Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

15 ene 2017

Arrojar palabras......................................Rosa Montero.......

Los humanos somos lo que hacemos contra la muerte. Y pensar en ello no es una obsesión de chalados, sino el eje vertebrador de la realidad de todos.
COLUMNISTAS-REDONDOS_ROSAMONTERO
E N MÁS de una ocasión, cuando me entrevistan por mis novelas, ha llegado un periodista y me ha dicho: “¿Y por qué escribes sobre la muerte?”.
 Es una pregunta que me deja turulata: ¿es que acaso uno puede dejar de escribir sobre eso? Siempre siento la tentación de responder: lo siento mucho, querido, pero tengo que darte una malísima noticia: te vas a morir
Porque creo que es una cuestión que sólo se puede plantear desde la más completa negación de la muerte y, por lo tanto, desde el desconocimiento de lo que es la vida.
Todos los seres humanos estamos marcados por nuestra finitud. Somos lo que hacemos contra la muerte.
 Y pensar en ello no es una pintoresca obsesión que sólo sufrimos unos cuantos chalados, sino que es el eje vertebrador de la realidad de todos.
 El budismo, por ejemplo, se originó hace 2.500 años cuando, según la leyenda, el príncipe Siddhartha Gautama, a quien su bondadoso padre mantenía encerrado en un palacio y rodeado de belleza para que fuera feliz, se escapó de su prisión dorada y se topó con un enfermo, con un anciano y con un cadáver. 
Ante esta horrible verdad, para neutralizarla, para defenderse, Gautama creó una de las religiones más poderosas del planeta. 
De hecho todas las religiones son un intento de colocar la muerte en un lugar mental que dé sentido a la vida, pero me gusta que el budismo lo reconozca con tanta claridad.
El manejo de la muerte, la propia y la de los seres queridos, siempre es conflictivo. 
Pero a medida que envejezco voy teniendo más claro que, si aspiras a vivir con serenidad y plenitud, primero tienes que llegar a un acuerdo con la parca.
 Con la Ladrona de Dulzuras, como la llaman en Las mil y una noches 
. Nuestra sociedad no nos pone esto fácil, porque se dedica a escamotearnos la muerte.
 La gente fallece en los hospitales, sólo vemos cadáveres en la serie televisiva CSI, huimos de los ritos mortuorios y cada vez utilizamos más eufemismos: parece de mal gusto hablar de defunciones y de difuntos. 
No creo que eso nos ayude a paliar el miedo.
“A medida que envejezco voy teniendo más claro que, si aspiras a vivir con serenidad y plenitud, primero tienes que llegar a un acuerdo con la parca”

Hay un libro extraordinario del que ya he escrito en más ocasiones, Ayudar a morir, de la doctora Iona Heath, que dice: “La muerte forma parte de la vida y es parte del relato de una vida
. Es la última oportunidad de hallar un significado y de dar un sentido coherente a lo que pasó antes”. 
Muy cierto. Me viene ahora a la memoria aquel magnífico programa de televisión, Epílogo, en el que Begoña Aranguren hablaba con personajes famosos en una charla que sólo se emitía tras la muerte del entrevistado.
 Es una idea formidable: palabras dichas en vida pero pensadas póstumas, un resumen de tu existencia hecho por ti mismo, un tenue rastro de emociones y de reflexiones depositado en el vacío de tu ausencia.

Curiosamente se acaba de crear una empresa que parte de un planteamiento similar.
 Se llama Hasta Siempre y ofrece sus servicios para “dejar un testamento emocional” por medio de un vídeo que ellos ayudan a preparar con el consejo de psicólogos, filman, editan con música y después guardan en lugar seguro y confidencial hasta el fallecimiento del cliente, momento en que lo entregan en mano a las personas designadas para verlo.
 “Los mensajes pueden ser de agradecimiento, de perdón, de arrepentimiento, de amor, de conflictos no resueltos, de cosas jamás dichas, etcétera. 
 También otros menos complicados tipo consejos de la abuela a sus nietos o la historia de la familia o, incluso, recetas familiares”, explican.
Es una propuesta ingeniosa, aunque no me gusta mucho su página web: tiene ese tono superficial y radiante, todo sonrisas y alegría, que poseen algunos cementerios modernos, que a veces parecen más centros deportivos que camposantos. 
En una pestaña llamada Tienda puedes comprar el paquete básico (299 euros) o el paquete premium (499), y también me chirría un poco que, puestos a trabajar en el territorio último de la veracidad, recurran a ese zafio truco comercial de rebajar un euro para que las cifras no parezcan tan abultadas, como si estuvieran vendiendo detergente en el supermercado.
 Pero la idea es atinada, es sustancial, es consoladora.
 Qué otra cosa podemos hacer contra el pozo negro de la muerte sino arrojar palabras.



