Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

22 jul 2016

Solidaridad en vaqueros con los refugiados

A subasta los 'jean's de un centenar de famosos para recaudar fondos para los desplazados.

Son muchas las ocasiones en las que un famoso ha usado su imagen por una buena causa.
Ahora, un centenar de celebrities internacionales se han unido con el objetivo de recaudar fondos para los refugiados.
 El director Pedro Almodóvar, la modelo Kate Moss y la actriz Eva Longoria son solo algunos de los famosos que han donado uno de sus vaqueros favoritos para una subasta solidaria.
 La iniciativa Jeans for Refugees ha sido creada por el diseñador Johny Dar, quien ha redecorado todos los vaqueros donados.

Son muchas las ocasiones en las que un famoso ha usado su imagen por una buena causa.
 Ahora, un centenar de celebrities internacionales se han unido con el objetivo de recaudar fondos para los refugiados.
El director Pedro Almodóvar, la modelo Kate Moss y la actriz Eva Longoria son solo algunos de los famosos que han donado uno de sus vaqueros favoritos para una subasta solidaria.
 La iniciativa Jeans for Refugees ha sido creada por el diseñador Johny Dar, quien ha redecorado todos los vaqueros donados.
De 8.000 a 14.000 euros es el precio el que el subastador espera alcanzar por los vaqueros de la actriz Sharon Stone.
Todo el dinero recaudado en la subasta, que se realizarán semanalmente durante los próximos 100 días en el portal de subasta online Catawiki, irá destinado al Comité Internacional de Rescate que ayuda a los refugiados de todo el mundo.
 Entre el centenar de famosos que se van a desprender de uno de sus jeans, hay personalidades de la industria del cine, la televisión, la moda, el arte y la música.
 A los españoles Ona Chaplin y Julio Iglesias se les unen estrellas internacionales como el actor Ryan Gosling, el cantante Elton John y la hoy diseñadora Victoria Beckham.
 La iniciativa finalizará con una exposición en la Saatchi Gallery de Londres y una cena de gala de la que aún no se conocen los detalles.

Por los vaqueros de la exmodelo Elle Macpherson el Comité Internacional de Rescate espera recaudar entre 9.000 y 15.000 euros.
Este mismo viernes se pone en marcha hasta el próximo domingo la primera subasta online en Catawiki –que según informa en la web renuncia a cobrar ningún tipo de comisión-, y quien más puje en cada una de las prendas podrá vestir los vaqueros de Sharon Stone, Emma Watson, Eva Longoria, Alicia Vikander, Sofia Coppola, Rachel McAdams, Zoe Saldana, Tal, Jessica Hart, Heather Graham, Lily Allen, Pink, Elle Macpherson y Joan Smalls. Por los vaqueros de Kate Moss, por ejemplo, el subastador espera recaudar entre 12.500 y 17.500 euros.
Los vaqueros de la intérprete Emma Watson son una de las estrellas de la puja 'online', con la que se espera alcanzar de 12.50

 

Cómo pasa el tiempo, Jorge ya tiene tres años................................................................... Mábel Galaz

Los duques de Cambridge difunden cuatro fotos de su hijo con motivo de su cumpleaños.

El príncipe Jorge, el día de su cumpleaños. 


Jorge de Cambridge, el hijo primogénito de los duques de Cambridge, Guillermo y Catalina, y tercero en la línea de sucesión al trono británico, cumple este viernes 3 años y sus padres han difundido a través de sus redes sociales cuatro nuevas fotos oficiales del pequeño, que se ha convertido desde su nacimiento en uno de los personajes más populares de la familia real.
En esta ocasión, las imágenes no han sido tomas por Kate Middleton.
 La orgullosa madre ha declinado esta oportunidad y ha sido Matt Porteus el fotógrafo elegido por los duques de Cambridge.
“Disfruté de verdad la oportunidad de tomar estas fotos del príncipe Jorge.
Fue una atmósfera muy relajada y divertida
. Me siento muy honrado de que hayan decidido compartir estas imágenes con el público con motivo de su cumpleaños”, asegura el fotógrafo.
 Las instantáneas fueron captadas en la casa de los duques de Cambridge en Norfolk, la semana pasada.


