Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

24 jul 2016

Manuela y un señor de Murcia.......................................................... Miguel Ángel Noceda

Trinitario Casanova, el empresario que ha adquirido el Edificio España de Madrid, tiene pendiente una cita con la alcaldesa Carmena, que no lo tiene contemplado en su agenda.

En Ninette y un señor de Murcia, Miguel Mihura presenta a un sencillo ciudadano de esta ciudad que se va a París en busca de experiencias y se enamora de una parisina, hija de emigrantes españoles dueños de la pensión en la que se hospeda, con la que se acaba casando y viviendo en la ciudad española. 
No parece ser ese el caso de Trinitario Casanova, otro señor de Murcia que de ingenuo parece tener poco
. Casanova acaba de irrumpir en todos los huecos informativos nacionales por la compra del edificio España en la capital a la firma china llamada Wanda, que había llegado con el mismo jaleo mediático y con muchas promesas y esperanzas (añadidas en este caso por su entrada en el capital del Atlético de Madrid).
No es la primera vez que esta persona de nombre pegadizo penetra en Madrid, pero ahora se lanza a por un edificio emblemático, cuyo futuro está muy controlado por el Ayuntamiento.
 Casanova lleva tiempo analizando su compra y negociando con el magnate chino Wang Jian Lin, propietario de Wanda; pero no se ha visto con la alcaldesa, Manuela Carmena, en cuya agenda tampoco contempla ninguna reunión en las próximas fechas. Ahora, tras el acuerdo, tiene pendiente solicitar una entrevista, según fuentes de su entorno.

De momento, el empresario, casi desconocido en la capital más allá de los círculos empresariales en los que siempre se ha movido, ha limitado las relaciones al concejal de Urbanismo, José Manuel Calvo, que ya le ha transmitido a Casanova cuáles son las líneas rojas que debe respetar en los sondeos que se supone ha realizado. Es decir, principalmente, respetar la fachada que perfila la plaza de España de la capital y que se ha convertido en un tema tabú.
 Su proyecto, según las fuentes, contempla la posibilidad de subarrendar los negocios hotelero y residencial a expertos en la materia
. Esa es la parte clave para los intereses de este empresario, que de momento ha depositado un millón de euros de los 272 millones comprometidos, siete más de lo que pagó Wanda en 2014 al Banco Santander.
Una operación tan importante para la fisonomía de Madrid no puede limitarse a un acuerdo privado.
 Por eso, los responsables municipales están al acecho.
 Este hombre que se mueve en avión privado se ha presentado en la capital con un rostro de hombre constructivo y emprendedor; pero en el seno del Consistorio no dejan de preocuparse por su pasado, relacionado con la cultura del pelotazo, que tanto se ha asimilado al sector inmobiliario, y que ha sobrevivido a la crisis con holgura. Pero no es santo de devoción dentro del sector, donde recuerdan que siempre ha estado rodeado de polémica, y eso trasciende en el Ayuntamiento.
Hace un mes fue condenado a un año de cárcel por haber difundido falsos rumores de una opa en el Banco Popular en 2008
Su entramado de empresas tenía como cabeza al Grupo Hispania, que vendió al empresario José Ramón Carabantes en 2008 por 650 millones.
 Precisamente, aquella operación incluía la participación del 3,5% del Banco Popular y, precisamente, hace un mes fue condenado a un año de cárcel por haber difundido falsos rumores de una opa en el Banco Popular para aumentar el precio de las acciones en 2008. El rumor provocó una fuerte volatilidad en los títulos del Popular y minusvalías para varios accionistas, que llevaron el tema a los tribunales. 
La condena del mes pasado le inhabilita, además, para intervenir en el mercado financiero "como actor, mediador o informador" durante un año. También pasó por los juzgados por el caso Zarrichera de presunta corrupción en la urbanización de unos terrenos protegidos en el municipio de Águilas (Murcia), en la que se proyectaron viviendas, hoteles de lujo y un campo de golf, que paró un juez.
 Casanova pagó en 2004 a través del Grupo Hispania 10 millones de euros, un dinero que en 12 meses multiplicó por 15 al vender el terreno en 150 millones.

