Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

16 nov 2016

. Entrevista Milena Busquets: “Un escritor es alguien muy vampiro” emas de su generación. en España.

Su segundo libro se ha convertido en un fenómeno editorial traducido a más de 30 idiomas.
 Hija de la escritora y editora Esther Tusquets, ha convertido su propia vida en material narrativo de éxito. 
En esta conversación habla de las ausencias y los dilemas de su generación.
ES UN FENÓMENO editorial sin precedentes en España.
 Con su segunda novela, También esto pasará –traducida a 33 idiomas y con anticipos de 500.000 euros en Estados Unidos–, Milena Busquets (Barcelona, 1972) ha cosechado éxito de crítica y público. El título es un testamento. 
Su madre, la escritora y editora Esther Tusquets, se lo dijo cuando murió su padre, citando a un emperador chino que encargó a unos sabios dar con una frase que se pudiera usar siempre.
 Vive con sus dos hijos –de padres diferentes– en un ático sin ascensor mucho más luminoso que grande. 
Su casa es, en realidad, la buhardilla de una vivienda en la parte alta de Barcelona, donde hay más colegios y árboles que comercios. 

El piso está literalmente tomado por los libros: en las escaleras de acceso, en la encimera de la cocina o en la mesa del comedor.
 Pero está ordenado sin histerismos.
 Mientras hablamos suena una lavadora y explica que ha tenido que pactar con su hijo mayor que acepte ser invadido también por una estantería con libros heredados de su madre.
¿También esto pasará? ¿Cómo se cambia de vida de la noche a la mañana? Para un escritor el éxito es muy relativo. 
Por eso crees que no vas a cambiar, pero vuelves a tu casa y ya nada es lo mismo.
 Te pasas el día viajando. La gente se te acerca por la calle, a veces llorando, contándote su vida. 
Es un libro muy personal y eso da pie a reacciones de espejo.
 Yo encontraba ridículas a las modelos que hablaban de la soledad de los hoteles.
 Puede que sea absurdo, pero es lo que es. Pasas de estar rodeada de gente a estar sola en una habitación en la que sigue fallando todo lo que fallaba antes.
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¿Sobre qué escribirá ahora? Me ha costado un año saber que quiero seguir escribiendo.
 En ese libro lo dejé todo y me planteé si tenía algo más que decir. Pensé que podía seguir con la autoficción. 
Dicen que es un libro sobre mi madre, pero es un libro sobre mí. 
Mi madre es clave, pero ni digo que es escritora, ni hablo de su párkinson. Ya no digamos el nombre.
¿La propia vida es el mejor material literario? Hoy las novelas se están contando en la tele. En literatura, creo que en este momento la gente quiere verdad, realidad
. Quiere que lo que les cuentas hayas ido a buscarlo en tu interior. Que te arriesgues.
 No me lo he inventado yo. Veo que este noruego [K. O. Knausgård] va hacia allí.
 También Delphine de Vigan o Emmanuel Carrère…
¿Dónde está el límite ético al destripar la intimidad? Respecto a uno mismo, el límite es tu propio talento.
 Y también que jamás pondría otro nombre verdadero.
 En el libro anterior pensé en poner los de mis hijos porque les hacía ilusión. 
Pero los quité. No quería que tuvieran la sensación de estar con alguien que se nutre de ellos como un vampiro.
De la verdad y la verosimilitud tratan algunos de los últimos debates literarios. [Víctor] Erice protestó en EL PAÍS porque Elvira Navarro tituló su último libro Los últimos días de Adelaida García Morales para luego decir que no era sobre ella. No he leído la novela. Pero estoy con Erice.
 Si estás haciendo ficción, no puedes utilizar el nombre de alguien real. 
Yo ni siquiera me atreví a poner el de mi madre para que nadie creyese que me intentaba aprovechar del nombre de Esther Tusquets. 
En cuanto utilizas el nombre de alguien, tienes que ceñirte estrictamente a los hechos.
 Por mera decencia.
“me preocupa que piensen que soy tonta o inculta. creo que todos tenemos la sensación de que somos un fraude y nos van a descubrir”
Eva Blanch, la esposa de su tío Oscar Tusquets, escribió sobre los últimos días de su madre. No lo he leído.
Sin embargo, pidió a la editorial… Claro, pedí que no se promocionara a costa del mío.
 Sí. Yo fui con mucho cuidado para que no se pudiera pensar que me aprovechaba de mi madre y no iba a dejar que me asociaran con el relato de su decrepitud.

