Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

19 oct 2016

Michelle Obama se viste de Versace en su última cena de Estado

La primera dama de EE UU escoge un vestido en oro rosado de la firma italiana para hacer de anfitriona al primer ministro Renzi.

Michelle y Barack Obama, anoche antes del inicio de la cena de Estado en la Casa Blanca. ATLAS / MICHAEL REYNOLDS (efe)
 

 Cualquier elección de vestuario de la primera dama de Estados Unidos es analizada al milímetro. 

Sobria, elegante y cómoda, ayer se convirtió en la protagonista de la cena de Estado celebrada en Washington. Michelle Obama deslumbró con un traje hecho en cota de malla en oro rosado de Atelier Versace. 

“Me siento agradecida y honrada de haber tenido la oportunidad de vestir a la primera dama de Estados Unidos. Gracias Michelle, por todas las cosas que has hecho por Estados Unidos y por el mundo y, especialmente, por inspirar y darle poder a las mujeres”, con estas palabras en su cuenta de Instagram la diseñadora Donatella Versace le agradecía el gesto a la esposa de Barack Obama.

 

El presidente estadounidense, Barack Obama y su esposa, Michelle reciben al primer ministro italiano, Matteo Renzi, y a su esposa, Agnese Landini, antes de una cena de Estado en la Casa Blanca. EFE
La primera dama suele hacer guiños con su vestuario tanto en sus viajes al extranjero como en las cenas de Estado.
 Si durante su visita a España vistió de Proenza Schouler y para su viaje a Japón escogió a Kenzo, ayer la firma escogida fue la maison italiana, pues los invitados de honor en la Casa Blanca eran el primer ministro de Italia, Metteo Renzi, y su esposa, Agnese Landini.
 Una ocasión también especial pues fue la última cena de Estado –y la número 14- que tuvo a los Obama como anfitriones ante la cercanía de las elecciones presidenciales del próximo 8 de noviembre.
El traje que lució Obama fue elaborado a medida por los modistos de Atelier Versace, la línea de la marca italiana especializada en trajes de alta costura.
 Largo hasta los pies, de cuello asimétrico, con drapeados en la zona de la cintura y con un color metalizado que conseguía reflejar todos los flashes, la primera dama consiguió incluso eclipsar al presidente.
 Un traje imponente que no necesitó de accesorios y acompañó de un sencillo peinado: pelo suelto y liso.
Una gala con 500 invitados en honor al primer ministro de Italia en el que el país Mediterráneo estuvo presente también en la comida, ya que al frente de los fogones de la Casa Blanca se puso el chef Mario Batali para cocinar pasta.
 Además, fueron invitadas otras celebridades italianas como el diseñador Giorgio Armani y el actor y director Roberto Benigni.
 
 
El presidente y la primera dama de EE UU, anoche en la Casa Blanca. AP
 La cantante Gwen Stefani fue la encargada de amenizar la gala.
Una gala con 500 invitados en honor al primer ministro de Italia en el que el país Mediterráneo estuvo presente también en la comida, ya que al frente de los fogones de la Casa Blanca se puso el chef Mario Batali para cocinar pasta.
 Además, fueron invitadas otras celebridades italianas como el diseñador Giorgio Armani y el actor y director Roberto Benigni.
 La cantante Gwen Stefani fue la encargada de amenizar la gala.
Una elección celebrada en las redes por algunos de los protagonistas de la industria de la moda.
 Desde las modelos Naomi Campbell y Bella Hadid hasta el diseñador Riccardo Tisci quisieron felicitar a Donatella Versace por su vestido.

El diseñador Giorgio Armani, en el centro, a su llegada a la cena de Estado en la Casa Blanca. REUTERS


 

La ‘presidenta’ del armario de Michelle Obama............................................................ Mateo Sancho Cardiel

Meredith Koop se ha convertido en una persona "esencial" en el equipo de la primera dama de EE UU. 

Tras ocho años en el cargo, la estilista habla por primera vez.