Un hombre hecho a sí mismo con buenas relaciones

M. Á. N.
Trinitario Casanova es uno de esos hombres hechos a sí mismos sin ningún tipo de preparación académica y de los que cada vez quedan menos en el universo empresarial. 
Casanova nació en la tierra de Miguel Hernández, Orihuela, donde nació en 1964, pero se instaló en la vecina Murcia donde se licenció en el ladrillo y donde conectó pronto con los poderes regionales (en la foto con el entonces consejero de Obras Públicas de la Comunidad de Murcia, Joaquín Bascuñana, durante una corrida de toros en 2005). 
Después dio el salto a la esfera nacional a través de varias empresas (de hecho, aparece ligado a 55 sociedades en el registro mercantil) en las que diversificó en diferentes negocios: prensa, aviación, promoción de centro comerciales y de conciertos, explotaciones agrícolas… 
En ellos se desenvolvió con mayor o menor éxito hasta aterrizar en Madrid, donde adquirió terrenos en Valdebebas y en la Gran Vía madrileña con la compra de una sucursal a Bankia por 20 millones que luego vendió por 2,5 millones más.
Siempre más de lo mismo, un señor sin preparación académica a ser posible de origen humilde hacen un Imperio ecónómico salido de la nada y barajan cifras que no se ganan con un sueldazo, ni trabajando, algo así como otro "mauro" millonario a tope Amancio Prada. Si empiezan con una tiendita ¿Cómo acaban llenos de edificios emblemáticos?

 
Manuela Carmena. EFE

 

23 jul 2016

El éxito de la antipatía.................................................... Javier Marías

Hay millones de individuos que no profesan la menor simpatía a la simpatía, ni a los buenos sentimientos, ni a la tolerancia ni a la comprensión.

De vez en cuando ocurre.
 La mayoría de las personas con una dimensión pública, sobre todo políticos en campaña (pero no sólo), tratan de ser simpáticos y agradables por encima de todo
. Sonríen forzadamente, procuran tener buenas palabras para todo el mundo, incluidos sus contrincantes y aquellos a quienes detestan; estrechan manos, acarician a los desheredados y a los niños, se prestan a hacer el imbécil en televisión y no osan rechazar un solo gorro o sombrero ridículos que les tienda alguien para vejarlos; intentan parecer “normales” y “buena gente”, uno como los demás, y su idea de eso es jugar al futbolín, berrear en público con una guitarra, tomarse unas cervezas o bailotear. 
 Supongo que están en lo cierto, y que a las masas les caen bien esos gestos, o si no no serían una constante desde hace décadas, en casi todos los países conocidos. 
Y no veríamos a la pobre Michelle Obama cada dos por tres, canturreando un rap, haciendo flexiones o participando en una carrera de dueños de perros por los jardines de la Casa Blanca.
 Pero hay algo que no se compadece con estas manifestaciones de campechanía y “naturalidad”, que las más de las veces resultan todo menos naturales.
 (De hecho la simpatía verdadera no se suele percibir más que en alguna ocasión extraordinaria; en casi todos los personajes públicos se ve impostada, mero fingimiento, artificial.) 
Y la contradicción es esta: un número gigantesco de los tuits y mensajes que se lanzan a diario en las redes son todo lo contrario de esto.
 Comentarios bordes o insolentes, críticas despiadadas a lo que se tercie, denuestos e insultos sin cuento, maldiciones, deseos de que se muera este o aquel, linchamientos verbales de cualquiera –famoso o no– que haya dicho o hecho algo susceptible de irritar a los vigilantes del ciberespacio o como se llame el peligroso limbo.

 

