Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

16 oct 2016

Urdiendo imbecilidades..................................................................Javier Marías

Hoy cualquier majadería puede tener inmediato éxito. Al instante brotan firmas que la suscriben y a menudo imponen sus criterios o sus censuras.

COLUMNISTAREDONDA_JAVIERMARIAS
HAY MUCHO inquietante en las sociedades actuales, pero algún rasgo es además misterioso, como la continua, siempre incansable, proliferación de imbecilidades.
 Es seguro que en gran parte se debe a las redes sociales, que actúan como amplificadoras de toda sandez que se le ocurra a cualquier idiota ocioso.
 Hace tiempo que dije que la estupidez, existente desde que el mundo es mundo, nunca había estado organizada, como ahora. Cada memo lanzaba su memez y ésta se quedaba en el bar o en una conversación telefónica entre particulares.
 Había poco riesgo de contagio, de imitación, de epidemia.
 Hoy es lo contrario: cualquier majadería suele tener inmediato éxito, legiones de seguidores, al instante brotan decenas de miles de firmas que la suscriben, hacen presión y a menudo imponen sus criterios o sus censuras o sus prohibiciones.
 Porque otro de los signos de nuestro tiempo es ese, el afán de prohibir cosas, de regularlo todo, de no dejar un resquicio de libertad intocado.
 Hablé hace poco de quienes quieren que no se publiquen –así, sin más– las opiniones que no les gustan o que contrarían sus fanatismos variados.
 Demasiados individuos desearían dictaduras a la carta, con ellos de dictadores.
 Y, lo mismo que el crimen organizado es mucho más difícil de combatir que el crimen por libre, otro tanto sucede con la necedad organizada
La última que me llega es la bautizada como “apropiación cultural”, sobre la cual, claro está, se están arrojando anatemas. Veamos de qué se trata: 
hay un montón de colectivos –o partes de esos colectivos, espero– que consideran un insulto que alguien no perteneciente a ellos practique sus costumbres, interprete “su” música, baile “sus” danzas o se vista como sus miembros. 
Pongamos ejemplos de esta nueva ofensa inventada: si alguien que no es argentino baila tangos, está llevando a cabo una “apropiación cultural” que, según los protestones, siempre implica robo y burla, hurto y befa; 
si unos señores se disfrazan de mariachis y cantan rancheras, lo mismo si no son mexicanos auténticos;
 los blancos no pueden tocar jazz, porque es expresión del alma negra y un no-negro estaría parodiándola y faltándole al respeto; por supuesto nadie que no sea gitano de pura cepa puede salir en un restaurante a arañar el violín con atuendo zíngaro, vaya escarnio.

Hay un montón de colectivos –o partes de esos colectivos, espero– que consideran un insulto que alguien no perteneciente a ellos practique sus costumbres
Si la cosa se llevara a rajatabla, nos encontraríamos con que Bach estaría reservado sólo a intérpretes alemanes, Schubert a austriacos y Scarlatti a italianos.
 Nadie que no hubiera nacido en Sevilla debería bailar sevillanas, ni muñeiras quien no fuese gallego. 
El sitar sería un instrumento vedado a cuantos no fuesen indios de la India (aunque tampoco estoy seguro de que sea exclusivo de ellos), nadie que no fuera ruso debería acercarse a una balalaika ni lucir casaca cosaca, y un colombiano jamás osaría marcarse una samba.
Las grabaciones de Chet Baker y otros jazzistas blancos habrían de ser quemadas, por irrespetuosas, y nadie que no proviniera de ciertas zonas de los Estados Unidos estaría autorizado a entonar una balada country. ¿Y qué es eso de que Madonna aparezca con traje de luces en algunos de sus conciertos? Vaya escándalo, vaya mofa para España y Francia.
Es un escalón más. 
Hace tiempo escribí sobre algo parecido: centenares de miles de firmas clamaban al cielo porque en una película de Peter Pan (con actores), a la Princesa Tigrillas no la hubiera encarnado una actriz india de verdad (india de América), sino una blanca.
 Estos agraviados, por lógica, condenarían a cualquier actor que, no siendo danés, hiciera de Hamlet; al que, no siendo “moro de Venecia”, hiciera de Otelo; al que, no siendo manchego, se atreviera con Don Quijote, y así hasta el infinito. 
Esto de la “apropiación cultural” es de esperar que no prospere y que nadie haga maldito el caso, pero ya de nada puede uno estar seguro.
 Los bailes de disfraces quedarían automáticamente prohibidos, por irreverentes, y a Jacinto Antón habría que correrlo a gorrazos por vestirse de vez en cuando –según ha contado– de policía montado del Canadá o de explorador británico con salacot y breeches.
 Un hereje el pobre Jacinto.
 Más allá de lo grotesco y las bromas, cabe preguntarse qué ha pasado para que hoy sea todo objeto de protesta.
 Por qué todo se ve como denigración, y nada como admiración y homenaje, o incluso como sana envidia.
 Hubo un tiempo no lejano en el que los colectivos se sentían halagados si alguien imitaba sus cantos y sus bailes, si atravesaban fronteras demostrando así su pujanza, su bondad y su capacidad de influencia
. ¿Por qué todo ha pasado a verse como negativo, como afrenta, como “apropiación indebida” y latrocinio?
 Da la impresión de que existan masas de imbéciles desocupados pensando: “¿Qué nueva cretinada podemos inventar? ¿De qué más podemos quejarnos? ¿Contra quiénes podemos ir ahora? ¿A quiénes culpar de algo y prohibírselo?”
 Ya lo dijo Ortega y Gasset hace mucho: “El malvado descansa de vez en cuando; el tonto nunca”. O algo por el estilo.


