Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

10 nov 2016

Las manos sucias........................................................ Juan Cruz

Este hombre peinado como Yeltsin se ha mirado al espejo de la vanidad, ha bajado la vista y ha escuchado lo que él quería escuchar: Trump President!.

Protestas contra Donald Trump REUTERS
El mundo vivió anoche con el sueño cambiado, y es probable que ahora ese sueño no se recupere.
 Como si se hubiera retorcido el horario de la razón y ésta se pusiera a girar como los relojes blandos de Salvador Dalí.
Este hombre peinado como Yeltsin en sus peores horas se ha mirado al espejo de la vanidad, ha bajado la vista y se ha encontrado con una multitud vociferando lo que él quería escuchar. Trump President!, el doble apellido de su vida.
Ante la concurrencia presa ya de la satisfacción escénica en la que ha sido educado como Míster Universo, le perdonó la vida a su oponente y se sintió embutido en la piel suave de los osos cariñosos para hacer un discurso que después los analistas del futuro consideraron un ejemplo de que el hombre no es tan lobo para el hombre.
En medio de su himno triunfal de la madrugada, y del insomnio, del mundo, Donald Trump deslizó la patita de la que se dotan los deslices freudianos para expresar lo que de verdad resume la piel de su ideología. 
“La política es sucia”, dijo, y como Pilatos en el poema de Ángel González Final conocido, se lavó las manos sucias como si se hubiera comido doce nécoras después de haber manchado el terreno con ignominias que fueron tan bien recibidas por los racistas, los xenófobos y los que están de acuerdo con que al otro le vaya mal, sobre todo si es extranjero y pobre.
 Y no se lavó las manos como si a lo largo de su campaña no hubiera sido él, precisamente, quien arrastró por el suelo la palabra y la acción de la política, hasta ensuciarla con una palabra, nasty, precisamente, la misma que le prodigó en público a la mujer a la que venció en las urnas. Nasty, este es un oficio nasty. 
Y a otra cosa, mariposas, que diría Nabokov.
 Decir palabras no es gratis.
 La lengua de Trump arrastra una historia de la que tendría que resarcirse con un esfuerzo enorme. 
No sólo manchó la política sino que, en ese camino, ensució la palabra América.
 Sus oponentes, Obama, Clinton, fueron después más caballerosos. Acaso más americanos, más demócratas, más limpios y, por eso, más políticos que lo que fue Trump mientras hizo esta excursión por lo que él llama el lado nasty de la vida.

 

9 nov 2016

Trump cierra su discurso con esta canción de los Stones y Jagger se burla............................ Óscar Tévez

El nuevo presidente elige el himno crepuscular de los Rolling, 'You can't always get what you want', y Jagger le responde.

 

Mick Jagger y Donald Trump, enfrentados por una canción
Nada más terminar Donald Trump su primer discurso como presidente de Estados Unidos, el adorable coro de 60 voces de niños de la London Bach Choir mecía a los asistentes del hotel Hilton de Nueva York (y a todo el mundo) en una bruma de ensoñación trufada en algunos casos de pesadilla: "No puedes conseguir lo que quieras, pero si lo intentas algunas veces, podrías obtener lo que necesitas". 
Se trata de la grabación original de You can't always get what you want, canción de 1969, compuesta por Mick Jagger y Keith Richards, y que arranca con esas voces infantiles para luego evolucionan a un medio tiempo rockero marca Stones.
Instantes después de esta primera locución, uno de los autores de este clásico, Mick Jagger, lanzaba en su Twitter un mensaje sutil y burlón: 
"Estoy ahora viendo las noticias.
 A lo mejor me piden que cante You can't always get what you want. Ja...".
 La pelea viene de lejos. Donald Trump ha utilizado esta pieza (y otras de los Stones, como Start me up) recurrentemente durante su campaña electoral.
 Y los Rolling Stones le han llamado la atención para que no las utilice. 
"Los Rolling Stones no han dado permiso a Trump para utilizar sus canciones.
 De hecho, le hemos pedido que no las utilice más". ¿Qué respondió el político a esto?
 Nada: han seguido sonando.
You can't always get what you want lleva en el repertorio de los conciertos del grupo desde su composición, en 1969. De hecho, la siguen interpretando en las últimas giras. La letra está muy en sintonía con los tiempos de su composición. Finales de los años sesenta, el desencanto de la generación hippy, las manifestaciones contra la guerra de Vietnam, el efecto de las drogas después de años consumiéndolas...

