom clásica The Dick Van Dyke Show (1961-1966), en la que apareció en 158 episodios. Sus tres nombres le valieron para que el productor se acordara de su pizpireta imagen cuando la eligieron.
Laurie Petrie le dio el primero de sus seis Emmys (de 14 nominaciones) y uno de sus tres Globos de Oro. "Sé que esto no pasará más", dijo en su primer discurso.
La fama de la serie autobiográfica de Carl Reiner, la última íntegramente en blanco y negro, le sirvió para graduarse al color en su propio show, The Mary Tyler Moore Show, donde James L. Brooks (otro gran pionero) la convirtió en Mary Richards, una joven soltera y moderna trabajando en una cadena de televisión.
La joven estaba hecha para ella.
La chica de la tele no solo se extendió durante siete temporadas, sino que fue responsable de tres spin-offs, Phyllis con Cloris Leachman (1975-1976), Rhoda con Valerie Harper (1974-1978) y sobre todo Lou Grant (1977-1982), un drama derivado de la comedia alrededor del personaje cascarrabias de Ed Asner.
Precisamente con este antiguo equipo de mujeres se despidió en su último papel, como invitada de la serie de Betty White en Hot in Cleveland, en 2013.
En un episodio especial volvieron a cruzar su camino Tyler Moore, White, Harper (que había sido diagnosticada entonces con cáncer de pulmón) y Georgia Hengel.
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