15 oct 2016

Sutil

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El arrepentimiento....................................................................... Boris Izaguirre

Mientras en Gürtel se hacían regalos, con las tarjetas black se satisfacían gastos. Como estos macrojuicios son simultáneos, las comparaciones son inevitables.

Alicia Machado, miss Universo 1996, el pasado 1 de octubre en un acto en California. REUTERS

 Viajé a Madrid para presentar la entrega de los premios ICON. Dormí todo el vuelo hasta que un atractivo azafato tuvo que sacudirme poco antes de aterrizar. 

Para despertarme me ofreció un ejemplar de EL PAÍS con la foto de los arrepentidos del caso Gürtel. 

 Fue más efectivo que un chute de cafeína. Me espabilé con la fotografía del apuesto y arrepentido Jacobo Gordon, examigo de Alejandro Agag, el yerno del expresidente José María Aznar, y con su declaración ante el juez en la que contaba como Willy El rata, apodo cariñoso del exalcalde de Majadahonda, le entregó un sobre con 150.000 euros.

 Y Gordon fue al váter a contarlo. De inmediato sentí la curiosidad de saber si lo hizo de pie. O sentado. En cualquier caso, la cagó.

 

Da un poco de pena que el arrepentimiento vaya acompañado de un interés. 
En el caso de los implicados en la trama Gürtel, arrepentirse y señalar otros culpables podría restarles años de cárcel.
 Cuando te arrepientes de algún pecadillo en tu pareja, también lo haces buscando algo.
 Restablecerla o que no te jodan mucho. Pero la cara de los arrepentidos es penosa. Jesús de Galilea decía que el arrepentimiento es el camino para llegar al reino de los cielos. 
En Gürtel tenían otro Jesús, Jesús Sepúlveda, el exmarido de la política popular Ana Mato, que también te hacía llegar a un reino de regalos y comisiones.
Mientras en Gürtel se hacían regalos, con las tarjetas black se satisfacían gastos.
 Como estos macrojuicios son simultáneos, las comparaciones son inevitables.
 Gürtel era como la feria del regalo, donde todo sorprende y huele un poquito a nuevo.
 Y donde hay que aprovechar la ocasión. Encontraron una caja llena de pulseritas de plata y fantasía en una de las oficinas de la trama.
 Si caías bien, Gürtel te regalaba una corbata de Loewe o un bolso de Louis Vuitton.
 En cambio, los gastos de las tarjetas black eran menos obvios y hasta deslizaban cierto morbo. Los implicados en ese caso intentaron colar como gastos de representación compras de lencería en La Perla.
 Es delicado pero, ¿era para sus mujeres o para ellos?
Otro gasto de las black eran los viajes exóticos.
 Egipto, Punta Cana, porque siempre se dijo que viajar era la mejor manera de adquirir conocimientos y de estrenar lencería nueva.
 Lo que no hay, ni se necesita, es arrepentimiento y eso marca la diferencia con Gürtel, donde se trasiega con él sin contemplaciones.
Conozco a una mujer que no se arrepiente de nada, es Alicia Machado, miss Universo 1996, a quien Hillary Clinton mencionó en el primer debate con Donald Trump como víctima de los malos tratos del candidato republicano. 
Trump se defendió publicando una retahíla de mensajes en su cuenta de Twitter denostando a Machado, sugiriendo la existencia de un vídeo de contenido sexual que no la dejaba a ella como ejemplo de nada. 
Entre el primer debate y el segundo, Alicia Machado se ha convertido en el símbolo de la mujer latina en Estados Unidos, que ha sufrido vejaciones por ser mujer y por ser latina. Alicia estuvo en España formando parte del reality La Granja, de Antena 3, en esos días que eran los del apogeo de Gürtel.
 Crónicas Marcianas cursó una invitación a Machado para que narrara su tórrido encuentro con un periodista deportivo durante el encierro en la granja. 
Ese es el vídeo que quiere Donald Trump.
Alicia no veía tan claro acudir a nuestro programa. Extraoficialmente, Crónicas me envió para que la convenciera. Fuimos a mi gimnasio de Barcelona, pero Alicia no estaba de acuerdo en seguir hablando de lo que había sucedido en el reality. Tenía que convencerla pero decidí entenderla.
 No se arrepentía, no sentía que había hecho algo malo pero sí se percataba de que podía volverse en su contra.
Subidos a unas escaladoras me explicó cómo desde sus tiempos de miss Universo las ponía en la inclinación más alta, “para correr casi en vertical al suelo.
 Es la única forma de comer arroz con leche sin arrepentirme”, me confesó. Y entendí su vida. Nos despedimos sin desvelarle mi verdadera intención.
 Y eso nos hizo amigos hasta hoy. La noche antes del segundo debate me dijo: “Tengo 20 años intentando que la gente crea en mi historia, Boris.
 No me arrepiento de nada porque de allí viene mi fuerza. 
No puedo permitir que un hombre que me ha hecho tanto daño se salga con la suya”.