 
Meredith Koop y, a la derecha, Michelle Obama en el baile de inauguración de la primera legislatura de Barack Obama, en enero de 2009.
Cuando en 1961 Jackie Kennedy nombró a Oleg Cassini “secretario de estilo” de la Casa Blanca lo hizo con un relativo sentido del humor: sabía que sus diseños y su asesoría estilística podían ser un arma política.
 La enorme repercusión de la elegancia de la primera dama de Estados Unidos es de sobra conocida y cambió el sentido de esta figura hasta entonces tendente al segundo plano.
 Pero lo rompedor acabó creando escuela y la escuela fue diluyendo la originalidad hasta convertirla en previsibilidad, casi conservadurismo. 
 Un estilo que acabó siendo primerdamesco.
La llegada de los Obama a Washington fue rompedora en muchos aspectos, y entre ellos también está la moda.
 Al contrario que la luego Jackie O. anunciando a Cassini casi con ceremonia de investidura, la todavía primera dama decidió que su estilista fuera uno de sus grandes secretos.
 Solo en 2011 se supo que la encargada de elegir el celebrado armario de Michelle Obama, con puertas giratorias que despachan ora un Altuzarra, ora un Oscar de la Renta, era una millennial llamada Meredith Koop a la que, como quien dice, se la había traído puesta de su boutique de confianza en Chicago. 
Y no ha sido hasta ahora, a pocos días de las elecciones presidenciales, cuando esta joven de 35 años nacida en Misuri ha dado su primera entrevista.
 
Barack y Michelle Obama, vestida de Jason Wu, en el baile de la inaguración de la segunda legislatura de su marido.
Ha sido en las páginas de Harper’s Bazaar donde ha explicado que, desde el principio, querían “romper moldes”. “Señalar diseñadores de procedencias distintas y en diferentes niveles de éxito y notoriedad se convirtió en una parte importante de mi trabajo”, asegura una todavía prudente Koop en esta primera entrevista post Michelle Obama.
Más allá del estilo, de haber sido la mejor carta de presentación o consagración para Jason Wu o Narciso Rodríguez, Michelle Obama creó así un mensaje de dinamismo, de coexistencia pacífica entre las vacas sagradas y los enfant terribles.
 “Cuando [Michelle Obama] viste un diseñador emergente, crea la sensación de que todo es posible.
 Esto es algo de lo que la primera dama habla con la gente joven. Lo importante que es perseguir sus sueños y trabajar duro sin importar los obstáculos que surjan en su camino”, añade Koop, que cada mañana llega a la Casa Blanca dispuesta a cumplir agenda y a solventar imprevistos.
 La propia primera dama le dedica unas palabras de elogio: “Es esencial en la estrategia global de mi despacho y es alguien con la que siempre puedo contar. Me considero afortunada por poder llamarla mi amiga”. 


Michelle Obama vestida de Narciso Rodríguez en su último debate del Estado de la Unión. Un vestido que se agotó en las tiendas.
A Wu lo reservó para los bailes de inauguración de las dos legislaturas de Barack Obama, a Rodríguez para su último debate del Estado de la Unión o para la visita a Argentina. 
Ambos representan ese tapiz americano diverso que ahora Donald Trump quiere deshilachar. 
Pero también supo que qué mejor que la venezolana Carolina Herrera para la primera visita oficial de un presidente estadounidense en Cuba en casi 90 años o para recibir al papa Francisco. Un Proenza Schouler para su llegada a Madrid, un Christopher Kane en Londres, un Brandon Maxwell en Singapur o una opción quizá más obvia de Kenzo para Japón.
 “Siempre tenemos en cuenta dónde vamos y los patrones culturales del país. 
El objetivo es rendir tributo a cada lugar que visitamos, sin perder el espíritu de Estados Unidos”, asegura Koop.

Michelle Obama, vestida de Christian Siriano, en la convención demócrata del pasado julio.

Su último as hasta la fecha fue en la convención demócrata, donde Michelle Obama dio un discurso tan sencillo y directo como el vestido que llevaba: azul, sobrio y certero, diseñado por Christian Siriano. 

 Y ahora, aunque el mundo se pregunta qué pasará si Donald Trump sucede a Barack Obama, la moda se plantea qué pasara si Bill Clinton se convierte en el primer first gentleman de Estados Unidos.

 

La historia negra de la delincuencia española............................................................. Sergio C. Fanjul

El libro 'Fuera de la ley' retrata a los protagonista de la crónica policial de principios del siglo XX en España.

 Un ecosistema en el que anarquistas, ladrones de guante blanco, bandoleros y navajeros campaban a sus anchas.

