Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

15 ago 2016

Sigourney Weaver, la musa de hierro.................................................................Daniel Verdú

Con 30 años se enfrentó a ‘Alien’. Tres décadas más tarde, la actriz llega a San Sebastián para estrenar la última película de Juan Antonio Bayona.

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Sigourney Weaver en la sesión de fotos con El País Semanal. Lleva un top con flecos de Loewe, pantalón de Shon Mott y zapatos de Carmina Shoemaker. Daniel Riera
 
A LOS 11 AÑOS quiso ser otra persona.
 No estaba claro quién ni qué diferencias tendría respecto a la anterior, pero empezó por cambiar de nombre.
 Lo encontró en las páginas de El gran Gatsby, la novela de Francis Scott Fitz­gerald.
 No era nadie especial, solo un personaje secundario con un nombre largo, bonito y serpenteante.
 Además, empezaba por s, como Susan, con el que hasta entonces se había presentado al mundo. Todos sus profesores se negaron, pero no había vuelta atrás. “En parte decidí que fuera Sigourney para que dejasen de llamarme Suzy. Pero ahora todos me llaman Siggy. Supongo que quería ser otra persona, sentirme diferente. Pero, sabes, al final no puedes escapar a tu destino”
 
Estamos en Barcelona. Sigourney Weaver prueba una sopa de verduras, todavía demasiado caliente, mientras recuerda la historia de su nombre y reflexiona sobre las consecuencias de la recesión económica.
 Se acerca a la ventana y confiesa que le gusta esta ciudad y estaría encantada de mudarse una temporada.
 Si vivieran aquí, fantasea, quizá su marido podría ir a hacer surf a su adorado San Sebastián.
 Entonces coge de nuevo la cuchara y sopla con cuidado, como si pidiera un deseo
. Un monstruo viene a verme, la película de Juan Antonio Bayona, participará en el Festival de Cine de San Sebastián el próximo mes de septiembre y el certamen la reconocerá con el Premio Donostia a toda su trayectoria. 
Si hay olas, su marido quizá pueda hacer surf en un par de semanas.
Cuando pise la alfombra roja del Kursaal, Weaver estará a punto de cumplir 67 años.
 Se presentará con un papel en el que interpreta a la abuela de un chico en plena aceptación del cáncer que padece su madre mientras él trata de exorcizar cada noche sus miedos con la visita de un monstruo en forma de árbol (Liam Neeson).
 Una historia basada en el espléndido y homónimo libro de Patrick Ness, donde Bayona, después de El orfanato y Lo imposible, vuelve a desmenuzar las complejas relaciones entre madres e hijos. Pero sucede también que es el primer papel de Sigourney Weaver como abuela.
 De este modo, el cine se adelanta a su propia vida personal (su hija, de 25 años, todavía no ha sido madre) y ofrece una espontánea metáfora de una carrera cinematográfica que alcanza ahora la madurez, en una industria que no suele aceptarla bien en las mujeres, y que comenzó en la treintena a bordo de la nave espacial Nostromo, en la piel de la legendaria teniente Ellen Ripley en Alien, el octavo pasajero (1979). 
Aquella película configuró realmente el destino de una mujer que tenía planeado pasar su vida sobre las tablas y que no acababa de asimilar los resortes ni las virtudes del cine.
 “Yo era una actriz de teatro. Me dijeron que era una película de ciencia-ficción y no me sedujo demasiado. 
Me di cuenta de que aquello podía ser algo cuando vi todo el trabajo artístico y estético que habían hecho”. 
El mundo que la convenció fue la icónica obra del artista suizo H. R. Giger, encargado del diseño del primer monstruo al que se enfrentaría en su carrera y de los escenarios en los que viviría durante semanas en Inglaterra. 
Fue una prueba de fuego, recuerda mientras estira su largo brazo para recuperar la sopa ya tibia.
 Era su primera película –en realidad había tenido unos segundos en Annie Hall (1977) dos años antes– y ni siquiera podía dejar de mirar el objetivo cuando la enfocaban.
 “La primera semana no paraban de decirme: ‘¡No mires a cámara!’. Y yo les contestaba: ‘Es que me la ponéis delante todo el tiempo”. 
El reto consistió en darle la vuelta y afrontar la película como si fuera su propia versión de Enrique V. 
“Tiene que ver con eso de Shakespeare de que una mujer se ponga en la piel de un hombre. 
Pero me temo que en el guion no lo hicieron por razones feministas, sino porque pensaron que nadie creería que la mujer iba a ser la superviviente”. 
La cinta de ciencia-ficción de Ridley Scott dio a luz a la primera heroína moderna del cine de acción. 
Una personalidad inédita hasta entonces en Hollywood, y que fue evolucionando con los años sobre papeles de mujeres duras, inteligentes y capaces de cuidar de sí mismas.
 La zoóloga Dian Fossey en Gorilas en la niebla (1988), la ejecutiva de Armas de mujer, la diplomática de El año que vivimos peligrosamente (1982) o, incluso, la joven violonchelista Dana Barrett, que era capaz de levitar dos metros por encima de su cama mientras era abducida por el mundo paranormal de Cazafantasmas (1984).
 La mayoría de ellas, en el fondo, sufrían también por sus roces con un mundo rígido e impermeable a las diferencias que exhibían. Aunque siempre lo hicieran a escondidas. 
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  fotograma de su película 'Un diablo viene a verme'. 
 
