Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

7 ago 2016

Hebe, de la heroicidad al esperpento............................................................ Jorge Fernández Díaz

Durante la dictadura Hebe de Bonafini había sido nuestra heroína. Luego marchamos con ella en manifestaciones monumentales que pedían respuestas por los desaparecidos.

 

La presidenta de las Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini. EFE
Hebe entró en el camerino de Vargas Llosa y cerró la puerta.
 Era marzo de 2011, y en ese reducido espacio cruzado por espejos quedamos en una extraña intimidad los tres: la mítica titular de Madres de Plaza de Mayo, el flamante premio Nobel y el escritor argentino que lo iba a entrevistar en la apertura de la Feria del Libro de Buenos Aires.
Había sido una semana llena de tensiones: intelectuales orgánicos del Gobierno kirchnerista habían impugnado esa presentación de Mario a raíz de su reconocida ideología liberal, y se decía que grupos de choque irrumpirían en la Feria para impedir esa conversación literaria.
Durante la dictadura Hebe de Bonafini había sido nuestra heroína
. Luego marchamos con ella en manifestaciones monumentales que pedían respuestas por los desaparecidos. Ella era entonces una líder ecuménica, dolorida y valiente.
 Pero a medida que la democracia se afianzó, fue abrazando posiciones más y más intolerantes
. Su objetivo ya no eran solo los jerarcas militares que cometieron aquellas atrocidades, sino cualquier actor de las democracias de Occidente.
Se regocijó con los atentados a las Torres Gemelas y elogió a la ETA, siempre amparada en una coraza invisible: la inmunidad que proporciona el carácter de víctima famosa.
Néstor Kirchner la conquistó con el impulso que le imprimió al tema de los derechos humanos: cientos de militares que todavía seguían libres fueron juzgados.
 Néstor jamás se había interesado antes por el asunto, les decía incluso a sus íntimos una frase cínica y antológica (“la izquierda te da fueros”), pero con esa medida entró con toda justicia en la Historia y se ganó a gran parte de la progresía.
Hebe se volvió incondicional; las Abuelas de Plaza de Mayo también.
 Y el entusiasmo le permitió a Néstor usar a esos organismos como escudos humanos para políticas rapaces y autoritarias.
 A veces el amor enceguece, y Hebe se encegueció.
 Los Kirchner le permitieron meterse en negocios con el Estado para la construcción de viviendas: la iniciativa terminó en un escándalo, con fuertes sospechas de corrupción.
 Esa causa flagrante derivó en la Justicia, pero los Kirchner hicieron de todo para apagarla.
 A pesar de tanto, yo no sabía cuánta autonomía real tenía Hebe, que siempre se había manejado a su antojo, patrona de sí misma.
 En el camerino de Vargas Llosa, Hebe explicó la verdad: Cristina Kirchner le había ordenado que no irrumpiera y que permitiera finalmente el acto de la Feria.
 En ese momento la vi muy mayor, y un rayo de certeza me atravesó el alma: Hebe ya no era libre, tenía una jefa política a la que respondía, y Madres de Plaza Mayo ya no era un organismo humanitario sino un apéndice del partido de Perón.
 Vargas Llosa y yo pudimos tener nuestro diálogo público sin que mediaran gritos ni empujones, pero yo me fui a casa con un sabor amargo.
 A partir de entonces vigilé las apariciones de Hebe, que fue utilizada como ariete por la presidenta: decía las barbaridades que Cristina no se atrevía a verbalizar.
 Cuando Mauricio Macri ganó las elecciones, levantó el cepo judicial que había sobre los jueces; les prometió públicamente que a partir de ese momento no habría instrucciones desde el Poder Ejecutivo y que eran libres de ejercer su oficio.
 Cientos de expedientes sobre corrupción despertaron de su siesta y los exfuncionarios kirchneristas fueron imputados unos tras otros.
 Fajos de dólares, lavado de dinero a mansalva, meganegociados, mansiones obscenas y bóvedas ocultas salieron a la luz, impactaron a la sociedad y dieron la razón a las investigaciones periodísticas de todos esos años
. Los periodistas habían sido desacreditados por el poder, y muchos jueces “incentivados” o amedrentados habían aletargado sus pesquisas.
 Para defender lo indefendible, el kirchnerismo tuvo entonces la estrategia de afirmar que Macri manejaba a los jueces y que Cristina, comprometida en varias causas concéntricas, era una perseguida ideológica
. Hebe fue de nuevo su más virulenta portavoz. Dijo que Macri era Mussolini, aunque pocos días después se corrigió: era Hitler.
 Así como Cristina nunca trepidó en hundir a Madres en el desprestigio, tampoco tuvo el buen tino de llamar a esta mujer de 87 años y pedirle que se presentara ante el juez que la investiga.
 Pudo haberlo hecho en un acto de piedad, para no exponerla, pero prefirió que la crisis escalara y que Hebe corriera el riesgo de ir presa, o incluso de que los policías que intentaban cumplir la orden judicial tuvieran una refriega con los militantes.
 La idea era que los periódicos del mundo, que no suelen conocer todos estos matices, titularan: “Feroz represión contra la Gandhi de los derechos humanos, quien denunció una persecución mussoliniana de Macri”.
A los kirchneristas sólo los persigue la Justicia, y no por leer a Mao, sino por violar reiteradamente el Código Penal.

