Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

16 nov 2016

Rara Arbus.............................................................................Andrea Aguilar






Hombre disfrazado de mujer con guantes, Hempstead, L. I., 1959.

 Fijó su objetivo en los seres humanos al límite y utilizó su cámara como una granada de mano. Una exposición y una nueva biografía reabren la polémica sobre la vida de esta fotógrafa impertinentemente curiosa.

LLEVABAN CASI una década haciendo producciones de moda para revistas.
 Allan disparaba, Diane se aseguraba de que la ropa de las modelos luciera correctamente.
 Se habían conocido 20 años antes, cuando ella tenía 13, en los grandes almacenes de la Quinta Avenida propiedad de su acaudalada familia.
 Él era un simple empleado en el departamento de arte, pero la precoz princesita judía quedó prendada. 
Se casaron cinco años después, Allan le regaló su primera cámara, tuvieron dos niñas, empezaron a trabajar en reportajes de moda.
 Un buen día de 1956, Diane anunció que no podía más, que nunca volvería a hacer ese trabajo, y abandonó el estudio.
 Arrancaba así la carrera de una de las artistas más controvertidas y fascinantes del siglo XX. 
Desde entonces y hasta que se quitó la vida en 1971, con 48 años, Arbus fijó su objetivo en los márgenes y clavó su cautivadora mirada –osada, íntima e impertinentemente curiosa– en enanos, gigantes, travestis o discapacitados mentales.
 Fueron sus queridos freaks, cuyas excentricidades, rarezas o taras les colocaban, según la fotógrafa, en un escalón superior: “La mayoría de la gente va por la vida temiendo tener una experiencia traumática. Los freaks nacieron con su trauma.
Photographer Diane Arbus Poses for A Rare Portrait
Diane Arbus, en un retrato tomado en 1968. Roz Kelly

Ya han aprobado el examen de la vida. Son aristócratas”. . Arbus también fotografió la vida en los suburbios, rollizos bebés, salas de cine, restaurantes vacíos o a figuras conocidas, siempre tratando de desvelar el revés, un inquietante ángulo grotesco de la vida. 
El escritor Norman Mailer, que posó para ella, dijo que darle una cámara a Diane era como entregar una granada de mano a un niño.
 Y es que Arbus hace saltar por los aires convenciones y amabilidades, no hay rodeos en su cara a cara.
 Puede ser que, por idénticas razones, su vida produzca la misma insaciable curiosidad que ella sentía por los sujetos a quienes fotografiaba. ¿Quién fue esta mujer menuda que reivindicó la subjetividad con su cámara?
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 Poco después de dejar a Allan plantado en el estudio, Arbus numeró su primer rollo de película y empezó a disparar por calles y cines con una cámara de 35 milímetros.
 “Odiaba la fotografía de moda porque la ropa no pertenecía a quien la llevaba puesta.
 Cuando la ropa es de quien se la pone, transporta los fallos y las características de la persona, y es maravillosa”, explicó tiempo después. 
Ese crítico portazo de 1956 es el punto de partida tanto de la nueva biografía Diane Arbus: Portrait of a Photographer (Diane Arbus, retrato de una fotógrafa), de Arthur Lubow, como de la exposición Diane Arbus: In the Beginning que, hasta el 27 de noviembre, se muestra en el histórico edificio de Marcel Breuer, la nueva sede satélite del Metropolitan Museum (Nueva York), antes de viajar a San Francisco en enero.

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 Mujer en un autobús, Nueva York, 1957.

Cerca de 70 imágenes del centenar largo que comprende la exposición son inéditas. 
Forman parte del legado de la artista depositado desde 2007 en los fondos del Metropolitan por sus hijas y celosamente guardado. Muchas de esas fotos quedaron durante años olvidadas en cajas, depositadas en el cuarto oscuro que Arbus compartió con su esposo en el West Village tras su separación en 1959.
 Poco flas, formato apaisado y una cierta distancia con los sujetos fotografiados que poco a poco se va rompiendo.
 Diane había tomado unas clases con Berenice Abbott en el New School, pero fue bajo la tutela de Lisette Model cuando realmente consiguió su estilo. 
 La cámara de medio formato Rolleiflex con la que disparó a partir de 1962 –año en el que se detiene la exposición– le permitió ahondar en el detalle (las cejas dibujadas a lápiz; los calcetines calados de las gemelas que inspiraron El resplandor, de Stanley Kubrick; la sombra de la barba de los travestis), un viaje formal que corría paralelo a su íntima aproximación al singular mundo que retrataba
. “Comprar el regalo de cumpleaños de Amy, visitar la morgue”, escribió en la lista de tareas pendientes de su agenda en aquellos años.
La exposición que lanzó a Arbus a la fama se celebró en 1967 en el MOMA. La fotógrafa compartía cartel en New Documents con Gary Winogrand y Lee Friedlander. 
“Lo que les une es la convicción de que merece la pena mirar el mundo y el coraje de mirarlo sin teorizar sobre él”, explicó entonces el comisario John Szarkowski.
 La sala más comentada fue la que mostraba los retratos de Diane. Se dice que los guardias del museo limpiaban a diario el cristal que enmarcaba sus imágenes de los escupitajos que le lanzaban.
 En 1972, un año después de que Arbus se hinchase a barbitúricos y se cortase las venas en su apartamento del legendario Westbeth Building, el museo le dedicó la primera retrospectiva y confirmó su estatus como icono maldito de la fotografía moderna.
 Desde entonces, sus hijas cerraron la puerta a investigadores fisgones y guardaron miles de imágenes para no inundar el mercado.
 Y de pronto, casi medio siglo después de que Arbus irrumpiera con sus seres extraños en escena, la exposición Revelations en 2007 presentó cartas, postales, diarios y hasta el informe forense.
 La figura de Arbus empezaba a mostrarse más de cerca.
 Su hija Doon dijo que nada había cambiado, era solo una nueva estrategia.
 Pero fue precisamente una reseña de aquella muestra lo que metió al periodista Lubow en la investigación de su libro
Esta nueva biografía se suma a la que publicó Patricia Bosworth en los ochenta y tampoco cuenta con la autorización de la familia ni con las imágenes de Arbus, pero sí con el testimonio de su esposo, Allan; de amigos y de sujetos fotografiados por la artista, y recoge las entrevistas que la fotógrafa dio, entre otros, al historiador oral Studs Sterkel y las clases que dictó en los setenta.