Blanch no utiliza el nombre de su madre. Pero en cada entrevista hablaba de ella.
No ha leído el libro, pero sí las entrevistas… Enfermizamente [carcajada]. Del libro me contó gente que sí lo había leído y no quise ir a más.
¿Nadie la ha acusado a usted de vampirizar su vida para plasmarla en su novela? ¿Sus exparejas? No.
 Se han reconocido perfectamente: los exmaridos, el amante casado…
 Pero, aunque mucho sea cierto, lo he montado en el tiempo. Funcionaba mejor que el amante estuviera casado aunque en ese momento estuviera separado.
 Barthes decía que una verdad de más de cinco líneas se convierte en ficción. 
Incluso cuando te quieres ceñir a la verdad, sin querer, al contar algo estás novelando. 
De lo inmediato no se puede escribir. 
Se necesita un tiempo, un filtro de maduración.
 Un escritor es alguien muy vampiro. Y la gente no es consciente de hasta qué punto muestra cosas. Yo la primera.
¿Es cierto que antes de publicar no llegaba a fin de mes? Sí. Soy muy derrochona.
Como su madre. Distinto.
 Mi madre no había puesto una lavadora en su vida. Venía de otra época.
 Yo soy de salir a cenar con mis hijos. 
En esto no soy nada catalana. Pero sí, me han cortado la luz varias veces. O he tenido que ­devolver cosas en el súper.
 Mis hijos se morían de vergüenza, pero yo no lo vivía como una tragedia.
 O estaba mi madre, o sabía que un amigo me echaría un cable y me prestaría 200 euros.
 Hoy tengo dos pisos en Barcelona, y eso no es exactamente estar con una mano delante y otra detrás.

Lo que le ha faltado entonces es liquidez, como a los ricos. Sí. Mis amigos me advierten que no lo cuente porque es una frivolidad frente a quienes realmente no llegan.

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Esther Tusquets, con pelo corto, con su marido y Pablo Neruda.  

¿Teme que la tachen de frívola? Me lo dicen.
 Pero igual no me preocupa tanto porque no me planteo cambiarlo. La ligereza es parte de la buena educación.
 Y en esto sí que me educaron de forma muy burguesa. No hay que dar la lata. “No molestes, Milena”. Eso me ha quedado.
¿Esa ligereza es posible sin dinero? No. Yo me puedo permitir este tipo de vida porque hay muchas tías hablando en serio por mí.
¿Y eso no le da que pensar? Creo que se trata de dar lo mejor que puede cada uno.
¿La ligereza nace de una infancia libre de culpa? Pienso que es importante enseñarles a los hijos la capacidad de disfrutar y ser felices.
 De darse, despilfarrarse y entregarse. Y esto tiene que ver con la ligereza. 
La culpa es mejor no cargarla. 
Siempre hay cosas que desearías haber hecho mejor: reacciones, relaciones, mi ensimismamiento, no haber estado presente en el momento de la muerte de mi madre…

¿No estuvo? No. Llegué 15 minutos tarde. No me lo quito de la cabeza.
 El médico me dijo que me fuese a dormir y lo hice.
¿Es susceptible? No sé.
 Me preocupa que piensen que soy tonta o inculta [carcajada].
 Yo creo que todos tenemos la sensación de que somos un fraude y nos van a descubrir en cualquier momento.
 Solo con los padres de mis hijos y con algunas amigas no siento ese pánico.
¿A su generación le ha costado hacerse adulta? Sí.
 Ser joven se convirtió en virtud, cosa que antes no pasaba cuando la gente quería ser mayor y respetable.
¿Eso ha sucedido entre las familias burguesas o en todos los ámbitos? Creo que los hijos de familias más convencionales llevan mejor la edad adulta.
 Salvo excepciones, todos queremos alargar la juventud, aunque está claro que solo puedes hacerlo cuando eres un privilegiado.
¿Qué ha aportado su generación? No la están dejando aportar mucho.
 Los de la anterior todavía están muy activos.
 Habla Felipe González y se callan todos, cuando debería callarse él y dedicarse a dar vueltas al mundo en barco sin bajarse, como en la novela de García Márquez.
 La generación de nuestros padres no sabe ver que llega un momento en el que ya no eres pertinente.
 A veces pienso que me quedan 15 años de tener algo que decir. Luego haré otra cosa. Tener perros, leer…, y no pasará nada.