Veo en televisión el psicodrama de Hebe, y sigo sintiendo aquel sabor amargo.
 Empezó luchando contra la impunidad, y terminó creyendo que tenía impunidad para ponerse por encima de la Justicia.
Ese largo y lacerante periplo desde la heroicidad hasta el esperpento es la obra maestra de Cristina Kirchner. La izquierda da fueros.
 Y ella los necesita con desesperación.
*Jorge Fernández Díaz es periodista y escritor argentino

 

Elena Poniatowska................................................Querida mamá

Siempre será una “niña enamorada de su madre”.
 Todavía hoy, a sus 84 años, la mexicana, premio Cervantes 2013, extraña el perfume que anticipaba su beso de las buenas noches.

Escribo con un nudo en la garganta. Lo mismo haría si el español fuera mi idioma materno.
 No es para tanto –me digo–, pero sigo escribiendo con un temblor cardiaco. 
Desde niña, a los seis o siete años copiaba las letras del alfabeto temblando de miedo.
 Manchar el cuaderno con una gota del tintero encajado en el pupitre escolar era una deshonra.
 Las letras salían picudas y tembeleques. Pero quien más me hacía temblar eras tú cuando aparecías a las ocho a darnos el beso de las buenas noches.
Te precedía tu perfume, luego el sonido de tu vestido barriendo el piso. 
Cuando te inclinabas sobre la cama se me venían encima tus pechos blancos como la leche, tu pelo castaño como el Bois de Boulogne, tus labios muy llenos, tus ojos de azúcar quemada.
 “¡Que duerman con los angelitos, niñas!”, reías. Un minuto después habías desaparecido.

En París, entre los treinta y cuarenta, los franceses giraban en una ronda de cenas, desfiles de alta costura, recepciones, conciertos, encuentros en cafés en la acera, ajenjos verdes como los de Van Gogh. 
 Nunca dejaron de bailar sobre el volcán hasta que estalló la guerra. 
 Mamá, escribiste: “Después de haber dejado sola a Polonia, las dos grandes potencias Francia e Inglaterra por fin le declararon la guerra a Alemania, el 3 de septiembre de 1939.
 Más tarde supe que el embajador Julio Lukasievicz en una entrevista tormentosa con Daladier le comunicó que le quedaban dos horas para salvar el honor de Francia”. Vestida de Schiaparelli, aparecías en el Vogue.
 Tú y yo girábamos aturdidas en otra ronda, la de una niña enamorada de su madre.
 Como a ti te querían tantos, te parecía normal que yo te quisiera más, por eso, a veces ni me veías como no se ve a lo que siempre está ahí.
Durante la guerra, Paula Amor de Poniatowski condujo una ambulancia.
 Se enroló en la Section Sanitaire Automobile Féminine SSA que pertenecía a la Cruz Roja y presentó tres exámenes: el de mecánica, el de auxiliar médico y el de topografía y orientación. 
Manejó una camioneta Matford que servía también para transportar heridos.
 Salía al alba y en su primer viaje recorrió 1.350 kilómetros para llevar alimentos a Alsacia
. En la noche tenía que conducir con los faros apagados y recuerda haber llevado a una mujer que le dijo que no se iba sin su máquina de coser y su olla llena de sopa de lentejas.
 En Cayeux, subieron a su camioneta unos 10 ancianos tan malhumorientos y quejumbrosos que no le inspiraron simpatía, solo temían que los alcanzaran “les boches”. 
En cambio, un burrito abandonado a medio campo bajo las bombas le dio tanta compasión que lo subió a la camioneta y lo dejó en casa de un campesino.
La guerra de mi padre es otro cantar. 
Atravesó los Pirineos a pie y lo encarcelaron en Jaca. 
Los franquistas lo cacharon saludando: “¡Viva salaud!” en vez de “¡Viva Franco!” y lo obligaron a limpiar letrinas durante los tres meses de su prisión. 
“Tenía yo mierda hasta los codos”. Es un héroe, pero de él hablaré en otra ocasión, claro, si me lo permiten.