El servicio y la señorita................................Javier Marías

Ada Colau y el Parlament catalán han vetado los ‘stands’ de militares y guardias civiles en un acto infantil. Un gesto ruin y clasista hacia los que nos protegen. 
COLUMNISTAREDONDA_JAVIERMARIAS
MI GENERACIÓN, nacida durante el franquismo, sintió gran aversión hacia el Ejército y la Policía. 
Ambos cuerpos eran esbirros de la dictadura, y había que tenerles miedo. 
Todavía en 1981, el intento de golpe de Tejero, Armada y Milans del Bosch lo protagonizaron ellos, Ejército y Guardia Civil.
 Costó, por tanto, mucho tiempo que esos cuerpos se democratizaran plenamente y aceptaran estar a las órdenes de los Gobiernos elegidos y de la sociedad civil.
 Desde que se consiguió, sin embargo, y con las inevitables excepciones de abuso, brutalidad, desproporción y corrupción, las fuerzas de seguridad han tenido una actitud irreprochable en términos generales.
 Si en el franquismo se las percibía como un peligro para la ciudadanía, como autoridades arbitrarias y despóticas que podían detenerlo a uno sin ningún motivo, hace ya decenios que se cuentan entre las instituciones mejor valoradas y que inspiran mayor confianza.
Uno no da un respingo, no se asusta, si se cruza con un policía o un guardia o (más infrecuentemente) un militar. 
Si uno es un individuo normal, y no un delincuente, no tendrá inconveniente en acercarse a uno de ellos para preguntarle algo o requerir su ayuda y su protección. 
 Claro que en todos los gremios hay sujetos indeseables, y uno puede llevarse de vez en cuando una desagradable sorpresa, o sufrir un trato despectivo, vejatorio o chulesco.
 Pero lo mismo puede ocurrirnos ante un juez, un político o un conductor de autobús. 
Cobran poco los soldados y los policías, bastante menos de lo que deberían considerando los riesgos que a menudo corren y los muchísimos servicios que prestan. 
Son sin duda necesarios, más aún en una época en la que los delitos se multiplican y están más diversificados que nunca.
 Combaten a los terroristas, vigilan para impedir sus atentados y frustran no pocos de éstos; persiguen las redes de pederastia infantil y la trata de mujeres; se enfrentan a los narcos y a los sicarios; investigan los crímenes y amparan a las mujeres víctimas de sus parejas o ex-parejas; reciben a los inmigrantes que llegan exhaustos por mar; patrullan los aeropuertos y las estaciones, y las grandes aglomeraciones como las recientes de Nochevieja. 

La población cuenta con ellos, da por supuesto que puede recurrir a ellos, y sabe, en su fuero interno, que nada funcionaría sin su concurso.
 ¿Que algunos miembros incurren en excesos u olvidan su neutralidad para complacer a un partido político determinado? Claro está, como sucede en cualquier colectivo con influencia y poder. 
Pero no cabe duda de que son parte de nosotros, de la sociedad, que merecen tanto respeto como los demás y seguramente más gratitud que la mayoría.