Pero hay algo que no se compadece con estas manifestaciones de campechanía y “naturalidad”, que las más de las veces resultan todo menos naturales. (De hecho la simpatía verdadera no se suele percibir más que en alguna ocasión extraordinaria; en casi todos los personajes públicos se ve impostada, mero fingimiento, artificial.) Y la contradicción es esta: un número gigantesco de los tuits y mensajes que se lanzan a diario en las redes son todo lo contrario de esto. Comentarios bordes o insolentes, críticas despiadadas a lo que se tercie, denuestos e insultos sin cuento, maldiciones, deseos de que se muera este o aquel, linchamientos verbales de cualquiera –famoso o no– que haya dicho o hecho algo susceptible de irritar a los vigilantes del ciberespacio o como se llame el peligroso limbo.
Millones de individuos no profesan la menor simpatía a la tolerancia y la comprensión
Eso indica que hay millones de individuos que no profesan la menor simpatía a la simpatía, ni a los buenos sentimientos, ni a la tolerancia ni a la comprensión. Millones con mala uva, iracundos, frustrados, resentidos, en perpetua guerra con el universo. 
Millones de indignados con causa o sin ella, de sujetos belicosos a los que todo parece abominable y fatal por sistema: lo mismo execrarán a una cantante que a un torero (a éstos sin cesar), a un futbolista que a un escritor, a una estudiante desconocida objeto de su furia que al Presidente de la nación, tanto da.
 Cierto que la inmensa mayoría de estos airados vocacionales sueltan sus venenos o burradas sin dar la cara, anónima o pseudónimanente, lo cual es de una gran comodidad. 
Su indudable existencia explica tal vez, sin embargo, el “incomprensible” éxito que de vez en cuando tiene la antipatía, cuando alguien se decide a encarnarla.
Puede que al final el fenómeno quede en anécdota, pero ya han transcurrido muchos meses desde que el multimillonario Donald Trump inició su carrera para ser elegido candidato republicano a la Presidencia de los Estados Unidos, precisamente el país más devoto de la simpatía pública, posiblemente el que la inventó y exigió.
 Si se mira a Trump con un mínimo de desapasionamiento, no hay por dónde cogerlo.
 Su aspecto es grotesco, con su pelo inverosímil y unos ojos que denotan todo menos inteligencia, ni siquiera capacidad de entender. Su sonrisa es inexistente, y si la ensaya le sale una mueca de mala leche caballar (ay, esos incisivos inferiores).
 . Sus maneras son displicentes sin más motivo que el de su dinero, pues no resulta ni distinguido ni culto ni “aristocrático”, sino hortera y tosco hasta asustar
. En el pasado hizo el oso en un programa televisivo en el que su papel principal consistía en escupirles a los concursantes, con desprecio y malos modos: “¡Estás despedido!”, para regocijo de la canalla que lo contemplaba.
 El resto ya lo saben: como precandidato, ha denigrado a los hispanos sin distinción; a los musulmanes les quiere prohibir la entrada en su país, hasta como turistas; se ha mofado de un veterano de Vietnam por haber caído prisionero del enemigo; ha llamado fea a una rival, ha ofendido a la policía británica y ha lanzado groserías a una entrevistadora en televisión, y no cabe duda de que seguirá.
 Lejos de desinflarse y perder popularidad, ésta le va en aumento. Las nominaciones no están tan lejos, y hoy nadie puede jurar que el candidato republicano no será Trump.
 Si así ocurriera, y aunque después fuera barrido por Hillary Clinton o quien sea, la advertencia y el síntoma son para tomárselos en serio. 
Hay épocas en las que se venera lo desagradable, lo antipático, lo faltón y lo farruco, la zafiedad y la brutalidad, el desdén, el desabrimiento, el trazo grueso y la arbitrariedad.
 En las que el razonamiento está mal visto, no digamos la complejidad, la sutileza y el matiz.
 Hemos tenido ya prueba de ello en los duraderos éxitos de Berlusconi y Chávez, y aun del imitamonas Maduro en menor grado.
 También en el de Putin, aunque éste sea más disimulado
La penúltima vez que alguien no disimuló en el mundo occidental, que se permitió no ser hipócrita y esparcir ponzoña y anatemas contra quienes quería exterminar, bueno, casi los exterminó.
 El exceso de empalago trae a veces estas reacciones ásperas, y entonces los furibundos –son millones y ahí están, no haciéndose ver pero sí oír, y a diario– aplauden con fervor y votan al que se atreve a prestarles su rostro y a representarlos. 
Al energúmeno que por fin da la estulta cara por ellos.

Mirando hacia atrás con Ira..............o no


























La convención............................................................................. Boris Izaguirre

El abrazo que protagonizaron esta semana Mariano Rajoy y Ana Pastor es una oda a la amistad, al amor como Dios manda y a sus hijos: el poder y el éxito.

Mariano Rajoy felicita a Ana Pastor en el Congreso.

 Puede que Mariano Rajoy se vuelva invisible en medio de la contienda política y que consiga alianzas sorprendentes con demostrada habilidad. 

 Pero, en lo que más me parezco a Mariano Rajoy es en que yo también soy de tener buenas amigas.

 Las venero, las coloco en un pedestal y me dedico a cultivar ese interés mutuo, igual que Mariano, como acaba de demostrar colocando a Ana Pastor al frente del Congreso.

 El abrazo que protagonizaron esta semana es una oda a la amistad, al amor como Dios manda y a sus hijos: el poder y el éxito.

