Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

6 jun 2016

“Hay formas de mantener la dignidad moral en circunstancias extremas”..................... Juan Cruz

Tzvetan Todorov traza en ‘Insumisos’ ocho perfiles de lucha contra las dictaduras, desde opositores del nazismo hasta Nelson Mandela.


El filósofo Tzvetan Todorov, en su casa de París la ssemana pasada. Eric Hadj
Tzvetan Todorov (Sofía, 1939) se instaló en París en 1963 tras dejar su Bulgaria natal.
 Aquella era una dictadura menos terrible que la URSS, pero lo que pasó en la Alemania nazi y en la Rusia de Stalin le provocó reflexiones que ahora desembocan en Insumisos (Galaxia Gutenberg), un libro en el que traza los perfiles de ocho personas que se opusieron a ambas barbaries del siglo XX y a otras dictaduras: Boris Pasternak y Alexander Solzhenitsyn, que se rebelaron contra el monstruo soviético; o la francesa Germaine Tillion y la holandesa Etty Hillesum, que trabajaron contra el odio que les produjo Hitler; o Nelson Mandela.
Ellos son algunos de esos personajes que transitan bajo el manto de ignominia que trazan con sangre las dictaduras.
Pregunta. Dice que desde el miedo total empieza el valor total. ¿Lo ha sentido usted?
Respuesta. No en la misma medida que mis personajes
. Ellos se han enfrentado con peligros más terribles.
Yo vivía un régimen estricto y terrible, pero nunca me arrestaron ni me llevaron a prisión.
 A mis personajes, en la Segunda Guerra Mundial o en la Rusia soviética, e incluso más adelante, los sometieron a una increíble represión
. Por eso quise escribir este libro: para explorar destinos de personas en cuyas experiencias puedo proyectarme.
Pero no soy un héroe que se haya opuesto al poder totalitario de grandes enemigos.
P. Es un libro sobre el valor, capaz de superar incluso el odio.
R. Y sobre las renuncias.
 Mandela, por ejemplo, se sintió frustrado al final de su vida porque la sacrificó en aras de la nación y al final sintió amargura
. Pasternak no era un luchador; era una persona privada, pero maduró sus opiniones y decidió dignificar su persona.
 Y escribió su gran libro sin ninguna consideración a los censores.
 No era un libro ni anticomunista ni contrarrevolucionario, pero no intentaba acomodar sus puntos de vista al dogma oficial.
 No estaba preparado, como lo estaba Solzhenitsyn, para sacrificarlo todo por la lucha.