“En las celebraciones y en las fiestas las fuerzas de seguridad deben desaparecer.
 Las posibilitan con su trabajo, pero no les toca disfrutar de ellas”
Ahora, las pasadas fechas navideñas, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, el Parlament catalán y la Fira de Barcelona han decidido expulsarlos del Salón o Festival de la Infancia, habitual en esa época: han vetado los stands de la Guardia Urbana, de los Mossos d’Esquadra, de la Policía Nacional, de la Guardia Civil y del Ejército.
 Al parecer los críos se lo pasaban en grande montándose en los coches patrulla y demás.
 Da lo mismo. La señora Colau quiere una ciudad “desmilitarizada”, no quiere ver en las ocasiones festivas y pedagógicas un solo uniforme (¿tampoco los de los bomberos, que también son de gran utilidad?). 
Es un comportamiento teñido de señoritismo, vicio que al parecer se contagia en seguida a cuantos acceden a algún poder. 
La alcaldesa y la Generalitat han tratado a los cuerpos de seguridad como los más rancios señoritos trataban antaño al servicio, es decir, a los criados, a las tatas, más antiguamente a los siervos. 
“Ustedes están a nuestro servicio.
 Sí, son los que hacen que la casa funcione y esté limpia y en orden, los que lavan la ropa y cocinan, quienes cuidan de nuestros niños cuando estamos ocupados.
 Pero en las celebraciones y en las fiestas ustedes deben desaparecer.
 Las posibilitan con su trabajo, pero no les toca disfrutar de ellas. Es más, su presencia las afearía y desluciría.
 Que asistieran nos produciría vergüenza, estaría mal visto por nuestros invitados.
 Ustedes las preparan pero no pueden participar. Han de hacerse invisibles, inexistentes. Precisamos sus tareas, pero nos abochornan”.
 No sé si hay algo más despreciativo, más clasista y más ruin. La alcaldesa y los miembros del Parlament se benefician personalmente, además, de la protección que por sus cargos les brindan policías, mossos y guardias urbanos.
 Recurren a ellos cada vez que hay un problema, una amenaza, un tumulto.
 Recurrirían al Ejército si se produjeran un ataque o una invasión, pongamos por caso, del Daesh, que no iba a diferenciar entre Colau y su antecesor Xavier Trias, ni entre el bronco concejal Garganté, de la CUP, y Artur Mas.
 A todos los decapitarían por igual. Sin embargo, el servicio no es digno de confraternizar en público con nuestros hijos, a los que por lo demás cuidan y protegen con especial celo, o rescatan cuando se han perdido. 
El mensaje es el del señorito: 
“Hagan su trabajo en la sombra. Y ni se les ocurra asomar”.

14 ene 2017

Del golpe en el codo al corte con papel: por qué duelen tanto los accidentes más tontos

No somos unos quejicas. Hay una razón por la que estos pequeños percances provocan aullidos de angustia.

 

Se ha cortado con un folio y, aunque sabe que la herida no tiene mayor importancia, durante unos minutos, y cada vez que algo roza la zona, es incapaz de pensar en algo que no sea el dolor.
 Según Feliciano Sánchez Domínguez, secretario general del grupo de trabajo sobre dolor de SEMERGEN, la definición científica de esta molestia es la de “una percepción que consiste en una experiencia sensitiva y emocional desagradable, asociada con una lesión tisular presente o posible”.



Es cierto que el grado de suplicio depende de cada persona. No a todos nos duele lo mismo, ni de la misma manera.
 La Universidad Wake Forest (EE UU) confirmaba hace años que, ante un mismo traumatismo, la reacción variaba de un individuo a otro y más recientemente, un estudio publicado en American Journal of Human Genetics, afirmaba que existían mutaciones genéticas involucradas en la sensación de dolor.
Pero más allá de las cuestiones individuales, hay otros factores de los que depende la percepción:
  “La localización anatómica del golpe, la zona donde se encuentran las estructuras nerviosas o la cuantía de fibras nerviosas y receptores en las diferentes partes del cuerpo”, enumera Ernesto Delgado, jefe de la Unidad del Dolor del Hospital de La Milagrosa (Madrid). Pasa a menudo que algún corte, golpe o picadura que no tiene prácticamente ninguna implicación para su salud, le causa un dolor insoportable.
 Le explicamos por qué estas molestias leves son tan insufribles.

Una herida con una hoja un papel

No es una lesión grave y prácticamente no sangra, pero es imposible ignorar el dolor que causa.
 Según el experto de SEMERGEN, “los dedos están cubiertos con una concentración extremadamente alta de receptores para el dolor y esto hace que sean especialmente sensibles en comparación con otras partes de nuestro cuerpo”.
 Además, este corte es muy poco profundo, así que sólo afecta a las capas externas de la piel, “que es precisamente donde están los receptores que envían las señales de dolor más agudas”. 
Es decir, que la molestia sería similar si nos cortásemos en una zona igual de sensible como la piel de la cara o los genitales, suerte que no solemos manejar hojas de papel con estas partes del cuerpo.

