Repasamos los estilismo que la Reina lució durante la visita oficial.
La reina de España, con el pelo trenzado y
recogido conversa con el presidente luso Marcelo Rebelo de Sousa durante
una visita a la Fundación Champalimaud.
Letizia, con
un vestida con un abrigo gris y morado y de nuevo con el pelo recogido,
en la solemne sesión de la Asamblea de la República
Los reyes de España, acompañados por el
presidente del Parlamento luso, Eduardo Ferro Rodrigues.Letizia lleva un
abrigo a juego con un vestido, todo en tonos morados y grises. Fue uno
de los conjuntos más alabados
La reina repitió en Portugal este traje de Felipe Varela.
La Reina ha apostado en Portugal por los trajes combinados con abrigos a juego.
Letizia besa a Fernanda Tadeu, esposa del primer ministro Antonio Costa. En la imagen se aprecia el recogido de la Reina que cada vez más apuesta por ellos en forma de trenza.
La Reina ha abandona definitivamente la melena corta y ha optado por dejarse el pelo largo lo que la permite hacerse Letizia camino de convertirse en Isabel Preysler, una cara cambiante un pelo arreglado muy flaca y con un gran guardarropa, algunos prestados o regalados.
Letizia, como en muchas cenas de gala, optó por el negro y por el pelo recogido.
Los reyes Felipe y Letizia junto al presidente
de la República, Marcelo Rebelo de Sousa. La Reina llevó un traje de
Varela que se puso para una boda hace dos años. No fue su mejor elección
A la Reina no le gusta lucir joyas. Solo se permite alguna licencia en la elección de pendientes.
El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, ha participado en
la noche de este miércoles en Madrid en un acto junto al fundador de la
ONG Mensajeros de la Paz, el padre Ángel. Iglesias, quien ha mostrado su
"admiración" por el sacerdote de la parroquia de San Antón, ha
ensalzado su labor calificándole como "un ejemplo de católico". En
ese mismo sentido se ha referido al papa Francisco con quien, a pesar
de tener "muchas diferencias", ha asegurado que "en lo fundamental" está
de acuerdo con el pontífice. "Ahora tenemos la suerte de tener un papa
distinto", ha señalado.
Las
conductas de riesgo han llevado, tres décadas después, a un récord de
contagios. Y un 10% de los afectados son mayores de 50 años.
“Como no me voy a quedar embarazada, lo mejor de la
sexualidad a nuestra edad es que ya no tenemos que usar preservativo”,
dice Isabel (nombre ficticio), de 72 años. “Lo del sida es para los
jóvenes, nosotros ya hemos pasado esos años. Ahora estamos mayores para
ponernos un condón”, añade Rafael (nombre ficticio), de la misma edad. Ambos son los testimonios de asistentes a talleres de formación para la
tercera edad, organizados con motivo del Día Mundial de la Lucha contra el SIDA. Es la idea que cristaliza en la población madura, a pesar de que los datos la contradigan. Según las cifras recogidas por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades en Estados Unidos, las personas mayores de 55 años
representaban, en 2012, la cuarta parte de la población infectada con
el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) en ese país, donde más del
10% de los nuevos casos ocurre en mayores de 50. “La negación de la
sexualidad de los mayores ha hecho que se descuide toda la prevención
del VIH, pero ahora hay una tendencia en muchos países de trabajar con ellos”, cuenta María Pérez Conchillo, psicóloga y sexóloga del Instituto Espill de Valencia.
El sida es un problema de toda la población, también es alarmante el 22% de nuevos contagios
entre jóvenes de entre 13 y 24 años.
Los avances en el tratamiento de
esta enfermedad han reducido los casos de muerte y cronificado la
infección, pero “actualmente, el problema es que todos, pacientes y
profesionales sanitarios, nos hemos relajado.
Ya no se invierte en hacer
campañas como en los años 90.
En los últimos datos oficiales, de 2014,
tuvimos el récord de nuevas infecciones en España y en Europa, con más
de 3.300 nuevos diagnósticos, de los cuales el 48% eran tardíos". Un
diagnóstico tardío complica su tratamiento con antiretrovirales y
posibilita desarrollar la enfermedad.
Las prácticas sexuales de riesgo suponen el motivo de la mitad de las
consultas que llegan al servicio de información y prevención del VIH de Cruz Roja
España.
“Son aquellos encuentros sexuales en los que se desconoce la
salud de la otra persona y que implica una penetración vaginal, anal u
oral sin uso de preservativo.