El filósofo Tzvetan Todorov, en su casa de París la ssemana pasada. Eric Hadj
Tzvetan Todorov (Sofía, 1939) se instaló en París en 1963 tras dejar su Bulgaria natal. Aquella era una dictadura menos terrible que la URSS, pero lo que pasó en la Alemania nazi y en la Rusia de Stalin le provocó reflexiones que ahora desembocan en Insumisos (Galaxia Gutenberg), un libro en el que traza los perfiles de ocho personas que se opusieron a ambas barbaries del siglo XX y a otras dictaduras: Boris Pasternak y Alexander Solzhenitsyn, que se rebelaron contra el monstruo soviético; o la francesa Germaine Tillion y la holandesa Etty Hillesum, que trabajaron contra el odio que les produjo Hitler; o Nelson Mandela. Ellos son algunos de esos personajes que transitan bajo el manto de ignominia que trazan con sangre las dictaduras.
Todorov, autor, entre otros ensayos, de La experiencia totalitaria, fue premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 2008. En esta entrevista, celebrada en su casa de París, reflexiona sobre el miedo y el odio a propósito de su último libro.
Pregunta. Dice que desde el miedo total empieza el valor total. ¿Lo ha sentido usted?
Respuesta. No en la misma medida que mis personajes
. Ellos se han enfrentado con peligros más terribles. Yo vivía un régimen estricto y terrible, pero nunca me arrestaron ni me llevaron a prisión.
 A mis personajes, en la Segunda Guerra Mundial o en la Rusia soviética, e incluso más adelante, los sometieron a una increíble represión.
 Por eso quise escribir este libro: para explorar destinos de personas en cuyas experiencias puedo proyectarme. Pero no soy un héroe que se haya opuesto al poder totalitario de grandes enemigos.
P. Es un libro sobre el valor, capaz de superar incluso el odio.
R. Y sobre las renuncias.
Mandela, por ejemplo, se sintió frustrado al final de su vida porque la sacrificó en aras de la nación y al final sintió amargura.
 Pasternak no era un luchador; era una persona privada, pero maduró sus opiniones y decidió dignificar su persona
. Y escribió su gran libro sin ninguna consideración a los censores.
No era un libro ni anticomunista ni contrarrevolucionario, pero no intentaba acomodar sus puntos de vista al dogma oficial.
 No estaba preparado, como lo estaba Solzhenitsyn, para sacrificarlo todo por la lucha.
P. Pasternak contemporiza con Stalin. No es estrictamente un insumiso…
R. No; desde luego no al principio
. La conversión de Pasternak ocurrió después de un poema que cito y que va destinado a Stalin. Desde ese momento, 1936, se convierte en un insumiso.
 Ya no hizo lo que se esperaba de él, pero nunca calificó a Stalin de monstruo.
 Me sorprendió que cuando acabó Doctor Zhivago, en 1956, experimentó más simpatía por Stalin que por Jrushchov.
 Tenía una mirada compleja sobre Stalin, porque Stalin tuvo hacía él una actitud protectora: le permitió cruzar las tempestades del régimen y sobrevivir sin que le mandaran a la cárcel, ni al campo de concentración, como a otros.
P. Una referencia constante de su libro es el testimonio de Germaine Tillion.
 Ella decía que había que desarmar al enemigo censurando el odio y defendiendo la compasión. ¿Contra el odio lucha el insumiso?
R. Contra el odio y a favor de la compasión. Germaine es la única de mis personajes a la que conocí. Murió en 2007.
 Fue antropóloga, resistente antinazi, enviada al campo de mujeres en Alemania y desde entonces intentó hacer todo lo que estaba en su mano para superar el odio al enemigo; quería comprender cómo había pasado todo aquello.
 No para excusarlo de ninguna manera. Ella no quería imitar a los nazis: sabía que el odio era la política de los nazis.
 Y cuando estos fueron sometidos a la justicia no podía parar de sentir una especie de compasión. Y luego vino la guerra de Argelia; comprendía desde dentro a los argelinos.
No podía traicionar a su país ni a Argelia.
 Así que decidió salvar a individuos de la muerte y de la tortura
. No consiguió parar esa guerra, pero salvó a cien o a doscientas personas.. Y se pasó la vida tratando desesperadamente de evitar la violencia.
P. Pero, ¿se puede conciliar ser amenazado por los nazis o por los dictadores y respetarlos?
R. Respetarlos no, pero sí es posible no extraerlos de la humanidad. Esto no significa que no haya que matar; esto es inevitable.
Tillion era una luchadora en la guerra contra Hitler, que era inevitable.
 Pero la de Argelia era evitable; podía haberse manejado de forma pacífica, encontrando un compromiso para evitar cientos de miles de muertos en ocho años de guerra cruel.
P. ¿Cuál es la lección que extrae de la historia de estas vidas?
R. Que hay formas de comportarse con dignidad moral incluso en estas circunstancias extremas. Debo decir que el régimen en el que yo viví no era tan extremo como el de Rusia.
En ese otro régimen gente como Pasternak tuvo que defender el respeto a sí mismo, y es lo que él quería, comportarse con dignidad moral.
P. Svetlana Aleksiévich dice que del final del sueño comunista se llegó al desierto capitalista. ¿Estamos en el desierto?
R. Hasta cierto punto, sí. Esto explica muchos aspectos de nuestra vida contemporánea. Mientras existía la dictadura de uno u otro tipo se podía soñar con su final, no como si eso fuera el paraíso, pero sí como el momento en que podían empezar a solucionarse los problemas. Pero los seres humanos necesitamos algo más que la falta de la opresión directa. Debemos encontrar un sentido a la vida. Y a los que han venido luego les ha faltado ese sentido, un proyecto político, una perspectiva. Lo que está pasando ahora con las religiones y sus extremismos es que excitan a los jóvenes frente a cualquier otro proyecto.

