Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

3 jul 2016

Si vivir es jugar, Calamaro morirá jugando....................................................... Manuel Jabois

En Madrid, el músico desgranó sus temas como un hombre sin pasado ni presente.

Calamaro, durante su concierto en Zaragoza el pasado 25 de junio. EFE

Muchas de sus mañanas en Madrid Andrés Calamaro Massel (Buenos Aires, 1961) se levanta antes de las ocho, toma mate, escribe (ejercita el pulso, la mente) lee y después de pasar por el quiosco, donde compra el ABC, se mete en el Mercado de la Cebada, en el barrio de La Latina de Madrid, a comprar los productos que cocinará ese día.

 Sus brazos atrapan el pescado, lo pesan a ojo; son brazos tatuados en los que ha desaparecido el pasado y sobrevive el presente. 

En el pasado no solo están los malos momentos, sino algo más doloroso: los buenos.

 Calamaro, precavido, tiene tatuado el ahora: el nombre de su hija; un lema: “Vieja escuela”; un recuerdo para su actual pareja; un toro gigante, hermoso, que define una de sus grandes pasiones. 

El Calamaro eléctrico, rockero, enseña sus tatuajes al agarrar el micrófono, al tocar la guitarra o al aporrear el teclado.

 Es el tigre enseñando las garras afiladas en los macroconciertos de Las Ventas de Madrid o de Obras en Buenos Aires, en aquel proceso que depositó al crío que había escrito Mil horas a los 22 años como leyenda joven del rock.

 En el Price de la capital de España, en la noche del viernes, Andrés Calamaro se presentó trajeado en el escenario con una americana que le cubrió los brazos; se la abotonaba y desabotonaba casi al compás del movimiento con el que se ajustaba la pieza, como si aún se estuviese buscando entre los trapos.

 No había pasado ni presente en el hombre de 55 años: era un hombre tan vestido que apareció desnudo.

 Lo resolvió a su manera, sobre una alfombra en la que reunió a Germán Wiedener al piano, Toño Miguel en el contrabajo y Martín Bruhn con la percusión: Romaphonic Sessions. 

 Para él, con gafas de sol y manos de recién nacido, mirándolas como si acabase de nacer, se reservó el papel de cantante.

 

“En el ropero, dejé la campera de cuero, / ahora soy un torero retirado de los ruedos. / Mi dinero me lo gasto en elegancia, / esperándote con ansia en Plaza Francia”, cantó hacia la mitad del recital en su éxito de Honestidad Brutal, replicado por el Price. “Creo que todos buscamos lo mismo”, se arrancó con La Libertad después de un solo de armónica.
 Fue una pisada de elefante de la que nadie salió indemne.
 Volvió a retumbar con Estadio Azteca, con Tuyo siempre, con Algo contigo; con ellas desmenuzó su voz poniéndola en el mostrador de esas cocinas japonesas en las que al pescado se le resucita para comérselo.
Se celebraba Licencia para cantar, el espectáculo con el que Calamaro vuelve a reinventarse a través de boleros en homenaje a la Argentina (Soledad, Garúa, Milonga del trovador), revisando asuntos pendientes con Los Rodríguez (Copa rota, Para no olvidar, Algunos hombres buenos, Mi enfermedad, que parte del público más impaciente empezó a cantar por su cuenta en medio de su repertorio más íntimo) y cobrándose una cuenta consigo mismo a través de Paloma y Flaca, dos canciones de amor perdido que llevaron al público a agolparse frente al escenario como si exigiese el pago de una antigua deuda.
-Nadie recuerda un tuit -dijo a Efe Eme a propósito de sus polémicas en internet- , pero miles de personas recuerdan mis canciones.
 Y se enamoran con mis canciones, y llaman Andrés o Paloma a niños que engendraron fornicando con mis canciones de fondo.

"Hay que decirle la verdad a los estúpidos”, resume citando a 'The Newsroom’.
Calamaro, instalado en un perpetuo día del artista mundial, no escucha sus discos.
 Tampoco recuerda en frío sus canciones. Es parte de su identidad más contracultural y provocadora.
 Esa reinvención tan dylaniana, la forma de no tocar nunca igual un éxito, lo conforma como artista descarado que no se reconoce a sí mismo cuando visita los escenarios de su vida sin la nostalgia aparatosa con la que el personaje de Babylone Revisited de Fitzgerald trata de recordar los tiempos buenos, felices y destructivos del París de los exiliados.
“Feliz Orgullo. Saludo a los hombres y mujeres libres de Madrid”, anunció de inicio. “Hace 25 años”, recordó al final, “toqué por primera vez en Madrid, y cada vez me encuentro un público más profundo y más sincero”.
 Todo parece cerca cuando desde la juventud se ve el futuro, le hace decir Sorrentino a Harvey Keitel.
 Todo está lejos cuando eres viejo: es el pasado.
Calamaro, intemporal, toreó con la mano y con una camiseta argentina, saludó a la vida y a sí mismo, reencontrándose de golpe en el escenario ataviado de otro que era él, y después de dos despedidas clamorosas, que festejaban su vieja impunidad de hombre libre, regresó al escenario para cantar Media Verónica y El tercio de los sueños.
 Si vivir es jugar, Calamaro morirá jugando.