Una timba de cartas retratada en una de las imágenes del libro.
Era una España de amenazantes callejuelas, oscuras y sucias, con personas durmiendo por las esquinas, a la salida de los más terribles tugurios y cabarets. 
Por el Barrio Chino de Barcelona o en los barrios bajos de Madrid pululaban los golfos y los golfillos, los apaches, atracadores, ladrones y timadores de baja estofa, gente de navaja fácil, un mundo del hampa de gorra y chaleco que no tiene nada que envidiar a la crónica negra que ha difundido el cine estadounidense.
El libro Fuera de la ley. Hampa, anarquistas, bandoleros y apaches (La Felguera Editores) trata de recrear a través de un collage de hemeroteca y con un espíritu casi enciclopédico lo que fueron los bajos fondos en este país entre 1900 y 1923
Una etapa violenta y sórdida que recuerda en ciertos momentos al ambiente de la serie Peaky blinders, de la BBC, sobre los gánsteres de Birmingham durante la Primera Guerra Mundial.
Era época de desorientación y de gran desigualdad, tras la pérdida de las últimas colonias españolas en 1898 y el regreso de los soldados de Cuba y Filipinas (muchos de los cuales, sin futuro, pasaron a engrosar las filas de la delincuencia), que regresaron a un continente azotado por los continuos atentados anarquistas y una profunda conflictividad social (y hasta una Guerra Mundial, la primera). 
 Proliferaron entonces los estudios sociológicos dedicados a comprender los bajos fondos (de las ciudades y de las almas) y la crónica negra.
 De fragmentos de estas obras (o de libros de Pío Baroja, entre otros) se vale este volumen para dar cuenta de las diferentes tribus que transitaban los subterráneos de la sociedad.

Ficha policial de un delincuente de la época.
Los golfos y los golfillos, expulsados de cualquier clase social y obligados a vivir en la cuerda floja.
 Los trogloditas que vivían en cuevas en los alrededores de la ciudad de Madrid.
 Las ratas de hotel que robaban en las habitaciones de los mismos. Los enterradores que timaban a través de un supuesto tesoro enterrado.
 Los espadistas, capaces de violar cualquier cerradura para hacerse con lo ajeno.
 O los apaches, pandillas de gentes de mal vivir, inspiradas en la vida parisina, que tenían el cuerpo cubierto de tatuajes, muchas veces pornográficos.

Una timba de cartas retratada en una de las imágenes del libro.

Ficha policial de un delincuente de la época.

El Sherlock Holmes español
Les perseguían policías, a veces eficaces como Ramón Fernández-Luna, apodado “el Sherlock Holmes español”, que logró atrapar a Eduardo Arcos Puch, el ladrón que sirvió de inspiración para el archivillano, ladrón y sádico sociópata, de las novelas francesas Fantômas. Arcos Puch, nacido en Nueva York en 1883 de padres mallorquines, era un todo un gentleman criminal: elegante, guapo y bien educado, sabía varios idiomas e interpretaba varios papeles para cometer sus fechorías. 
Para sus robos se embutía en una malla de seda negra y se cubría el rostro con una capucha, con el fin de camuflarse y también aterrorizar a la víctima.
“Es un retrato de una época de España que hoy contemplamos con perplejidad y confusión. Lo que presenciamos, todo eso que seguramente sentirá el lector al leer las noticias, artículos, proclamas, ensayos y ver las fotografías glaciares de las fichas policiales y las historias que aquí se recogen será perplejidad. 
Sin embargo… sucedió aquí”, escriben los editores en el prólogo. El libro incluye una amplia selección de las mencionadas fichas policiales, donde los maleantes aparecen de frente y de perfil, y son clarificados en estos términos: “carterista”, “asesino”, “agresivo”, “de mucho cuidado”, “declarado en rebeldía”.
Un bandolero capturado.
Por ejemplo en el caso de Ceferino Ferrer, El marinero, nacido en 1819 en Madrid: “Ladrón muy afamado. 
Es de mucho cuidado. Calumniador, díscolo y matón. Datos diversos
“Tiene por costumbre hacer denuncias falsas contra la policía y funcionarios de prisiones para hacerse el valiente, y en el momento que se le castiga dice que se vengan por haberles denunciado. 
Es una muletilla que usa siempre”.
También incluyen las fichas diferentes datos antropométricos, pues era el tiempo de auge de las teorías del criminólogo italiano César Lombroso, que relacionaba la delincuencia con la fisionomía, la forma y el tamaño del cráneo, las cejas o las orejas. Por decirlo vulgarmente: que aquel que tenía cara de malo (según los cánones de Lombroso), era malo, ideas peligrosas que ya han sido sobradamente refutadas por la ciencia.
Capítulo aparte merecen los anarquistas, que si bien también fueron partidarios de la violencia, sus motivos no eran el lucro o la supervivencia sino la consecución de la Revolución Social.
 En aquella etapa histórica murieron asesinados por anarquistas diferentes presidentes como Antonio Cánovas del Castillo (asesinado por el italiano Angiolillo en un balneario de San Sebastián, en 1897) o José Canalejas (tiroteado por la espalda cuando miraba el escaparate de un librería en la Puerta del Sol, en 1912, su asesino fue Manuel Pardiñas).
 Mateo Morral atentó contra Alfonso XIII tirando un ramo de flores con una bomba desde un piso de la calle Mayor, el día de su boda, en 1906.
 