Jack Dracula en un bar de New London, Connecticut, 1961. L.2008.62.371

15 nov 2016

LLos hijos de Diana de Gales recuerdan a su madre con una exposiciónos hijos de Diana de Gales recuerdan a su madre con una exposición

El palacio de Kensington revive la imagen de la princesa como icono de moda para conmemorar el 20º aniversario de su muerte.

  Diana de Gales, durante su visita a la National Gallery of Art de Washington, en 1985. 

Un exquisito “jardín blanco”, plagado de rosas de ese color, de narcisos, tulipanes, margaritas y nomeolvides, conmemorará desde la próxima primavera el vigésimo aniversario de la muerte de Diana de Gales en los exteriores del palacio de Kensington, la que fue su última morada y es hoy la residencia de sus hijos.

 La princesa que en su día amenazó los cimientos de la monarquía británica va a ser recordada, además, en una exposición que la ensalzará sencillamente como un icono de la moda de su tiempo, portadora de aromas de modernidad en el estilo de esa rancia casa real. 

 
Diana de Gales, durante su visita de Estados a Australia en 1983.
El enfoque elude, por supuesto, cuestiones mayores, como el hecho de que la creciente sofisticación del estilismo de Lady Di apenas escondía una crisis marital –e institucional-, la de que su matrimonio con el heredero de la corona acabaría resultando en un fiasco. 
 Los nuevos tiempos, en los que Isabel II ha emergido como una figura extremadamente popular, han acabado por reinventar la figura de Diana como un personaje entrañable aunque lejano en el tiempo.
La celebración de su vida, truncada en un accidente automovilístico en París en 1997, pretende capturar desde los jardines del palacio de Kensignton “la energía y el espíritu que convirtieron a Diana en una figura tan popular en todo el mundo”, en palabras del responsable del equipo de jardineros reales, Sean Harkin. 
En ese mismo recinto habitan hoy el queridísimo hijo mayor de Diana, el príncipe Guillermo, junto a su esposa Catalina y los dos retoños de la pareja, Jorge y Carlota, y también Enrique de Inglaterra.
 
Diana de Gales, con tres vestidos diseñados por Catherine Walker. De izquierda a derecha, en eventos en 1987, 1989 y 1992.
Ellos serán los primeros visitantes de la exposición Diana: Her Fashion Story, que abrirá las puertas el próximo febrero y que retrata a Diana como una de las grandes protagonistas de la moda de su tiempo.
 Desde las vestimentas románticas de una Lady Di virginal, a punto de ingresar en la casa de los Windsor, hasta el glamour de sus últimos tiempos, embutida en vestidos de atrevido corte italiano que en el fondo encarnaban su desafío al establishment.
 En la exposición luce el imprescindible vestido de terciopelo de Victor Edelstein con el que se puso a bailar con John Travolta en la Casa Blanca en 1985.
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Diana de Gales bailando en John Travolta en la Casa Blanca en 1985. Una cena para la que escogió un vestido de terciopelo azul diseñado por Victor Edelstein.
A la princesa Catalina, nacida Kate Middleton, se le identifica desde los sectores monárquicos y más conservadores con este estilo de moda británica tan atractivo desde el exterior. 
Porque se trataría de vender, de exportar, una imagen, sin mayores consecuencias.
 Kate, el apelativo con el que el público británico reconoce a la esposa de Guilllermo, siempre aparece perfecta y nunca da un paso en falso en cuanto a su vestimenta, generalmente alabada en Reino Unido y por las estilistas de la prensa extrajera.
 Y, sin embargo, ella nunca arriesga como lo hizo Diana en su tiempo, luciendo escotes imposibles para una miembro de la familia real británica o favoreciendo los atrevidos diseños de sus modistos italianos favoritos.
Porque el objetivo de Diana era desafiar al establishment, mientras que el de Catalina es precisamente lo contrario desde una silueta que es capaz de asumir todos lo que se exija de ella.

