Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

13 nov 2016

Un terremoto de intensidad 7,4 sacude Nueva Zelanda

Un tsunami de dos metros se ha registrado tras el temblor, al que siguieron varias réplicas.

Personas en la calle, tras ser evacuados en la localidad de Wellington, por el terremoto de 7,4 grados registrado en Nueva Zelanda. EFE
Mapa de la zona afectada por el terremoto distribuido por el Servicio geológico de los Estados Unidos. EFE
Un terremoto con una magnitud de 7,4 grados ha afectado a Nueva Zelanda este domingo. 
El epicentro del seísmo se situó a 91 kilómetros al noreste de la ciudad de Christchurch, minutos después de la medianoche (mediodía, hora española), según informó el Servicio Geológico de Estados Unidos. 
 Las autoridades han confirmado que se ha registrado un tsunami de dos metros tras el temblor, al que siguieron varias réplicas. 
La posibilidad de que se provocara un tsunami fue advertido por el organismo de gestión de emergencias de Nueva Zelanda, en una nota informativa.
 Según sus datos, la primera oleada del maremoto, que continuaría durante varias horas, podría no ser la más significativa. 
El Gobierno de Nueva Zelanda ha informado en la web GeoNet que el seísmo se "sintió ampliamente" en todo el país y advirtió a los ciudadanos que debían estar vigilantes ante las réplicas
. Las autoridades han recomendado a los habitantes de la costa este del país que se desplacen "hacia zonas elevadas o lo más posible tierra adentro", tras producirse el tsunami. 

 

La novela de un pesetero......................................................................................Javier Rodríguez Marcos

A Juan Carlos Rodríguez, recientemente fallecido, le debemos una lectura materialista del 'Quijote'.

El historiador de la literatura Juan Carlos Rodríguez, fotografiado en 2003.
“¿De qué trata este libro?” “De vender. La mayoría de los libros tratan de vender”.
 Con esa broma suele responder el editor Constantino Bértolo a la pregunta por el argumento de algunas novelas. 
En sus años al frente de Debate, Bértolo sacó adelante un premio de ensayo literario –el Josep Janés- que en su primera edición recayó en un trabajo sobre el Quijote de título llamativo: El escritor que compró su propio libro.
 Su autor era Juan Carlos Rodríguez, uno de los pocos teóricos de la literatura españoles digno de ser tenido por tal, un materialista empeñado en mirar debajo de la alfombra; aunque menos dado al humor, una especie de Terry Eagleton de la universidad de Granada.
Desde esa cátedra se convirtió en el aglutinador de “la otra sentimentalidad”, aquel grupo que en los ochenta usó la poesía para reflexionar sobre la disolución de la izquierda en la rampante posmodernidad.
 Los polvos de estos lodos. La obra de poetas como Luis García Montero, Javier Egea, Inmaculada Mengíbar, Ángeles Mora o Álvaro Salvador encontró, directa o indirectamente, su caldo de cultivo en el magisterio de un profesor que había sido adoptado en París por Louis Althusser
 Como su maestro, Rodríguez sabía que la ideología es la representación de la relación imaginaria de los individuos con sus condiciones reales de vida, asunto con el que la literatura tiene mucho que ver: por representación y por imaginaria. 
Libros suyos como Teoría e historia de la producción ideológica, La literatura del pobre o La norma literaria demostraron que el pensamiento y la filología hispánica no eran incompatibles por más que cualquier español inclinado a razonar fuera durante siglos identificado como francés.
Juan Carlos Rodríguez murió hace dos semanas y un buen homenaje a ese lector que enseñaba a leer sería acercarse a El escritor que compró su propio libro, que analiza la obra maestra de Cervantes con admiración pero sin idealismos, demostrando que su autor escribía con conciencia de público y de mercado.
 En este año cervantino, tan dado a la exaltación lingüístico-patriótica, no está de más recordar que el narrador del Quijote dice haber comprado el manuscrito en Toledo.
 Ni recordar que el dinero salpica todo el relato: ya sea cuando el hidalgo paga a Sancho para que se azote -y así desencantar a Dulcinea- o cuando la propia dama, ensoñada en la Cueva de Montesinos, pide dinero al de la Triste Figura.
 A falta de que los euros generen un adjetivo, cabría decir que el Quijote es la novela genial de un pesetero. 
También en eso fue el primer moderno.

 

Glenda Jackson deja la política y vuelve a las tablas.............................................. Patricia Tubella

Glenda Jackson en el evento contra el cáncer de ovario 'Make Time For Tea', en Londres, en 2015.
Glenda Jackson encarna la atipicidad de haber sido hasta la fecha el único miembro en toda la historia del Parlamento británico que luce en su vitrina el premio Oscar. 
Y no solo una estatuilla dorada, sino dos
. Recién jubilada de la política, tras casi un cuarto de siglo como diputada del ala izquierda laborista, la que fuera una de las actrices más destacadas de su generación acaba de retornar a las tablas de Londres a los 80 años, interpretando además el papel masculino del rey Lear.
 Lo suyo siempre fue desafiar las convenciones, y con éxito.
Su nombre vuelve a acaparar estos días las cabeceras de la prensa nacional gracias al elogioso veredicto con el que ha sido recibida su interpretación del complejo monarca shakesperiano, y, sobre todo, por lo que un crítico calificaba como "la madre de todos los regresos".
 El de una actriz que en el pico de su reconocimiento plantó todo para consagrarse a la vida parlamentaria sin mirar atrás.
 “Ni una sola vez a lo largo de mis 23 años en el escaño eché de menos aquel pasado”, ha rememorado sobre la decisión de abandonar una industria que en 1992 asistía incrédula a la transmutación de la Jackson actriz en una política profesional. 