Los Stones vivieron un 1969 turbulento, con la muerte de uno de sus fundadores, Brian Jones (aunque ya no militaba en el grupo: le echó Mick Jagger) y con el trágico concierto de Altamont. 
Allí murió un espectador negro a manos de los Ángeles del Infierno, la banda de moteros, que en su delirio del momento los Stones eligió como cuerpo de seguridad de aquel concierto.
Fui a la manifestación para recibir mi justa parte de maltratos/ Cantando: 'Ventilaréis nuestra frustración'./ Si no, explotaremos", canta Jagger. 
El tema guarda una de las grandes anécdotas de la historia del grupo.
 El genial batería de la banda, Charlie Watts, no supo tocar ese ritmo in crescendo y tuvo que ser sustituido por Jimmy Miller, el productor. "Antes de unirme a la banda no podía creer que Charlie no hubiese tocado en You can´t always...", ha declarado el guitarrista de los Stones, Ron Wood.

El propio Watts lo reconoció en el libro According to The Rolling Stones: "Jimmy Miller tocó la batería en You can't always..., y la verdad es que copié parte de su estilo". Estamos hablando de una pieza larga (7,30 minutos) que cierra el soberbio disco Let it bleed
Y ni siquiera se confiaba mucho en ella, ya que fue la cara B de un single, donde la canción estrella fue Honky tonk women. 
 Otra anécdota: la conservadora London Bach Choir exigió que se retirase su nombre de los créditos al comprobar el título del disco (Déjalo sangrar) y que una de las canciones, Midnight Rambler, trataba sobre un asesino en serie.

Hoy, ese tema bello y hippioso es el estandarte de una nueva era.
 Aunque a Mick Jagger no le haga mucha gracia.

Hillary Clinton: “Siento que no hayamos ganado”........................................................Yolanda Monge

La perdedora pide a Trump que sea el presidente de todos los americanos.

En los pasados días, viajando con la candidata demócrata a bordo de su avión de campaña, escribiendo su historia ante la recta final de las elecciones, escribí algo sobre Hillary Clinton que ahora me recuerda una colega de EL PAIS en Madrid y que ha resultado una premonición no deseada.
 “Cuando parece que algo le va a suceder, casi por derecho propio, la realidad trastorna los planes de Clinton”.


Hillary Clinton se dirige a sus seguidores tras perder la carrera a la Casa Blanca REUTERS