Se estima que en España
entre 130.000 y 160.000 pueden vivir con el VIH, y el 25-30%
desconocen que lo tienen”, explica Cristina Ferrero, del departamento de
Salud de esta institución.
Saber lo que hacer para que la práctica
sexual no se convierta en un peligro es necesario, independientemente de
la edad:
En la menopausia, mejor con lubricante
“En principio, es más fácil que se infecte una mujer que un
hombre, debido a que la mucosa vaginal tiene una gran capacidad de
absorción”, apunta Cristina Ferrero. Concretamente, ella tiene el doble
de posibilidades de contagio que él (8 de cada 10.000 casos). Miguel
García Deltoro, jefe de la Unidad de Enfermedades Infecciosas
del Hospital General de Valencia, habla de la realidad que viven los
hombres y mujeres mayores que acuden a su consulta: “Suelen ser personas
viudas que recurren a servicios de pago, pero piensan que el sida no va
con ellos, aunque todos corremos el mismo riesgo. Tuvimos el caso de una señora de más de 70 años que se infectó por
haberse acostado con un señor que había tenido 20 o 30 parejas. El
hombre tenía relaciones con todas las mujeres del hogar del jubilado y
frecuentaba locales de prostitución”, explica.
La gengivitis puede ser un problema
La posibilidad de contagio en el sexo oral es bastante
excepcional. La explicación se encuentra en la saliva, donde la cantidad
de virus suele ser inapreciable. “El problema es que casi nadie practica solo sexo oral sino que es una
de las actividades en una sesión de sexo. Discriminar si el contagio se
ha producido por esta u otra vía es muy difícil. La gente desconoce que
si solo hiciera sexo oral (si no hay heridas en la boca y en los
genitales), el VIH no se contagiaría, aunque no debe olvidarse que
transmite otras enfermedades e infecciones como la sífilis o la
gonorrea”, observa Deltoro. Sin embargo, "puede darse la casualidad de
que en la boca haya una erosión por una gingivitis
sangrante o una periodontitis o que en el órgano genital tenga también
heridas. En este caso, la probabilidad de VIH es mínima, pero no
absolutamente descartable”, explica Manuel Lucas.
La ignorancia es nociva para salud
En la clasificación de conductas sexuales de riesgo, el sexo anal
ocupa el primer puesto, debido a la gran capacidad de absorción del
recto en la transmisión de fluidos. “El peligro en el sexo anal se sitúa
en 149 por cada 10.000 exposiciones”, señala Manuel Lucas. “Al no suponer embarazo, se suele ignorar que implica
posibilidad de infección, y se considera que no hay problema sólo
utilizando lubricantes. Es un gran error. Hay que usar preservativo y no
se puede utilizar el mismo de una práctica anal para luego continuar
con una vaginal o al revés”, advierte Francisca Molero. La ignorancia en
estas cuestiones se agrava en la tercera edad: “Normalmente saben
muy poco del sida, además sienten vergüenza, más que la gente joven.
Eso hace sea más invisible y, por tanto, el riesgo está en el mayor
desconocimiento de lo que pueda ocurrir. Las relaciones tampoco están
programadas, no suelen llevar los preservativos en el bolso ni en la
cartera y muchos hombres maduros tienen miedo a usar preservativos por
perder la erección. Siempre aconsejamos que los hombres, cuando tengan
masturbación individual, intenten practicar con el preservativo, para
adquirir la habilidad y evitar ese problema”, indica Francisca Molero.
Eduardo
Mendoza rememora 40 años después las condiciones en que escribió ‘La
verdad sobre el caso Savolta’, que la censura consideró "un novelón
estúpido y confuso".
