Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

2 abr 2016

La isla de los viejos................................................................................... Álex Ayala Ugarte

En Pariti, un pueblo boliviano rodeado por el lago Titicaca, se han quedado sin sacerdote, sin jóvenes y sin su medio de vida: la pesca.

 

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Antaño la pesca era la principal fuente de riqueza de la isla.
En la cara oeste de Pariti, una isla boliviana del tamaño de un gran asteroide rodeada por las aguas del lago Titicaca, una piedra vertical con un orificio apaisado decide el destino de sus habitantes. Leandro Callizaya, un campesino de labios arrugados y 63 años, dice que el que cruza sin dificultad a través de este agujero profético es bendecido con una salud de hierro, y cuando alguien fracasa al intentar traspasarlo “recibe el castigo de la Madre Tierra” y a veces se muere.
Algunos de los más longevos de la isla se enfrentaron a él con éxito en sus tiempos mozos y todavía se mueven por sus terrenos de labranza como si tuvieran la energía de un adolescente
. Desde mediados de los noventa, sin embargo, el abandono juega en contra de sus habitantes, hombres y mujeres con las sandalias llenas de barro y el semblante serio. “La mayoría de los jóvenes se han marchado a ciudades como La Paz o El Alto para estudiar o buscar trabajo”, lamenta Gerardo Limachi, un tipo fornido de 49 años y pómulos pronunciados.
 “Antes manteníamos a nuestras familias gracias a la pesca: sacábamos entre 600 y 800 peces diarios, íbamos a las ferias de las poblaciones cercanas y hacíamos trueque.
Ahora apenas conseguimos 40 o 50 y lo que ganamos no alcanza ni para fideo”.
En Pariti quedan 42 familias. En una década, calculan, no habrá ni un
solo alumno en la escuela
Todas las mañanas, a la hora en que los gallos cantan, los más madrugadores de Pariti ya están en sus botes de madera para lanzarse al agua.
 Son las 6.30, las primeras luces del alba cubren el lago con un manto violáceo y Limachi rema a través de un laberinto de plantas de totora mientras su pareja se encarga de recoger las redes.
 Los movimientos de su mujer son como los de un autómata que no se aburre de repetir los mismos gestos metro tras metro: primero jala, luego desenreda y finalmente deposita los pescados que quedaron atrapados sobre un plástico celeste.
Según Limachi, el aroma que les acompañaba antes era el del té caliente de sultana con el que les esperaban cuando regresaban a casa. Desde hace algún tiempo, sin embargo, el olor a basura y a huevo podrido a ratos es insoportable y algunos se enferman.
Los vertidos llegan a la bahía de Cohana a través de los ríos que pasan cerca de las empresas (fábricas de baterías, plásticos, textiles…) instaladas en los puntos más poblados del Altiplano y se han adueñado poco a poco de las áreas menos profundas del Titicaca. Según Donato Corani, un especialista en temas ambientales de 50 años, su superficie –de color verde esmeralda en algunas zonas por culpa de los desperdicios– se ha convertido en un basurero gigante en el que se acumulan metales pesados que ahuyentan a los peces. Corani dice que en la bahía uno puede hallar de todo: “Zapatos, llantas, hasta perros muertos”; calcula que hay 5.000 afectados por los desechos y cree que lugares como Pariti podrían desaparecer en 30 o 40 años: se están extinguiendo.
El nonagenario Eusebio Callizaya, uno de los más longevos de Pariti.
En la isla, antaño vivían en torno a 300 personas
. Hoy apenas quedan 42 familias. Ya no hay ni siquiera sacerdote.