450 personas buscan a Manuela Chavero, desaparecida hace más de 100 días

450 personas participan en una gran batida en Monesterio, con ayuda de familias de otros desparecidos.

Dos imágenes de Manuela Chavero. VÍDEO: ATLAS

Unas 450 personas participan hoy en una gran batida en el entorno de Monesterio, en Badajoz, para intentar encontrar algún rastro de Manuela Chavero, de 42 años y madre de dos hijos, de la que no se tiene ni rastro desde la noche del pasado 4 de julio. En el rastreo participarán efectivos de Guardia Civil, Policía, Protección Civil, voluntarios y familiares de otras personas desaparecidas de las que no se sabe nada.

El dispositivo, que coordina el policía local de El Espinar José Ángel Sánchez, está formado por una treintena de grupos, según datos aportados esta mañana por los coordinadores, que se han marcado el objetivo de rastrear 42 kilómetros cuadrados. 
 Miembros de Cruz Roja, la asociación DYA y Protección Civil, una unidad cinológica voluntaria del Cuerpo Nacional de Policía, otras subacuáticas de la Asociación de Bomberos de Badajoz y voluntarios del Ejército del Aire se han sumado a esta batida.
También están presentes los padres de Paco Molina, Isidro y Rosa, que viajaran desde Córdoba, la ciudad donde desapareció su hijo hace ya 15 meses; Carmen, hermana de Juan Antonio Gómez Alarcón, desaparecido en Mijas (Málaga) el 20 de junio de 2010; y Antonio, hermano de Angelines Zurera, desaparecida en Aguilar de la Frontera (Córdoba) el 2 de marzo de 2008.
Emilia Chavero, la hermana de la mujer desaparecida, ha afirmado hoy que espera que se encuentre "algo bueno" en la batida que desde primeras horas de esta mañana se lleva a cabo en el entorno de este municipio. 
"No quiero nada malo", ha agregado. "La echo mucho de menos. Tiene que aparecer, tiene sus hijos y su familia", ha manifestado, emocionada y con la voz entrecortada, a los medios de comunicación, minutos antes de que se iniciara
Manuela Chavero, que estaba en trámites de separación, estuvo en la noche del 4 de julio con una amiga, la última persona que la vio, y después regresó a su casa, donde se perdió su rastro.
 Nada estaba forzado en la vivienda, situada a las afueras del pueblo.
 Sobre su cama hallaron los pantalones que llevaba puestos el día anterior; encontraron las luces del salón y de la cocina encendidas, al igual que la televisión; y su cartera y su teléfono móvil estaban allí, con un último contacto a las 1.55 del 5 de julio.
El caso fue asumido por la Policía Judicial de Badajoz, después de haber estado en manos de la Guardia Civil de Zafra, cuyo Juzgado de Primera Instancia e Instrucción Número 2 se hizo cargo de las diligencias previas y decretó el secreto de sumario.
Los hijos de Manoli, como era conocida, de 14 y 6 años, siguen con el padre en Las Pajanosas (Sevilla), donde estaban cuando desapareció su madre.