La identidad de los bárbaros que niegan al otro

En Insumisos, Tzvetan Todorov se plantea una pregunta nuclear: ¿las barbaries de las historias son idénticas? El pensador responde: “Todos los bárbaros no son idénticos.
 Lo que los distingue es que niegan la humanidad de los demás, a los que maltratan,odian y excluyen de la comunidad humana. Los nazis y los gobernantes de la Rusia comunista no eran lo mismo; tenían muchas diferencias. Pero los unía el odio al otro, al que no los obedecía. El sueño de dominar por las armas es un fracaso”.
También reflexiona sobre la excitación y atracción de los jóvenes por las religiones y los extremismos frente a cualquier otro proyecto, lo que lleva a hablar de los atentados yihadistas en Francia y en otros países.
¿Cómo puede luchar la buena voluntad contra esta guerra de hoy? “No hay respuesta simple a esa interrogante”, responde. “Entran unos encapuchados, disparan, asesinan en Charlie Hebdo, en Bataclán…
 La buena voluntad no sirve entonces: sirve antes o después.
Los bombardeos sobre las bases del IS [el Estado Islámico] a lo mejor sirven a largo plazo, pero lo que se vio fue que esa reacción provocó más seguidores para el IS. Y los ataques de Bruselas vinieron después de esa represalia
. Debemos darnos cuenta de que, sin la colaboración de estos jóvenes, que viven aquí, estas acciones hubieran sido imposibles”.
“Necesitamos hacerlos reingresar en la comunidad de un modo u otro y no permitir la extensión de este odio y resentimiento, que ese deseo de venganza no se apodere de ellos
. El trabajo no es mandarlos a la cárcel, sino conquistar sus corazones”, añade el intelectual.

 

El zapato guante pisa por fin la calle

Su estética monjil y sus líneas depuradas actualizan el calzado de la abuela y ofrecen una alternativa al reinado de las deportivas.

  Zapato Martinian

 

Hay tendencias fugaces, algunas recurrentes y otras que se cocinan a fuego lento
. El camino del zapato guante (tacón medio y piel suave abrazando el pie) no ha sido fácil.
 Su historia resulta hasta increíble, teniendo en cuenta que existen seis años de separación entre su Buenos Aires natal hasta los estantes de las tiendas de moda rápida que seducen hoy con sus réplicas. Pero finalmente, este Men Repeller de manual lo ha logrado.
Con su estética monjil y sus líneas depuradas actualiza el zapato de la abuela y ofrece una alternativa al reinado de las deportivas.
 Levantando a su paso tantas pasiones como odios, se perfila como uno los grandes éxitos del verano.
Fruto de un año de investigación alrededor del calzado medieval y del siglo XVIII, el zapatero (y perfomer) bonaerense Martiniano López Crozet diseñó sus tres primeros modelos. “Decidí llamar a mis zapatos guante por el material del empeine, la cabritilla, que históricamente fue usado para guantes”, explica por corre electrónico
Con sus energías puestas en lograr una estética ligera y un zapato, ante todo, cómodo, López Crozet los lanzó por primera vez en 2011
. Un año después, la tienda Creatures of Comfort los introdujo al mercado estadounidense gracias a un amigo en común con el diseñador.
Por su parte, la creadora Maryam Nassir Zadeh, avispada cazadora de tendencias, además de incorporar los Martiniano a la selecta selección de la tienda que regenta en Nueva York, incluyó en 2014, con el modelo Roberta, su propia versión del zapato guante.
 Elaborado de suave ante, tacón cuadrado que entroncaba con el moderado del famoso zapato Pilgrim de Roger Vivier –ese que Catherine Deneuve lucía en Belle du Jour de Buñuel– y una atractiva gama de colores, pronto colgaron el cartel de agotados.
Todo cuento de hadas necesita su hada madrina, y en este ella se llama Phoebe Philo.
 La directora creativa de Céline, experta en dictar tendencia, los subió a la pasarela en su desfile primavera-verano 2015. 
  En su interpretación, mantenía la ligereza del empeine y la suavidad de la piel, pero añadía un robusto tacón y una versión en dorado que hizo salivar a la primera fila.
 Esta aparición estelar catapultó la tendencia que, finalmente, ha cuajado en la calle un año después. Las blogueras más punteras dieron el parte en el ciberespacio enfundadas en estas bailarinas de la yaya y hoy no hay firma de moda rápida que no la haya incluido en su catálogo
. De hecho, la propia firma Céline repite este verano con nuevas versiones del modelo que causa sensación.
Por supuesto, la varita mágica de Philo ha aupado todavía más la visibilidad de López Crozet, actualmente intentando superar la difícil encrucijada que siempre representa un crecimiento rápido para una marca pequeña.
 Mientras sus diseños ya se venden en el templo del lujo online que es Net-á-Porter, él se encuentra enfrascado en el traslado de la producción desde Argentina a Italia.
 Trabajando sin descanso durante los últimos cuatro años, Martiniano sueña con unas vacaciones en Deià.
 Él tiene claro el secreto del repentino éxito de sus zapatos guante:
 “Mis zapatos se ubican entre la elegancia y la rusticidad del campo.
 Una cliente japonesa definió mis zapatos como humildes y estoy de acuerdo con ella”.
Está seguro de que su criatura logrará sobrevivir a la tendencia.
 Aunque vocación de clásico no le falta, solo el tiempo dirá.