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Milena Busquets con Ana María Moix..


¿No ha sentido necesidad de salir de su zona de confort? Sí, pero puede que sea tarde.
 Hablando con mis amigas, que son muy diversas, tengo la sensación de salir.
El amor es su gran tema. Creo que hay que dedicarle el 80% de la vida. 
El otro 20%, al trabajo. Yo lo hago y, aun así, a veces me sale mal.
¿No se enfada nunca? Con los niños, no.
 Con las amigas, sí. Ellas, sobre todo, se enfadan conmigo.
¿Nunca ha gritado a sus hijos? No grito.
¿Su madre tampoco? Sííí. Mi madre me llevaba a bofetadas [carcajada].
¿Cree que hoy es posible educar con responsabilidad y libertad? Es nuestro único deber, que salgan seres humanos decentes. 
Mi madre era intensa y dramática.
 Pero sabía lo que era importante y lo que no. La ligereza cuesta mucho conseguirla.
 La dan el carácter y la educación.
“DE NIÑA, me gustaban las fiestas, pero también me daban vergüenza. recuerdo a Carlos barral preguntándome si me había venido la regla”
¿Se siente sola sin padres? Muy sola.
 Lo que sucede es que parece que no pueda decirlo. Como lo del dinero. Me siento sola de pánico.
 Con pareja y con padres también me he sentido sola. Delante del precipicio. 
A mí la frivolidad me sirve para que no cunda el pánico. Es como el humor. Para mí es una virtud que está al nivel de la inteligencia y de la belleza. 
Me parece la forma más sofisticada de inteligencia.
¿Qué ha hecho para gestionar el éxito? Nada
. Cuando tenía seis años, mi sueño era escribir. Pero luego di por sentado que jamás lo conseguiría.
 Lograrlo con un segundo libro me da un poco de vergüenza.
 Me hace una ilusión loca haber conseguido ser escritora. Pero siempre he deseado que me quieran por nada, incondicionalmente, no porque haya publicado una novela de éxito. 
 Los escritores son la gente más competitiva que he visto en mi vida.
Eso no siempre ha sido así. El grupo de amigas de su madre –Ana María Matute y Ana María Moix– no parecía competir. Incluso los otros amigos: Marsé, José Agustín Goytisolo, Gil de Biedma, Barral… Vale que yo era muy pequeña, pero parecían quererse mucho.
De toda esa gente que pasaba por su casa, ¿a quién recuerda más? A Ana María Matute. 
Me fascinaba su pelo blanco de bruja.
 Era muy borrachuza. Se tomaba casi todo a la ligera.
 Es sagrado tomarse en serio la escritura, pero en el resto, entrevistas, charlas, lo que has de hacer es entretener a la gente.
 La Matute lo tenía claro.
 En el fin de año de 2000 vino a cenar. 
Su hijo no la dejaba beber y ella me obligó a ponerme una copa de whisky en la mesa que iba cogiendo. Era graciosa, fascinante, malvada y muy intensa.
 Me gusta la gente intensa.
¿Umberto Eco era también amigo? Distinto.
 Venía para hacer las entrevistas cuando estaban de promoción.
 Lo recuerdo todo lo grande que era sentado en el sofá y haciéndome dibujitos. 
A mí me gustaban las fiestas con mucha gente, pero también me daban vergüenza.
 Recuerdo a Carlos Barral, con su bastón, preguntándome si me había venido la regla. Vale que era Barral, ¡pero se suponía que era una fiesta de intelectuales! Estábamos muy lejos de la burguesía catalana, que no lee nada o muy poco.
Otra vez fui al estudio de Oriol Maspons y me dijo que si le enseñaba los pechos me daba 500 pesetas.
¿Se los enseñó? Noooo. Pero hoy esto no se podría hacer. Lo consideraríamos acoso sexual.
 Yo tenía 13 años. Se lo conté a mi madre, y ella, que era feminista, se partió de risa.
¿Hoy sacamos las cosas de quicio? Aquí sí. 
Pero en Estados Unidos hay mujeres –como las comediantes Chelsea Handler y Amy Schumer– que defienden un feminismo más libre, no basado en la paridad, sino en el disfrute del poder y en reírse de todo.
 En un diálogo entre ambas, una comenta que su padre está viejo y que está pensando en buscarle una prostituta.
 Aquí, decir algo así haría rasgarse las vestiduras.
 Creo que esta actitud cambia el mundo. Las mujeres que nos sirven de ejemplo son estas.

