Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

16 oct 2016

El mito Deneuve recibe el Lumière.................................................................... Álex Vicente.

Tras Eastwood, Tarantino y Almodóvar, la actriz francesa se convierte en la primera mujer que recibe el gran premio del festival de cine clásico de Lyon.

Catherine Deneuve recibe el premio Lumiere, en Lyon. AFP
En su país, es de dominio público que no soporta los homenajes: los considera un sinónimo de “momificación”.
 Por una vez, Catherine Deneuve se ha saltado su propia regla. A los 72 años, la actriz francesa ha recibido este fin de semana el premio Lumière que concede el festival de cine clásico del mismo nombre, que terminará hoy en Lyon.
 Si ha hecho una excepción, tal vez sea por la importancia adquirida por el galardón en su corta historia.
 Desde que fue creado en 2009, lo han recibido cineastas como Clint Eastwood, Martin Scorsese, Ken Loach y Pedro Almodóvar. Deneuve es la primera mujer que lo obtiene. 
“No tenía miedo, pero sí sentía cierta aprensión”, confesaba ayer Deneuve, tras una ceremonia de homenaje celebrada en la noche del viernes, a la que asistieron 2.500 personas.
 Entre ellos, Roman Polanski –quien la dirigió en Repulsión y le entregó el premio–, además de los cineastas Quentin Tarantino, Bertrand Tavernier, Jerry Schatzberg, Park Chan-wook, Michel Hazanavicius, Marisa Paredes y su hija, la actriz Chiara Mastroianni.
El homenaje también fue la ocasión de recordar sus colaboraciones con Jacques Demy, François Truffaut, André Téchiné, Jean-Paul Rappeneau, Philippe Garrel, Robert Aldrich y Luis Buñuel.
 “Un personaje sorprendente, atormentado pero con mucho humor, y menos sordo de lo que se dice”, afirmó el viernes en una masterclass.
 Deneuve también recordó su proyecto fallido con Hitchcock, quien murió antes de poder llevarlo a cabo.
 “Fue una lástima, aunque no la mayor de mi carrera. Hay cosas que podría haber hecho mejor, con más atención”, confesó.
 Al contemplar su trayectoria, Deneuve dijo sentirse como “un salmón que remonta el río”.
 En la ceremonia, el actor Vincent Lindon la definió, tal vez con más acierto, como “una mimosa púdica, esa planta que, al tocarla, se vuelve a cerrar”.
 De todos los tópicos sobre su persona, el que le sienta peor es que la llamen “fría”. 
“Supongo que es por Belle de jour… Y no soy alguien que hable con facilidad. 
La contención me parece una buena forma de guardarme ciertas cosas para mí.
 En general, nos preguntan poco sobre las películas y mucho sobre nuestra vida.
 En especial, a las actrices.
 Por mi actitud, hay cosas que no se atreven a preguntarme, y creo que es mejor así”, bromeó.

El festival también ha proyectado una selección de sus películas favoritas, donde figuran obras de George Cukor, Elia Kazan, Jean Renoir y dos directores vivos: Martin Scorsese y Raymond Depardon, de quien escogió su serie documental Profils paysans, sobre la Francia rural.
 “Dedico este premio a todos los agricultores franceses”, proclamó Deneuve.
  “Es un mundo que conozco un poco. Soy sensible a su destino, que también es el nuestro.
 Si no estuvieran ahí, nuestro mundo y nuestro país serían distintos”, aclaró ayer.
 Su trayectoria dibuja una extraña coherencia, una tendencia a lo inesperado y casi un gesto de autor.
 “No me considero un autor. 
En todo caso, no en términos absolutos”, rebatió. 
 Sobre el escenario, Tarantino se encargó de contradecirla: “El crítico James Monaco dijo una vez que Robert De Niro era el mayor cineasta estadounidense de los setenta, y tiene algo de razón. Yo propongo a Catherine Deneuve como la mayor cineasta europea”.
 El cineasta Arnaud Desplechin, con quien ha trabajado dos veces y con quien publicó un libro de entrevistas, la definió una vez como “el Bob Dylan francés”, aludiendo a su talante radical y a su tendencia irrefrenable a reinventarse.
 “Es una comparación extravagante, pero que me halaga. No me he reinventado, pero sí he tenido una evolución personal que ha correspondido a la del cine”, afirmó Deneuve, sorprendida por su Nobel de Literatura, que ella aprueba sin matices.
 A falta de un reconocimiento similar, tendrá que conformarse con “el Nobel del cine”, como insiste en definirlo Thierry Frémaux, director de este certamen y también del Festival de Cannes, sin demasiada modestia a la vista.
 Al recibirlo, una Deneuve inusualmente sobrecogida solo pronunció un par de frases: “No he preparado nada. Ha hablado de mí la gente que me quiere, y con eso es suficiente.
 No volveré a vivir un momento como este”.
 

