La actriz desvela que el verdadero reto durante el rodaje de 'La chica del tren' fue ocultar el embarazo a su director.
Conversar con Emily Blunt no es hablar con una estrella.
Es hablar con una madre. “Me he acostumbrado al zoo y no daría marcha atrás por nada del mundo”, asegura a EL PAÍS esta británica de aire apocado y fácil sonrisa.
El zoo al que se refiere incluye a sus dos hijas, Violeta, de poco más de tres meses, y Hazel, de dos años.
Su marido también es estelar: John Krasinski, con quien contrajo matrimonio en la residencia de George Clooney en el lago de Como (Italia).
Familia aparte, la actriz posee una carrera en la que no hay género que se le resista.
Hasta la fecha ha triunfado en todo.
Desde su debut estadounidense en una comedia como El diablo viste de Prada (2006) hasta su trabajo en el drama de acción Sicario (2015), Blunt ha cantado en Into the Woods (2015) y le ha hecho sombra a Tom Cruise en Al filo del mañana (2014). Sobre su último trabajo como una Rachel alcohólica y con problemas de memoria que interpreta en La chica del tren corren ya rumores de una posible nominación al Oscar.
Pero ella prefiere seguir hablando de su familia. “El verdadero reto de esta película fue disimular que estaba embarazada”, sentencia.
La mente de Blunt durante el rodaje se preocupó de ocultarle al director su estado para poder realizar el papel que quería. “Supe que estaba embarazada una semana antes de que comenzáramos a rodar en octubre y no se lo dije hasta enero, cuando se empezó a notar. ¡Lo siento, Tate [Taylor]!”, se disculpa a posteriori.
Con su delgado físico, incluso ahora parece imposible pensar que dio a luz hace unos pocos meses.
Blunt, de 33 años, consiguió el papel protagonista de la película contra viento y marea, en medio de un mar de críticas entre los lectores de este best seller (15 millones de copias vendidas en todo el mundo) que la consideraban demasiado guapa para el trabajo. Ella supo qué decirles; a ellos, a la escritora Paula Hawkins y a su director.
“Es cierto que tengo la suerte de poder elegir lo que quiero interpretar”, reconoce, “pero también lo hice porque parece que solo aceptamos un cierto tipo de mujer como protagonista de nuestras películas.
En el cine las mujeres tienen que ser agradables, guapas o listas para protagonizar un filme con éxito.
Y a mí me interesan otras cosas. Como Rachel en La chica del tren”, resume. “Además, cada vez soy más puntillosa con lo que quiero porque con niños tan pequeños es difícil organizarse.
Eso lo sabe cualquier madre trabajadora”.
La nueva Mary Poppins
Ya se prepara para su próximo trabajo, algo tan diferente como el papel de Mary Poppins en el remake del clásico de Walt Disney que dirige Rob Marshall.
Como dice, un soplo de aire fresco. “Yo cuento con mi propia Mary Poppins irlandesa, Tina, que me ayuda con mis hijos”, explica llevando una vez más la conversación a su familia.
Pero el rodaje de Mary Poppins Returns permitirá que Blunt regrese a su Londres natal.
Afincada desde hace unos años en la Gran Manzana, echaba de menos los pubs y fish & chips británicos.
Pero lo que más añora es a su familia. “Cuando nos juntamos se nos da bien jugar a adivinar películas.
Somos de lo más ruidosos”, dice.
Su padre es el abogado Oliver Blunt; su madre, Joana, una maestra y exctriz, y tiene una hermana, Felicity, que trabaja como agente literario y con la que hizo de casamentera presentándole al también actor Stanley Tucci, ahora su cuñado.
Con su hermano Sebastián también comparte profesión. Admiradora como muchos otros de Julie Andrews, actriz que inmortalizó el personaje de P.L.Travers, Blunt recibió la noticia de que sería la nueva niñera mágica con una mezcla de “alegría y horror”
Pero alguien que se metió a actriz como forma de superar su tartamudeo no se arredra ante tener que decir supercalifragilisticoespialidoso.“Solo tendré que encontrar mi propia voz”.