Vuelve el verano....................................................................... Boris Izaguirre

Ana Obregón ha decidido evitar la saturación de playas y aeropuertos en un país que espera 70 millones de turistas este año.

 
Llegada de Michelle Obama y sus hijas al aeropuerto de Torrejón de Ardoz.

¡Lo ha vuelto a hacer! Ana Obregón, con su posado del verano: por un instante, tan diminuto como un bikini, ha hecho olvidar esta ola de noticias difíciles: atentados, el maldito gol de Italia a nuestra selección, el Brexit y el beso de Mariano Rajoy a Viri.
Porque Obregón existe, su aparición como vigilante de la playa castellana del parque de atracciones Warner casi nos devuelve a aquellos felices años en los que nuestra máxima preocupación era si el verano vendría acompañado de noches locas o románticas.
Es que, además, ha coincidido con un momento en el que otros famosos, que ella recibía en su programa¿Qué apostamos?, llegan a Saint Tropez. Cher, por ejemplo, que es una fuente de inspiración para Obregón, ha salido al paso de todos esos viles rumores sobre su estado de salud apareciendo sobrevestida en este destino playero.
Y a ella le han seguido Michael Douglas y Catherine Zeta-Jones, también convaleciente.
Ana, que es bióloga y superlista, pasa de Saint Tropez y prefiere quedarse en el parque Warner de San Martín De la Vega.
 Donde hay muchas más atracciones que en la Costa azul y donde evitas esos sol y sal tan dañinos, que todo lo envejecen: cabello, manos, hombros y carreras.
Además, como los Reyes van poco a Mallorca, donde Ana rivalizaba con Norma Duval en posados de verano, cuando creíamos que éramos ricos y los duques iban y venían, pues ella, Obregón, ha decidido hacer lo mismo que Letizia: evitar la saturación en playas y aeropuertos en un país que espera la llegada de 70 millones de turistas este año.
 Pueden ser más, si contamos con la familia Obama, con faldas y keratinas al viento.

Por eso, Obregón propone la alternativa del veraneo interior y familiar.

 Además, se anuncia como vigilante y suegra maravillosa en un momento en el que Mariló Montero se presenta como “un pedazo de madre y una suegra genial”. 

Mariló ha aprendido mucho de Ana, sin reconocerlo del todo, y se siente muy millennial adjetivando con cierta crudeza. “Pedazo”, imaginamos que refiriéndose a un trozo o cacho, no a un gas.

 Lo importante es que ambas presentadoras saben aprovechar el tirón que una suegra tiene en el verano, la estación por excelencia de la convivencia con la madre política.

Posado del verano 2016 de Ana Obregón.

 En otras aguas, un capitán de barco de apariencia correcta y madurado al sol nos recibió a mi amiga Carolina y a un grupo de invitados en la sofisticada marina de Cocoplum, al sur de Miami. 

Iba a ser un maravilloso paseo en su barco en un día no demasiado caliente y con regatas delante de la línea de rascacielos de Brickell y Key Biscayne.

 Invité a un amigo español, exiliado económico, para que la jornada electoral le resultase más leve. 

Pero el capitán, norteamericano y de 55 años, empezó a reaccionar de una manera extraña a medida que confirmaba que éramos latinoamericanos y no hablábamos en inglés. 

Y que, como buenos latinos en Estados Unidos, a veces no entendemos que en sitios como los barcos el trabajo en equipo es esencial.

 Esto fue lo primero que nos criticó el patrón, luego la radio no funcionó unos minutos y el ancla se negó a bajar cuando era más necesario.

 El viento erizó el agua cuando el lobo de mar estalló y empezó a decirnos, en inglés, que éramos unos vagos, que no sabíamos nada de barcos, que nos devolvía al muelle inmediatamente porque no podía hacerse responsable de una embarcación como la nuestra.

 Todos le respondimos en inglés que unidos podíamos intentar algo por salvar ese maravilloso día, y entonces el hombre enlazó una diatriba con otra: “Malditos extranjeros, deberíais regresaros a vuestros países y dejar Estados Unidos.

 Sois una tropa de maricones. Ojalá cambiemos de presidente y podamos limpiar América de escoria como vosotros”.