La primera crítica que publicó EL PAÍS apareció el 5 de mayo de 1976
(al día siguiente de nacer el periódico), era de Juan García Hortelano,
versaba sobre La verdad sobre el caso Savolta, y se titulaba Una opinión sobre el caso Mendoza. Era la primera novela de Eduardo Mendoza
(Barcelona, 1943), había sido publicada en abril del año anterior,
1975, por Seix Barral y antes de publicar Hortelano su opinión sobre "el
caso Mendoza" había sido premiada por el jurado de la Crítica. Hoy el
escritor sigue con bigote —ya no tan oscuro como aquel que luce en la
foto de contraportada de la primera edición de ese libro— y sigue
publicando obras con éxito, aunque a veces diga que la novela está
muerta. Aquel espaldarazo de Hortelano
fue muy importante para él. Cuatro décadas después se enfrenta de nuevo
a aquella opinión y dialoga a partir de lo que dice Hortelano. El autor
de El gran momento de Mary Tribune murió en 1992; su crítica
en aquel momento era la expresión de un entusiasmo literario y la
reivindicación de la ficción en la novela tal como la entendían ambos. De eso va esta entrevista. La verdad sobre el caso Savolta es la historia de una
corrupción; su lectura hoy remite a lo que sucedió en Barcelona (y en
España) con la mezcla de los negocios y la política en la primera
posguerra europea del siglo XX, narra el auge y la destrucción de una
empresa de venta de armas, se sirve de todos los géneros narrativos
posibles (desde la novela negra a Madame Bovary, pasando por la complejidad estructural de Conversación en La Catedral). Hortelano la llama "fastuosa cirugía de nuestra comunidad…". PREGUNTA. Tenía 31 años. Esta crítica debió ayudarle mucho. RESPUESTA. Tuve varias ayudas valiosísimas. Una fue este
artículo. Se juntaba la curiosidad que despertaba EL PAÍS con el elogio
más generoso de Hortelano. Fue un espaldarazo importantísimo. Otro fue
el de Carmen Rico Godoy, en Cambio 16. Pero fíjate en lo que dice Hortelano, en ese momento en que está a punto de cambiar todo… P. Dice: “(…) A los muy sensatamente monopolizados
por la estadística, la normativa constitucional, la sociología, la
flora, la fauna y el politicismo les sería provechoso dedicar unas horas
a la novela de Eduardo Mendoza, donde mucho se puede aquilatar la historia de este país en el que, no obstante, vivimos”. R. Eso es, ¡déjense de tonterías y lean este libro! ¡Qué curioso que eso lo diga Hortelano en ese momento! P. Él hablaba de lo que era la novela, en medio de la discusión
sobre si debía experimentar, o si debería ser como las suyas y la que
usted publicaba. ¡Le acoge en su seno! ¡Para quitárselo a Benet, quizá! R. ¡Ja, ja! Eran tan amigos. Los conocí algo después; iban
haciendo aquella especie de número de payaso listo, y payaso tonto,
intercambiándose papeles. Y eran dos polos opuestos. Yo, que tenía una
admiración y un cariño muy grande por Benet, estaba alineado con
Hortelano. Ya había empezado la renovación de la narración, con
Hortelano, con Marsé, con Vázquez Montalbán. Ese cambio estaba hecho, y Hortelano era grande ya.
P. Él pone énfasis en su edad… R. La escribí a los 26, pero tardó en publicarse. Primero,
porque no la querían, y luego, porque no era una novela al uso. Ya
cuando finalmente Pere Gimferrer se la queda, tarda dos años en salir. O sea que sale cuando yo tengo 31 años. P. Dice que "circunstancias engorrosas interrumpieron su publicación"…
No hay interés por nuestra literatura; ni por la nuestra ni por ninguna. A nadie le preocupa
R. Yo no creo que las hubiera. Desde luego, cuando ya fue
comprada por Seix Barral hubo que enviarla a censura, pero eso pasaba
con todas. La titulé Los soldados de Cataluña. Era irónico.
Quería decir que los soldados de Cataluña son los estafadores. ¡Pero la
censura pensó que era un llamamiento a las armas independentistas! Ese
tema ni se toca en la novela. Entonces nos reunimos Gimferrer y yo (y
fue el principio de una tradición) y después de darle muchas vueltas
salió ese título, La verdad sobre el caso Savolta. P. ¿Qué dijo el informe de censura?
R. Muy escueto: folletón confuso y estúpido. [Esto dice,
exactamente, lo que escribió el funcionario el 14 de septiembre de 1973:
"Novelón estúpido y confuso, escrito sin pies ni cabeza. La acción pasa
en Barcelona en 1917, y el tema son los enredos de una empresa
comercial, todo mezclado con historias internas de los miembros de la
sociedad, casamientos, cuernos, asesinatos y todo lo típico de las
novelas pésimas escritas por escritores que no saben escribir"]. P. En 1973 Barral lanza la narrativa española más experimental. ¿Qué le hace estar más con Flaubert que con Joyce? R. Es que esa del grupo de Barral era mi literatura, y sus
autores eran mis amigos… Si no hubiera sido mi mundo quizá no me hubiera
dado por enterado pero, claro, yo vivía sumergido en esa literatura y
pensé: “Yo aquí me asfixio, quiero salir de eso”. Sabía que iba a
contracorriente, pero lo que no pensaba es que eso formara parte de la
evolución literaria. Y lo que hice se parece a lo que proclamó Savater
luego: la infancia recuperada. Recuperar la narración, la aventura. P. Se recuperaba también la sintaxis. R. La sintaxis, el placer de la narración… Ante eso yo
reaccionaba de una manera muy primaria. Luego, cuando he racionalizado y
me preguntan por la novela de la Transición, ¡claro que yo no sabía que
estaba escribiendo novela de la Transición! Entre otras cosas ¡porque
no sabía que iba a haber una Transición! Eso en 1971 no estaba ni en los
sueños. P. Ahora que ha habido cambio de guardia en la Monarquía se cita su novela como la que marcó aquel parteaguas.