Glenda Jackson en 'La inglesa romántica'. 1975.
Hija de un albañil, Jackson (Birkenhead, 1936) nunca hizo lo que se esperaba de ella.
 Abandonó el colegio a los 16 años para trabajar en una cadena de farmacias, pero pronto decidió enrolarse en la academia de arte dramático Rada. 
No le motivó tanto la ambición de convertirse en actriz como la noción de que “¡tenía que haber algo mejor para mí que la maldita farmacia!”.
Forjada en la escena teatral y en la Royal Shakespeare Company, sus inicios en el cine obtuvieron unos réditos casi inmediatos.
 Tras protagonizar Mujeres enamoradas, del controvertido Ken Russell, ganó su primer Oscar. Jackson ha pasado a los anales de ese galardón como la primera receptora que protagonizaba un desnudo integral.
 Y solo cuatro años más tarde, en 1973, repetía premio con Un toque de distinción, en la que de nuevo derribaba cánones sociales encarnando a una divorciada inglesa que se lía con un empresario estadounidense casado.
 Glenda Jackson fue esa anti-estrella que no quiso dar ningún discurso al recoger sus dos premios (“me dicen que es como recibir una medalla de oro olímpica, pero en este caso no creo que a todos los corredores se nos permita cubrir la misma distancia”, dijo entonces).
 Acabó guardando una de las estatuillas en el desván. La otra se la dio a un sobrino “para un proyecto del colegio o algo así…”, ha contado.
Desde ese desapego quizá se entienda mejor la entrega que Jackson acabó consagrando a la política cuando ya llevaba tres lustros divorciada del exactor Roy Hodges, padre de su único hijo.
 Su nueva carrera no consiguió llegar más allá del puesto de subsecretaria del Ministerio de Trabajo,  probablemente porque el izquierdismo de la diputada siempre renegó del Nuevo Laborismo de Tony Blair y porque se erigió como una de las voces contra la guerra de Irak.
El agotamiento de la propuesta laborista le pasó factura en las elecciones de 2010: la diputada logró retener su escaño por solo 42 papeletas de margen. 
Fue cuando decidió retirarse de la política, tras agotar su último mandato parlamentario y bajo el argumento de que le tocaba entrar a una nueva generación.
 En aquellos tiempos le preguntaron si consideraría regresar al teatro, a lo que contestó que no se sentía capaz de participar en ocho funciones a la semana; “pero sí podría hacerlo si me dieran un mes para ponerme en forma físicamente”.
 También resultó premonitoria su sentencia sobre la falta de papeles para las actrices, especialmente aquellas que han rebasado su etapa de juventud:
 "Si miramos la obra de Shakespeare, cualquier actor puede transitar desde Hamlet a El rey Lear, encarnando sobre el escenario el desarrollo del carácter humano.
 Pero es muy difícil encontrar en los clásicos un equivalente femenino de esos personajes…".

Todo encaja................................................................................. Manuel Vicent

Hace ya tiempo que los valores que sustentaban el orden moral se han desmoronado.

Celebración del triunfo de Donald Trump en la sede de los republicanos en Nueva York
Esa sensación de que ya lo has visto todo y de que ya nada te puede sorprender no ha sido alterada con la llegada de un patán a la cumbre del imperio. 
Todo encaja. A la comida basura, a la televisión basura, al periodismo basura, a la cultura basura, a la economía basura, a la educación basura, al patriotismo basura, al racismo basura, al machismo basura le corresponde este Donald Trump, un presidente de Estados Unidos también basura.
 Nada más lógico. Este figurante sabe que la política es un espectáculo y ha aprovechado la pista del circo para realizar su número. 
He aquí a Donald Trump como un Sansón ciego y hortera dispuesto a derribar los pilares del templo, los fundamentos del sistema.
 Para ello se ha servido del odio y del miedo, una mezcla explosiva que nunca falla.
. Los analistas políticos tratan de explicarnos todas las variables sociológicas que han hecho posible que un millonario histrión, prácticamente analfabeto y con una visión de la historia que no va más allá del negocio de la construcción se haya encaramado en lo alto del gran pastel de calabaza de la Casa Blanca, pero nadie ha explicado el placer que un inmigrante habrá sentido al votar a este candidato después de zamparse una hamburguesa de carne de perro, ni la convulsión sexual que habrá generado este macho rijoso en las teñidas amas de casa de la América profunda. 
El triunfo de Donald Trump ha despertado un sentimiento de vergüenza ajena entre las élites intelectuales y científicas, que no se explican que un país donde están las mejores universidades del mundo y los centros de investigación más avanzados haya votado a un cateto de presidente.
 No hay por qué sorprenderse. 
Hace ya tiempo que los valores que sustentaban el orden moral se han desmoronado.
 También a estos finos intelectuales dentro de poco Donald Trump les va a parecer un político normal.