Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

26 mar 2016

Victoria Abril: “Almodóvar no me quiere desde hace 20 años”

Lejos de marchitarse, la actriz canta victoria tras rodar su última película en España.

 Y, aunque confiesa que la edad ha apaciguado a la fiera, la que tuvo, retuvo.

 Sin pelos en la lengua, habla de política, de budismo y, sí,también de Almodóvar. 

Victoria Abril: “Almodóvar no me quiere desde hace 20 años”
Bomber de seda de GUCCI (c. p. v.), colgante de oro blanco y diamantes en talla brillante de GRASSY (2.785 €) y corona de flores de MARGARITA SE LLAMA MI AMOR (c. p. v.).
Abril llega a la sesión de fotos como un torbellino.
Trae una maleta con unas impresionantes botas de plataforma de Jean Paul Gaultier y su propia bolsa de pinturas, que abre y desparrama ante el espejo del camerino.
 Entonces comenta con el maquillador: «Siempre uso la sombra morada en barra. Es un prune que te aclara el marrón de los ojos y te lo hace verde acacia.
 A estas alturas nadie conoce mi cara mejor que yo».
Tiene 56 años y a lo largo de más de 90 películas ha interpretado a mujeres con mucho poderío, mujeres de distintas generaciones que han trazado un tortuoso camino desde la posguerra a la España actual: ha sido la sufrida esposa de El Lute: Camina o revienta (1987), la sensual asesina de Amantes (1991) y la heroína deslenguada de varios filmes de Almodóvar.
 Cultiva una tensa relación con nuestro país, del que se fue hace 35 años y donde ya casi no le ofrecen trabajo.
 Y eso que ha sido ocho veces candidata a los Goya. Pero cuando ganó el de actriz protagonista por Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto (1995) no apareció a recogerlo.
 Se muestra nerviosa y, sobre todo, segura de sí misma. Hasta se ofrece a posar con posturas imposibles, sin miedo al batacazo: «Dadme problemas, que es lo que me gusta», dice entre carcajadas.


¿Por qué ese gusto por los problemas?
Mis éxitos en la vida siempre han sido fruto de los accidentes del camino.
 Soy mucho más lista, más inteligente, cuando uso la intuición, que es el cerebro de mis tripas.
Y mis tripas se conectan a mi corazón. Si ensayo mucho, me aburro y todo es una mierda
. Yo ya estoy a la búsqueda de la frescura de la primera vez o de la última, que también tiene la misma intensidad.
¿No exagera al decir que a los 56 años va a ser la última vez?
De exagerado nada, que la última película que hice en España fue hace ocho años (Solo quiero caminar, de Agustín Díaz Yanes, 2008).
Y así es como lo vivo: cada filme que ruedo aquí es como si fuera el último, lo que también le da intensidad a la vida y al rodaje
. Además, el cine va mal, la crisis lo ha acabado de rematar y encima es muy difícil encontrar papeles que yo no haya hecho ya.
 La Plaza Mayor de Almagro es uno de los principales reclamos de la provincia.

 Vive en París desde 1980. «Me enamoré de un francés en 1979 y al año siguiente me fui para allá.

 Pensaba que siempre tendría la puerta abierta para volver, pero a mis hijos no los iba a dejar sin padre.

 Que yo no lo he tenido y te aseguro que no tiene ninguna gracia.

 Después me volví a enamorar de otro francés. Estuve 15 años con el primero y llevo 17 con el segundo.

 En fin, que Francia es mi destino. Pero vengo a España a menudo y no me corto a la hora de pedir trabajo, aunque no es fácil».

El 6 de mayo estrena Nacida para ganar, una comedia rodada en Móstoles que combina costumbrismo choni con una dura crítica a la rapiña que ha florecido en los años de crisis. Alexandra Jiménez interpreta a una dependienta de una colchonería que se deja embaucar por Victoria Abril –interpretándose a sí misma pero haciendo de una estrella venida a menos–, convertida en estafadora de timos piramidales: «Soy Victoriabril, todo junto, una tipa sin piedad capaz de hacer cualquier cosa por la pasta».
¿Y qué tenía de atractivo este personaje tan demencial que, además, lleva su nombre?
En el guión original era una americana rubia platino que se llamaba Meredith.
Me gustó el punto desquiciado de la historia, pero no lo podía hacer, y le dije a Vicente Villanueva, el director: «Cariño, esto no se lo va a creer nadie, y además el personaje de Alexandra Jiménez no es gilipollas.
 Es una mujer hundida por la crisis, pero no es tonta». Así que invité a Vicente a mi casa en París, le hice un puchero malagueño y en la conversación él me sugirió que hiciera de una Victoria Abril arpía.
 Evidentemente, se lo compré.

