Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

15 oct 2016

“Mi mirada imprime carácter especial a mis personajes”..................................................... Jacinto Antón

El mítico actor neoyorquino recibe el Gran Premio Honorífico del festival de Sitges.


Christopher Walken
Imposible no pensar, viéndolo sentado delante, con esa legendaria mirada intensa y a la vez perdida en sus ojos de un azul desvaído y pupilas minúsculas —pero que parecen descargar electricidad—, en las dos secuencias de clímax de El cazador, la película de 1978 de Michael Cimino por la que ganó el Oscar al mejor actor secundario. Christopher Walken (Queens, Nueva York, 1943) se lleva la mano a la sien pero —afortunadamente— no hay un revólver en ella como el que sostenía en el papel de Nick Chevotarevich durante el juego letal de la ruleta rusa en Vietnam con Robert de Niro. 
Vestido completamente de negro (hasta los calcetines), extremadamente pálido, con ese peinado característico al estilo Drácula de Coppola, Walken se muestra paciente, amable en Sitges, donde recibirá el Gran Premio Honorífico, y hasta simpático. 
Aunque de esa afabilidad y calma pueden brotar los cinco tiros que le endosa su personaje del mafioso Vincenzo Cocotti a Dennis Hopper en Amor a quemarropa o la insondable melancolía que dispara la bala con que se mata Nick en el irremediable desenlace de El cazador.
Pregunta. ¿Cómo se interpretan momentos de tanta intensidad como los de El cazador?
Respuesta. Hace tanto tiempo. Recuerdo el rodaje en escenarios reales. 
A medianoche. Con muchísimo calor. La atmósfera ayudaba mucho. En Bangkok, en la secuencia final, estábamos sentados y las ratas corrían entre nuestros pies. 
Durante tanto rato que ya ni les prestabas atención. Era una atmósfera surrealista, onírica.
P. ¿En qué piensa uno para conseguir un efecto en la pantalla como esa desolación y desesperanza absolutas de su personaje?
R. Bueno, en realidad el efecto más perturbador lo consiguen el director y el montador.
 El montador tiene un papel extraordinariamente importante en las películas que la gente no suele reconocer.

P. Mucha gente está de acuerdo en que su secuencia siciliana con Dennis Hopper en Amor a quemarropa, de Tony Scott, es de lo mejor de su carrera.
R. Sí, es muy buena.
 Una secuencia maravillosa. La hicimos en un día en una habitación pequeña. Frente a frente. Plano y contraplano. Fue muy fácil.
 Nos dimos cuenta de que era algo muy bueno. Luego nos fuimos a cenar para celebrarlo.
P. Es Tarantino antes de Tarantino.
R. Sí, él escribió el guion. Entonces no le conocí. Fue después, con Pulp Fiction.
P. ¿Improvisaron en esa secuencia en que Hopper le provocaba hasta casi hacer reír para que le matara rápido?
P. ¿Improvisaron en esa secuencia en que Hopper le provocaba hasta casi hacer reír para que le matara rápido?
R. En absoluto. Todo estaba escrito.
P. ¿Y en su aparición en Pulp Fiction como el capitán Koons, cuando le da al niño que luego será Bruce Willis el reloj de su padre muerto y le explica que lo ha conservado en cautividad de los norvietnamitas escondiéndolo en el culo?
R. Tampoco.
 Siempre estaba todo escrito por Tarantino. Y por cierto, la hice sin el niño.
“Me fui con un circo a los 15 años como domador de leones. Era joven y alocado”
P. Borda usted los villanos y los sociópatas. ¿Tiene que ver con su aspecto?