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Gregori Civera
¿Entre los mejores amigos de su madre también había hombres? Sí. José Agustín Goytisolo, pero echaba tales rollos y se acababa todo el whisky… Se reunían para jugar al póquer en serio y apostando. 
Mi madre se rodeó de mujeres, le gustaban mucho.
 A mí me gustan más los hombres.
¿Como amigos también? Siempre estaré del lado de las mujeres porque creo que es una actitud política que aún nos toca.
 Igual a nuestras hijas ya no. 
Pero a mí me han hecho más feliz los hombres. Es difícil separar amistad de amor…

¿No tiene algún amigo con el que no se haya acostado? Síííí, claro… Los homosexuales [carcajada].
¿Su relación con la literatura fue una ayuda o un inconveniente? Las dos cosas. 
Yo ganaba premios literarios del Liceo Francés.
 Se los dejaba a mi madre encima de la mesa para que los leyera y al día siguiente seguían allí. Me dijo que cuando hubiera escrito 1.000 páginas se las pasara.
 El listón estaba muy alto.
Lo contrario de la hiperpaternidad actual. Sí, hoy hacen un dibujote y los padres les dicen que son Picasso. 
Está bien estimular, pero mentir a destajo a nuestros hijos no es serio. Ese tipo de educación resulta en que los niños quieren ser famosos y quieren ganar dinero.
 En nuestra infancia nos aguantaban muy pocas tonterías. Nunca nos entretenían. Y nos empujaban a ser adultos.

¿Cómo educar con respeto y sin miedo? Yo le tenía miedo a mi madre…, le tenía pánico. 
A mi padre, no. Tuve un padre y un abuelo excepcionales. Quizá por eso estoy agradecida a los hombres. 
Mi abuelo vivía en el piso de arriba y yo iba mucho a comer a su casa.
 Tenían una chica gallega que hacía sopa de arroz y fideos. A mí no me gustaban los fideos, y mi abuelo los sacaba, fideo a fideo, hasta que me quedaba solo el arroz.
 Con ocho años supe que aquello era el amor. 
Eso te hace pensar que la vida es algo acogedor donde se puede estar bien.
¿Qué hubiera dicho su madre de También esto pasará? Pienso que le hubiera gustado.
 El blog que hice durante años, que creo que es donde aprendí a escribir, le gustaba.
 Un día me dijo que ya tenía una voz, que por qué no dejaba de hablar de tonterías y me dedicaba a algo más serio.
Es muy catalana y escribe en castellano. Como tanta gente.
 Con mis padres hablaba castellano. Con mis hijos, también. Con el padre de mi primer hijo, catalán.
¿Está a favor del referéndum [de independencia]? Sin duda. Dejarían de dar la lata.
 La verdad es que no me importa mucho lo que salga. Si mañana Madrid decidiera independizarse o hacerse noruega, yo seguiría yendo al Prado un par de veces al año a ver mis velázquez, que son míos.
 Y los demás, que hagan lo que quieran. Creo que en el referéndum ganaría el no.

¿De qué ha vivido hasta ahora? Trabajé en editoriales hasta que ese mundo me dejó de lado y me dieron empleo en Loewe.
¿De dependienta? No, en la Fundación Loewe.
 Me llamó el señor Loewe, Enrique, un hombre que lo ha leído todo, y me dijo que tenían mucha presencia en Madrid, pero querían tenerla en el mundo cultural barcelonés sin que fuera todo tan Marichalar.
 Son burguesías tan distintas… También trabajé un año en Lecturas cuando lo compró RBA y lo quiso convertir en Vanity Fair.