Diana de Gales bailando en John Travolta en la Casa Blanca en 1985. Una cena para la que escogió un vestido de terciopelo azul diseñado por Victor Edelstein.
A la princesa Catalina, nacida Kate Middleton, se le identifica desde los sectores monárquicos y más conservadores con este estilo de moda británica tan atractivo desde el exterior
. Porque se trataría de vender, de exportar, una imagen, sin mayores consecuencias.
 Kate, el apelativo con el que el público británico reconoce a la esposa de Guilllermo, siempre aparece perfecta y nunca da un paso en falso en cuanto a su vestimenta, generalmente alabada en Reino Unido y por las estilistas de la prensa extrajera
. Y, sin embargo, ella nunca arriesga como lo hizo Diana en su tiempo, luciendo escotes imposibles para una miembro de la familia real británica o favoreciendo los atrevidos diseños de sus modistos italianos favoritos.
Porque el objetivo de Diana era desafiar al establishment, mientras que el de Catalina es precisamente lo contrario desde una silueta que es capaz de asumir todos lo que se exija de ella.

Dwayne Johnson, ‘La Roca’, el hombre más sexy del mundo

El actor mejor pagado de la industria asegura que no se trata de ser atractivo sino de tener confianza en uno mismo.

Dwayne Johnson, en la portada de 'People.'

 

Dwayne Johnson se une al club de David Beckham, George Clooney, Brad Pitt, Chris Hemsworth, Bradley Cooper y Ryan Reynolds. 
El actor, más conocido como La Roca, es considerado el hombre vivo más sexy del año según People. 
 La revista lo ha hecho público este martes.
"Cuando me avisaron de que había sido elegido dije: 'Qué increíble', y entonces pasó por mi mente lo genial y emocionante que esto era", señaló el actor de Un espía y medio a la cabecera. Y añadió:
 "Luego pensé '¡wow hemos llegado bastante lejos!'. No estoy muy seguro hacia dónde nos dirigimos. 
Lo he hecho todo, esto es todo", reconoció el sucesor de David Beckham en la lista.
A sus 44 años el intérprete dice no saber a ciencia cierta por qué es considerado uno de los hombres más guapos del mundo.
 “Imagino que tiene que ver con el sentido del humor. No solo se trata de ser sexy, también hay que mostrarse con confianza”, dijo a la revista. 
En cuanto a sus hábitos de belleza, confesó que suele cuidarse mucho la piel.
 “Solo tengo un rostro. Debes de cuidarlo, por eso me realizo tratamientos exfoliantes”, reveló.
Antes de ser estrella de Hollywood fue luchador en la WWE y jugador de fútbol americano.
 Además de ostentar el título del más sexy, también puede presumir de ser el actor mejor pagado del mundo con un sueldo de 58 millones de euros en un año según Forbes.
En cuanto a su pasado, contó que de adolescente hizo muchas cosas que no debería haber hecho.
 “Me arrestaron varias veces, pero eso sí, siempre fui muy respetuoso con mis maestros y con las personas mayores con las que convivía.
 En ese entonces quizá no estaba seguro de quién era ni en quién me quería convertir”, detalló.
Su vida ha cambiado mucho. 
Hoy por hoy es un hombre que intenta dedicarse la mayor parte del tiempo a su familia, sus hijas Simone, de 15 años, y Jasmine de 11 meses.
 “Tenemos una familia increíble familia que no tiene nada de convencional pero que está basada en el amor.
 Y eso es simplemente genial”, agregó la estrella.

La Lotería de Navidad ya ha pasado por Tazones

El pueblo celebra que el anuncio del sorteo navideño se haya rodado en este municipio asturiano de 300 habitantes.

El bar donde transcurre parte de la trama del anuncio de la Lotería de Navidad, en el municipio asturiano de Tazones. ATLA
Los habitantes de Tazones (250 habitantes, Principado de Asturias) ya sienten que les ha tocado el Gordo.
 Cinco días de rodaje y cientos de profesionales han llenado las calles del municipio para rodar gran parte del anuncio de la Lotería de Navidad.
 "Los días que estuvieron rodando estuvo el pueblo revolucionado", afirma una vecina, orgullosa de ser anfitriona de un anuncio que año tras año se convierte en uno de los favoritos de los espectadores de televisión. "¿No vamos a estar contentos? Yo creo que sale Tazones muy guapo", afirma otra, ilusionada.
 Las luces de Navidad llevan puestas desde octubre. 
En el bar en el que la protagonista del anuncio comienza su celebración ya no queda ni un décimo.