Lejos de marchitarse, la actriz canta victoria tras rodar su última película en España.
Y, aunque confiesa que la edad ha apaciguado a la fiera, la que tuvo, retuvo.
Sin pelos en la lengua, habla de política, de budismo y, sí,también de Almodóvar.
Trae una maleta con unas impresionantes botas de plataforma de Jean Paul Gaultier y su propia bolsa de pinturas, que abre y desparrama ante el espejo del camerino.
Entonces comenta con el maquillador: «Siempre uso la sombra morada en barra. Es un prune que te aclara el marrón de los ojos y te lo hace verde acacia.
A estas alturas nadie conoce mi cara mejor que yo».
Tiene 56 años y a lo largo de más de 90 películas ha interpretado a mujeres con mucho poderío, mujeres de distintas generaciones que han trazado un tortuoso camino desde la posguerra a la España actual: ha sido la sufrida esposa de El Lute: Camina o revienta (1987), la sensual asesina de Amantes (1991) y la heroína deslenguada de varios filmes de Almodóvar.
Cultiva una tensa relación con nuestro país, del que se fue hace 35 años y donde ya casi no le ofrecen trabajo.
Y eso que ha sido ocho veces candidata a los Goya. Pero cuando ganó el de actriz protagonista por Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto (1995) no apareció a recogerlo.
Se muestra nerviosa y, sobre todo, segura de sí misma. Hasta se ofrece a posar con posturas imposibles, sin miedo al batacazo: «Dadme problemas, que es lo que me gusta», dice entre carcajadas.
¿Por qué ese gusto por los problemas?
Mis éxitos en la vida siempre han sido fruto de los accidentes del camino.
Soy mucho más lista, más inteligente, cuando uso la intuición, que es el cerebro de mis tripas.
Y mis tripas se conectan a mi corazón. Si ensayo mucho, me aburro y todo es una mierda
. Yo ya estoy a la búsqueda de la frescura de la primera vez o de la última, que también tiene la misma intensidad.
¿No exagera al decir que a los 56 años va a ser la última vez?
De exagerado nada, que la última película que hice en España fue hace ocho años (Solo quiero caminar, de Agustín Díaz Yanes, 2008).
Y así es como lo vivo: cada filme que ruedo aquí es como si fuera el último, lo que también le da intensidad a la vida y al rodaje
. Además, el cine va mal, la crisis lo ha acabado de rematar y encima es muy difícil encontrar papeles que yo no haya hecho ya.
Vive en París desde 1980. «Me enamoré de un francés en 1979 y al año siguiente me fui para allá.
Pensaba que siempre tendría la puerta abierta para volver, pero a mis hijos no los iba a dejar sin padre.
Que yo no lo he tenido y te aseguro que no tiene ninguna gracia.
Después me volví a enamorar de otro francés. Estuve 15 años con el primero y llevo 17 con el segundo.
En fin, que Francia es mi destino. Pero vengo a España a menudo y no me corto a la hora de pedir trabajo, aunque no es fácil».
El 6 de mayo estrena Nacida para ganar, una comedia rodada en Móstoles que combina costumbrismo choni con una dura crítica a la rapiña que ha florecido en los años de crisis. Alexandra Jiménez interpreta a una dependienta de una colchonería que se deja embaucar por Victoria Abril –interpretándose a sí misma pero haciendo de una estrella venida a menos–, convertida en estafadora de timos piramidales: «Soy Victoriabril, todo junto, una tipa sin piedad capaz de hacer cualquier cosa por la pasta».¿Y qué tenía de atractivo este personaje tan demencial que, además, lleva su nombre?
En el guión original era una americana rubia platino que se llamaba Meredith.
Me gustó el punto desquiciado de la historia, pero no lo podía hacer, y le dije a Vicente Villanueva, el director: «Cariño, esto no se lo va a creer nadie, y además el personaje de Alexandra Jiménez no es gilipollas.
Es una mujer hundida por la crisis, pero no es tonta». Así que invité a Vicente a mi casa en París, le hice un puchero malagueño y en la conversación él me sugirió que hiciera de una Victoria Abril arpía.
Evidentemente, se lo compré.
¿Se identificó con ella?
Nada, en absoluto.
Yo soy todo lo contrario. Por eso me gustó. En mi vida todo lo he hecho por amor.
Por amor me he equivocado mil veces. Ni el dinero ni América han sido motores para mí. Hollywood no me gusta, me fui en avión y volví volando
. No conozco a una tía más lejana a mí que la Victoria Abril de esta película.
¿Y cuál es su motor ahora?
Lo único que le pido a la vida es no aburrirme ni aburriros
. Tengo que hacer cosas nuevas. Cuando me levanto por la mañana, necesito sentirme apasionada. Lo único que me mantiene animada desde hace seis años es hacer Clem –una serie francesa en clave de comedia en la que interpreta a una matriarca de armas tomar–; me ayuda a superar el muermo de la vida real.
¿Le molesta la vida real?
¡Pero, niña! ¿Es que no ves dónde vivimos? ¿Cómo no me va a molestar? [risas].
A mí me gusta vivir la vida de mis personajes, y todo el año estoy pendiente de lo que le ocurre a la Carolina de Clem: la visto, la maquillo, la peino y meto mano en los guiones.
La vida real es tan dura que siempre digo que el cine debería pertenecer al Ministerio de Sanidad en lugar de al de Cultura, pues nos permite desconectar
. Creo que Nacida para ganar es el ejemplo perfecto: te ayuda a evadirte por medio de la risa.
Y reírse sienta muy bien.
Hablando de la dura vida real, ¿cómo ve la nueva situación política española desde el otro lado de la frontera?
Al principio me pareció fenomenal acabar con el bipartidismo, pero ahora creo que seguimos igual: los morados, los rojos, los azules, los naranjas… y además tampoco les podemos echar toda la culpa a los políticos, porque somos los ciudadanos quienes votamos, aunque yo me mantengo al margen. En Francia no voto porque soy española y los inmigrantes no tenemos derecho a hacerlo.
Y en España no voto porque no vivo aquí y me parece indecente votar si no resido en el país. Que quede claro que allá donde trabajo pago mis impuestos, pero no voto porque me he hecho budista zen.
¿Qué tiene que ver el budismo con la política?
Acepto la vida como viene, ya no la quiero cambiar. Ya no soy rebelde.
Ni siquiera con causa. Es una decisión que he tomado para poder ser feliz
. A pesar de todos los pesares y todos los obstáculos, hay que intentar ser feliz. Y eso es lo primero que te tienes que decir cada mañana, haya crisis o buenos o malos políticos.
Hay que empeñarse en ser feliz.