¿Cuál es el secreto de su novela? Marsé dijo, y casi me muero, que transmitía verdad.
 Es un libro sobre cómo una mujer sola se enfrenta a la muerte, al amor y a la amistad.
¿Por qué estudió arqueología? Me pasé un año haciendo teatro y cursos de inglés en Londres y mi madre me dijo que o estudiaba o trabajaba.
 Acababa de ver Indiana Jones decidí que estudiaría arqueología. Esto es la frivolidad.
 Le pareció buena idea y siguió enviándome dinero. Luego me gustó.

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La abuela de Milena Busquets.

Su madre la mantuvo muchos años. Pero luego me puso una regla: que nunca te mantenga un hombre.
Llama la atención que con las ofertas que tuvo tomara la decisión de publicar en la editorial Anagrama, evidentemente no motivada por el dinero. Nooo. Fue por lealtad.
 Es mi editorial favorita. Jorge Herralde era amigo de mi madre y considero que es el mejor editor de este país.
 Y luego hice lo mismo con Gallimard. 
Varias editoriales francesas pidieron la novela, pero… cuando Gallimard se interesó… ¡Era la editorial de Camus! No podía ni imaginármelo.
Parece escrito todo seguido, como en estado de gracia. Mi agente [Anna Soler-Pont] me dijo que leía el blog y les parecía que tenía una novela o más dentro de mí. 
Le envié el primer capítulo y me llamó llorando.
 Pero luego tardé un año. Había momentos en que me ponía a llorar y no podía escribir más.
Definió a su madre como su gran amor. ¿Su hermano también? No. Seguro que para él fue difícil estar en una casa con dos mujeres así.
¿Qué tipo de relación tiene con él? Desde que escribí el libro no nos hablamos.

 Me dijo que no pensaba ni leerlo.
 Lo lamento mucho y me gustaría recuperar la relación con él.
En una novela, ¿es más difícil hablar de amor o de sexo? De sexo.
 Toni Morrison dice que eso sucede porque el sexo no es nada sexy. Philip Roth, al que amo, borda el sexo. 
Es muy fácil caer en lo pornográfico o lo cursi.
 Hablar de amor es más fácil. 
Describes al abuelo sacándote los fideos y hablas de amor. 
Pero el sexo… Y eso que es un gran campo porque hay mucho por desmitificar.
 Para mí el sexo es una forma de amor.
 Entre las cosas que se buscan con el sexo, una de ellas es el amor. Para mí el sexo nunca ha sido como comerse un bistec.
Se han empezado a buscar localizaciones en Cadaqués para rodar una película sobre su novela. ¿Dudó? Mucho.
 Teníamos tres ofertas: un español, un francés y Daniel Burman, que es argentino, y es el que la hará. Por afinidades
. Creo que fue el que entendió mejor el libro.
¿Usted hará algo? Nada. Yo ya he hecho el libro.
 Me imagino el día del estreno. A oscuras y que ponga en la pantalla: “Basado en una novela de Milena Busquets”. ¿Sabes lo que es eso? Aunque salga un churro…










Rara Arbus.............................................................................Andrea Aguilar






Hombre disfrazado de mujer con guantes, Hempstead, L. I., 1959.

 Fijó su objetivo en los seres humanos al límite y utilizó su cámara como una granada de mano. Una exposición y una nueva biografía reabren la polémica sobre la vida de esta fotógrafa impertinentemente curiosa.

LLEVABAN CASI una década haciendo producciones de moda para revistas.
 Allan disparaba, Diane se aseguraba de que la ropa de las modelos luciera correctamente.
 Se habían conocido 20 años antes, cuando ella tenía 13, en los grandes almacenes de la Quinta Avenida propiedad de su acaudalada familia.
 Él era un simple empleado en el departamento de arte, pero la precoz princesita judía quedó prendada. 
Se casaron cinco años después, Allan le regaló su primera cámara, tuvieron dos niñas, empezaron a trabajar en reportajes de moda.
 Un buen día de 1956, Diane anunció que no podía más, que nunca volvería a hacer ese trabajo, y abandonó el estudio.
 Arrancaba así la carrera de una de las artistas más controvertidas y fascinantes del siglo XX. 
Desde entonces y hasta que se quitó la vida en 1971, con 48 años, Arbus fijó su objetivo en los márgenes y clavó su cautivadora mirada –osada, íntima e impertinentemente curiosa– en enanos, gigantes, travestis o discapacitados mentales.
 Fueron sus queridos freaks, cuyas excentricidades, rarezas o taras les colocaban, según la fotógrafa, en un escalón superior: “La mayoría de la gente va por la vida temiendo tener una experiencia traumática. Los freaks nacieron con su trauma.
Photographer Diane Arbus Poses for A Rare Portrait
Diane Arbus, en un retrato tomado en 1968. Roz Kelly