 

Emily Blunt: “Solo aceptamos un tipo de mujer en el cine”.............................................. Rocío Ayuso

La actriz desvela que el verdadero reto durante el rodaje de 'La chica del tren' fue ocultar el embarazo a su director.

Emily Blunt en el estreno de 'La chica del tren'. AFP

Conversar con Emily Blunt no es hablar con una estrella.

 Es hablar con una madre. “Me he acostumbrado al zoo y no daría marcha atrás por nada del mundo”, asegura a EL PAÍS esta británica de aire apocado y fácil sonrisa.

 El zoo al que se refiere incluye a sus dos hijas, Violeta, de poco más de tres meses, y Hazel, de dos años.

 Su marido también es estelar: John Krasinski, con quien contrajo matrimonio en la residencia de George Clooney en el lago de Como (Italia). 

Familia aparte, la actriz posee una carrera en la que no hay género que se le resista. 

Hasta la fecha ha triunfado en todo. 

Desde su debut estadounidense en una comedia como El diablo viste de Prada (2006) hasta su trabajo en el drama de acción Sicario (2015), Blunt ha cantado en Into the Woods (2015) y le ha hecho sombra a Tom Cruise en Al filo del mañana (2014). Sobre su último trabajo como una Rachel alcohólica y con problemas de memoria que interpreta en La chica del tren corren ya rumores de una posible nominación al Oscar.

 Pero ella prefiere seguir hablando de su familia. “El verdadero reto de esta película fue disimular que estaba embarazada”, sentencia.

La mente de Blunt durante el rodaje se preocupó de ocultarle al director su estado para poder realizar el papel que quería. “Supe que estaba embarazada una semana antes de que comenzáramos a rodar en octubre y no se lo dije hasta enero, cuando se empezó a notar. ¡Lo siento, Tate [Taylor]!”, se disculpa a posteriori.

 Con su delgado físico, incluso ahora parece imposible pensar que dio a luz hace unos pocos meses. 

Escena de 'La chica del tren', con Justin Theroux y Emily Blunt. AP
Se pasa de falsa humildad con esa corrección británica que exuda pese a que ya tiene la nacionalidad estadounidense. 
Blunt, de 33 años, consiguió el papel protagonista de la película contra viento y marea, en medio de un mar de críticas entre los lectores de este best seller (15 millones de copias vendidas en todo el mundo) que la consideraban demasiado guapa para el trabajo. Ella supo qué decirles; a ellos, a la escritora Paula Hawkins y a su director.
 “Es cierto que tengo la suerte de poder elegir lo que quiero interpretar”, reconoce, “pero también lo hice porque parece que solo aceptamos un cierto tipo de mujer como protagonista de nuestras películas.
En el cine las mujeres tienen que ser agradables, guapas o listas para protagonizar un filme con éxito. 
Y a mí me interesan otras cosas. Como Rachel en La chica del tren”, resume. “Además, cada vez soy más puntillosa con lo que quiero porque con niños tan pequeños es difícil organizarse.
 Eso lo sabe cualquier madre trabajadora”. 

La nueva Mary Poppins

Emily Blunt y su marido, el actor John Krasinski, en el estreno de la última película de la intérprete en Nueva York. ap
Ella no para. 
Ya se prepara para su próximo trabajo, algo tan diferente como el papel de Mary Poppins en el remake del clásico de Walt Disney que dirige Rob Marshall.
 Como dice, un soplo de aire fresco. “Yo cuento con mi propia Mary Poppins irlandesa, Tina, que me ayuda con mis hijos”, explica llevando una vez más la conversación a su familia.
Pero el rodaje de Mary Poppins Returns permitirá que Blunt regrese a su Londres natal.
 Afincada desde hace unos años en la Gran Manzana, echaba de menos los pubs y fish & chips británicos.
 Pero lo que más añora es a su familia. “Cuando nos juntamos se nos da bien jugar a adivinar películas.
 Somos de lo más ruidosos”, dice. 
Su padre es el abogado Oliver Blunt; su madre, Joana, una maestra y exctriz, y tiene una hermana, Felicity, que trabaja como agente literario y con la que hizo de casamentera presentándole al también actor Stanley Tucci, ahora su cuñado. 
Con su hermano Sebastián también comparte profesión. Admiradora como muchos otros de Julie Andrews, actriz que inmortalizó el personaje de P.L.Travers, Blunt recibió la noticia de que sería la nueva niñera mágica con una mezcla de “alegría y horror”
Pero alguien que se metió a actriz como forma de superar su tartamudeo no se arredra ante tener que decir supercalifragilisticoespialidoso.“Solo tendré que encontrar mi propia voz”.
 

El ‘fenómeno’ Dolores Redondo gana el Planeta............................................................ Carles Geli.

