En 1964 Kitty Genovese fue asesinada y violada sin que sus vecinos la ayudaran. Su muerte se convirtió en un fenómeno que hoy vuelve a estar de actualidad.
Pero hace medio siglo, el asesinato de Kitty Genovese consiguió hacer sentir miserable a toda una nación; mejorar los avisos de emergencia mundiales; ponerle nombre a un fenómeno psicológico tan triste como común; y confirmar la vigencia del aserto periodístico “no dejes que la realidad estropee una buena historia”.
Los cuatro efectos anteriores explican por qué la muerte del reo común Winston Moseley es noticia destacada en el New York Times estos días.
Sin embargo, fue el nombre de su víctima, Kitty Genovese, la reacción de sus vecinos en Queens, y las dudosas decisiones de un periodista del mismo periódico, los que dotaron a esta historia que comenzó la noche del 13 de marzo de 1964 de la dimensión que ahora tiene.
Esa madrugada, Kitty aparcó cerca del apartamento que compartía con su novia en Kew Gardens, un barrio de Queens
. Solía llegar tarde, porque trabajaba en un bar y a menudo era la encargada de cerrar
. Eran poco más de las 3 de la mañana.
Primero la siguió a pie y luego, Winston Moseley, se abalanzó sobre ella y comenzó a apuñalarla
. Aunque la autopsia reveló que las primeras estocadas le llegaron al pulmón, Kitty pudo gritar “Dios mío, me han apuñalado. ¡Ayudadme!”.
Desde una de las ventanas de las muchas que se iban encendiendo por el alboroto, alguien increpó “¡Deja en paz a esa chica!”.
El agresor se asustó, obedeció y se escondió y la joven llegó como pudo a la entrada de su casa. Pero, Moseley, convencido de que -como así fue- aquel vecino olvidaría el asunto y volvería tranquilo a su cama, la siguió hasta el edificio, la violó moribunda y remató su asesinato a cuchilladas.
Tan solo una vecina de se decidió a abrir su puerta y socorrerla, pero Kitty Genovese murió en sus brazos.
Tenía 28 años.
Faltaban todavía más de tres lustros para que la homosexualidad dejara de ser delito en Nueva York.
Así que la policía despachó el asunto concluyendo que Mary Ann, la novia de Kitty, había sido la responsable de su muerte.
Quién delinque en la cama es un delincuente capaz de delinquir en la calle y en el portal, dedujeron.
Y la teoría del crimen pasional solucionó la investigación, a pesar de que las mismas personas que no auxiliaron a Kitty habían sido testigos de su ataque y pudieron contarle a la Policía que el agresor había sido un hombre de color.
Unos días después, Moseley fue arrestado por un robo menor, pero confesó el asesinato de Kitty y el de otras mujeres elegidas como ella al azar y hasta ayer, cuando falleció, no volvió a salir de la cárcel de Nueva York, convirtiéndose el preso más veterano del estado y también en uno de los pocos condenados en los sesenta que esquivaron la pena de muerte a la que se le condenó.
Aquí acabaría la historia de no ser porque, días después de la detención, el jefe de local del New York Times, Abe Rosenthal, sacó el asunto en una de sus visitas de trabajo a la comisaría
. Y como cuentan los libros, documentales, y artículos que se han escrito sobre el caso, el policía le comentó, entre el estupor y la indiferencia, lo extraño que resultaba saber que 38 personas habían presenciado el crimen sin que hubieran alertado a las autoridades.
El periodista envió a un colega a investigar el caso pero escribió él mismo la entradilla. Había ganado un Pulitzer por varios reportajes sobre Europa del Este y usó su habilidad de cronista para impactar con un texto de apenas 30 palabras: “Durante más de media hora, 38 ciudadanos respetables y honrados miraron cómo un asesino perseguía y apuñalaba a una mujer en tres ataques diferentes. Ninguno llamó a la Policía”.
Se ha escrito mucho sobre si Rosenthal, que llegó a dirigir el periódico, tecleó esas líneas aún sabiendo que no eran 38 testigos sino 37 notas sobre el asesinato y un aviso a las autoridades. También se atribuye a una posterior breve fuga de Moseley en la que violó a otra mujer, la trascendencia mediática del caso
. Pero, más de medio siglo
después, ni los avatares carcelarios del asesino, ni la ausencia de
primor en el cotejo de los datos, ni siquiera cierta vocación
sensacionalista en la redacción pueden anular el olfato periodístico de
Rosenhthal, que achicharró la conciencia de miles de lectores, al
conseguir, a través de las palabras elegidas para aquella entradilla,
que se identificaran con la dejadez cívica que representaban los hechos.
Kitty Genovese no está solo de actualidad por la muerte de su asesino. Casulamente, en el capítulo de Girls que se ha emitido esta semana los protagonistas de la serie asistían a una obra de teatro que reproducía su asesinato. En una función itinerante, el público podía visitar las diferentes casas de esos vecinos que escucharon a Kitty ser asaltada y agonizar. Al salir de la función Ray, desolado, hablaba con Hannah.
Según el personaje más cabal de la serie, todos estos años hemos avanzado muchísimo en cuanto a conquista de nuestros derechos, hemos cambiado sustancialmente como sociedad, pero la apatía humana sigue estando en la raíz de muchos de nuestros problemas comunes. Kitty Genovese hizo que esta evidencia se pusiera encima de la mesa, pero no provocó que desapareciera.