Para demostrar que la sociedad no se ha desprendido del todo de ese
mal conocido como machismo, basta con realizar un sencillo experimento:
googlear la palabra
solterona.
Cuando el poderoso buscador bucea por el término, se topa con una
inagotable selección de entradas de dudoso gusto, tales como
Dejar de ser una solterona,
La terrible carga de ser una mujer solterona o
La delgada línea entre soltera o solterona.
Kate Bolick no tiene reparos en autodenominarse de esa forma. Sabe que
es de las pocas mujeres que asumen que el peyorativo término no debe
minar su confianza en sí misma. Solterona, a mucha honra. La periodista y
escritora Bolick
decidió al cumplir la treintena que quería vivir su vida en solitario. Sin tabúes y desmitificando el término, ha plasmado sus inquietudes existenciales en
Solterona, la construcción de una vida propia (Malpaso
), un ensayo en el que mezcla experiencia propia con datos y estadísticas sobre el tema.
El libro
se ha convertido en un fenómeno editorial en EE UU
y recientemente acaba de aterrizar en España. Igual que su escritora,
que explica el punto de inflexión que le hizo tomar un rumbo con el que
no fantaseaba en sus sueños juveniles. Había asumido siendo una niña que
su vida adulta se cimentaría sobre el matrimonio y los hijos. Algo que
nunca ocurrió. "Me iba haciendo mayor y no sucedía, no encontraba a
nadie. Incluso llegué a pensar que el problema era yo", rememora la
escritora. Circunstancias vitales que acabó aceptando, hasta logró
disfrutar de ellas. "A los 35 asumí que, a lo mejor, es que no me casaba
nunca. Al final me dio igual, porque me di cuenta de que me gustaba. Me
gusta la vida que tengo", subraya.
Muchas mujeres se ven en esa misma tesitura vital, opina Bolick, y
les cuesta asumir la soledad. Sobre todo cuando viene impuesta por el
destino y no por propia voluntad.
Precisamente, esa es una de las
principales motivaciones que la impulsaron a dar testimonio escrito de
su experiencia, la de liberar a sus congéneres de la pesada carga
psicológica que sostienen por
no llegar a ser lo que la sociedad espera
.
Cada vez más, señala con un dato. "En EE UU, entre las que no están
casadas ni tienen pareja, y las que son viudas y divorciadas, la cifra
de mujeres a las que ella llama solteras sobrepasa el 53%".
A pesar de que ella eligió la independencia por decisión personal,
confiesa que ha experimentado momentos de zozobra en algunos momentos.
"Cuando tenía 30 y pocos, sentía que tenía que vivir sola para aprender a
estar bien conmigo misma, pero no sabía como hacerlo".
En esa época
encadenaba etapas de salir mucho con otras de permanecer sola en casa en
las que acababa deprimida.
"Estuve varios años aprendiendo la manera de
encontrarme bien conmigo misma. Una de las lecciones más importantes
que he aprendido es que, para vivir bien sola, necesitas tener la
voluntad de querer estarlo.
Como cualquier tipo de vida plena necesita
la intención de querer tenerla".
En su texto, la escritora no plantea una doctrina inalterable.
Ella
misma, tras una década de soltería, tiene actualmente una relación y
comparte piso con su pareja.
Algo que, cree, no es en absoluto
contradictorio con lo que predica. "Nos hemos tenido que ajustar el uno
al otro.
Después de 10 años viviendo sola, estoy acostumbrada a tener
todo el tiempo del mundo para mí.
Lo que permite que estemos bien
juntos, es que mi novio también necesita mucho tiempo para él. Nos las
hemos apañado para negociar las diferentes necesidades que tenemos cada
uno", relata.
Apela a la diversidad y a la libertad individual de cada
uno.
Sería la consecuencia lógica, y de hecho lo es, según su criterio,
de la evolución de la historia y la transformación de la sociedad. "Es
el resultado de los logros de la segunda ola del feminismo de los años
70.
Es una circunstancia que nunca se ha dado antes: el número de
mujeres que están trabajando y estudiando es mayor que nunca"
. Y añade.
"Cuando las mujeres han tenido menos acceso a la educación, han tendido a
casarse más.
Si toman la decisión de vivir en solitario creo que es,
fundamentalmente, porque ahora se les permite tener experiencia, una
visión del mundo mucho más amplia que el matrimonio
No es egoísmo, como muchos argumentan".
Cada vez más madres solteras
Separa, no obstante, la soltería de la maternidad.
Una cosa no está
reñida con la otra, pero ambas se nutren de los cambios sociales. "Es
deliciosamente irónico que, en el pasado, las solteronas fueran
consideradas asexuales y se pensara que no debían tener hijos, y, ahora,
las solteras están optando cada vez más por tener hijos solas",
afirma.
Vuelve, una vez más, a sacar a colación las estadísticas.
Recita los datos de memoria, tal y como los plasma en su libro, y de
ellos saca varias conclusiones. "Es muy curioso que el porcentaje de
mujeres que realmente quieren tener hijos es muy pequeño. Y lo mismo con
las mujeres que no quieren tenerlos.
La mayoría estamos en el medio
. No
sabemos realmente si queremos o no, depende de como funcione nuestra
vida, en el momento en el que estamos".
En resumen, que muchas mujeres
tienen hijos coaccionadas, una vez más, por los roles y estereotipos que
impone la sociedad.
"Es una presión real, que existe y provoca mucho estrés. También la
padecen los hombres, porque el mundo está organizado en torno a la
familia y a la pareja".
Los hombres pueden esperar todo lo que quieran a la hora de vivir en
pareja y tener descendencia". Sucede al contrario en el género femenino.
Si una mujer no tiene pareja, en algún momento de su existencia habrá
tenido que aguantar el tipo y sonreír ante el gracioso de turno que
bromea con su condición de solterona
A Kate Bolick, le ha sucedido, y por eso anima a desembarazarse de las
peores connotaciones de la palabra. "Todo el mundo sabe que es un
término muy negativo, y aunque la gente no lo suele usar en serio, es
una manera de mantener el miedo.
Es una forma de decir: mira en lo que
te vas a convertir si no te casas”.