El príncipe Jorge, el día de su cumpleaños.
Jorge de Cambridge, el hijo primogénito de los duques de Cambridge, Guillermo y Catalina, y tercero en la línea de sucesión al trono británico, cumple este viernes 3 años y sus padres han difundido a través de sus redes sociales cuatro nuevas fotos oficiales del pequeño, que se ha convertido desde su nacimiento en uno de los personajes más populares de la familia real.
En esta ocasión, las imágenes no han sido tomas por Kate Middleton. La orgullosa madre ha declinado esta oportunidad y ha sido Matt Porteus el fotógrafo elegido por los duques de Cambridge. “Disfruté de verdad la oportunidad de tomar estas fotos del príncipe Jorge. Fue una atmósfera muy relajada y divertida
. Me siento muy honrado de que hayan decidido compartir estas imágenes con el público con motivo de su cumpleaños”, asegura el fotógrafo. Las instantáneas fueron captadas en la casa de los duques de Cambridge en Norfolk, la semana pasada.
Guillermo y Catalina muestran de manera natural cómo van creciendo sus hijos. Hace dos semanas llevaron con ellos a Jorge durante la visita que realizaron a la base aérea militar Royal International Air Tattoo, en Fairford (Inglaterra).
El pequeño se ha convertido en todo un fenómeno mediático
. Cada día, multitud de páginas web documentan la ropa que viste el príncipe Jorge de Cambridge y facilitan información sobre dónde comprarla
. La edición británica de la revista GQ lo incluyó en su lista de los mejor vestidos, pero la influencia del pequeño príncipe va más allá de la ropa que se pone.
En febrero de este año, Jorge empezó a ir a la guardería Westsacre Montessori, un sistema educativo alternativo al habitual que se basa en la idea de que los más pequeños aprenden de manera natural si se les permite seguir sus instintos, en lugar de darles directrices

 

SÍNDROME DE DIÓGENES Sepultados en tumbas de basura............................. Silvia R. Pontevedra

José Ángel tenía Diógenes y murió sin que nadie lo reclamase. Vivía aislado de sus vecinos, pero tenía 3.544 amigos en Facebook.

 Uno de ellos dio la voz de alarma.

Vivienda de José Ángel en la zona de Alcabre (Vigo), donde fue rescatado su cadáver hace más de una semana.
Entre los 3.544 amigos virtuales que acumulaba en internet, una mujer telefoneó a la Policía Local de Vigo desde Canarias para advertir de que José Ángel no entraba desde hacía casi una semana y tampoco contestaba al Whatsapp.
 Ninguno de sus conocidos de la Red sabía que el vigués vivía sepultado en vida por la basura que recogía de los contenedores cuando salía al caer el sol en una de las bicicletas que almacenaba.
Los despojos urbanos habían cegado todos los vanos de la casa y ya solo podía salir y entrar, como los gatos o los ratones, por una ventana.
 A pesar de haber nacido en Vigo y de que su historia fue noticia en casi todos los medios, una semana después nadie había reclamado el cuerpo y el Ayuntamiento tuvo que hacerse cargo este jueves de un entierro de beneficencia.
 Ahora solo una página de Facebook suspendida en el tiempo y un número, el 113, pintado sobre una cruz hincada en la tierra del cementerio de Pereiró, recordarán su existencia.
De noviembre a abril, ocurre muchas veces que el fuego con el que intentan espantar el frío prende en los cartones, las cajas de madera, los colchones sucios y las bolsas de basura
. Las llamas engullen toneladas de inmundicia en pocos bocados y el dueño del vertedero doméstico muere carbonizado o por asfixia
. Cuando llega el verano —muertos porque sí sin querer ir al médico y sin que nadie se entere— es el olor de sus cuerpos descompuestos el que acaba por avisar a los vecinos.
En enero aparecieron entre montañas de desperdicios los cadáveres de un hombre de 62 años (Corvera, Asturias) y una mujer de 84 (Cáceres), y a principios de abril los bomberos entraron a rescatar en Erandio (Bizkaia) a otra señora de 79.
 Creían que ya estaba muerta por el hedor que el piso dejaba escapar al exterior, pero aún expiró unos minutos después.
Al día siguiente, la escena apocalíptica se repetía en Vigo con el cadáver de José Ángel, un hombre de 51 años que, como casi todas las personas con Diógenes no se trataba con sus vecinos pero que en su caso, todavía excepcional para los psiquiatras, mantenía actividad diaria en su página de Facebook.
Cada año mueren en soledad varias personas con Síndrome de Diógenes en España.
 Casi siempre, los protagonistas llevan días, semanas o hasta medio año muertos. Casi siempre viven solos y han perdido los lazos con su familia.
 Han abandonado el cuidado de su cuerpo y no se quieren.
 Algunos mueren por inanición, por enfermedades que se niegan a tratar, o aplastados por un alud de desperdicios que se viene abajo cuando ya no soporta más peso.