 Se le ve casi más emocionado en ese abrazo que durante el beso a Viri, su esposa, en el balcón durante la noche electoral.

 Todo indica que Mariano ve House of Cards y que de ahí rescata ideas, como la de reunirse en secreto con los nacionalistas catalanes y dar así el sorpasso.

Cristiano ha aprovechado los momentos de soledad para tomar el sol en el yate. GIM
Rajoy y los nacionalistas son una pareja fuera de lo común, pero más cohesionada que la de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, que han veraneado en la misma isla, Ibiza, pero con yates muy distintos, tanto en diseño como en actitud y protocolos
. El yate de Messi es más familiar, un campamento con hijos, sobrinos, cuñadas y tías, barrigas cerveceras, ropa y toallas dejadas a secar en la popa o colgando en cualquier parte con un cierto aire de parrilla en permanente elaboración. 
En cambio, en el yate de Cristiano todo es cool, millennial y entre amigotes.
 Son hombres en diferentes estados de depilación y tonificación. Reaparece su amigo el boxeador marroquí y ese otro, menos conocido, pero al que le gusta presumir de panza y calva ofreciendo una especie de cable a tierra a la estratosférica atmósfera en la que gusta disfrutar el astro del balón.
En ese ambiente diferente, Cristiano ha recurrido a la alta tecnología usando un bañador confeccionado con un tejido que deja pasar los rayos solares permitiendo el bronceado integral. ¿Pueden imaginarlo? 
Debido a ese capricho se ha abierto el debate de si es erótico el bronceado total o es más sexy la marca blanca protectora.
 Mi amigo Miguel, que no toma el sol, se ha manifestado radicalmente promarca blanca de bañador, “nada como el bronceado de albañil”. 
Mientras que en centros de estética femeninos, alguna valiente ha manifestado que prefiere el bronceado integral.
 Pero todos estamos de acuerdo en que el futbolista está llevando el homoerotismo a otro nivel, a la cultura de masas.
Precisamente, en América y en la conquista por la Casa Blanca se ha producido una situación extrema: la esposa de Donald Trump, Melania, plagió parte del discurso de Michelle Obama en la convención demócrata de 2008 en su intervención en la reciente convención republicana.
 Melania debe de estar pasándolo mal, pero en la serie House of Cards siempre nos muestran cómo quedar en ridículo puede convertirse en un éxito si sabes levantarte, reírte un poquito del traspié y que un mal inicio no siempre significa que no vaya a haber mejor final.

Donald Trump y Melania en la convención republicana en Cleveland. AP
Antes de ese final, podríamos repasar las esposas de Trump. Empezando por Ivana, la primera, exesquiadora olímpica de la desaparecida Checoslovaquia.
 En los ochenta, Ivana y Donald eran la imagen del despiporre, el gasto exuberante, los trajes largos de lamé dorado y hojarasca de tela y alambres en un solo hombro.
 Los reyes de Mar-a-Lago, una suntuosa villa mezcla del Hotel de París de Montecarlo y una nave espacial complicada.
 Harto de sol y dólares, Donald se enamoró de su segunda esposa, Marla, también buena esquiadora, durante un viaje de esquí en Aspen.
 Ivana pidió el divorcio y mantuvo en vilo a millones de trabajadores que deseaban saber cuántos millones le arrebataría al millonario.
 El divorcio catapultó a Ivana a la portada de ¡Hello! y a un puesto entre los 10 divorcios más caros de la historia.

Ella regresó a Europa, se enamoró de un italiano más joven, ofreciendo quizás una imagen pelín caricaturizada de sí misma. Marla Maples también tuvo portadas y un delicioso reportaje en ¡Hola! con su hija Tiffany junto al magnate e inmensos platos de cereales transgénicos y cartones de leche sobre una mesa de mármol anaranjado. 
Un poquito después, también se divorció aportando sobre Donald la leyenda de mal carácter y de que quería más a sus edificios que a su familia. 
 Trump estuvo sin novia, pero se hizo propietario del concurso de belleza Miss Universo, hasta que sus inclinaciones centroeuropeas le llevaron hacia Eslovenia y hasta Melania.
Repasando la historia sentimental de Trump nos damos cuenta de que en una carrera presidencial también existen pequeños divorcios
. Como los de Mariano con Ana Mato y, más recientemente, con María Dolores de Cospedal. 
Melania y Donald dieron así el sorpasso y Ana y Mariano, unidos, pudieron ganar su convención.