Había incerditumbre.
 Cierto nerviosismo. Ansiedad, Turbulencias que esperaban fueran pasajeras. 
Pero en el fondo, tras más de 20 meses de entregada campaña, ni su campaña, ni la mismísima candidata, podrían haber imaginado este brutal final: amanecer el miércoles con un presidente Donald J. Trump.
 Ni en sus peores pesadillas hubieran contemplado ese “trastorno de planes” que ha sido un devastador choque de trenes entre la realidad y el deseo.
La exsecretaria de Estado decidió no comparecer en la noche del martes en el lugar que había elegido en Manhattan para celebrar el hito de la primera mujer que lograba romper el tristemente famoso techo de cristal al lograr la presidencia del país más poderoso del mundo.
Nadie se lo reprochó.
 Al menos no en el lugar en el que ya le esperaban en vano sus entregados seguidores. No hubo malas palabras, nadie puso en duda que la candidata no pudiera venir.
 Si a los asistentes les temblaban las piernas y no salían de su asombro, especulaban con que muy probablemente Hillary Clinton tuvo que ser asistida médicamente para controlar el shock inicial.
Clinton no ha dejado pasar mucho tiempo para pedir disculpas a sus seguidores. 
Ya había escrito el que sería su discurso más difícil.
 Pero cuando faltaban minutos para que la antigua senadora entrara a la sala en un hotel de Nueva York, el ambiente parecía el propio de la espera ante un funeral.
 Caras largas, tristes. Abrazos de confort entre lágrimas.
 Miradas que se evitaban para frenar a las lágrimas.
Clinton subió al escenario después de que le diera paso el que hubiera sido su vicepresidente en una Administración Clinton. 
Tim Kaine estaba visiblemente emocionado.
Contenida, en ese papel de estadista que tan bien ha lucido a lo largo y ancho del mundo durante sus cientos de viajes como secretaria de Estado, Clinton expuso con claridad lo que desea para Estados Unidos en los próximos cuatro años.
La exsecretaria dio las gracias primero a sus seguidores y luego les pidió perdón: “Siento que no hayamos ganado las elecciones”.
 A partir de ahí, su siguiente mensaje fue relatar que en la noche anterior había felicitado al presidente electo, Donald Trump.
 “Me ofrecí para trabajar con él por nuestro país”, dijo.
 “Espero que pueda ser un presidente exitoso para todos los americanos”.
A sus emocionados seguidores, Clinton les dijo: “Donald Trump es nuestro presidente y le debemos una mente abierta y la oportunidad de liderar”.
Tranquila, con el guion que llevaba preparado bajo control, Clinton dijo saber cuán decepcionados se sentían los que la escuchaban. “Así me siento yo también”, indicó.
 Y añadió la candidata demócrata: “Pero nuestra responsabilidad como ciudadanos es seguir haciendo nuestra parte para construir una América mejor, más fuerte, más justa.
 Sé que lo haréis”.
Clinton tuvo palabras cálidas para Trump, a quien pidió que fuera un presidente inclusivo, porque en el sueño americano, dijo, caben todos: las mujeres, los inmigrantes, el colectivo LGTBI, quienes tienen minusvalías, todos.
 “El sueño americano es suficientemente grande para todos, para personas de todas las razas y todas las religiones", defendió Clinton.
En el tono optimista con el que quiso enterrar su campaña, la exsenadora dijo que “nuestros mejores días todavía están por llegar”.
 “Nunca dudéis de que sois valiosos, poderosos y merecéis todas las oportunidades para perseguir vuestros sueños”.
Hillary, de 69 años, con ya muy pocas posibilidades de volver a hacer una nueva apuesta por la Casa Blanca, dijo que nada la hacía sentir más orgullosa que ser la líder de sus seguidores.
 “Sé que todavía no hemos roto ese techo de cristal, pero un día se acabará cayendo y espero que antes de lo que creemos”.
Clinton finalizó aceptando la decepción que sentía.
 “Sé lo decepcionados que estáis porque yo también lo siento.
 Esto es doloroso y lo será durante mucho tiempo, pero nuestra campaña nunca fue sobre una única persona ni unas únicas elecciones, sino por una América esperanzada y unificada. Todavía creo en América y siempre lo haré”, concluyó.
 Ni una lágrima.
 Con el total control de sus emociones y sus gestos, Hillary Clinton abandonó el lugar.
 No fuera a ser que hubiera alguien que atribuyera sus lágrimas al hecho de ser mujer.



 

 

 

La noche cae sobre Washington

El resultado electoral de EE UU sume al mundo en una profunda incertidumbre.

