El
académico replica a su colega Arturo Pérez-Reverte, al que reprocha que
use sexismos y desdoblamiento de género cuando pretende combatirlo.
Con un título de soterrada elegancia irónica, Los académicos y las académicas
(EL PAÍS, 12 de octubre), Jesús Ruiz Mantilla da cuenta del enésimo
episodio en “la más que civil batalla” (diría Juan de Mena) de quienes
rechazan por sexista el uso natural y espontáneo del castellano y se
empecinan en introducir especificaciones tan artificiales, tan
insensatas como “nosotros y nosotras”.
La
cosa arranca ahora de una pieza publicada en la prensa y en la Red, en
la que Arturo Pérez-Reverte embiste contra los miembros de la Academia
que se negaron a hacer suya la petición que unos supuestos profesores le
habían enderezado a él a título personal: se trataría de pedir amparo
(?) frente a la sugerencia surgida en la Junta de Andalucía de imponer
en las aulas los “todos y todas”, “los madrileños y las madrileñas” y
demás prevaricaciones por el estilo.
Aunque con obvia base lingüística, una cuestión política, en
la que la Real Academia Española (RAE) no tiene por qué entremeterse,
por más que nunca sobre recordar por quien sea cuál es la realidad del
idioma que la institución se limita a registrar en su Gramática. Ahora
bien, es el caso que el alatristemente célebre productor de best sellers
no deja de incurrir a su modo en “el ridículo desdoblamiento de género”
que con razón denuncia. Cito a la letra: “En la RAE —escribe— hay de
todo. Gente noble y valiente y gente que no lo es.
Académicos hombres y
mujeres de altísimo nivel, y también, como en todas partes, algún tonto
del ciruelo y alguna talibancita tonta de la pepitilla”. (Gloso en latín
el último sustantivo: pudienda muliebris.)
En ese contexto,
advertimos que el primer “gente” es un rodeo del mismo tipo que “la
ciudadanía” para evitar “los ciudadanos” y que en seguida viene el
palmario desdoblamiento “hombres y mujeres”.
Con todo, le sigue otro aun más pintoresca y penosamente
sexista. Podía haber hablado de académicos tontos y talibanes, pero le
parece preferible discriminar soezmente: “tonto del ciruelo” y
“talibancita tonta de la pepitilla”. Pero nótese que “alguno” tiene ahí
un valor genérico, inespecífico, funcionando de hecho como un ambiguo
plural: “alguno” no quita que haya más de uno, casi lo postula. A falta
de cualquier precisión de nombres, no sé cómo habrán recibido el
maltrato los miembros de la docta casa, y en especial todas las
dignísimas señoras académicas, de la veterana Margarita Salas a la novel
Clara Janés.
La conclusión, en palabras del propio Reverte: “Hay académicos que dan lustre a la RAE, y otros a los que la RAE da lustre”.