Un golpe en el codo

Hay golpes, apenas más fuertes que un roce, que pueden provocar que veamos las estrellas
 Es algo que ocurre por ejemplo al darnos uno en el codo. Contrariamente a lo que se suele pensar, el dolor no está tan relacionado con el hueso o la articulación, sino, de nuevo, "con un nervio, concretamente el cubital. 
Cuando recibimos un golpe se aplasta el nervio contra el hueso, causando el dolor agudo y en forma de calambre y adormecimiento”, explica Ernesto Delgado.
"Con el golpe, esa sensación desagradable se va a trasladar a lo largo del brazo, porque este nervio comienza en la espina dorsal y se ramifica a través del hombro y llega a los dedos meñique y anular”, añade Feliciano Sánchez.
 Por suerte, para la mayoría de las personas se trata de una sensación pasajera, aunque existen casos, como las personas que sufren del síndrome del túnel cubital, que sienten una sensación similar de forma casi continua.

Un golpe en el dedo meñique del pie

No hay nada que dé más rabia que ir descalzo y darse contra una mesa con el dedo pequeño del pie.
 La justificación, según Delgado es que el dolor funciona como una alarma, "el dedo meñique del pie es una zona distal con muchas terminaciones nerviosas.
 Cuando te golpeas un dedo se activan varios nociceptores al mismo tiempo y llevan una señal al cerebro de forma rápida”.
El problema de este tipo de golpes, es que aunque parezcan leves, pueden tener su gravedad. 
Tal y como explica Sánchez, “sin duda, es un traumatismo muy doloroso, pero también peligroso, ya que nos puede ocasionar la fractura del sonámbulo, llamada así debido a que por lo general ocurre en pacientes descalzos y en condiciones de poca luz”.
 Esta fractura puede aparecer tras uno de estos golpes ya que “las falanges que componen los dedos son huesos delgados y pueden fracturarse fácilmente”.
 Así pues, para saber si el dolor es solo causa del golpe o realmente nos hemos roto algo, el experto describe “la sintomatología de la fractura, que conlleva dolor inmediato con inflamación y en la mayoría de los casos con la presencia de equimosis (coloración morada por infiltración de sangre a los tejidos circundantes a la lesión). 
Además, hay limitación dolorosa para la flexión y extensión del dedo lesionado”.

Quemaduras leves

Feliciano Sánchez cuenta que las quemaduras leves son también especialmente molestas, y la explicación es similar a la de los cortes en la yema de los dedos: “Estas quemaduras suelen ser muy superficiales, afectando a capas poco profundas de la piel, las que, como ya hemos mencionado, mayor número de receptores tienen”. En caso de quemadura superficial, el dolor se hace tan presente porque las terminaciones nerviosas han quedado intactas, pero irritadas. 
En cambio, una quemadura grave destruye las terminaciones nerviosas que imposibilita esta sensación.

Una picadura en la nariz

El neurobiólogo Michael L. Smith asegura que la nariz es la parte del cuerpo donde usted menos quiere que le pique un insecto.
 "Es una entrada del cuerpo, por lo que tiene umbrales de dolor más bajos para la protección.
 Las picaduras en el orificio nasal son especialmente violentas, provocan inmediatamente estornudos, lágrimas y un abundante flujo de moco", asegura en un estudio publicado en la revista Peer J.
Luis Miguel Torres, presidente de la Asociación Andaluza del Dolor, apunta que algunas picaduras pueden ser especialmente dolorosas debido a una “reacción alérgica en personas sensibles o incluso la reacción tóxica en personas a los que se les inyecta una gran cantidad de veneno”.
 Respecto a qué picaduras suelen doler más, Torres señala que una especialmente intensa es la del pez araña.
 “Este tiene un aguijón que produce intenso dolor y debe ser extraído, incluso a veces es necesario aplicar un anestésico sobre la zona”. 


 

Gracias Georgina...................................... Boris Izaguirre

Cristiano ya no necesita revalidarse como varón con una supermujer.