Ya han aprobado el examen de la vida. Son aristócratas”. . Arbus también fotografió la vida en los suburbios, rollizos bebés, salas de cine, restaurantes vacíos o a figuras conocidas, siempre tratando de desvelar el revés, un inquietante ángulo grotesco de la vida. 
El escritor Norman Mailer, que posó para ella, dijo que darle una cámara a Diane era como entregar una granada de mano a un niño.
 Y es que Arbus hace saltar por los aires convenciones y amabilidades, no hay rodeos en su cara a cara.
 Puede ser que, por idénticas razones, su vida produzca la misma insaciable curiosidad que ella sentía por los sujetos a quienes fotografiaba. ¿Quién fue esta mujer menuda que reivindicó la subjetividad con su cámara?
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 Poco después de dejar a Allan plantado en el estudio, Arbus numeró su primer rollo de película y empezó a disparar por calles y cines con una cámara de 35 milímetros.
 “Odiaba la fotografía de moda porque la ropa no pertenecía a quien la llevaba puesta.
 Cuando la ropa es de quien se la pone, transporta los fallos y las características de la persona, y es maravillosa”, explicó tiempo después. 
Ese crítico portazo de 1956 es el punto de partida tanto de la nueva biografía Diane Arbus: Portrait of a Photographer (Diane Arbus, retrato de una fotógrafa), de Arthur Lubow, como de la exposición Diane Arbus: In the Beginning que, hasta el 27 de noviembre, se muestra en el histórico edificio de Marcel Breuer, la nueva sede satélite del Metropolitan Museum (Nueva York), antes de viajar a San Francisco en enero.

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 Mujer en un autobús, Nueva York, 1957.

Cerca de 70 imágenes del centenar largo que comprende la exposición son inéditas. 
Forman parte del legado de la artista depositado desde 2007 en los fondos del Metropolitan por sus hijas y celosamente guardado. Muchas de esas fotos quedaron durante años olvidadas en cajas, depositadas en el cuarto oscuro que Arbus compartió con su esposo en el West Village tras su separación en 1959.
 Poco flas, formato apaisado y una cierta distancia con los sujetos fotografiados que poco a poco se va rompiendo.
 Diane había tomado unas clases con Berenice Abbott en el New School, pero fue bajo la tutela de Lisette Model cuando realmente consiguió su estilo. 
 La cámara de medio formato Rolleiflex con la que disparó a partir de 1962 –año en el que se detiene la exposición– le permitió ahondar en el detalle (las cejas dibujadas a lápiz; los calcetines calados de las gemelas que inspiraron El resplandor, de Stanley Kubrick; la sombra de la barba de los travestis), un viaje formal que corría paralelo a su íntima aproximación al singular mundo que retrataba
. “Comprar el regalo de cumpleaños de Amy, visitar la morgue”, escribió en la lista de tareas pendientes de su agenda en aquellos años.
La exposición que lanzó a Arbus a la fama se celebró en 1967 en el MOMA. La fotógrafa compartía cartel en New Documents con Gary Winogrand y Lee Friedlander. 
“Lo que les une es la convicción de que merece la pena mirar el mundo y el coraje de mirarlo sin teorizar sobre él”, explicó entonces el comisario John Szarkowski.
 La sala más comentada fue la que mostraba los retratos de Diane. Se dice que los guardias del museo limpiaban a diario el cristal que enmarcaba sus imágenes de los escupitajos que le lanzaban.
 En 1972, un año después de que Arbus se hinchase a barbitúricos y se cortase las venas en su apartamento del legendario Westbeth Building, el museo le dedicó la primera retrospectiva y confirmó su estatus como icono maldito de la fotografía moderna.
 Desde entonces, sus hijas cerraron la puerta a investigadores fisgones y guardaron miles de imágenes para no inundar el mercado.
 Y de pronto, casi medio siglo después de que Arbus irrumpiera con sus seres extraños en escena, la exposición Revelations en 2007 presentó cartas, postales, diarios y hasta el informe forense.
 La figura de Arbus empezaba a mostrarse más de cerca.
 Su hija Doon dijo que nada había cambiado, era solo una nueva estrategia.
 Pero fue precisamente una reseña de aquella muestra lo que metió al periodista Lubow en la investigación de su libro
Esta nueva biografía se suma a la que publicó Patricia Bosworth en los ochenta y tampoco cuenta con la autorización de la familia ni con las imágenes de Arbus, pero sí con el testimonio de su esposo, Allan; de amigos y de sujetos fotografiados por la artista, y recoge las entrevistas que la fotógrafa dio, entre otros, al historiador oral Studs Sterkel y las clases que dictó en los setenta.