La autora de la ‘Trilogía de Baztán’ se lleva los 601.000 euros con otro ‘thriller’.

La ganadora del premio Planeta Dolores Redondo (i), junto al finalista Marcos Chicot (d). J. LAGO (AFP) / QUALITY
 

 

La ganadora del premio Planeta Dolores Redondo (i), junto al finalista Marcos Chicot (d). J. LAGO (AFP) / QUALITY
La 65ª edición del premio Planeta, número redondo, demandaba un nombre de relumbrón, pero que, a su vez, cumpliera los requisitos de la gran difusión y eso ahora lo garantiza la novela negra, el género de moda. 
Y además, como ya suele ser norma del galardón en sus últimas ediciones, a poder ser de alguien que ya sea de la casa.
 Y todo eso converge de manera espectacular en la escritora Dolores Redondo, uno de los últimos grandes fenómenos de la edición española con su Trilogía de Baztán (más de 400.000 ejemplares, editada en Destino, sello del grupo; ruta turística creada; película en ciernes...).


En Todo esto te daré, la novela con la que ha ganado en Barcelona y se embolsó los 601.000 euros de dotación, Redondo no prosigue las aventuras de la policía foral protagonista de la trilogía, pero sí mantiene el tono de novela negra en la que un escritor famoso descubre, tras un accidente, la doble vida de su compañero.
 La obra finalista, para no desentonar en una velada que ha contado con la presencia de los Reyes de España y la plana mayor de la política española y catalana, también recayó en otro fenómeno: Marcos Chicot, autor de uno de los e-books en español más vendidos  (El asesinato de Pitágoras), que, a rebufo de su gran éxito, vuelve a ambientar una trama a caballo entre la novela negra y la histórica en la Grecia clásica de los filósofos: ahora, El asesinato de Sócrates (150.250 euros).
“Tenía que tomarme un respiro y contar otra historia que llevaba mucho tiempo dentro de mí, seis años, una novela sobre la servidumbre al mal; el título es una proposición de codicia, palabras del demonio en el Evangelio", aseguró Redondo (San Sebastián, 1969) que finalizó hace poco más de un año Ofrenda a la tormenta, con la que cerró un ciclo iniciado en 2013. 
En realidad, en su nueva novela sólo ha dejado de la trilogía un cierto regusto por los fantasmales secretos familiares y una ambientación rural, si bien aquí se trata de un pueblo de Galicia (la escritora tiene ascendentes gallegos) y no del valle de Navarra.
 A aquella localidad llega un escritor tras las huellas de su compañero que ha sufrido un grave accidente. 
El percance desvela una supuesta doble vida del finado que intentará averiguar el escritor, apoyado en un guardia civil retirado y un cura amigo.
La obra siembra las sospechas en todo el mundo, muy al estilo de las obras de Agatha Christie, una de las referencias literarias de Redondo junto a P.D. James y Ruth Rendell.
 Son solo algunos de los referentes de una escritora que fue lectora voraz ya desde niña y ayer especialmente emocionada: admitió haber participado ya hace años en un premio que de pequeña "miraba por la televisión soñando estar ahí".

El premio no hace más que reforzar una trayectoria ascendente de Redondo, que tras escribir algunos cuentos infantiles y relatos breves, arrancó hace siete años con la novela Los privilegios del ángel (2009) y que se disparó con El guardián invisible (2013), primera entrega de una trilogía protagonizada por la de fuerte carácter comisaria de la policía foral de Navarra Amaia Salazar y traducida ya a 15 idiomas.
 Y cuyo eco parece no tener fin: para 2017 está previsto tanto el tercer y último volumen de la novela gráfica como el estreno de la adaptación cinematográfica de la primera parte, dirigida por Fernando González Molina y producida por Atresmedia, pata audiovisual de Planeta.
Al escenario de la concurrida gala (monarcas aparte, y entre intimidatorias medidas de seguridad, estuvieron presentes la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría y el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, entre otros), subió otro fenómeno porque Chicot (Madrid, 1971) cuenta ya con un best-seller mediáticamente más silencioso, El asesinato de Pitágoras (2013).
Aquí, Planeta arrebata a Duomo (sello donde ha publicado hasta la fecha Chicot) a un psicólogo clínico de profesión que con hasta ahora sólo tres libros publicados pero con especial querencia por jugar con el género negro y la época clásica de los grandes filósofos griegos (lo hizo también en La hermandad, en 2014), aquí repite la fórmula de su éxito.
 Con tintes también de novela de acción y aventura con la guerra del Peloponeso como telón de fondo, ahora la figura central es Sócrates, quien, según el oráculo de Delfos, morirá a manos de un hombre de clara mirada.
 Querofonte, amigo del filósofo, cree que podría ser Perseo, el de ojos transparentes y terribles secretos.
"Reincido como asesino de filósofos", admitió Chicot, que dedicó la obra a su hija Lucía, de siete años, con síndrome de Down.
 "Por ella soy escritor, para dejarle una novela para su futuro". 
En Planeta ya saben que no deberán recurrir a oráculo alguno: los dos galardonados venderán lo suyo.
 