El campo de fútbol casi siempre está vacío y más de una veintena de casas están habitadas solo por las arañas.
Antes del boom de la telefonía móvil, para entrar a Pariti había que encender una gran fogata en Quewaya, la población de enfrente; y cuando las llamas alcanzaban una altura considerable, casi siempre había un barquero disponible para recoger a los viajeros.
 Hoy son más los que salen de la isla que los que entran.
 Los herederos legítimos de Pariti se han ido a España, a Argentina o a las ciudades de La Paz y El Alto, y en sus calles lo habitual es cruzarse con gente mayor de 60 años que cuida vacas y habla en aimara. Pariti es una isla de viejos, una isla olvidada. El éxodo, según Limachi, es una historia que se repite constantemente, y los que se han ido, un triste recuerdo.
Eusebio Callizaya tiene 95 años, utiliza un bastón para sostenerse y asegura que, hasta mediados del siglo XX, Pariti era un paraje casi aislado dominado por los patrones. Según él, el primero que se instaló en la isla fue Pablo Pacheco, un hacendado que tenía un calabozo para castigar a los agricultores díscolos.
 Y el segundo, Martin Frantz, un alemán que compró la isla después de que Pacheco muriera ahogado en el lago
. Los campesinos solían entregarles parte de sus cosechas y dependían de ellos, y no recobraron su independencia hasta después de la reforma agraria de los años cincuenta.
Callizaya, que camina despacio porque está mal de la vista, hace mucho que no comparte estos recuerdos con sus nietos porque ninguno de ellos vive en la isla.
 “Aquí no hay médico y cuando me indispongo recurro a los remedios naturales, como el hinojo o la hoja de coca.
Me siento cansado. Ya quisiera morir”, dice en aimara, y luego se retira hacia su dormitorio con el cuerpo encorvado.
A Benita Tarque, otra vecina, la encontramos unos minutos después en una de las esquinas de la plaza
. La anciana tiene 70 años, 5 hijos, 11 nietos y los ojos rojos, y lleva un tejido andino de colores fuertes ajustado a la espalda para transportar leña
. Dice que solo uno de sus hijos decidió permanecer en Pariti y que le preocupa el resto.
Alejandra Mamani, de 93 años, tiene los pies hinchados y los cabellos largos.
 Sigue peinándose sola cada mañana con la ayuda de un simple cubo con agua.
Y también carga una gran pena encima: dos de sus hijos yacen bajo tierra.
La isla está plagada de gente con canas que casi siempre habla de sus dos, tres, cuatro, cinco, seis o más nietos con un tono de ausencia.
 Probablemente, en algún momento, todo esto quedará desierto.
Los que se mueren suelen hacerlo en silencio: cierran los ojos, se les para el corazón y no despiertan al día siguiente; o se accidentan, están algunas semanas convalecientes y se van consumiendo como si fueran cigarros.
La hija menor de Gerardo Limachi asiste al colegio de lunes a viernes con una mochila con la forma de un oso panda.
 Su profesor, Marcelino Morales, tiene una camisa oscura y 56 años, y lleva ocho en la isla compartiendo sus conocimientos.
En el aula, el mobiliario es austero: hay dos bancas medianas de madera, una mesa, tizas usadas, una pizarra blanca con ejercicios de matemáticas y una pizarra negra en la que una niña trata de esbozar algunas sílabas: ma, mo, me, mi, mu.
Cuando Morales comenzó a dar clases había más de 30 alumnos.
 Ahora son solo tres y el maestro piensa que en menos de una década no habrá ni uno.
Paradójicamente, el sector del lago en el que nos encontramos es conocido en aimara como Wiñaymarka, que en castellano quiere decir “pueblo eterno”.
elpaissemanal@elpais.es