Después de Alien ella también quedó sumida en una crisis artística y personal de dos años. “La fama es algo extraño.
 Me producía rechazo estar en las portadas de revistas, no quería renunciar a mi privacidad.
 Así que intenté evitar un poco toda aquella historia durante años, hasta que entendí que era parte del trato.
 Yo era muy tímida, y eso fue un shock para mí.
 Me metí debajo de la tierra durante dos años. Rechacé un montón de papeles, hice teatro y poco más.
 No sé por qué, pero pensaba que Alien no era un trabajo de verdad. No quería abandonar mi vida humilde en Nueva York, deseaba ser una persona normal que pudiera viajar en autobús. 
Pero si pudiera darle un consejo a aquella joven, le diría que no se lo tomase tan en serio, no importa, hay que hacer de todo, estar en distintos tipos de papeles”.
 
 Es inteligente, culta, irónica y posee una capacidad de afrontar los argumentos de forma completamente abierta ante el discurso de su interlocutor.
 Es difícil encontrar algún rastro del superego de estrella y, sin pretenderlo, logra que te marches a casa pensando que se ha quedado preocupada por alguna cuestión intrínseca de tu vida. 
No rehúye la conversación política y, como muchas de sus compañeras de profesión, deja al descubierto sus inclinaciones y su cercanía con las ideas progresistas.
 Ella asegura que apoyará a Hillary Clinton (a quien conoce personalmente y en la que muchos vieron una inspiración para su papel en la serie Political Animals). De Donald Trump asegura: “No me lo puedo imaginar como presidente, ni siquiera queriendo serlo realmente. Le está dando una gran ventaja a Hillary Clinton porque está difuminando el panorama republicano, no parece que haya un candidato fuerte excepto él
. Yo no creo que tenga ninguna posibilidad de salir elegido, la verdad. O créame, me mudaré a Barcelona”.

Los ladrones más famosos del Oeste.................................................................. Gregorio Belinchón

El guionista William Goldman reinventó el ‘western’ con la colaboración de Paul Newman y Robert Redford.


Robert Redford y Paul Newman, en 'Dos hombres y un destino'.
Al contrario que en Europa, defensora de la teoría del cineasta autor al cargo de la dirección y del guion, en Hollywood cada película suele ser el resultado de la labor de un equipo, de la confluencia de momentos brillantes surgidos de mentes experimentadas… siempre que un ejecutivo de un gran estudio no reviente el trabajo previo.
 Un productor reúne a las tropas: un guionista o equipo de escritores redacta un buen libreto o adapta una obra teatral de éxito; un director plasma, gracias a un reparto lúcido, los sentimientos del guion, apoyado por una serie de técnicos.
 Después, el montador pule y convierte en diamante la joya previa. 
Así al menos era en la época del reinado de las majors, y un heredero de esa escuela fue el guionista William Goldman y la película Dos hombres y un destino, la mejor prueba de su talento y de la importancia de un buen guion.