Nunca estuve segura del amor de nadie pero del suyo sí, el de mis padres. 
Ahora que ya no sé si mi pluma es una excusa o una soga al cuello, cómo quisiera escribir sin miedo.
 Todavía hoy, a los 84 años, extraño el perfume que precedía tu entrada y tu beso de las buenas noches y le pido al ángel de la guarda que te regrese. COLUMNISTAS-REDONDOS_ELENAPONIATOWSKA

Los artistas malos............................................................................................Rosa Montero

Se abrasan sin talento en la hoguera de la creatividad. Se emocionan igual que los buenos.
 Poseen la misma sensibilidad y están tan heridos por la belleza como el mejor.

COLUMNISTAS-REDONDOS_ROSAMONTEROEn unas semanas se estrenará la película Florence Foster Jenkins, que, pro­tagonizada por Meryl Streep, narra la vida de un curioso personaje que de pronto parece haberse puesto de moda.
 Florence Foster Jenkins (1868-1944) era esa estadounidense de buena familia que soñaba con ser soprano.
 Su padre se negó a pagarle los estudios de canto, pero Florence le heredó a los 41 años de edad y pudo costearse una vida musical de aficionada rica.
 Fundó el Club Verdi, una asociación de damas amantes de la ópera, y empezó a actuar en los salones de la alta sociedad.
 Fueron famosos sus recitales anuales en el Ritz-Carlton de Nueva York, a los que se acudía por rigurosa invitación. Florence vigilaba meticulosamente que todos los asistentes fueran rendidos admiradores de su arte.
Porque ella se consideraba una soprano magnífica.
 Y aquí viene el chasco, el agujero negro, la tragedia: en realidad cantaba espantosamente mal. 
Tan mal que sus desafinados gorgoritos parecían hechos a propósito. 
Poniendo su nombre en Google se pueden oír varias grabaciones.
 Las más espeluznantes son el aria de la Reina de la Noche de La flauta mágica, de Mozart, y la Canción de las campanillas de Lakmé, de Delibes. 
Se diría que se trata de una actriz cómica masacrando la música con exagerado fingimiento.
 Fascina de puro horrenda. No puedes dejar de escuchar una canción tras otra.