Cristiano Ronaldo, su hijo, Cristiano Ronaldo Jr, y Georgina Rodriguez en la ceremonia de los FIFA Awards. REUTERS

 

Durante la pintoresca rueda de prensa de Donald Trump, me pareció entender por qué gusta a sus votantes: es un bravucón, que es como muchos de sus compatriotas se identifican. Convocó a la prensa en sus oficinas, con sus hijos y su abogada
 Mandó callar al periodista de la CNN, aumentando la brecha en su relación con los medios. Señaló enemigos. Dijo su palabra favorita, “desastre”, una docena de veces. 
Alborotó, molestó y se marchó, repitiéndose a sí mismo advirtiendo que si sus hijos lo hacen mal, los despedirá como despedía a los concursantes de su reality show.
 Solo una cosa ha cambiado del candidato al presidente: el pelo ya no es un tupé descontrolado. 
El poder lo ha fijado.
La noche antes, Obama se despidió con un discurso lleno de lírica, fuerza y unos gramos de sensiblería Bambi.
 Al día siguiente, América, que juega con la realidad como nadie, nos abofeteó con la cruda verdad: el legado de Obama es Trump. Desde Hollywood, Meryl Streep, otra que tampoco tiene pelos en la lengua, nos desveló cómo va a ser la oposición al gobierno de Donald: con fuerza pero con la cortesía de los lideres mediáticos.
 A Streep la han criticado por abusar de su premio en los Globos de Oro para hacer política. 
Pero estaba en una asociación de prensa, ¡qué mejor lugar para expresar una opinión! 
Recuerden, no estamos en Cuba sino en Estados Unidos. En el gobierno sin políticos de Trump, la oposición tampoco son políticos, sino líderes de opinión.
 Actrices como Meryl Streep, algunos periódicos y la CNN. Será una película que reunirá lo mejor y lo peor de Estados Unidos. Y, como en toda superproducción, con mucho pelo. 


Donald Trump durante su rueda de prensa del pasado 11 de enero. REUTERS
Antes se aseguraba que mantenerse fiel al mismo peinado era una señal de personalidad. 
La reina Sofía, por ejemplo, no ha cambiado el suyo en 45 años, quizás porque en ese tiempo poco ha cambiado en su cabeza.
 Pero el joven rey de Marruecos, Mohamed VI, sin cortarse un pelo, se ha sacado esa idea de la cabeza ofreciendo un cambio de look que lo asemeja a un presentador de televisión con mucho presupuesto
 También los cortes de Letizia son parte de nuestros tiempos, que no son tan iguales ni tan monótonos como los de antes. 
Y la Reina lo sabe. Por eso ha decidido agregarle a la Pascua Militar un ingrediente de suspense. 
Haciendo algo sorprendente, como sacar un espejito del bolso y retocarse el maquillaje delante de la ministra de Defensa y del presidente del Gobierno.
 Combinando alta comedia y riesgo. Perpetrando, a su manera, una coqueta bravuconada.
 Se lo tienen merecido los organizadores de esa fiesta que, con perdón, se han dormido en los laureles y no la han puesto al día, animándola con un concierto o un concurso. Letizia colorea la Pascua Militar.
 ¿Qué puede ser más de psicoanálisis Disney que una reina viéndose en un espejo mientras la miran? ¿Qué habrá oído? ¿Qué habrá visto? Imaginamos lo que le preguntó, pero nadie puede decirnos qué respondió el espejito. Excepto Mariano, que estaba al lado. Mucho más divertida, curvilínea y llena de parejas resulto la alfombra verde de los premios de la FIFA: The Best.
 Una cita del fútbol, con mucha moda, presupuesto y rivalidades no solo entre los jugadores sino también entre quienes tienen la pareja más top.
 Compitieron en esa categoría Pilar Rubio, Vanessa Lorenzo y Joana Sanz, la novia de Dani Alves.
 El golazo lo marcó Pilar, con un traje columna metalizado, de inspiración tan galáctica como su marido.
Cristiano Ronaldo apareció muy galanzote con traje cruzado en azul pavo real
. Recogió su premio diciendo que estaba bien adjudicado, “yo soy el mejor”. Cris se presentó con su madre, hermanas y su nueva novia, Georgina Rodríguez, que todavía trabaja en la tienda Gucci de Madrid.
 Otro gol para la casa de moda milanesa, que vuelve a estar de superactualidad.
 Georgina es joven y sosegada, aunque sin los superpómulos e histórico mal carácter de Irina Shayk, la pareja más mediática del futbolista. 
Con Georgina al lado, se adivina cierta madurez en el astro. Ya no necesita revalidarse como varón con una supermujer. 
Georgina parece querer ser su cable a tierra, un tipo de frase que nunca sabes si te gusta escuchar.
 Pero Gigi, estoy seguro de que en los pasillos del estadio del Real Madrid, los bravucones hombres de confianza de Zidane o de Florentino dirán a tu paso: Gracias, reina.