Cada vez que se recupera un cadáver de una tumba de basura que suele llevar días desmontar aparece algún responsable de los servicios sociales del consistorio diciendo que se habían iniciado los trámites burocráticos y judiciales para solucionar el problema, pero que no llegaron a tiempo
. Para desgracia del finado y desesperación de vecinos que llevan años soportando los olores y las plagas.
 Según el Colegio de Administradores de Fincas de Madrid, el 60% de las consultas de las comunidades vecinales son acerca de casos de Diógenes.
Cada año, en la capital se abren unos 300 expedientes municipales por denuncias sobre personas que acumulan miles de kilos de residuos hasta invadir todas las habitaciones
. En ciudades más pequeñas, en un año se pueden llegar a tratar más de 30 casos.
En 2010, en Almería se intervino en 34 viviendas convertidas en estercoleros y cuatro de las personas murieron una vez que ingresaron en el hospital.
 Miguel, vecino de Málaga de 57 años, también acabó muriendo en una cama hospitalaria después de ser rescatado del fuego en 2010.
 En este caso, el Ayuntamiento llevaba desde 2001 tratando sin éxito de que el juzgado lo incapacitase.
 Una vez logró permiso para entrar en la casa, vaciarla y pintarla.
Pero pasado el tiempo el esfuerzo no evitó la tragedia.
Todas las historias son desgarradoras.
 En marzo de 2015, en Palma, 25 bomberos tardaron cinco horas en controlar el fuego que dañó 10 pisos de un edificio en el que vivía un hombre de 51 años con Diógenes.
 Tres de las viviendas quedaron completamente destruidas por la fuerza de unas llamas alimentadas de basura altamente combustible.
 Las hemerotecas recogen casos similares en Sevilla, León, Sitges (Barcelona).
 Algunas con variantes como los miles de amigos de José Ángel en Facebook o como el Síndrome de Noé que ofrece incluso paisajes más dantescos.
 En una casa del municipio coruñés de Rianxo desbordada también de basura y excrementos, en una ocasión fueron rescatadas dos ancianas y 140 perros enfermos
. La mitad de los canes acabaron sacrificados. Una de las mujeres vivía en cama, con los animales moviéndose sobre las sábanas.
 La otra estaba ciega, y años después seguía esperando una ayuda de las de la Ley de Dependencia.
Muchas veces, y a pesar de la hediondez que se acentúa con el calor, la gente no se imagina lo que pasa hasta que saltan las alarmas porque falta la persona.
 Algunos de los muertos en esta década vivían en un sexto o en un octavo y nadie jamás los había visto subiendo restos.
 Sus vecinos de abajo no sospecharon nunca que estuvieran viviendo bajo enormes basureros.
En estas circunstancias, el trabajo de los forenses se complica.
 Con el proceso normal de putrefacción se alía lo insalubre del escenario. Larvas que en vida ya estaban en los cuerpos.
 Animales, desde perros a hormigas, que se han ido comiendo las partes blandas y dejan los rostros inidentificables.
 En 2012, en Ferrol, Carmen, de 70 años, apareció después de dos meses sobre su cama, comida por las ratas.
 Hay manuales médicos que enseñan a distinguir entre las erosiones producidas por distintos insectos y la forma del mordisco de cada tipo de mamífero.