Días con Isabel................................................................................ Luis Alegre

Me encantaría saber qué pasa por la cabeza del exquisito escritor al verse en la portada de '¡Hola!' y oírse tan citado por Anne Igartiburu en las sobremesas de España.

¿que le pasó al pelo de Isabel? se le ha caido y no tiene a mano el flequillo postizo que se pone? porque su pelo nace ya casi en la nuca....habrá que hacer algo como con su piel. Se nota que lleva dias de ajetreo, ella que duerme hasta la 1h de la tarde y empieza sus ejercicios y potingues para estar exquisita con un couch para cada cosa.

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El escritor Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler durante el seminario organizado con motivo del 80 cumpleaños del autor. EFE
Hace un año, Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler disfrutaban, cada uno en su esquina, de un protagonismo abrumador en la vida cultural y social.
 Ambos mantenían un carisma casi imbatible en sus respectivos mundos, tan aparentemente alejados. A nadie se le ocurrió imaginar la bomba que estaba cerca de estallar.
 Nos hemos acostumbrado enseguida a que la imagen de la pareja decore el paisaje, pero quién lo iba a decir.
Esta historia encierra algún detalle muy chocante.
 En su obra, Vargas Llosa ha denunciado las debilidades de una civilización que ha arrinconado un modo de entender la cultura a cambio de enaltecer lo insustancial, el amarillismo y el espectáculo.
 Y él, ahora, se halla en la cima de esa montaña rusa, convertido en superestrella de un circo del que abomina pero que ha decidido tolerar por puro amor, al reparar en que venía en el mismo paquete.
Me encantaría saber qué pasa por la cabeza del exquisito escritor al verse en la portada de ¡Hola! y oírse tan citado por Anne Igartiburu en las sobremesas de España.
No parece probable que alguna vez publique un relato de sus días con Isabel, de cómo se ve la vida con ella al lado.
 Pero ojalá. Sería glorioso, sobre todo si deslizara su fina retranca.
Yo daría algo por conocer la reflexión que le pudo inspirar la respuesta que repentizó Chábeli cuando le preguntaron si había leído algo suyo: “No he leído nada de Mario porque, desde que vivo en Miami, sólo leo en inglés”.
 Esas palabras son, se miren como se miren, una involuntaria joya del surrealismo, un género al que Vargas Llosa ha dedicado líneas fabulosas. 80 años. Felicidades, Mario.

 

Karl Lagerfeld, el último emperador................................................... Álex Vicente



Llevará 60 años en un mundo tan volátil como el de la moda, pero Karl Lagerfeld sigue en lo más alto
. En un contexto donde los diseñadores se convierten en piezas intercambiables y los mayores talentos se queman las alas de una temporada a la siguiente, el alemán sigue pareciendo inoxidable. Es el último superviviente de la alta costura de los cincuenta tras la retirada de Valentino Garavani, un año mayor que él
. Sigue diseñando ocho colecciones al año para Chanel, de la que es director creativo desde 1983. Al frente de un imperio que bordea los 5.000 millones de euros anuales en ventas, ha logrado transformar aquella vieja maison de otra época en un emporio global como existen pocos.
A punto de cumplir 83 años, aún no tiene intención de retirarse.
 “Karl nunca está satisfecho con lo que hace, eso lo impulsa a seguir. Necesita gustar y sentirse amado.
Y lo ha conseguido: es lo más parecido a una estrella de rock en la moda”, explica la modelo y diseñadora Inès de la Fressange, perfecta encarnación del mito de la parisienne que se convirtió en imagen de Chanel en 1983
. Lo conoció a finales de los setenta, cuando él aún oficiaba en Chloé. “No sé qué vio en mí. Tal vez le recordé a su madre, pero no se lo diga
. Luego se ríe de mí llamándome Sigmund Freud. Y, a él, el psicoanálisis no le interesa nada”, sonríe.
Pese a esa aversión, a Lagerfeld le encanta contar la misma anécdota en cada entrevista.