 No nos miramos estupefactos, sino que le respondimos a la primera. “Nos está insultando”. “Maricones de mierda, es lo que sois, latinos, basura”, insistió demonizándonos muy radicalizado y, por supuesto, los millennials presentes sacaron sus móviles y empezaron a filmarlo, lo que sirvió de prueba al llegar a tierra.

Por un momento me quedé pensando que lo que estaba sucediendo era un chapuzón, un auténtico reality check, una constatación de que existen norteamericanos que piensan así de nosotros, los latinos, los gais y los dueños de embarcaciones de recreo que no son norteamericanos.

 Carolina, hábilmente, llamó a la gerencia de la marina para denunciar la situación pero quedó considerablemente afectada, como magnífica anfitriona que es, “por haberos hecho vivir algo así”. “Pero veamos el lado bueno de las cosas: a partir de mañana empiezo a organizar una cena para recaudar fondos y apoyar a Hillary”.

Diana de Gales, en el recuerdo..............................Cuando se cumplen 18 años de la muerte de lady Di su leyenda sigue viva



El 31 de agosto de 1997 Diana de Gales moría en el Túnel del Alma, en París. 
Un accidente de tráfico acabó con la vida de la conocida como "Princesa del Pueblo". Tenía solo 36 años y viajaba junto a su entonces pareja, Dodi Al Fayed.
 Durante semanas, las puertas del palacio de Kensington se convirtieron de manera espontánea en un improvisado altar, donde miles de ciudadanos depositaban ramos de flores y cariñosos mensajes. Isabel II se vio obligada a dirigirse a la nación y sumarse al duelo por quien fue su nuera. 
Han pasado 18 años desde aquel día. 

Una nueva parte de la vida de lady Di, en venta



Edición limitada, firmada y numerada, de 250 ejemplares del catálogo que conmemoró otra subasta de trajes de noche de Diana de Gales. 
El catálogo acompañado de la entrada a esa subasta iniciará la puja entre los 1.500 y los 3.000 euros. 



Vestido de Catherine Walker que la princesa Diana llegó a lucir en dos actos públicos. 
El traje de seda, ajustado hasta la cintura y acabado en una falda tableada, tiene un precio de salida entre los 46.500 y los 62.000 euros.



Traje de seda de Catherine Walker, con escote palabra de honor que alterna el color marfil y el negro, que lady Di vistió en una recepción privada. 
Su precio de salida en la subasta oscila entre los 46.500 y los 62.000 euros.

 



Vestido de la diseñadora Zandra Rhodes con el que lady Di acusió en 1987 a la gala benéfica de la asociación Birhtright.
 El traje, que formó parte de una exposición en el Palacio de Kensington, tiene un precio de salida de más de 77.000 euros.


Colección de gemelos y botones dorados editados para conmemorar la boda de la princesa y el príncipe Carlos. Precio de salida: entre los 470 y los 625 euros


La subasta también incluye otros objetos de momentos más recientes de la familia real británica, como esta invitación al enlace de Guillermo y Catalina.

Muere Michael Cimino a los 77 años........................................................ Gregorio Belinchón

El cineasta, responsable de 'El cazador', 'Manhattan Sur' o 'La puerta del cielo', solo dirigió siete filmes en su meteórica y truncada carrera.