R. Hay la idea de que todo ha de ser como en una novela: que
empezó el Rey, y hubo nudo y desenlace. Las cosas no son así. La
Historia no es literaria. P. Tenía 26 años. España es la que usted describe, un burro en torno a una noria. Pero ¿qué literatura hay en usted entonces? R. La mía, en comparación con la que leen mis compañeros de
tiempo, es reaccionaria, es arcaica. Primero, porque estoy formado por
la literatura juvenil (Salgari, Verne, Haggard), que es la que me marca
cuando empiezo a escribir. Y luego encuentro en las memorias de Baroja
un pasaje que dice que cuando se formó como escritor era un niño y leía
novelas de aventuras, y siguió escribiendo esas novelas aunque escribe
de otros temas. Esto de Baroja me marcó definitivamente. Yo me formé leyendo eso. P. Y sigue en ello, como Baroja… R. A mí lo que me gustaba era eso: novelas de aventuras, de
misterio, negra, películas de gánsteres, películas en general. Soy de
una generación más formada en el cine que en los libros. El western
y el cine negro son influencias muy fuertes. Y yo pienso: "¿Por qué
cuando me pongo a escribir tengo que renunciar a esto, que es lo que me
da alegría de vivir, para ponerme a hacer un experimento lingüístico que
no me interesa nada?". P. Juan García Hortelano dice que en aquel momento
la gente se está pasando al ensayo y usted irrumpe con una novela que no
tiene nada que ver con lo experimental, que está de moda… R. La novela experimental creo que era un callejón sin
salida necesario. Creo que hizo mucho bien para los que empezábamos a
escribir: haber pasado por el calvario de leer novelas experimentales,
novela francesa, incluso haber pasado por el esfuerzo que nos obligó a
hacer Benet, que nos hacía leer unas cosas duras, pero que aceptábamos. Y
las aceptábamos primero por su personalidad y luego porque nos dábamos
cuenta de que aquello era muy bueno. Y lo que hizo fue realmente poner
el idioma español en el siglo XX, y liberarnos de todo el lastre
decimonónico. Él odiaba a Galdós, injustamente…
P. Pero era amigo de Baroja… R. Y en muchas cosas era muy galdosiano. Pero a él le
parecía que ese lenguaje del siglo XIX, que todavía se arrastraba en el
siglo XX, era gastado, retórico, epistolero. Él impuso un lenguaje mucho
más roto, más moderno, que a nosotros nos permitió recuperar la
narración con un motor de coche actual, no de tartana. Esa conjunción
del deseo de recuperar y, al tiempo, la dura lección de los
experimentales que leíamos, no Benet, que era estupendo, pero aquellos
experimentales… P. Benet quedó. R. La verdad es que Juan Benet impuso un rigor que nos fue
muy bien para los que escribíamos entonces. Yo pensaba, escribiendo:
“Qué pensará, qué dirá Juan Benet…”. Recuerdo que cuando publiqué La ciudad de los prodigios Benet publicó un artículo en la revista Leer.
Primero tuve una cena con él en Madrid. Me dijo: "Eso es una tontería;
parece mentira, tendría que darte vergüenza haber publicado eso". Y yo
me pasé toda la noche sin dormir. El resto del mundo me daba igual, pero
lo que decía Benet… Y luego resultó que todo era una broma porque
publicó ese artículo: "Esta novela me gusta mucho, me hubiera gustado
escribirla a mí". Y era una novela de pistolas, de aventuras, de tiros,
de persecuciones. Bueno, ahí influía la amistad, pero eso fue lo que
escribió. P. Respecto a usted, Hortelano fue el adelantado. R. Sí. Hortelano, Carmen Rico Godoy. Y Rafael Conte, que también apostó desde EL PAÍS y dijo: "Esto es lo que viene, la moda es esta". Y él era una autoridad. P. ¿Cómo era su relación de lector con Hortelano?