Eduardo Sacheri: “Empecé a escribir solo para sentirme mejor”.................................. Tommaso Koch

El argentino presenta 'La noche de la Usina', la novela con la que ganó el premio Alfaguara de novela.


Eduardo Sacheri, el pasado 26 de mayo en Madrid. EL PAÍS
Los fantasmas no dejan dormir.
 Atacan por la noche, justo cuando sus víctimas ya saborean el descanso.
 E infestan sus mentes de temores.
Al argentino Eduardo Sacheri (Castelar, 1967) le castigaron durante semanas.
 Tenía 25 años y empezaba a hablar con su mujer de tener un hijo.
 “Perdí a mi padre cuando era pequeño, y todo esto me generaba mucha ansiedad.
Me costaba enormemente dormir, así que empecé a escribir cuentos, con el único objetivo de sentirme mejor”, relata.
 Desde la oscuridad de demasiadas veladas, emergió todo un novelista, por mucho que ni él se lo creyera: “En Argentina, el título universitario te define.
 Y me costó años pensar que me iba a dedicar a algo que no había estudiado”.
Hoy, Sacheri tampoco ha dormido bien
. Mientras rememora su pasado insomne, sus ojos entrecerrados dan fe de otra noche en blanco. Él mismo lo confirma.
 Pero ya no lucha con los espectros. Su enemigo solo se llama jet lag.
 Así como lejos quedan esos miedos de no tener madera de escritor. Ahora es el autor de La promesa de sus ojos, que Juan José Campanella llevó al cine y al Oscar, y el ganador del premio Alfaguara por La noche de la Usina, sobre el corralito en Argentina.
Es también un narrador con una receta propia tan sencilla como elaborada, que mezcla humor, protagonistas y detalles cotidianos y un toque de fútbol.
 De hecho, charlar con él de cierta manera es como leer sus libros.
 Lo primero que se percibe son la risa y la cercanía. Pero debajo se deslizan emociones y conceptos tan fuertes como profundos.