Los auténticos Sundance Kid (primero por la izquierda) y Butch Cassidy (primero por la derecha) y el resto de la banda.
Goldman (Highland Park, Illinois, EE UU, 1931) es escritor de novelas, de divertidísimos libros (Las aventuras de un guionista en Hollywood y Nuevas aventuras de un guionista en Hollywood), donde plasma con brillantez anécdotas estupendas su devenir en la gran pantalla, de los libretos de títulos como Todos los hombres del presidente, Marathon man, La princesa prometida, Misery y Poder absoluto, y autor de una famosísima máxima sobre el mundo del cine: “Nadie sabe nada”.
 Pero a inicios de los años sesenta, Goldman era un desconocido. Había escrito una novela sin éxito, había leído algo sobre Butch Cassidy y Sundance Kid y la historia le impactó, porque la pareja de bandidos había forjado su leyenda dos veces, primero en Estados Unidos y, después, cuando las cosas se les pusieron mal, en América del Sur, donde comenzaron de cero.

“Investigué cuanto me fue posible, con la esperanza de lograr una historia que fuera coherente, y escribí la primera versión en 1966. Me llevó cuatro semanas”, comenta en Las aventuras de un guionista en Hollywood. 
 Ahí estaba la semilla de Dos hombres y un destino, Butch Cassidy and the Sundance Kid en su título original, un filme que recuperó el western para la gran pantalla en una época en que estaba casi desaparecido y que se redactó en las Navidades de 1965, en el tiempo  libre que le dejó a Goldman su labor como profesor de escritura creativa en Princeton.
De Butch Cassidy (su verdadero nombre era Robert Leroy Parker) se tiene bastante información: nacido en Utah, en 1866, se puso como mote Cassidy en homenaje a Mike Cassidy, un famoso ladrón de bancos. 
En 1890, lideraba el último gran grupo de forajidos del Oeste: la Banda del Agujero en la Pared(en la película, en su versión española, se les bautiza como la Banda del Desfiladero) o El grupo salvaje, la cuadrilla que cometió más crímenes y asesinatos.
 Sin embargo, Cassidy no era un pistolero. 
No mató a nadie hasta poco antes de morir, cuando trabajaba como guardia en América del Sur.
 Tampoco sabía pelear. Ni siquiera planeaba los golpes. Goldman lo cuenta: “Eran hombres arrogantes y brutales. 
Y allí, a la cabeza, estaba Cassidy. ¿Por qué? La respuesta es increíble pero cierta: le caía bien a la gente.
 A todo el mundo. A veces, cuando le seguían, llegaba a un rancho y decía: ‘Mire usted, soy Butch Cassidy y me vienen siguiendo.
 Les estaría muy agradecido si me escondiesen una temporadita’. Y lo hacían”.
Entre los bandidos estadounidenses, solo Butch y Jesse James conocieron la fama en vida, y Butch la exprimió.
 El bandido hizo su último trabajo en EE UU en otoño de 1901. Cuando le tocó demasiado las narices a los ferrocarriles de la Union Pacific, su propietario formó una banda de seis superpolicías.
 En cuanto Butch se enteró de la existencia de la patrulla, huyó junto a Sundance Kid (nombre real, Harry Alonzo Longabaugh) y la amante de este, Etta Place.
 De ellos no se sabe mucho: que Sundance era un extraordinario pistolero de El grupo salvaje, y que Etta era su pareja, probablemente una prostituta. 
Existen fotos del trío paseando por Nueva York en 1902 camino de su exilio: a Butch le encantaba retratarse.
 En los siguientes siete años —hasta que les mataron— en Sudamérica, Butch y Cassidy asaltaron bancos, robaron ganado, cuidaron un rancho, hicieron de guardias y, por segunda vez, se convirtieron en leyendas bajo el nombre de Bandidos yanquies.
 En 1905, ya existía una película de dos rollos de metraje, unos 40 minutos, sobre sus vidas.
 