Un local nocturno de la época.
Además, transcurrió entonces la fundación de la CNT, la heroica huelga de La Canadiense o la guerra en las calles de Barcelona entre anarcosindicalistas (con sus pistolas Star y sus bombas Orsini) y los pistoleros de la patronal.
 Guerra que, por cierto, también recogen otros libros recientes como la novela Apóstoles y asesinos (Galaxia Gutemberg) de Antonio Soler, que ficciona la vida del líder anarquista Salvador Seguí, el Noi del Sucre, o Que sean fuego las estrellas (Crítica), de Paco Ignacio Taibo II, una crónica de aquella sucesión de episodios de violencia callejera.
Como colofón, el volumen incluye un breve diccionario del lenguaje de la delincuencia de la época (que se solapa con el caló gitano con frecuencia) y del que todavía usamos bastantes palabras: afanar, birlar, chinorri, chorizo, descuidero, jamba, mangar, nasti o parné.


 


 

Isabel Preysler: “Mario me pidió este verano que me casara con él”

La pareja asegura que el día que lo haga será una boda sencilla y secreta. Aún no tienen fecha.

Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa, en la pasada entrega de los premios Goya. Cordon press

Tras meses desaparecida del foco mediático Isabel Preysler reapareció el martes por la noche en Madrid, en una cena organizada por la joyería de Rabat —firma para la que trabaja—. Habló de sus viajes por medio mundo acompañando a Mario Vargas Llosa y también de sus planes de futuro. 

La reina de la prensa del corazón volvió a contar que Vargas Llosa le ha pedido matrimonio: "Mario me ha pedido que me case con él pero todavía no le he respondido". 

Esta es la segunda vez que ella habla de este tema, en junio de este año reveló la exclusiva a ¡Hola! En esta ocasión Preysler desveló que la petición se produjo el pasado verano en una tarde "muy especial". 

No quiere decir que la socialité no esté decidida a dar el paso. Lo que señala es que no tiene "ninguna prisa". 

Por eso añadió: "No tenemos todavía fecha". 

¿Y va a dejar lo que Boyer le da como su viuda? Si se casa no recibe nada...

Preysler se casó en 1971 con el cantante Julio Iglesias en Illescas (Toledo) en una boda multitudinaria, justo lo que no quiere que se vuelva a repetir.
 Cuando contrajo matrimonio con el marqués de Griñón Carlos Falcó (1980) y luego con el que fuera ministro de Economía y Hacienda Miguel Boyer (1988) lo hizo de manera muy sencilla. "Quiero que mi boda sea una sorpresa y algo sencillo", ha señalado Preysler.
Isabel Preysler, en una cena organizada por la joyería Rabat, en Madrid. Getty Images
Para comparecer de nuevo ante la prensa, la filipina de 65 años, se vistió de blanco y se adornó con brillantes. Justo ese color será el que no llevará el día de su boda.
También se deshace en halagos con su pareja. "Mario es un 10, de verdad. Me produce un verdadero placer escucharle hablar. Tengo muchas cartas de amor que me ha escrito que son realmente maravillosas", ha dicho en alguna ocasión.
En una entrevista a EL PAÍS, Vargas Llosa habló de su relación con Isabel Preysler y del boom mediático que estaba viviendo al salir con la llamada reina de la prensa del corazón.
 "Sabía que con esta nueva relación habría cierta repercusión de tipo periodístico, pero nunca en la vida imaginé que tendría esa repercusión continental, que hubiera semejante especulación periodística en torno. 
 Tanto para Isabel [Preysler] como para mí ha sido muy, muy pesada en estos últimos meses.
 Bueno, es una realidad de nuestro tiempo, me ha permitido conocer un poco mejor un oficio que es el mío también". 

Desde mayo pasado el premio Nobel de Literatura (2010) ya es un hombre divorciado. 
Lo es a efectos de la ley española, donde el escritor y su exesposa Patricia Llosa acordaron iniciar los trámites legales para acabar con un matrimonio que se celebró en 1965.
 Hace año y medio que el escritor hizo oficial su relación con Isabel Preysler.
Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa, a las afueras del Teatro Real en Madrid. cordon press