“Mi familia come de esto.
 Desde que me da sustento más que las clases de Historia que imparto he sentido el viraje hacia ser escritor de verdad”, asevera Sacheri.
 De hecho, sus dos obras cumbres comparten otro paralelismo. “Tras El secreto de sus ojos, me pude comprar casa
. Con el Alfaguara [154.000 euros] he adquirido dos departamentos para mis hijos. Ya estoy”, sonríe.
Una tercera vivienda destaca en esta historia. “Tengo un amigo al que su abuela le decía que no se fiara de los banqueros
. Así que cada día convertía un peso en dólar y lo escondía.
 Tras el corralito se compró una casa”, recuerda Sacheri. Porque este tío Gilito de Argentina fue de los pocos en salvarse.
 Cuando el 3 de diciembre de 2001 el presidente De la Rúa decretó que nadie podía sacar más de 250 pesos al día (hoy serían 16 euros), el país entero se hundió.
 Y, con él, tanto Sacheri como los protagonistas de su novela.
El narrador experimentó una mezcla de desesperación (sus hijos tenían entonces uno y cuatro años) y de reproche a sí mismo:
 “Me sentí estúpido por no haber saltado antes
. Con los precios estables y el peso sobrevaluado, muchos se convencieron de que íbamos camino del paraíso.
 Pero en 1996 empezó a ser evidente que corríamos a 200 kilómetros por hora hacia un precipicio”. Aunque, tal vez para exorcizar aquel drama, en La noche de la Usina ha contado también la alegría de una revancha contra el sistema.
En el pueblo ficticio de O’Connor, que ya aparecía en su novela Aráoz y la verdad, varios vecinos proyectan una compra que cambie su vida.
 La víspera, ingresan el dinero en un banco.
 Sin embargo, entre el corralito y la magia negra de ciertos banqueros, su guita desaparece. Para recuperarla, solo les queda otro plan disparatado.
“Suelo moverme en lo pequeño, la vuelta de mi esquina, mi casa.
 Me gusta esa escala de gente, es la que me conmueve, de la que formo parte
. No se me ocurren realidades extrañas, de aliens o espías”, afirma Sacheri.
En efecto, en La noche de la Usina, vuelve a pintar una galería de humanos tan reales como familiares, con sus virtudes y sus contradicciones
. Perdedores, los han definido. Pero él matiza: “No somos millonarios o playboys.
Somos así. Quizás en ese sentido seamos todos perdedores. Vivir es perder, en el fondo”.
En ese marco se entiende su pasión por el fútbol y por retratarlo.
 Como Hornby, Galeano o Fontanarrosa, por el balompié Sacheri ha hecho de todo: escrito relatos, llorado y hasta mentido a su hijo, para convencerle de que Independiente era “el mejor equipo del mundo”.
Y lo considera un terreno fértil para la literatura: “Es un juego y como tal nos desnuda. Muestra al hombre sin máscaras”.
Extremas son también las emociones que despierta en Argentina la política.
 “Me interesa muchísimo, pero me desanima el fanatismo cuasi religioso”
. En su visión, el kirchnerismo repite sin parar que su Gobierno trajo una “década ganada” y ataca al nuevo presidente, Mauricio Macri, “como si llevara 10 años en el poder”.
 Al otro lado, el frente crítico con la exmandataria Cristina Fernández defiende con idéntica virulencia justo lo contrario.
 La guerra se refuerza en las redes sociales, ya que “la barricada del siglo XXI está detrás del teclado del ordenador”
. Y añade: “Se dice que muchas veces los ciclos argentinos terminan en una gran crisis”
. Seguro que en O'Connor, por si acaso, ya tienen un plan.



 

5 jun 2016

Una lista de compras.................................................... Boris Izaguirre