El trío protagonista, en el rodaje en México.
El buen trabajo que Goldman había hecho en Harper, investigador privado sirvió para que Fox comprara, en puja con otros estudios, su libreto por unos estratosféricos 400.000 dólares en octubre de 1967. 
El estudio puso en el proyecto en marzo de 1968 como director a George Roy Hill. Él y Goldman pulieron el libreto.
 A inicios de 1967, antes de la compra de Fox, Goldman le había contado a Paul Newman la historia de los bandoleros. 
El actor se vio como Sundance, y cuando Fox entró en la producción se sumó al proyecto.
 Goldman había escrito el personaje de Butch pensando en Jack Lemmon, pero el estudio se negó. Steve McQueen, convencido por Newman, estuvo a punto de firmar, pero su legendaria inseguridad le llevó a renunciar y Hill propuso finalmente a Robert Redford.
“Había leído el guion y claro que me atraía, pero era joven, había mucha gente luchando por esos personajes y no pensé que me tocaría.
 En Fox no paraban de decirme que contaban con McQueen”, apunta Redford.
 Él dio la última vuelta de tuerca tras su fichaje: zurdo como Sundance, pidió intercambiar los roles.
 Y así, con Newman como Butch, el rodaje de Butch Cassidy and the Sundance Kid arrancó el 16 de septiembre de 1968 en Durango (Colorado), con Katharine Ross, la chica de El graduado, completando el triángulo.
En el estudio no dejaron margen para el error al programar 12 semanas de rodaje.
 Por miedo a las nevadas invernales, los productores decidieron que la filmación arrancara en el primer asalto al tren.
 Newman empezó a comportarse de forma extraña. No solo le ponían nervioso los caballos, sino que en su interpretación añadió unas exageradas notas de humor que sacaron de quicio a Hill.
 Era su miedo a no ser lo suficientemente cómico.
 Poco a poco, el director le recondujo. 
Según Redford, “George Roy Hill te daba el espacio para crear. Echaba del rodaje a todo el que no fuera imprescindible, era muy disciplinado en el trabajo y tenía todo preparado.
 Paul y yo desarrollamos una amistad que Hill supo trasladar a la pantalla.
 Llevó lo de fuera adentro y acertó”.
 Para Newman, “aquel rodaje fue un ejemplo perfecto de la creación de una película como experiencia comunitaria”. 
El horario de Newman refleja la energía de la estrella.
 Se levantaba a las cinco y media, dedicaba una hora a la sauna y a nadar, y a las siete aparecía listo en el plató.
 Por la noche, solía preparar ensaladas para el equipo artístico y una cafetera rellena de whisky y hielo.
 En México se filmaron las secuencias correspondientes a Bolivia. Casi todos, incluido Hill, acabaron enfermos con diarreas por culpa del agua. 
Newman, Katharine Ross y Redford se salvaron por su afición a la soda y al alcohol. 

Entre las visitas que pasearon por el plató, los protagonistas rememoran con cariño a Lulu Betanson, la hermana real de Butch Cassidy.
 Betanson vio la toma en que Butch le arrea una patada en los testículos a otro ladrón y aseguró que así era su hermano, que también tenía los ojos azules y una sonrisa hipnótica como la de Newman.
 La anciana volvió en diversas ocasiones al rodaje e incluso asistió al estreno en Durango, el 2 de septiembre de 1969.
 En la taquilla, Dos hombres y un destino superó los 100 millones de dólares.
 Como bromeó Newman tras esas ganancias: “Lástima que les matemos al final”. A Redford le cambió la vida: “¿Mis dos grandes trabajos? Dos hombres y un destino es el más divertido y en el que muestro mi parte más oscura
. El otro fue Todos los hombres del presidente, porque todo el mundo nos dijo que no podríamos hacerla y que a nadie le interesaba el caso Watergate”. 
En homenaje a este western, Redford bautizó a su festival de cine independiente en Park City (Utah) con el nombre de su personaje: Sundance.
   
Fotograma del tiroteo final.
 