"Es algo que veremos cada vez con más frecuencia"

S. R. P.
En 2010, en Ciudad Naranco (Oviedo), un hombre de 60 años fue hallado después de una semana. Subía la basura al sexto piso hacía tiempo.
 Sufría Diógenes y estaba alcoholizado desde que había perdido un hijo de 15 años, una década atrás. El chico había ido a hacer las pruebas para jugar en el Real Oviedo y nunca regresó. Fue arrollado por un tren cuando volvía andando a casa.
Luis Ferrer, psiquiatra y miembro de la Real Academia de Medicina de Galicia, comenta que el “crac biográfico” siempre suele existir.
 "Habitualmente, en las personas con Síndrome de Diógenes, hay un fondo depresivo que se monta sobre la soledad"
. "El vacío se va aliviando con los objetos" recogidos, y detrás puede haber una experiencia traumática. "El 99% viven solos y se van aislando".
Muchos ya no trabajan y, en bastantes ocasiones, beben.
Entre todos los desperdicios acumulados, es frecuente que aparezcan cientos de botellas vacías.
 El de Diógenes es un síntoma de otras cosas, y se da tanto en hombres como en mujeres, y más en mayores de 65 que en jóvenes, aunque muchas personas manifiestan los primeros rasgos obsesivos ya en la adolescencia.
 "Con los años, esos rasgos se tienden a caricaturizar. Y entre los ancianos hay más soledad y más angustia", sigue describiendo el psiquiatra.
El caso del vecino de Vigo (Pontevedra) que amontonaba basura y se mantenía aislado en la vida real mientras buscaba amigos en Facebook resulta novedoso para los psiquiatras y despierta su interés porque, según Ferrer, "es algo que veremos cada vez con mayor frecuencia a medida que vivamos más en el llamado tercer entorno".
El "tercer entorno" es el mundo virtual en general, desde los mensajes de telefonía hasta los videojuegos y todo el universo infinito de la Red, sus mundos y sus submundos.
 Su desarrollo "ha coincidido en el tiempo" con esa transformación social que ha poblado el país de viviendas con una sola alma. "En España, uno de cada cuatro hogares son unipersonales, y sobre todo se trata de mujeres viudas y de varones solteros o separados", ilustra el médico.
El vigués José Ángel cumplía con este perfil.
 Estaba solo y había perdido el empleo.
Y en su caso, por ser un hombre más joven, al aislarse del mundo se refugió en las nuevas tecnologías:
 "Era un sujeto escindido. La misma mente puede sufrir un cuadro de Diógenes y vivir en paralelo otro personaje superactivo en el mundo virtual"
José Manuel Menchón, jefe de Psiquiatría del Hospital de Bellvitge (Barcelona), explica que una persona con el síndrome puede sentir o buscar "desinhibición" en internet.
 Pero mientras tanto, todos rechazan la ayuda directa del prójimo.
 La propia naturaleza del síndrome hace que tantas veces acaben sus días en sus particulares refugios de basura en vez de recurrir a un hospital.
“El propio abandono de sí mismos” escribe ese final.
El de Diógenes “no es un diagnóstico”, no está considerado como una enfermedad en sí, y aunque se describió en 1975, está mucho menos estudiado que el Síndrome de Acumulación Compulsiva.
 No hay cálculos actualizados sobre su incidencia en la población, recuerda Menchón, aunque existe una estimación "de hace tiempo" que dice que “aparece un caso al año por cada 2.000 habitantes”. Las personas que acumulan basura no son conscientes de su trastorno y no van al psiquiatra, y en ocasiones muy contadas pueden llegar a arrastrar a su pareja o a otro miembro de la familia hacia la misma compulsión
. Por lo general, el síntoma no se presenta de forma aislada, sino asociado “a un alcoholismo, una demencia, una esquizofrenia”, y se considera que tiene que ver con alguna alteración del lóbulo frontal.

 

Qué luna la de aquel día......................................... Jesus Hermida 22 JUL 1979 - 00:00 CEST

El periodista que transmitió por TVE la llegada del hombre a la Luna recuerda ahora las vibraciones de aquella noche, cuando el mundo, quizá, se puso a soñar...