Seguidores demócratas siguen en Nueva York el recuento de votos. AFP
La victoria del candidato republicano Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos representa una pésima noticia para todos los demócratas del mundo.
 Y se convierte, al mismo tiempo, en una fuente de satisfacción y oportunidades para los enemigos de la democracia.
El demoledor resultado de un demagogo, impredecible y, por lo tanto, peligroso líder en su carrera a la Casa Blanca sume al mundo en la más completa incertidumbre, con repercusiones económicas y geopolíticas inmediatas.
 La conmoción sufrida por los votantes demócratas en Estados Unidos es paralela a la que viven en las capitales europeas, que corren el riesgo de verse abandonadas por Washington en un momento histórico particularmente complicado por la conjunción de amenazas externas y una importante crisis de identidad interna. Tras el Brexit, el resultado de Trump podría representar la puntilla al proyecto europeo, que EE UU siempre ha inspirado y protegido.
El electorado estadounidense ha demostrado que ninguna sociedad, por próspera que sea y por más tradición democrática que tenga a sus espaldas, es inmune a la demagogia, que promete soluciones rápidas y sencillas a problemas complicados —como los efectos de la crisis económica o la gestión de la inmigración— a la vez que apunta su discurso de odio hacia cualquier minoría o colectivo que pueda servir de chivo expiatorio. 
Da igual que sean los mexicanos, rebajados a la categoría de violadores y traficantes de droga, las mujeres, tachadas de intelectualmente inferiores, o los musulmanes, catalogados sin excepción como terroristas.
 Esperemos que, como ha ocurrido en el Reino Unido, las minorías no sean las primeras víctimas de esta ola de fanatismo racista. 

El voto emitido augura un negro futuro de inestabilidad económica e incertidumbre política, máxime si Trump pone en marcha de forma inmediata la agenda proteccionista con la que ha seducido a sus votantes. 
Con su voto de ayer, los estadounidenses han decidido qué papel desempeñará su país en el mundo, y este no tiene nada que ver con lo que Estados Unidos ha logrado y representado durante los últimos 100 años.
 Millones de ciudadanos del país que ganó dos guerras mundiales en defensa de la libertad y contra el totalitarismo y que durante medio siglo empleó una ingente cantidad de recursos para proteger a las democracias aliadas han dado su confianza a un hombre que considera que la seguridad de EE UU depende de desentenderse de lo que sucede en el mundo y de sus aliados históricos.
Un auténtico y peligroso infantilismo aplicado a las relaciones internacionales con el que Rusia y China se estarán frotando las manos. 
 Pero no se puede decir que no haya habido señales claras. 
Por primera vez en mucho tiempo ha habido sobre la mesa dos opciones no solo diferenciadas, sino claramente antagónicas; la internacionalista y multilateral defendida por Hillary Clinton frente a la aislacionista de Donald Trump.
 Y ambas han sido claramente explicadas durante la campaña.
La lucha contra el narcotráfico debe ir mucho más allá de la persecución penal
Ayer se consumó una brutal sacudida a los pilares sobre los que descansa el orden internacional, ya sea el comercio o la seguridad plasmada en la alianza entre las democracias. 
Y Europa es la gran perjudicada de este terremoto político en al menos tres asuntos de vital importancia: el primero es la consecución del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP), que formaba parte fundamental de la estrategia europea para reforzar el vínculo político con Estados Unidos. El segundo es la amenaza yihadista, frente a la cual Washington ha colaborado hasta ahora con sus servicios de inteligencia y con un despliegue militar en el sur de Europa.
 El tercero es la urgente necesidad europea de un respaldo inequívoco estadounidense en la crisis político-militar con Rusia. El presidente Vladímir Putin ha realizado movimientos impensables durante la Guerra Fría convencido de que Europa es débil para responder.
 Y ahora puede contar además con la reticencia de EE UU a intervenir.
 La UE tiene pues sobrados motivos para estar más que preocupada por la deriva que pueda adoptar quien ha sido su aliado más fiable.
 El sistema democrático estadounidense ha demostrado funcionar con total limpieza y transparencia y ser accesible a candidatos, como Trump, que niegan ambas características al sistema y que anunciaban de antemano que no reconocerían su derrota.
 Gracias a las previsiones de los padres fundadores, que siempre tuvieron en mente la idea de que alguien como Trump pudiera llegar a la Casa Blanca, la Constitución dispone de un elaborado sistema de contrapesos destinado a evitar un Gobierno despótico basado en la tiranía de la mayoría.
 Seguramente dichos mecanismos tendrán que emplearse a fondo con Trump, que como cualquier populista debe aprender que los votos no lo justifican todo y que, en democracia siempre prevalece la ley, la libertad y los derechos individuales.