El genio del guion

El escritor William Goldman.
Escritor, articulista, novelista y guionista, William Goldman es experto en diálogos ingeniosos y autor de dos grandes libros que explican cómo es Hollywood: Las aventuras de un guionista en Hollywood y Nuevas aventuras de un guionista en Hollywood.
 Su primer éxito le llegó con Harper, investigador privado (1965). Después volcó su talento “en una de las dos grandes historias" que encontró en su vida. Las aventuras de Butch Cassidy y Sundance Kid en os hombres y un destino, que le reportó su primer Oscar.
 En la década de los setenta enlazó un éxito tras otro: The Stepford wives, El carnaval de las águilas, Todos los hombres del presidente (su segundo Oscar), Marathon man, Un puente lejano y Magic.
De repente, en 1980, su teléfono dejó de sonar, y decidió pasarse a la novela.
 Cuando un lustro después volvió a coger una racha, lo primero que hizo fue adaptar una de sus propias novelas, la excepcional La princesa prometida
. A inicios de los noventa escribió Misery, Memorias de un hombre invisible, El año del cometa, Chaplin, Maverick y se convirtió en un famoso doctor de guiones, es decir, un escritor al que los estudios contratan para mejorar libretos que necesitan un retoque.
 En 1995, redactó la historia real de dos leones devoradores de hombres en África —la segunda gran historia que Goldman dice haber encontrado en su vida— para Los demonios de la noche, una película fallida
. Después llegaron Cámara de gas, Poder absoluto (“el encargo más difícil al que me he enfrentado”), Criaturas feroces, La hija del general, Corazón en Atlantis y Dreamcatcher y metió mano a los guiones de El último héroe de acción, Bajo sospecha o El indomable Will Hunting (nunca ha quedado claro cuánto de este libreto es suyo y cuánto de Ben Affleck y Matt Damon).



 

Muerte entre las flores de opio.................................................................. Elena G. Sevillano

España, segundo país productor de adormidera del mundo, registra el único fallecimiento ocurrido en un campo legal.

 Es un negocio rodeado de secretismo.

Campo de opio en Palencia. Luis Almodóvar
El forense que llevó el caso recuerda perfectamente la escena: un cuerpo tendido entre un mar de plantas coronadas por peculiares cápsulas verdes mecidas por el viento. 
“Un entorno bucólico” donde perdió la vida Pasquale, italiano de 32 años que, burlando la vigilancia de la Guardia Civil, se coló con otros dos amigos en la plantación de adormidera para intentar conseguir droga.
 El forense incluso fotografió las toscas pero eficaces herramientas que encontraron bajo su cuerpo.
 Con ellas había hecho los cortes a las cabezas de las plantas para extraer el látex, el jugo blanco y pegajoso del que se obtiene el opio.
Poca gente lo sabe, pero España es una potencia mundial en el cultivo de adormidera.
 Con 13.000 hectáreas plantadas en la campaña que termina este verano, solo la supera Australia.
 El negocio del opio legal, en aumento por la creciente necesidad global de los analgésicos que se fabrican con él, está rodeado de secretismo en su segundo productor mundial.
 Una sola empresa controla, con autorización gubernamental, desde la siembra hasta la cosecha y la exportación del producto. 
El sigilo es tal que se prohíbe divulgar la localización de las plantaciones, vigiladas por los cuerpos de seguridad.
 Si un agricultor quisiera plantar opio, necesitaría un permiso del Ministerio de Agricultura. 

La muerte de Pasquale tampoco trascendió.