Jack Dracula en un bar de New London, Connecticut, 1961. L.2008.62.371

15 nov 2016

LLos hijos de Diana de Gales recuerdan a su madre con una exposiciónos hijos de Diana de Gales recuerdan a su madre con una exposición

El palacio de Kensington revive la imagen de la princesa como icono de moda para conmemorar el 20º aniversario de su muerte.

  Diana de Gales, durante su visita a la National Gallery of Art de Washington, en 1985. 

Un exquisito “jardín blanco”, plagado de rosas de ese color, de narcisos, tulipanes, margaritas y nomeolvides, conmemorará desde la próxima primavera el vigésimo aniversario de la muerte de Diana de Gales en los exteriores del palacio de Kensington, la que fue su última morada y es hoy la residencia de sus hijos.

 La princesa que en su día amenazó los cimientos de la monarquía británica va a ser recordada, además, en una exposición que la ensalzará sencillamente como un icono de la moda de su tiempo, portadora de aromas de modernidad en el estilo de esa rancia casa real. 

 
Diana de Gales, durante su visita de Estados a Australia en 1983.
El enfoque elude, por supuesto, cuestiones mayores, como el hecho de que la creciente sofisticación del estilismo de Lady Di apenas escondía una crisis marital –e institucional-, la de que su matrimonio con el heredero de la corona acabaría resultando en un fiasco. 
 Los nuevos tiempos, en los que Isabel II ha emergido como una figura extremadamente popular, han acabado por reinventar la figura de Diana como un personaje entrañable aunque lejano en el tiempo.
La celebración de su vida, truncada en un accidente automovilístico en París en 1997, pretende capturar desde los jardines del palacio de Kensignton “la energía y el espíritu que convirtieron a Diana en una figura tan popular en todo el mundo”, en palabras del responsable del equipo de jardineros reales, Sean Harkin. 
En ese mismo recinto habitan hoy el queridísimo hijo mayor de Diana, el príncipe Guillermo, junto a su esposa Catalina y los dos retoños de la pareja, Jorge y Carlota, y también Enrique de Inglaterra.
 
Diana de Gales, con tres vestidos diseñados por Catherine Walker. De izquierda a derecha, en eventos en 1987, 1989 y 1992.
Ellos serán los primeros visitantes de la exposición Diana: Her Fashion Story, que abrirá las puertas el próximo febrero y que retrata a Diana como una de las grandes protagonistas de la moda de su tiempo.
 Desde las vestimentas románticas de una Lady Di virginal, a punto de ingresar en la casa de los Windsor, hasta el glamour de sus últimos tiempos, embutida en vestidos de atrevido corte italiano que en el fondo encarnaban su desafío al establishment.
 En la exposición luce el imprescindible vestido de terciopelo de Victor Edelstein con el que se puso a bailar con John Travolta en la Casa Blanca en 1985.
a en 1985.
Diana de Gales bailando en John Travolta en la Casa Blanca en 1985. Una cena para la que escogió un vestido de terciopelo azul diseñado por Victor Edelstein.
A la princesa Catalina, nacida Kate Middleton, se le identifica desde los sectores monárquicos y más conservadores con este estilo de moda británica tan atractivo desde el exterior. 
Porque se trataría de vender, de exportar, una imagen, sin mayores consecuencias.
 Kate, el apelativo con el que el público británico reconoce a la esposa de Guilllermo, siempre aparece perfecta y nunca da un paso en falso en cuanto a su vestimenta, generalmente alabada en Reino Unido y por las estilistas de la prensa extrajera.
 Y, sin embargo, ella nunca arriesga como lo hizo Diana en su tiempo, luciendo escotes imposibles para una miembro de la familia real británica o favoreciendo los atrevidos diseños de sus modistos italianos favoritos.
Porque el objetivo de Diana era desafiar al establishment, mientras que el de Catalina es precisamente lo contrario desde una silueta que es capaz de asumir todos lo que se exija de ella.