 Su equipo es capaz de repetirla de memoria.
“De pequeño, mis padres me regalaron seis bicicletas”, relató a The Guardian. “Fui un niño muy mimado.
Los demás no tenían ninguna, porque era la posguerra.
 Yo no las compartía: cada día usaba una distinta para que los demás se pusieran celosos”. Tal vez no sea casualidad que trabaje en un negocio que vende el deseo de algo que no se tiene.
El diseñador procede de una familia acomodada de Hamburgo. Su padre dirigió una fábrica de productos lácticos, mientras que su madre, personaje exigente e iracundo, había sido vendedora de lencería en el Berlín de entreguerras.
 “Eran protestantes convertidos al catolicismo: el peor tipo”, afirma El Káiser con su conocida lengua viperina.
 Sus inicios en la moda tuvieron lugar al ganar un concurso en 1954, ante un jurado donde figuraban Pierre Balmain y Hubert de Givenchy.
 Un año después, fichó como aprendiz de Jean Patou
. “La moda es la expresión personal de un mundo en transformación.
 El diseño es el arte de observar esos cambios y anunciarlos en ropa que millones de personas puedan vestir. Karl ha dominado ese proceso”, dijo Anna Wintour el pasado otoño, al entregarle un premio honorífico en los British Fashion Awards.
“Es un ser delicioso, contrario a lo que se cree y a lo que dejan entender sus frases asesinas”, asegura Oliver Saillard
La modelo y productora musical Caroline de Maigret, cuya carrera despuntó cuando Lagerfeld la descubrió en un casting, lo considera “un personaje único y casi alienígena”, además de “un visionario que entiende cómo funciona la sociedad y cómo evoluciona la mujer”
. “En el fondo, la moda y las tendencias le dan igual.
 En un momento, decidió que la moda sería él”, afirma De Maigret.
 “Si sigue siendo relevante, es porque nunca ha dejado de aprender.
No se ha dormido en los laureles y se ha nutrido de nuevos estímulos.
 Cuando pienso en él, lo imagino rodeado de libros de arte, de historia y de moda”. No por casualidad, su cuadro preferido es El pobre poeta, del pintor holandés Carl Spitzweg, donde figura un hombre solo en medio de una habitación, rodeado de libros.
El historiador de moda Olivier Saillard, director del Palais Galliera de París, afirma que eso es lo que le distingue
. “Dispone de una cultura a la antigua que los demás no tienen, una sed de conocimiento que ha formado su espíritu
. Puede leer un libro sobre el siglo XVIII e imaginar cuatro colecciones a partir de dos o tres páginas”, afirma.
 “Además, es querido por su equipo, que sigue con él desde hace dos o tres décadas, algo que no sucede en las demás firmas. Lagerfeld es un ser delicioso, contrario a lo que se cree y a lo que dejan entender sus frases asesinas”, ironiza Saillard
. Entre las más célebres: tildó a Yves Saint Laurent de “provinciano”, calificó a Andy Warhol de “físicamente repulsivo”, llamó a Diana de Gales “guapa y dulce, pero tonta”, y dijo que Adele estaba “demasiado gorda”.
Su longevidad le asemeja a su predecesora Coco Chanel, pero una diferencia fundamental parece separarlos.
 Mientras la revolucionaria diseñadora terminó renegando del progreso, oponiéndose a la minifalda y echando pestes a la juventud de los sesenta, Lagerfeld entendió que su supervivencia pasaba por seducir a los llamados millenials.
 En su última presentación de prêt-à-porter en París, hizo desfilar a la plana mayor de las instagirls, modelos surgidas de las redes sociales, sentó a la familia Kardashian en primera fila y empujó a tres hombres a circular por la pasarela, para sumarse a esa fluidez de género que hoy es tendencia.
 “En lugar de rechazar a los jóvenes, los engloba en su propuesta.
 Si sigue ahí, también es porque no le gusta nada la nostalgia”, confirma De la Fressange.
Hace pocos meses, se negó a acudir a la retrospectiva organizada en Bonn para celebrar sus 60 años en la moda.
“No quería ver todos esos vestidos viejos. Me interesan más los que estoy intentando diseñar ahora”, explicó a The New York Times
. “Personalmente, no hago ningún esfuerzo por recordar”.