 Ocurrió un 25 de junio de 2009 por la tarde. 
Según el relato policial, empezó a sufrir convulsiones y dejó de respirar. 
Sus dos compañeros salieron corriendo a la carretera y alertaron a un paseante, que avisó a una patrulla de la Guardia Civil. 
 Fue, según determinó el forense, una muerte accidental por ingesta de opio.
 El fallecido era politoxicómano y, según relataron sus amigos, padecía epilepsia. 
Un juzgado de Albacete abrió diligencias previas, investigó y lo archivó cuatro meses después.
 Nadie, salvo sus allegados, supo de una muerte una tarde de junio en un campo de opio.
Y nadie lo habría sabido de no ser por el interés divulgador de una forense toxicóloga, María Antonia Martínez, que jamás olvidó aquel caso que llegó a su despacho en el Instituto Toxicológico de Madrid en 2009.
 Siete años después, una revista científica, Forensic Science International, acaba de publicar un artículo sobre aquel fallecimiento. 
Porque se trata de algo insólito: la primera muerte registrada en el mundo ocurrida en un campo de opio legal.
 En Europa, España, Albacete. 
“El trabajo generó mucha expectación cuando lo presentamos en el último congreso de forenses en Florencia”, relata Martínez.
Mientras en Afganistán, Irán y otros países se cultiva de forma ilegal y se producen intoxicaciones, incluso muertes accidentales —es una de las causas de ingreso hospitalario de niños más común en Pakistán—, en Occidente los incidentes de envenenamiento por opio son escasos.
 El artículo científico recuerda que en los años ochenta varios jóvenes robaron cápsulas de adormidera en Dinamarca y se hicieron tés.
 Uno de ellos falleció. No hay muchos más precedentes.
En el caso de Albacete, Martínez y otras dos colaboradoras, Salomé Ballesteros y Elena Almarza, realizaron nuevas pruebas a las muestras que se conservan. “Se detectaron tebaína, morfina y codeína, que son constituyentes naturales del opio.
 Además se observó un consumo de otras drogas de abuso: cocaína, cannabis e incluso alcohol etílico”.
 La causa de la muerte: policonsumo con un rol preponderante de la morfina y la tebaína, “una sustancia muy tóxica, muy peligrosa”, explica.
No es habitual, pero sucede, sobre todo en el sur.
 Fuentes de la Guardia Civil relatan que cada cierto tiempo detectan personas que se introducen ilegalmente en estos campos para sajar el látex de las plantas de adormidera (Papaver somniferum). 
Suelen ser franceses o italianos que acampan cerca de los cultivos, o incluso dentro.
 En 2013 la Audiencia Provincial de Toledo condenó a casi dos años de prisión a dos italianos por extraer látex de las amapolas de opio plantadas en Polán.
 También a indemnizar a la empresa propietaria del cultivo con casi 12.000 euros por daños y perjuicios.
“Hoy día el proceso está mecanizado. 
Se cosecha la planta ya seca y luego se procesa para obtener los alcaloides con los que se fabrican medicamentos como la morfina y la codeína.
 El método empleado en el caso que estudiamos es el tradicional, el que se usa todavía en algunas partes del mundo: hacer incisiones para que brote el látex, que cuando se seca se oscurece y es lo que se llama opio”, explica Martínez.

Líder mundial

Mientras Australia (19.500 hectáreas esta campaña) produce en mayor cantidad la variedad rica en morfina, en España se cultiva sobre todo la rica en tebaína, un alcaloide a partir del cual se sintetizan varios fármacos analgésicos. 
El último informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), un organismo que vigila el cumplimiento de la Convención de Naciones Unidas sobre Estupefacientes de 1961, destaca la apuesta de España por este cultivo, que ha crecido un 62,5% en superficie plantada en solo un año.
España y el resto de países que han ratificado la convención están obligados a informar puntualmente de su producción de esta planta y de asegurarse de que no se “desvía”. 
En España todo lo controla Alcaliber, que, según su página web, es el mayor productor de morfina del mundo.
 La empresa obtuvo la autorización administrativa del Gobierno español en 1973. 
Desde su sede en la madrileña plaza de Colón sus responsables declinaron hablar para este reportaje.
 Alcaliber está integrada en el grupo Torreal, del inversor Juan Abelló, y está participada por la farmacéutica Sanofi Aventis. 
En 2014, según sus cuentas anuales, obtuvo un beneficio de siete millones de euros.
Al silencio de Alcaliber se suma el del Ministerio de Sanidad, que es quien autoriza a los agricultores a cultivar adormidera. 
En esta campaña son 536 (en la anterior, 313), y sus explotaciones se encuentran en Andalucía, Castilla-La Mancha, Castilla y León, La Rioja y País Vasco.
 . Esa es toda la información que se obtiene cuando se solicita a través del Portal de Transparencia.
 La localización exacta es secreta, y está sometida a la vigilancia de los cuerpos policiales, principalmente la Guardia Civil, que también controla “asentamientos de riesgo (colectivos marginales de consumidores)” y escolta y protege los transportes de la cosecha y de la materia prima ya transformada.
 Incluso se vigilan unos misteriosos “depósitos acorazados oficiales” sobre los que el Gobierno evita dar más explicaciones.