R. Yo era un devoto lector de Juan García Hortelano. Gente deMadrid, por ejemplo, me parece una de las cosas más importantes e interesantes que se han escrito en España. En aquel momento, a mí Mary Tribune
me pareció una gran novela, muy americana, en la onda de las de Updike. De un análisis profundo de la soledad. Ahora que ha muerto también Ana María Matute: qué poco homenaje se ha hecho a esa generación, Ana María Matute, Zunzunegui, Aldecoa, Hortelano… Todos los que nos enseñaron a escribir. P. ¿Por qué ha ocurrido eso? R. En parte porque no hay interés por nuestra literatura; ni
por la nuestra ni por ninguna. Por la nuestra no lo hay en absoluto. A
nadie le preocupa. Por ejemplo, ha habido una recuperación de la
literatura falangista, bueno, algo es; pero ha habido poco interés en
ver en conjunto lo que fue aquello. P. Decía Hortelano que La verdad sobre el caso Savolta iba a reconciliar la novela con la ficción. ¿Tuvo razón en la predicción? R. Por supuesto, el mérito no es mío, aunque yo formo parte
de esa revolución o renovación, o como quieras llamarla, que sigue hasta
el día de hoy. La narrativa española sigue siendo una de las más
importantes del mundo para los editores extranjeros, que siempre están
pendientes de ver lo que pasa, porque tiene esa vitalidad que arrancó
entonces y que sigue hasta el día de hoy. Fenómenos como Ruiz Zafón o como Ildefonso Falcones, traducidos y best sellers
en todos los idiomas del mundo. Fue una recuperación de la ficción que
en otros países no se llegó a hacer. Mientras, sorprendentemente, la
literatura francesa e italiana no salen de una especie de marasmo
localista, la literatura española continúa ocupando todos los puestos: Javier Marías, Enrique Vila-Matas, Antonio Muñoz Molina…
P. Dice Hortelano que la novela no era el fruto de la improvisación. ¿Cómo surge? R. El azar me lleva a trabajar en el caso de la Barcelona
Traction, que es famoso internacionalmente; tiene que ver con las
fuerzas eléctricas que entran en Cataluña y que hacen la revolución
industrial a principios del XIX. En los años sesenta se convierte en un
caso que se ve en el Tribunal de La Haya. Para ello hay que revisar el
historial de estas compañías multinacionales. Trabajo ahí porque soy
abogado, y porque tengo el francés y el inglés bien sabidos. Y entonces
tengo que entrar en los archivos de esta compañía. Así que tengo acceso a
una historia del submundo de los negocios, de los trapicheos y el
politiqueo de los primeros años del siglo XX en Cataluña; y eso pasa por
la Primera Guerra Mundial, por el espionaje. Eso me enseña que ahí hay
una historia que contar y yo tengo la exclusiva en mis manos. Y descubro
también que el documento en sí es más interesante que cualquier estilo
literario que se me pueda dar. P. Y decía Hortelano que usted tiene la cortesía de contar todo eso todo lo bien que se puede. Un elogio. R. ¡Un gran elogio! Imagina lo que es para mí, un novato que
ha publicado una novela, lleno de vergüenza y de miedo, que Hortelano
diga una cosa así. La felicidad que me produjo lo que escribió ya nunca
más la he vuelto a tener. No hay premio ni reconocimiento que supere ese
momento. Es verdad que me he esforzado por no dejar nunca una frase que
no pudiera ser un poquito mejor pero no, como dice Hortelano, por
cortesía, sino porque si no no podría irme a dormir tranquilo.
P. Él habla de la historia repetitiva de este país
"en el que no obstante vivimos…". No se acaba el mundo y viene otro,
advierte. R. Él tenía esa visión, luego hemos visto que la tenían
otros: estábamos viviendo un momento de eclosión, pero era un
paréntesis; íbamos a vivir en el país de siempre, como se sigue
demostrando. Yo creo que el gran mérito de El caso Savolta es
haber dado ocasión al artículo de Hortelano, ¡mucho más interesante que
todo el libro! Tener una novela que sigue siendo la más importante de
las que he escrito, a veces me da una rabia tremenda, pero nada de eso
supera el cariño y la gratitud que le tengo por haberme dado tanto como
me sigue dando.