La corbata por fuera........................................................................... Boris Izaguirre

Álvaro Vargas en su alocución mencionó a su madre, Patricia, y la sala entera se quedó en silencio.

 No se oía ni un tenedor. Fue un gesto para acaparar la atención y sembrar un poco de paz en una situación siempre imprevisible.

Boris ultimamente no me gusta. Bueno no me gusta su implante de pelo, el siempre va impoluto, eso si, pero con el lio de Vargas Llosa y La Preysler va camino de ser , algo así como Elton Jhon.

 


Mario Vargas Llosa sopla las velas, el día de su cumpleaños.
Definitivamente, me siento mejor desde que acudí a la cena de cumpleaños de Mario Vargas Llosa. Mientras escuchaba su discurso me dejaba llevar por su fascinante idioma y su repaso a unos 80 años que han enhebrado a Latinoamérica con Europa, y confirmaba que Vargas Llosa es irrepetible y que por eso era irrepetible participar de esa celebración
. Vargas Llosa recordó la importancia de Proust, Cervantes y Shakespeare para el goce de la literatura.
 Señaló como Castro y Chávez terminaron convirtiendo sus revoluciones en fracasos económicos y aniquilando libertades democráticas.
 Y reconoció con complicidad que la felicidad llega a sus 80 años con nombre y apellido: Isabel Preysler.
Derramé una lágrima, que Iñaki Gabilondo observó resbalar hasta la moqueta.
 Claro que lloraba por esa declaración de amor, ¿quién no lo haría, siendo latino? También lloré un poquito por mis padres que fueron jóvenes al mismo tiempo que Vargas Llosa y que lo han admirado y leído desde el principio.
 Ellos, más que nadie, entenderían el alcance de esas palabras y esa extraordinaria carrera: ser el intelectual que reúne a un continente y a un idioma en permanente ebullición.
 Manteniendo en paralelo la literatura con la política en esos países nuestros donde la democracia, la corrupción y la dictadura a veces parecen ingredientes de un mismo guiso.
 De un mismo sancocho.
Boris Izaguirre, en la fiesta del 80 cumpleaños de Mario Vargas Llosa. Getty Images
. Álvaro también comparó a su padre con los Rolling Stones y fue muy celebrado, pero quien en realidad se parece a Mick Jagger es Preysler, por su poderío escénico, propio de un icono pop. Preysler tuvo gestos visibles e invisibles en la noche de su novio
. Uno al aceptar la invitación de él a incorporarse a la foto junto a todos los escritores, como una más y la más distinta.
Y otro, cuando nos tomó de la cintura a mi marido y a mí delante de un fotógrafo, apoyando sutilmente al matrimonio igualitario en una cena repleta de expresidentes conservadores y sus esposas.
No es una novedad que a las estrellas latinoamericanas de la literatura les gusta el poder o estar próximas a él. García Márquez y Octavio Paz también disfrutaron rodeados de presidentes. Preysler representa otro poder, propio del siglo XX: la celebridad.
 Quizás eso les atraiga pero esa noche, los dos parecían unos enamorados que han encontrado al fin su momento.
Y eso también es poderoso.
Poco antes, durante el cocktail, coincidimos con el matrimonio Aznar-Botella.
 A él lo saludamos en plan marcial pero ella reaccionó como si estuviera delante del anticristo o de alguien de Podemos y tuve que sujetarla por un brazo para regalarle un beso
. No fue fácil, intentó reprimirme, pero lo conseguí
. En los cumpleaños, como en la cena de Navidad, amigos y no tan amigos tienen que darse un beso.
En los programas del corazón se confundieron con la etiqueta de la cena y mi marido y yo tuvimos una riña de última hora, propia de un matrimonio igualitario con prisa, por las corbatas.
 Me di cuenta en la fiesta de que existen dos tipos de matrimonios igualitarios: los que tienen problemas con la corbata y los que no, como los embajadores americanos, que estuvieron relajadísimos a pesar de un catarro en común.
 Por el contrario, mi marido y yo manteníamos la tensión porque ambos queríamos la misma corbata. ¡Quizás la felicidad a los 50 tenga nombre de diseñador de corbatas! Al llegar al Hotel Villamagna, mi marido me abandonó en el taxi al ver el ejército de periodistas en la rampa de acceso.
 Cuando bajé del coche y me planté delante del pelotón, Rubén ya estaba hablando de House of cards con el atractivo Andrés Herzog de UPyD.
 Mientras, yo posaba confiado en que mi pelo a lo Liberace y mis gafas de Cary Grant garantizarían un buen retrato.
 Me equivoqué, llevaba mi corbata oscura por fuera de la chaqueta del traje. Mis amigos, compasivos y falsos, dijeron que estaba creando una nueva moda.
 Yo lo veo casi como una causa de divorcio más comprensible que las razones de Javier Merino para dejar a nuestra querida Mar Flores.
Llevo toda la semana viéndome con esa corbata colgando y escuchando como en varios programas me califican o de escritor o de miembro del mundo del corazón
. Y vuelvo a pensar en el discurso de Vargas Llosa para su cumpleaños.
 Un escritor nunca es solo un autor sino un hombre o una mujer vagando entre sus fantasmas buscando el nombre y apellido de su felicidad.
Vaya Boris que hubieras cruzado Siria a pie con tal de ser Isabel se llama mi amor y Preysler mi felicidad. Me extraña que no dijeras nada de su vestido de novia. Hubieras preferido ser el Nobel......debe ser eso así tendrías a los dos con corbata......ten cuidado porque D. Mario no se le prendió fuego la corbata de casualidad....o cambias de actitud o dentro de poco nadie te hará caso..