 

El nuevo perfil del adicto a la heroína..................................................................... Barbara Ayuso

El consumo de esta sustancia repunta en España. Álvaro cuenta que se enganchó tras un "varapalo emocional".

Un agente muestra un paquete de heroína decomisada en una operación en Cataluña en 2014.

 

Hace tres años que el jaco se quedó con el sitio que ocupaban los motivos.
 "¿Quién necesita razones cuando tienes heroína?" se pregunta Álvaro (nombre ficticio) parafraseando a Mark Renton, protagonista de Trainspotting. 
Dice que la película, en muchos sentidos, condensa cómo se siente con esta adicción: "Cuando eres yonqui todos tus problemas se reducen a uno: saber si hay heroína o no
. Lo demás desaparece, y eso es formidable", asegura.
 Consume unos 20 euros diarios y no tiene problema en denominarse yonqui, aunque su historia nada tenga que ver con el retrato del término arraigado en el inconsciente colectivo.
 Álvaro no es el adicto marginal de los ochenta, estragado por las enfermedades y que utiliza jeringuilla.
 Es uno de los llamados "nuevos consumidores" que atestiguan que la heroína puede ser una droga del pasado, pero toma posiciones en el presente.
La sustancia experimenta un repunte en España, sin alcanzar las dimensiones de "epidemia" que sacude algunas ciudades de EEUU.
 Aquí el consumo se mantiene estable y desde Sanidad lo califican de "residual", pero los expertos coinciden en que son muchos los síntomas que alertan de un regreso silencioso de la heroína a nuestro país.
 Las incautaciones han aumentado en los últimos años y se han desmantelado laboratorios en varios puntos de la geografía española.

Un agente muestra un paquete de heroína decomisada en una operación en Cataluña en 2014.

"La verdad es que es algo que me imaginaba, porque hace no mucho he conseguido comprar caballo hasta en 12 casas distintas en el Puente de Vallecas", explica Álvaro.
 Ahora la consigue en el poblado de Valdemingómez, uno de los mayores centros de distribución de droga de Madrid, y confirma que la demanda ha aumentado. 
"La gitana que me lo vende dice que tienen tres proveedores de heroína para todo el poblado", cuenta. 
"Se lo compres a quien se lo compres, la calidad y el precio es igual: 5 euros la micra o 10 euros el gramo". 
Ha escuchado que existen otros puntos de venta más céntricos en Madrid (en Laguna o la Plaza de la Luna), pero desconfía de ellos.
Tiene 42 años, y su perfil encaja con la mayoría de aspectos del nuevo patrón de consumo de una vieja conocida. 
Posee todo lo que Trainspotting subestimaba en el monólogo inicial: la casa, el trabajo, la familia, el televisor grande. Y además, esnifa heroína.
 "Empecé por un varapalo emocional hace tres años.
 Yo soy de carácter ansioso y pesimista, y el speed o la cocaína lo que me provocaban era el efecto contrario que buscaba", explica. Se cansó del efecto recreativo de las demás drogas y de la factura del día siguiente: "Cuando bebía y esnifaba farlopa, muchas veces perdía los papeles.
 De repente probé esto y hostias, al día siguiente no tenía ningún problema de nada, no había metido la pata.
 Me ayudaba a estar de la forma que quería estar. Relajado", dice. La primera vez erró con la dosis y quedó al borde de la deshidratación.
 Hasta que alcanzó el equilibrio con las cantidades, se dormía frecuentemente y llegó a perder el gusto de algunos alimentos, pero pronto lo recuperó.
 La heroína esfumó los dolores musculares, y la consumía al terminar la jornada laboral.
 "Sin la droga, podía tocar la guitarra como mucho cuatro horas, el cuerpo no me daba para más. Con ella, puedo estar ocho", dice. Dejó el resto de sustancias. "Hasta los tercios se me calentaban". Todo parecía bajo control.