Michael Cimino, con su Leopardo de Honor, el pasado agosto en Locarno. efe
No ha habido en la historia del cine nadie parecido a Michael Cimino, que ha fallecido a los 77 años. "Sé que piensan que soy un hueso duro de roer y un drogadicto y dicen que soy alcohólico.
 No lo soy. Nada de lo que la gente piensa de mí es verdad.
 Todo nació porque nunca contesté ciertas cosas en la prensa.
Eran ridículas", dijo en Cannes cuando tras años alejado de la vida pública volvió en el 60º aniversario del festival francés, en 2007.
 Allí apareció sin ninguna arruga en su cara, cejas depiladas, nariz reconstruida y no quiso confirmar si se había cambiado de sexo
. La noticia de su muerte la ha dado por Twitter Thierry Frémaux, responsable del certamen, que ha asegurado que murió en paz rodeado "de los suyos y de las dos mujeres que le amaron" sin aclarar nada más.
 Residente entre París y Los Ángeles, The New York Times en cambio asegura, al contrario que Frémaux, que Cimino falleció repentinamente y solo. Según este diario, a quien confirmó su muerte su amigo y exabogado Eric Weissmann, el cuerpo del cineasta fue encontrado en su casa en Los Ángeles por la policía después de que algunos amigos no fueran capaces de localizarlo por teléfono. Aún no están determinadas las causas del deceso.
Cimino, de quien habitualmente se asegura que nació el 3 de febrero de 1939 (dato que tampoco está confirmado), solo dirigió siete filmes en su carrera, y protagonizó el ascenso y la caída más vertiginosos que pudiera imaginarse en Hollywood.
 Nacido en Nueva York. Hijo de un compositor de marchas de desfiles y de melodías para partidos de diversos deportes y de una diseñadora de ropa, cuanto más caros fueron los colegios en los que estudiaba, más salvajemente se comportaba.
 Graduado en Michigan State, entró en Yale donde combinó estudios de Pintura, Arquitectura, Historia del Arte y de vez en cuando se acercaba a la Escuela de Drama.
 Tras pasar voluntariamente por el ejército, comenzó en Nueva York su carrera como publicista, en la que fue ascendiendo hasta empezar a dirigir anuncios con suficiente impacto visual como para que le llamaran grandes compañias.
Durante esa época conoció a quien fue su primera pareja, Joann Carelli, con la que estuvo saliendo de manera intermitente durante 30 años.
En 1971 decidió mudarse a Los Ángeles, donde creció su pasión por las mujeres y los coches, y se convirtió en guionista.
Nunca había escrito, pero descubrió que solo con un libreto propio lograría dirigir un largometraje. Así redactó Naves misteriosas y Harry el fuerte, secuela de Harry el sucio. Eastwood, encantado con su trabajo, le compró otro guion, Un botín de 500.000 dólares (Thunderbolt and Lightfoot), para dirigirlo él.
  Sin embargo Cimino le convenció de que él mismo lo haría mejor y así cumplió su sueño en 1974. la película logró tal éxito -y logró una nominación al Oscar para Jeff Bridges- que rápidamente pudo levantar su segundo filme, El cazador (The Deer Hunter), con Robert De Niro, Christopher Walken, Meryl Streep, John Savage y John Cazale.

En 1978 El cazador reflejó perfectamente el espíritu de la época, lo que significaba la guerra de Vietnam y la vuelta a casa de multitud de estadounidenses destrozados, rotos mental y emocionalmente.
 Obtuvo nueve candidaturas al Oscar -entre ellas la primera de Streep- y ganó cinco: Mejor Película, Dirección, Actor Secundario (para Walken), Mejor Montaje y Mejor Sonido
. En su promoción Cimino empezó a mentir, contando que el guion era autobiográfico -cuando solo había estado seis meses en el servicio militar y en la reserva en Texas, y además era un libreto adaptado del original de Louis Garfinkle y Quinn K. Redeker-. Esa tendencia aumentó con los años, lo que también hizo crecer su leyenda.
 Durante el rodaje, el presupuesto se duplicó, hubo que cambiar el calendario por la enfermedad terminal de Cazale, y logró imponer a las productoras su montaje de tres horas.
Su tercera película, La puerta del cielo (1980), supuso su expulsión de Hollywood.
 Era un western sobre el enfrentamiento entre unos terratenientes y unos inmigrantes europeos en Wyoming en 1890, con Kris Kristofferson, Christopher Walken, Isabelle Huppert, Jeff Bridges, John Hurt y Joseph Cotten. United Artists, el estudio productor, fue vendido a Kirk Kerkorian, el magnate de los casinos que en aquel momento ya poseía MGM
. Con el tiempo quedó claro que su raquítica taquilla, apenas cuatro millones de dólares, no fue la causa principal del desmantelamiento de la major. Un montaje de 219 minutos fue estrenado en Nueva York en noviembre de 1980, y la reacción fue tan adversa que United Artists retiró el drama y volvió a estrenarlo, sin éxito, en abril de 1981 con 149 minutos. De un presupuesto inicial de 7,5 millones de dólares se acabó en un coste superior a los 44 millones de dólares.
Más tarde llegarían Manhattan Sur, El siciliano, 37 horas desesperadas y Sunchaser, todas producidas por pequeñas compañías y no por majors, pero Cimino había perdido su toque. Su nombre ha aparecido relacionado con filmes como Footloose o Nacido el 4 de julio, y él mismo trabajó en biopics de Janis Joplin y del mafioso Frank Costello, y en adaptaciones de Crimen y castigo, El manantial o La condición humana.
Durante años desapareció del panorama público y no volvió a saberse nada de él hasta que en 2001 reapareció transformado en su apariencia física.
 Cimino se había convertido en novelista. Gallimard publicó en 2001 Big Jane y Francia le concedió la medalla Chevallier des Artes et des Lettres.
 La novela, que se abre con una cita de El Quijote, es la historia de una chica que vive tres historias de amor y viaja por América para acabar en Corea. En 2007, para Cannes, dirigió el episodio No translation Needed, del filme colectivo Chacun son cinéma ou Ce petit coup au coeur quand la lumière s'éteint et que le film commence.
  El año pasado recibió el Leopardo de Oro del festival de Locarno (Suiza) y dio allí una delirante clase magistral, a la altura de su leyenda.