El astronauta Buzz Aldrin pisa La Luna, junto al módulo lunar en la misión Apolo 11 / NASA

Estas cosas uno no las puede remediar: cada vez que ahora me acuerdo de la noche de la Luna (¿dónde estabas tú la noche de la Luna?) siem­pre me sale un estribillo, hasta lánguido, de los Beatles: Oh, I believe in yesterday...
 Sí, claro: creer en el pasado es una consolación de los que aún no sabemos si creer en el mañana. Luego, en noches de tedio solitario, también me acuerdo del poema que escribió McLeish —por encargo, supongo, a tanto el verso y la finura a tanto- para la primera página de The New York Times ese día vigésimo del mes séptimo del año sexagesimonono, cuando, por decirlo con titular periodístico muy sobado por aquellas fechas, «los hombres pisan la Luna».
 Cierto: todo era muy sobado por aquellas fechas, pero el poema de McLeish, entonces, quizá tuvo su miga, no lo sé:
 «Y en el cuarto día, por la noche, bajamos como un rayo y pusimos el pie sobre tus playas y sentimos pasar por nuestros dedos tu arena fina.
Y nos levantamos, aquí en el crepúsculo, en el frío, en el silencio. Y aquí, como en el principio de los tiempos, levantamos nuestras cabezas. Y sobre nosotros, más bella que la Luna, una luna.»
Bueno, sí: seguramente no estuvo mal.
Pero 18 yo, la verdad, lo que más recuerdo y lo que siempre sí quiero recordar de la noche de la Luna es que había un hombre y una mujer sobre el césped manicurado de la NASA, como en sueño o en dormición o en lo que fuera, mirando ellos hacia arriba tal cual e imaginando ellos que sí veían a Neil Armstrong y a Buzz Aldrin en la Luna que por allí, entre nubes, se apareció.
 Que sí los veían, que los estaban viendo por las are­nas, las que luego dijo McLeish, tan finas y tan grises y tan recién desvirgadas
. Pero eso fue al final de todo.
 Primero, al principio, en el prin­cipio de aquella noche, fue que se nos hacían el culo y los labios y las almas agua por lo que allí iba a pasar.
 Y eso era, según nos dijeron, que en un cierto momento aparecerían por nuestros monitores las primeras imágenes y se oirían las primeras palabras de un hombre sobre la Luna: fe es creer aquello que verdaderamente quere­mos creer.
Y yo me recuerdo con el corazón en la nuez de mi garganta: qué inocentes éramos, entonces, todavía. Y también revivo, ahora que me pongo a pensarlo después de diez años, una grandísima y nerviosa y hasta sensual algarada
. Después de todo, 3.497 periodistas dan para mucho ruido
. Periodistas registrados y con sus papeles en orden, quiero decir
. Y no cuento a los periodistas emboscados, consorte, amantes, francotiradores, amigos, conocidos y de oca­sión.
Me recuerdo con el corazón en la nuez de mi garganta: qué inocentes éramos, entonces, todavía
Otra cosa: hacía calor aquella noche en Houston, por donde la marisma huele a petróleo y a boñiga de vaca.
 Ya lo había anun­ciado el periódico de la mañana: «Nubosidad considerable, con riesgos de chubascos y de tormentas.
 Temperatura en los treinta grados.» Pero hacía más calor de sangre en los recintos del centro espacial.
 Y un ansia de besos que las gentes se daban o se robaban, de paso, por las esquinas. «Esta noche todos somos hermanos.» Sí, eso sí...
 Y luego, por fin al fin, se hizo un silencio grandísimo, como de eclipse o de retre­ta.
 Y en mi monitor de televisión apareció una cosa blanca que yo no sabía lo que era.
 Y resultó ser Armstrong.
 Y de lo que dijo, pues yo no creo que nadie se enteró así de primera instancia hasta que vinieron las secretarias en un vuelo:
 «Ha dicho no sé qué de un pequeño paso y un gran salto.» Bueno, vale... Y de lo que yo dije sólo recuerdo una solemne, seguramente, estu­pidez:
 «Y miren cómo Armstrong tantea con sus pies el suelo de la Luna, como un niño extiende los brazos hacia su madre...»
Absolutamente gilipollas
. Pero yo lo sentía entonces, y ahora no me da ni vergüenza ni nada.

