Científicos de la Universidad Carlos III de Madrid han hecho un estudio en el que, mediante una prueba en equipo, han concluido que las personalidades generalmente se dividen en cuatro tipos: envidiosos, pesimistas, confiados y optimistas.
Cada persona es un mundo, o eso suele decirse. Aunque quien ha pasado por varios trabajos sabe que, por alguna u otra razón, parece haber ciertos patrones que se repiten. Si las personas se dividieran por grupos, según su forma de actuar ante diferentes situaciones, ¿sabrías reconocer cada uno de ellos?
Esa es la idea que han intentado demostrar, no científicos americanos, sino españoles, procedentes de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M), en colaboración con de las universidades de Barcelona, Rovira i Virgili y Zaragoza.
Concretamente, el estudio revelaba que el 90% de la población se puede clasificar en cuatro tipos básicos de personalidad: optimistas, pesimistas, de confianza y envidiosos.
Todo esto entendiendo que no se trata de una clasificación, según las características propias de la persona, sino sobre todo observando sus comportamientos sociales, principalmente cuando se trata de cooperar o trabajar en equipo.
La teoría de los juegos
Para analizar estos comportamientos sociales, el estudio se ha basado en la llamada “teoría de los juegos” .
Tal y como comenta Ángel Sánchez, investigador en este estudio y profesor del Grupo Interdisciplinar de Sistemas Complejos del Departamento de Matemáticas de la UC3M, “la teoría de juegos es una manera matemática de abordar situaciones en las que dos o más personas tienen que tomar decisiones que les afectan a todos”.
Esta idea se basa en que todas las personas conocen de antemano las consecuencias de sus decisiones y que, por lo tanto, van a actuar según su propio interés.
Según el estudio, en el que se analizaron las respuestas de 541 voluntarios para cientos de dilemas sociales, la teoría de los juegos puede aplicarse para buscar diferentes patrones en sus personalidades.
Uno de los juegos más conocidos de esta teoría es el llamado ‘dilema del prisionero’, que muestra que dos personas pueden no cooperar, incluso si ello va en contra del interés de ambas.
Sánchez aclara que la mejor forma de entenderlo es a través de un ejemplo concreto:
“Supongamos que tú y yo tenemos que hacer un trabajo del cual debemos responder ante un jefe.
Cada uno tenemos que tomar una decisión entre dos opciones: esforzarnos y ayudar al otro, o pasar y dejar que el otro haga todo”. En este caso las opciones serían la de que los dos repartamos esfuerzos, que uno se esfuerce y otro no, o que finalmente ninguno lo haga, teniendo en cuenta que en este caso ninguno de los dos cobraría por dicho trabajo.
Siguiendo con el ejemplo, existirían cuatro grupos muy diferenciados.
Por una parte, los envidiosos “que son aquellos que cuando interaccionan con otra persona prefieren ganar menos, si con ello se aseguran ganar más que la otra persona”, es decir, que podrían boicotear el trabajo; después los optimistas, es decir “los que van a por la máxima ganancia, suponiendo con ello que la decisión del otro va a ser la que les permita conseguirlo”, de manera que puede dar por sentado que será el otro el que haga todo el trabajo; el contrapuesto de estos serían los pesimistas, “ que por el contrario, piensan que el otro va a venir a fastidiarles, y por tanto intentar asegurarse de salir lo menos mal posible”, de manera que se esforzarán en sacar el trabajo, pensando que no lo hará el otro; y finalmente estarían los confiados, es decir “la buena gente que adopta la decisión que conduciría a un mejor resultado para todos (aunque no sea el mejor para ellos a título individual)”.
Este era uno de los ejemplos, aunque la idea fue proponer a los voluntarios diferentes juegos sociales del estilo, registrando qué tipo de decisiones tomaban en cada uno de ellos.
Te encontrarás con más envidiosos
Analizando la muestra, los resultados eran que un 20% de las personas respondían a un perfil optimista, otro 20% a un perfil pesimista, otro 20% a confiados y en cambio un 30% al perfil envidioso.
Otro 10%, en cambio, no respondía a los patrones establecidos, ya que parecía escoger más bien por azar.
Si se puede sacar alguna conclusión de este estudio, es que es cierto aquello de que en España somos más bien envidiosos.
“Con la clasificación en grupos que nosotros vemos (y que nos gustaría que otros experimentos confirmaran), uno podría pensar que cuando sale a la calle tiene un 30% de probabilidades de tropezarse con un envidioso, un 20% de probabilidades de dar con un optimista, y así sucesivamente, e intentar adoptar sus decisiones basándose en esta información”.
Si bien los investigadores dejan claro que esto es un estudio muy teórico y que “las personas no funcionamos así, porque cuando nos encontramos a un desconocido, que es lo más parecido al experimento, no sabemos de qué tipo es, por lo que tampoco es fácil tenerlo en cuenta para interaccionar con él”.
La idea que sí dejan en el aire es que “si por lo que sea interaccionamos repetidamente con la misma persona, podemos empezar a entender su personalidad y a usar esa información para nuestras propias decisiones”.
Cómo reconocer e interactuar con cada tipo de personalidad
La cuestión que cabría plantearse es cómo podemos reconocer estas personalidades o en qué deberemos de fijarnos para clasificarlos. En opinión de Ángel Sánchez, “quizá lo más importante es reconocer a los envidiosos, porque son gente dañina”.
No hay que olvidar que al fin y al cabo, “estar dispuesto a tener menos beneficios, para quedar por encima del otro es una conducta sumamente destructiva, y lo que es peor, no sólo para el otro, sino para el propio envidioso”.
Para reconocerlos, añade que “lo mejor es precisamente fijarse en la atención que prestan a lo que obtienen los demás a la hora de interactuar con ellos”.
En cuanto a los optimistas y pesimistas, Sánchez relata que “en nuestro estudio vemos también que son comportamientos que van asociados a percepciones del riesgo muy diferentes: así, los optimistas son gente muy amiga de arriesgarse, mientras que los pesimistas son todo lo contrario”.
De esta manera “si vemos que alguien se comporta de manera, digamos, alocada, es bastante probable que sea un optimista”, de forma contraria, las personas excesivamente precavidas y que tienden a la inactividad y a las excusas, podrían responder a un perfil pesimista.
Sin embargo, no hay que dejarse confundir con el carácter positivo de los primeros y negativo de los segundos, ya que “con ambos hay que tener precauciones, puesto que según qué situación compartamos, sus decisiones pueden ser malas para nosotros”.
Así, sin ir más lejos, en el ejemplo puesto según la teoría de juegos, “el optimista no trabajaría, por lo que más nos vale trabajar a nosotros”.