Puede que sus contemporáneos experimentaran esta misma fascinación perversa, porque, con malicia cruel, la invitaban a cantar en salones y cenas y se desternillaban de ella en su cara.
 Su propio pianista, McMoon, intercambiaba muecas burlonas con la audiencia a escondidas de Florence.
 Para colmo la dama vestía de forma digamos extravagante, con plumosas alas de ángel a la espalda, por ejemplo.
 Era una mujer con evidentes problemas psicológicos e incapaz de percibir la realidad; pero era también un ser inocente que ardía en la pasión por la música.
 Escuchando atentamente el aria de Lakmé me ha parecido percibir el temblor de su emoción entre los chirridos destemplados.  Quiero decir que los malos artistas se emocionan igual que los buenos.
 Que poseen la misma sensibilidad y están tan heridos por la belleza como el mejor.
 Siempre me ha conmovido la tragedia del artista malo.
 El que se abrasa en la hoguera de la creatividad pero no tiene talento. 
Hace años saqué un artículo sobre eso y debí de explicarme fatal, porque recibí algunas cartas indignadas de escritores que no habían conseguido ser publicados y que se sintieron aludidos.
 La cuestión es ¿quién decide que un artista es malo? El éxito es una convención social y la historia está llena de grandes genios que fueron ignorados por sus contemporáneos.
 Pero, claro, luego están casos como el de Florence, que parecen evidentes. Aunque nada es evidente en el mundo creativo. 
En su autobiografía Poesía y verdad, Goethe cuenta que, en su infancia, los niños celebraban reuniones a las que tenían que llevar versos escritos. 
A Goethe le parecía que sus poemas eran los mejores, “pero de pronto me di cuenta de que mis competidores, que generaban engendros muy sosos, no se estimaban peores que yo (…) 
Dado que podía ver claramente ante mí semejante error y desvarío, un día empezó a preocuparme si yo mismo no me hallaría también en el mismo caso; si aquellos poemas no serían realmente mejores que los míos y si no podía ser que yo les pareciera a aquellos muchachos, con razón, tan enajenado como ellos me parecían a mí”.
 La objetividad no existe y siempre hay lugar para la duda. Presionada jocosamente por sus conocidos, nuestra dama decidió por fin dar un recital con venta de entradas en el Carnegie Hall. Tenía 76 años.
 Las críticas fueron atroces.
 Un mes más tarde, Florence falleció de un infarto. 
Dice la leyenda que las sangrientas chanzas le rompieron el corazón, pero yo no estoy tan segura.
 Los medios siempre publicaron cosas tremendas de ella y Florence había seguido inasequible al desaliento: “La gente puede decir que no sé cantar, pero nadie podrá decir nunca que no canté”.
 Desde luego. Supo reconocer su deseo, lo persiguió en contra de todo el mundo y lo cumplió.
 Eso para mí es un gran talento.
 
 

El pecado de Mendel................................... J. M. Mulet . Ilustraciones de Señor Salme .

Sus leyes dieron origen a las bases de la herencia genética, pero desde hace tiempo existe suspicacia sobre la pureza de su método. Los números y porcentajes, sorprendentemente perfectos, invitan a pensar que a lo peor fue algo tramposo.
Mendel es uno de los nombres clásicos que aparecen en los libros de ciencias de bachillerato o incluso de primaria.
 A él le debemos las bases de la genética y sus tres leyes, que la mayoría de nosotros hemos tenido que estudiar en algún momento. Simplificando mucho y poniendo un símil humano, la primera ley viene a decir que si cruzas a una persona rubia con una morena, en la primera generación salen todos los hijos castaños.
 La segunda ley dice que si luego cruzas a dos castaños, el 25% de los hijos de esta generación saldrán rubios, el 50% castaños y el 25% morenos. 
La tercera es la ley de independencia de caracteres. Aquí necesitamos fijarnos en el tono de pelo y en otro rasgo como el color de ojos.
 La tercera ley establece que si papá es rubio con ojos azules y mamá es morena con ojos verdes, nada impide que el hijo sea rubio con ojos verdes, o moreno con ojos azules, o igual que papá o mamá. 
Es decir, cada carácter genético se hereda por su cuenta y no van los caracteres de papá por un lado y los de mamá por otro. ¿Cómo llegó Mendel a establecer estas leyes? 

Obviamente no lo hizo cruzando niños rubios y morenos (eso ya lo hizo Mengele años después), sino con paciencia y legumbres.

 En el jardín de la abadía de Brno, en la actual República Checa, tenía un pequeño invernadero y allí se dedicaba a hacer experimentos y cruces con diferentes variedades de guisantes o de judías. 
Utilizó distintos caracteres genéticos como el color de la flor, la forma de la vaina o la semilla y el pigmento de los cotiledones.
 Su obra fue dada a conocer en dos conferencias impartidas en la primavera de 1865 en la Sociedad de Historia Natural de Brno y en un artículo que recopila estas charlas, Versuche über Pflanzen-Hybriden (experimentos sobre híbridos de las plantas), que ha sido fundamental para entender el funcionamiento de la herencia en los seres vivos.
 Su pensamiento fue adelantado a su tiempo y, quizás, a sus limitaciones experimentales.
 Este artículo pasó bastante inadvertido en su momento, hasta que fue redescubierto a principios del siglo XX cuando otros científicos llegaron a conclusiones similares.
 No obstante, aunque nadie duda de la realidad de lo que descubrió, la metodología que utilizó sí que ha sido cuestionada.

2080PsicologiaH1
Ilustración de Señor Salme