Y después, a las tres horas de función o así, todo ya terminó (esperemos que el espectáculo les haya gustado, como también cantaban los Beatles) y se hizo un pandemonio y triquitraca generales, con banderas americanas que salían de todas partes y puros con su vitola y abrazos y parabienes a discreción.
 Y yo recogí mis papeles y me salí al patio de la NASA, y allí fue donde se pasó lo del hombre y la mujer, que ahora mismo lo copio tal como lo puso en imprenta, por aquellos días, un cierto escribano:
“A la salida del edificio número 1 de la NA­SA, en Houston, hay una ladera de césped liviano, mínimo tobogán de hierba fresca.
 Y había un hombre y una mujer, allí echados, cara a la Luna, casi luna de Jueves Santo, que por entre unas nubes se estaba.
 Era la madrugada del lunes 21 de julio (hora española), y Arms­trong y Aldrin habían ya terminado, entonces, de caminar por la carátula empolvada.
 Y dijo la mujer: a partir de hoy ya no seremos los mismos, nunca más...»
Y eso, yo lo sé, resultó ser cierto después.
Porque cuando el hombre y la mujer se vieron otra vez, en la cosa de Apolo XII, ya sí que no eran los mismos y ya sí que no se amaron nunca más.
 Pero entonces, aquella noche, en los mote­les de Houston, nadie quiso pensar sino en lo que dice Kris Kristoferson: que el diablo se lleve el mañana.
 Y ahora les copio otra vez:

«Aquella noche hubo de todo: de lo bueno y de lo alto, de lo malo y de lo bajo.
 Todos lleva­mos en nosotros un gran señor de altivos pensa­mientos y, a su lado, el servidor humilde, de las ruines obras.
 Aquella noche hubo de todo y la Luna hacía eses por las carreteras de Texas.
Y los hombres y las mujeres, ebrios de historia y de espacio, se echaron en las piscinas, y los vasos de plástico se echaron en las piscinas, y una sangre gloriosamente alcohólica se echó en las piscinas, y los huesos de pollo se echaron en las piscinas, y un manchurrón de labios y colorete se echó en las piscinas.
 Y por la mañana, ya, la Luna nos amaneció ahogada y beoda en las piscinas.»
 Bueno, tampoco hay que ponerse así.
 Ni tan carnles como los que estábamos en Houston, ni tan exquisitos como McLeish:
«Desde el prin­cipio de los tiempos, antes del principio de los tiempos, antes de que los hombres supieran el sabor del tiempo por primera vez, ya pensába­mos en ti.»

El paso y el salto

La página 339/2 del libro de transcrip­ciones correspondientes al viaje del Apo­lo XI va marcada en su parte superior con los siguientes datos: fecha, 20 de julio de 1969; hora, 21.52 (tiempo de Houston, Texas); momento del vuelo, 109 horas y veinte minutos.
 La página está dedicada a sólo doce líneas en inglés.
 Se trata de un casi monólogo que, traducido, podría quedar así:
Armstrong. Voy a salir del módulo lu­nar, ahora...
Armstrong. Este es un pequeño paso para un hombre. Un salto gigantesco para la humanidad.
Armstrong. ... La superficie es fina y polvorienta
. Puedo... Puedo esparcirla con la punta de mi pie. Se adhiere en ca­pas muy finas, como polvo de carbón, a las suelas y a los filos de mis botas
. Sola­mente he salido una pequeña fracción de una pulgada, pero ya puedo ver la huella de mis botas y las pisadas en las finas partículas de arena.
Control. Neil... Aquí, Houston. Te oímos...
Esas líneas son el testimonio más pri­migenio y verdadero de lo que ocurrió y se dijo en el momento exacto en que un hombre pisaba, por primera vez, la Luna.
 Según el propio Armstrong, la frase, ya histórica, sobre el paso y el salto no había sido preparada de antemano.

Yo, la verdad, no pienso mucho en la Luna.
 Y si pienso, cuando pienso, tampoco me dan es­calofríos
. Eso sí: aquella noche fue una históri­ca, espléndida, magnífica grosería.