Adicción, uso y abuso

A los dos o tres meses, el fantasma despertó.
 "Empecé a notar una dependencia física y psicológica. Me cogí una semana de vacaciones para intentar dejarlo, porque ya no reservaba la heroína para el fin de semana.
 Había añadido un día más, un día más, y al final consumía todos los días", recuerda
. No lo consiguió y pasó su primer "mono". "No fue tan duro como en las películas, porque me imagino que en los ochenta los monos eran así por la pureza de la droga y por la jeringuilla", aduce. 
 Empezó a esnifar también en el trabajo y a aumentar los viajes a Valdemingómez. 
Aunque querría ir solo una vez al mes - "coincidiendo con el día que cobro"- acude dos, para minimizar el riesgo de ser parado por la policía.
 Utiliza las cundas que parten de la zona de Embajadores, donde sufre los episodios "más desagradables" de su adicción. 
Según explica, la mayor parte de los consumidores tienen una edad y un perfil similares al suyo.
Fracasado el primer intento, acudió a un Centro de Atención a Drogodependientes (CAD) de la Comunidad de Madrid, donde confirmaron lo que intuía: estaba utilizando la heroína como antidepresivo o ansiolítico.
 Algo que coincide con el patrón de consumo detectado en los últimos años, tanto en EEUU como en Europa.
 "Lo utilizo como motivación para hacer cosas, para activar las neuronas, para superar un mal trago o un problema", reflexiona. 
Sin embargo, su experiencia difiere en uno los lugares comunes de los nuevos consumidores: no utiliza el opiáceo para rebajar el efecto de otras drogas. 
"Hace doce años un colega mío palmó por eso. Se ponía hasta arriba de todo, y cuando llegaba a casa tomaba heroína para dormir. Un día su novia no consiguió despertarle. 
Su muerte se me quedó muy grabada", recuerda
Por eso intenta no mezclar sustancias, aunque confiesa que de vez en cuando coquetea con la cocaína. 
Y se mortifica por ello. Le recetaron metadona, pero tampoco funcionó.
 "La médica me ha sugerido tomar antidepresivos, pero el problema que tienen es que no me van a dar la misma satisfacción que la heroína. 
Y además, muchos añaden el problema de la anorgasmia", dice. Le preocupa que esta vía remedie la adicción, pero no la abstinencia. En el centro de ayuda descubrió algo más:
 "Los consumidores siempre establecemos jerarquías. Cuando solo bebía alcohol, los farloperos eran lo peor. Cuando coqueteé con el speed, para mí los heroinómanos eran un mundo aparte. Y de repente, en los centros nos ponen a todos juntos. 
Todos somos adictos, incluso los que tienen adicción al juego", explica.
 Cree que la distinción entre drogas blandas y duras es una patraña.
Mientras baraja sus opciones bajo supervisión médica, Álvaro convive con el estigma.
 Es consciente de la imagen que proyecta la heroína en la sociedad, y con qué se asocia , pero no quiere recibir discursos al respecto. Por eso elude el tema en su entorno, donde afirma ser "prácticamente el único" que la consume.
 Afronta las incursiones al poblado entre la vergüenza y el miedo. "Intento que nadie que me conozca me vea por la zona, no quiero que sepan a qué voy a allí", dice. 
Alguna vez ha tenido que disimular frente a conocidos. "He elegido esto sabiendo lo que provocó a muchos en el pasado, pero libremente. Y también autoengañado, pensando que soy diferente y especial, y voy a saber controlarlo.
 La típica gilipollez que pensamos todos. Pero no quiero compasión", subraya.
La semana pasada su médico le preguntó si se veía dejando por completo la heroína.
 "Yo tengo el deseo de todo yonqui, el sueño del deseo controlado, el consumo controlado", dice, y hace una larga pausa.
 "Querría superar el abuso y quedarme en el uso, pero como soy un poco bipolar sé que tendré que escoger entre una de las dos vías: o todo o nada", concluye.
 Aunque su experiencia sea diferente, comparte ambición con el yonqui del pasado: quiere quitarse. Espera que "este año o el que viene" sea el de la nada. 
Precisamente la fecha del estreno de la segunda parte de Trainspotting.