Leones y leonas..................................................................................Rosa Montero

De un solo principio químico dentro del enorme puchero de ingredientes que somos los mamíferos puede derivar en alteraciones físicas y psíquicas radicales. 

COLUMNISTAS-REDONDOS_ROSAMONTERO
EL PENSAMIENTO también está sujeto a modas, por supuesto. De pronto impera una manera de entender el mundo y poco después triunfa otra mirada.
 Por ejemplo, en mi juventud los intelectuales de pro defendían vigorosamente la influencia de la sociedad sobre el individuo.
 En la vieja polémica sobre qué importa más, la herencia genética o el ambiente, el último ganaba por goleada: creíamos ser lo que nuestras condiciones sociales nos hacían, una visión marcada por el marxismo y por el psicoanálisis. 
Yo crecí con esa convicción y la repetía tontamente como un lorito, porque las personas que por entonces me parecían sabias pensaban todas así.
En unas cuantas décadas, en cambio, nos hemos ido todos al extremo contrario.
 Ahora impera el biologismo más radical, como si todo lo que somos pudiera ser reducido a una determinada dotación genética y a una sopa de hormonas y neurotransmisores.
 Ha sido un corrimiento mental bastante comprensible, por otra parte, porque los últimos años hemos vivido una explosión de maravillas tecnológicas que nos ha predispuesto a idolatrar la ciencia.
 Sucedió lo mismo con la revolución industrial del siglo XIX: los avances fueron tantos y tan rápidos que la gente se sintió poco menos que divina. 
Hubo científicos que pronosticaron que en medio siglo habríamos descubierto todos los secretos del universo, y otros se pusieron a galvanizar fideos con corrientes eléctricas seguros de que podrían crear vida.
 El mito del monstruo de Fran­kenstein no nació por casualidad en aquella época.
 Pues bien, ahora, tras la revolución microelectrónica, estamos experimentando otra ola de entusiasmo semejante.

Yo me digo, con cierto escepticismo ante los vaivenes del mundo, que probablemente la verdad se encuentre entre ambos extremos
Que herencia y ambiente influyen por igual. 
Es una decisión salomónica que suena sensata, pero lo cierto es que cada día se descubren nuevas cosas que abonan la fiebre biologista. Por ejemplo, me ha dejado patidifusa la noticia de que en la reserva de Moremi (Botsuana) han aparecido cinco leonas a las que les ha crecido una hermosa melena y que han empezado a comportarse como leones.
 He visto las fotos: son iguales a los machos. Un grupo de científicos de la Universidad de Sussex (Reino Unido) acaba de sacar un estudio sobre ellas.
 Narcotizaron con dardos a un ejemplar y comprobaron que genitalmente era una hembra normal.
 Y, sin embargo, intentaba montar a otras hembras, marcaba el territorio y rugía como un león. 
Concluyeron que era una anomalía genética y que los cambios se debían probablemente a un aumento inusual de la testosterona.
 O sea, que una dosis algo mayor de una maldita hormona, esto es, de un solo principio químico dentro del enorme puchero de ingredientes que somos los mamíferos, puede derivar en alteraciones físicas y psíquicas radicales.
 Este asunto de las leonas llueve en mí sobre mojado.
 Hace algunas semanas vi en Internet un vídeo de nueve minutos de un joven transexual, Aydian Dowling, con imágenes tomadas a lo largo de cuatro años.
 El chico, nacido mujer, quiso acreditar así su evolución física desde el momento en que empezó a hormonarse con testosterona La transformación es alucinante; no sólo le engrosan las cejas y empieza a aparecerle barba, sino que se diría que hasta muda la forma de la cara.
 Parece que se le robustece la mandíbula, por ejemplo.
 Su rostro pierde suavidad y se hace más anguloso.
 Por no hablar de la voz, del cuello, de los hombros.
 Y todo eso sucede en tan sólo unos pocos años y está causado por un ligerísimo cambio en la composición química de su organismo.
Tal vez estemos más cerca de la herencia que del ambiente, después de todo, y eso es inquietante, porque cuanto más nos aproximamos a la biología, menos destino individual parece existir, menos libre albedrío.
 Pero esto también tiene su parte buena. Pensemos en todas esas leyes, religiones y filosofías que han nacido y engordado de la división discriminatoria del mundo entre mujeres y hombres.
 No me digan que no sería genial ponerle un frasco de testosterona en la mano a un talibán y decirle que toda su supuesta superioridad no es más que eso.