Diana de Gales bailando en John Travolta en la Casa Blanca en 1985. Una cena para la que escogió un vestido de terciopelo azul diseñado por Victor Edelstein.
A la princesa Catalina, nacida Kate Middleton, se le identifica desde los sectores monárquicos y más conservadores con este estilo de moda británica tan atractivo desde el exterior
. Porque se trataría de vender, de exportar, una imagen, sin mayores consecuencias.
 Kate, el apelativo con el que el público británico reconoce a la esposa de Guilllermo, siempre aparece perfecta y nunca da un paso en falso en cuanto a su vestimenta, generalmente alabada en Reino Unido y por las estilistas de la prensa extrajera
. Y, sin embargo, ella nunca arriesga como lo hizo Diana en su tiempo, luciendo escotes imposibles para una miembro de la familia real británica o favoreciendo los atrevidos diseños de sus modistos italianos favoritos.
Porque el objetivo de Diana era desafiar al establishment, mientras que el de Catalina es precisamente lo contrario desde una silueta que es capaz de asumir todos lo que se exija de ella.

Dwayne Johnson, ‘La Roca’, el hombre más sexy del mundo

El actor mejor pagado de la industria asegura que no se trata de ser atractivo sino de tener confianza en uno mismo.

Dwayne Johnson, en la portada de 'People.'

 

Dwayne Johnson se une al club de David Beckham, George Clooney, Brad Pitt, Chris Hemsworth, Bradley Cooper y Ryan Reynolds. 
El actor, más conocido como La Roca, es considerado el hombre vivo más sexy del año según People. 
 La revista lo ha hecho público este martes.
"Cuando me avisaron de que había sido elegido dije: 'Qué increíble', y entonces pasó por mi mente lo genial y emocionante que esto era", señaló el actor de Un espía y medio a la cabecera. Y añadió:
 "Luego pensé '¡wow hemos llegado bastante lejos!'. No estoy muy seguro hacia dónde nos dirigimos. 
Lo he hecho todo, esto es todo", reconoció el sucesor de David Beckham en la lista.
A sus 44 años el intérprete dice no saber a ciencia cierta por qué es considerado uno de los hombres más guapos del mundo.
 “Imagino que tiene que ver con el sentido del humor. No solo se trata de ser sexy, también hay que mostrarse con confianza”, dijo a la revista. 
En cuanto a sus hábitos de belleza, confesó que suele cuidarse mucho la piel.
 “Solo tengo un rostro. Debes de cuidarlo, por eso me realizo tratamientos exfoliantes”, reveló.
Antes de ser estrella de Hollywood fue luchador en la WWE y jugador de fútbol americano.
 Además de ostentar el título del más sexy, también puede presumir de ser el actor mejor pagado del mundo con un sueldo de 58 millones de euros en un año según Forbes.
En cuanto a su pasado, contó que de adolescente hizo muchas cosas que no debería haber hecho.
 “Me arrestaron varias veces, pero eso sí, siempre fui muy respetuoso con mis maestros y con las personas mayores con las que convivía.
 En ese entonces quizá no estaba seguro de quién era ni en quién me quería convertir”, detalló.
Su vida ha cambiado mucho. 
Hoy por hoy es un hombre que intenta dedicarse la mayor parte del tiempo a su familia, sus hijas Simone, de 15 años, y Jasmine de 11 meses.
 “Tenemos una familia increíble familia que no tiene nada de convencional pero que está basada en el amor.
 Y eso es simplemente genial”, agregó la estrella.