Antonio Banderas en la semana de la moda de Miami en junio de 2016.
Ayer fui a comprar alimentos de la cesta básica para enviar a mi padre en Venezuela. Armado de una lista y de mi amiga Adriana junto a su mamá Sofía, fui hasta un mercado al por mayor en lo más profundo de Miami.
 Curiosamente, ese día mi padre recibía un homenaje como exdirector de la Cinemateca Nacional de Venezuela, honrando su capacidad de conservar centenares de documentales y películas ligadas a nuestra identidad cultural
. Los alimentos se comen o deterioran, el celuloide perdura con la ayuda de personas como mi padre.
El cine ha sido un alimento esencial de mi vida, quizá por eso me resultó cinematográfica la peripecia con Adriana y su madre, Sofía Imber, una de las mujeres más reconocidas en el mundo museístico americano, fundadora del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas.
 En los años 80, Sofía y yo subíamos la montaña de El Ávila, pioneros en una actividad deportiva senderista que se convirtió en moda en nuestra ciudad. “Ahora somos de los primeros en ir a recolectar alimentos en almacenes al por mayor en el suroeste de Miami”, me dijo, con una benévola sonrisa para que me viniera arriba y dejara de pensar en el desastre que ha causado todo esto
. El almacén se llama Costco y tiene más de 200 pasillos que miden cuatro metros de altura, repletos de alimentos.
 Detergente orgánico o convencional, leches de todos los sabores, paquetes de harina para abastecer a una panadería, mantequillas y jamones
. Desodorantes y hojillas de afeitar. Por un momento pensé en si el comunismo no tendría razón en acusar al capitalismo de someterlos al hambre quedándose con todos los bienes.

Vi la lista de mi padre repetida en otros venezolanos: aceite, medicinas, atún
. Ninguna fruslería, como esos dulcísimos chocolates gringos. 
Arroz y champú. Éramos unas 100 personas, lista en mano, rodeados de sobreabundancia, buscando llenar unas cavas que viajarán vía marítima hasta Caracas en diez días.
 En mi ciudad de origen, se ha creado una industria alternativa: los buscadores de alimentos a los que llamanbachaqueros, en referencia al macho de la hormiga roja, conocidos por sus habilidades para el almacenamiento.
 En Costco me convertí enbachaqueroen dólares.
 Y cuando acudí a los que operan el envío, constaté que ese era también otro empleo derivado de la crisis alimentaria del gobierno venezolano: por 90 euros resuelven un mes de comida en una ciudad que, cuando yo era pequeño, presumía —a Caracas siempre le ha gustado mucho presumir— de disponer de los mejores restaurantes de Sudamérica y de que en las casas de clase acomodada se podían comer dietas estadounidenses, noruegas, chinas y libanesas, porque todos los países del mundo querían nuestro petróleo y a cambio nos permitían disfrutar de sus viandas.
Byron, el encargado de la gestión, me explicó que comenzaron como una oficina de importación de coches.
 Cambiaron los vehículos por ordenadores y terminaron llevando cocinas y neveras.
 Y al final, alimentos. Mi papá me dijo: “Un poco de justicia poética, tubachaquerose llama Byron”.
Escasean alimentos en Venezuela, y en España no hay un día en que falten noticias sobre excesos cometidos por gobernantes o sus hombres de confianza.
 Chaves y Griñán, Zipi y Zape, han hablado y callado. Lo último de la Púnica ha sido la lista de la compra de Francisco Granados, cabezas de toro, relojes Cartier y putitas de confianza, como si fueran cosas que van naturalmente juntas en una zarzuela como esta. En el caso de Granados también era aspiracional, solo trataba de imitar mirando hacia arriba
. Y ahora se le acusa, además, de mal gusto
. La vida de excesos es así, cuando recalificas el primer terreno entras en una dimensión distinta acompañado de joyas ridículas y de putas de confianza.
 Eros y Tánatos.
En cuestiones de gusto, en Miami todo puede suceder.
 En el Hotel Mandarín, Antonio Banderas y Ágatha Ruiz de la Prada presentaban al alimón la Miami Fashion Week.
 Banderas aprovechó para caldear el ambiente con su colección de ropa masculina, para la que ha tomado cursos en la prestigiosa Saint Martin´s School. Rodeado de los micrófonos de las televisiones hispanas de Estados Unidos que le preguntaban sin cesar cuál era su logo, el actor y diseñador señaló dos rayitas bordadas en su pecho. “¿Qué son?”, husmearon los periodistas.
 Y Antonio pareció asombrarse de que no se entendiera el guiño. “Banderas, mi logo es mi apellido”.



 Dijo sin dejar una puntada suelta. Y agregó: “La ropa es la expresión más sincera de tu forma de ser”.
Repasando cómo se vestían Granados, el presidente Chavesy el presidente Pujol, pues la verdad es que a Granados se le notaba más su forma de ser.