R. Sí, creo que hay algo, la manera en que miro. Eso imprime carácter especial a mis personajes.
 Siempre es bueno impresionar, es lo que desea cualquier actor.
El actor mira aún más intensamente, directo a los ojos. Es como un bofetón sordo. 
Una experiencia física. Uno casi cree escuchar de fondo al guarda vietcong gritando. “¡Mau, mau! ¡Didi mau!”. Hay que ser Robert de Niro para aguantar esa mirada.
 Walken continúa: “Además soy muy pálido, nunca tomo el sol, no me gusta. Seguramente hay algo de Drácula en mí”. Sonríe.
P. Pero a la vez muestra un lado de una gran fragilidad.
R. Sí, precisamente: Drácula es muy frágil.

P. ¿Le hubiera gustado hacer el Drácula de Coppola?
R. Mucho, pero nadie lo podía haber hecho mejor de lo que lo hizo Gary Oldman. Un Drácula extraordinario.
P. ¿Cuál considera su mejor trabajo?
R. No sabría decirle, he hecho tantas películas, y muchas, ¿sabe?, ni se han visto. A veces las pillo en la tele. Verlas me ayuda a mejorar. La gente no sabe cuántas películas se quedan sin estrenar.



P. Cuentan que es usted hombre de muchas fobias.
R. No, no creo. Tengo miedo a riesgos físicos. No me gusta conducir rápido. En los rodajes cuando había que montar un caballo me preparaban uno que no se movía en realidad.
P. Ah, pero fue domador de leones.
“No se debe confundir al actor con sus papeles. Mi vida es muy distinta”
R. Es cierto. Me fui con un circo a los 15 años. Era joven y alocado. Y el león era un pobre animal.
P. Tiene fama de gran bailarín desde los inicios de su carrera.
R. Ya no. Los bailarines de verdad, ¿sabe?, solo bailan por dinero. Nunca verá un bailarín bailar en una fiesta.
P. Pese a todos sus atormentados personajes, diría que es usted feliz.
R. No se debe confundir al actor con los papeles que interpreta. Mi vida es muy distinta, afortunadamente.

Pérez-Reverte: “Los imbéciles reivindican la cobardía. El valor está hasta mal visto”........................... Juan Carlos Galindo

El creador de Alatriste y el argentino Jorge Fernández Díaz conversan en Getafe Negro sobre la miseria política, la literatura y la amistad.

De izquierda a derecha, Juan Cruz, Jorge Fernández Díaz y Arturo Pérez- Reverte
Se conocen desde hace tanto que hay quien dice que son hermanos. Se hicieron amigos hace un cuarto de siglo porque habían leído los mismos libros, las novelas de aventuras, las de espías, los géneros menores para algunos, y tenían una visión épica de la vida. Hermanos de letras y de sangre.
 Eso son Arturo Pérez- Reverte (Cartagena, 1951) y Jorge Fernández Díaz (Buenos Aires, 1960).
 Escritores y académicos. Español y argentino, con una patria, ese territorio en el que hay un parentesco común, los libros.
 Así se presentan el uno al otro en el acto central de la segunda jornada de Getafe Negro a la primera pregunta de Juan Cruz.
De izquierda a derecha, Juan Cruz, Jorge Fernández Díaz y Arturo Pérez- Reverte

“La novela policial sigue estigmatizada por algunos críticos como literatura de segunda, pero El largo adiós es mejor que cualquier novela que haya escritor Hemingway en toda su vida”, ataca Fernández Díaz, autor de Mamá (RBA), como señala Cruz, pero sobre todo de una magistral inmersión en el género negro con El puñal (Destino). “La gente se cree que los escritores cuando nos juntamos hablamos de literatura, de Dostoyevski, pero no, hablamos de miradas, porque eso es un escritor”, asegura Pérez- Reverte.
 También hay silencios, copas, tiempo viendo pasar a la gente, amistad.
La mujer es más mala cuando hay que serlo, más cruel. Porque ha estado muy cerca de la vida
Arturo Pérez- Reverte
Toca hablar de Remil, ese “hijo de puta adorable”, según Reverte, ese “señor que si te encuentras te cruzas de acera” según Cruz, ese detective inmenso, honesto, violento que recorre El puñal y sufre y se ensucia y ama. 
“Le Carré barrió a Fleming como Chandler a Christie o Borges a Sábato”, explica con calma Fernández Díaz cuando habla de la construcción de su personaje.
 “Yo quise hacer una novela de aventuras de hoy. 
Tengo la teoría de que en la actualidad gran parte de la novela policíaca es una reencarnación de la novela de aventuras”, sentencia con su voz potente y didáctica, con su discurso empapado de saber.
 “La política se ha convertido en una mafia y en una guerra fría.
 El problema para crear el detective argentino es el siguiente: no es creíble un policía profesional que pueda contar de manera directa una historia biempensante, un crimen normal”, añade. 
Hay otro problema brutal en Argentina, casi desconocido pero no por ello menos sangrante: es el tercer exportador mundial de cocaína, según subraya el autor argentino, que, premonitorio, retrata en su novela la mafia desarrollada en el seno del kirchnerismo.
Como en una balacera de esas que le gustan a Pérez- Reverte, los proyectiles van y vienen. 
Aquí no hay lugar para la corrección política: “El valor está hasta mal visto. 
El otro día oí a un imbécil en la radio decir que había que reivindicar la cobardía. Jorge y yo no somos de esos.
 Creemos en el valor.
 Quedan muy pocas palabras que no se pueden comprar: dignidad, valor, lealtad.
 Jorge rinde culto al valor de hombres y mujeres, para que la alcaldesa se quede a gusto, Getafe y Getafa, Arturo y Artura”, asegura Reverte entrando de lleno pero como el que no quiere la cosa en la polémica abierta en la RAE acerca del uso del género entre los académicos.

Héroes infames

“Ahora hacer periodismo es tener un blog. Ahora es todo opinión”, cuenta el creador de Alatriste.
 Los lazos de Cristina Fernández de Kirchner con Irán, la sospechosa muerte del fiscal que lo investigó, son las materias para una excelente novela que dieron la razón a Fernández Díaz, que cuenta en El Puñal las mafias que crecen dentro del Estado, el poder policial, la omnívora presencia de los sindicatos y la riqueza de sus líderes.
“Remil y Falcón son héroes infames”, tercia Cruz para introducir a los héroes de las novelas de Fernández Díaz y la de Pérez- Reverte, que Alfaguara publica la semana que viene. 
“El héroe moderno ya está en Homero.
 Ya no hay inocentes, ni los niños pequeños.
 Ya nadie se traga a héroes de corazón puro”, interviene el autor de El club Dumas.
Gran parte de la novela policíaca de hoy es una reencarnación de la novela de aventuras
Jorge Fernández Díaz
“La mujer es más mala cuando hay que serlo, más cruel.
 Porque ha estado muy cerca de la vida, ha parido, ha sido durante siglos rehén del hombre, tiene más conciencia de la vida”, afirma Pérez Reverte con alguna pausa, esquivando jardines, entre sonrisas.
“Creía saber mucho de mi madre hasta que la entrevisté durante 50 horas. Lloramos, reímos…” cuenta a pecho descubierto Fernández Díaz sobre Mamá
 El amor, la traición, la desconfianza hacia los críticos, que no hacia las críticas, y de nuevo las mafias, la política siguen en una conversación que podría ser eterna.
 Como los libros, como la amistad.


 

14 oct 2016

Elliott Erwitt, humildad y emoción

Una retrospectiva recorre la vida y obra del legendario fotógrafo.


Los Ángeles, California, 1954

Moscú, Rusia, 1959


Reno, Nevada, 1960.


 Shreveport, Louisiana, 1962.
Nueva York, 1974

Nueva York, 1953 

Cosas




s t y l e 1 0 月 1 5 日 2 2 時 新 作 デ ビ ュ ー  ( 別 サ イ ト )
 












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アートを感じるワンピース。



10 月  14 日

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