¿Se identificó con ella?
Nada, en absoluto.
Yo soy todo lo contrario. Por eso me gustó. En mi vida todo lo he hecho por amor.
Por amor me he equivocado mil veces. Ni el dinero ni América han sido motores para mí. Hollywood no me gusta, me fui en avión y volví volando
. No conozco a una tía más lejana a mí que la Victoria Abril de esta película.
¿Y cuál es su motor ahora?
Lo único que le pido a la vida es no aburrirme ni aburriros
. Tengo que hacer cosas nuevas. Cuando me levanto por la mañana, necesito sentirme apasionada. Lo único que me mantiene animada desde hace seis años es hacer Clem –una serie francesa en clave de comedia en la que interpreta a una matriarca de armas tomar–; me ayuda a superar el muermo de la vida real.
¿Le molesta la vida real?
¡Pero, niña! ¿Es que no ves dónde vivimos? ¿Cómo no me va a molestar? [risas].
 A mí me gusta vivir la vida de mis personajes, y todo el año estoy pendiente de lo que le ocurre a la Carolina de Clem: la visto, la maquillo, la peino y meto mano en los guiones.
La vida real es tan dura que siempre digo que el cine debería pertenecer al Ministerio de Sanidad en lugar de al de Cultura, pues nos permite desconectar
. Creo que Nacida para ganar es el ejemplo perfecto: te ayuda a evadirte por medio de la risa.
 Y reírse sienta muy bien.

Hablando de la dura vida real, ¿cómo ve la nueva situación política española desde el otro lado de la frontera?
Al principio me pareció fenomenal acabar con el bipartidismo, pero ahora creo que seguimos igual: los morados, los rojos, los azules, los naranjas… y además tampoco les podemos echar toda la culpa a los políticos, porque somos los ciudadanos quienes votamos, aunque yo me mantengo al margen. En Francia no voto porque soy española y los inmigrantes no tenemos derecho a hacerlo.
 Y en España no voto porque no vivo aquí y me parece indecente votar si no resido en el país. Que quede claro que allá donde trabajo pago mis impuestos, pero no voto porque me he hecho budista zen.
¿Qué tiene que ver el budismo con la política?
Acepto la vida como viene, ya no la quiero cambiar. Ya no soy rebelde.
 Ni siquiera con causa. Es una decisión que he tomado para poder ser feliz
. A pesar de todos los pesares y todos los obstáculos, hay que intentar ser feliz. Y eso es lo primero que te tienes que decir cada mañana, haya crisis o buenos o malos políticos.
 Hay que empeñarse en ser feliz.
La Plaza Mayor de Almagro es uno de los principales reclamos de la provincia.

 

Las huellas de Dorothy Parker.................................................. Elvira Lindo

Un recorrido por las calles de Manhattan que formaron el universo de la más neoyorquina de las escritoras.

Dorothy Parker a los 42 años. Getty
Quiso el azar que la escritora más neoyorquina que en la literatura ha habido, Dorothy Parker, naciera en una pequeña población costera de Nueva Jersey y sus cenizas encontraran reposo 74 años más tarde en Baltimore
. El parto se le adelantó a su madre en la casa de veraneo: fue la única vez, según solía afirmar Parker irónicamente, que en su vida había llegado a una cita antes de la hora.
De cualquier manera, como corresponde a una neoyorquina de pura cepa, para el Día del Trabajo, primer lunes de septiembre, cuando contaba apenas un mes, ya estaba incorporada a la ciudad que contribuyó a definir a través de su obra y de sus propios pasos.
Son esos pasos los que me dispuse a seguir una mañana del pasado otoño.
 Reuní en una libreta todas las direcciones en las que vivió Parker desde aquel septiembre de 1893 hasta su muerte en 1967, y salí dispuesta a conocer el espacio por el que se había movido esa mujer que ha pasado por ser paradigma de la cronista mundana y cosmopolita.
 Mi primer asombro fue lo increíblemente pequeño que era el mundo de Parker hasta los 30 años. Infancia y juventud se desarrollaron en distintas calles de un solo barrio, el Upper West Side, un área de expansión de Manhattan a principios del XX en donde se instaló la clase media acomodada.
 Era el padre de Dorothy, Jacob Rothschild, un comerciante judío propietario de una pequeña fábrica de ropa de hombre; refractario a las servidumbres de la ortodoxia judía, se casó primero con una mujer protestante, la madre de Dorothy, y al quedarse viudo contrajo segundas nupcias con una maestra católica que atosigó a la pequeña huérfana instruyéndole machaconamente en las enseñanzas de Jesús.
Sin duda, fue el rechazo a la madrastra beata y a la escuela católica donde estudió lo que vacunó para siempre a Dottie contra toda fe.
 Aquella escuela de monjas donde se sabía distinta –a pesar de que su padre la inscribiera como si fuera episcopaliana, su físico delataba el origen– es hoy un colegio judío.
Estoy en la puerta, viendo salir a las niñas en esta mañana apacible de noviembre, tras haber recorrido los distintos domicilios que habitó la familia Rothschild.
 He tardado poco más de una hora en este caprichoso zigzag que me ha llevado de una calle a otra desde el río Hudson hasta Central Park, los dos pulmones urbanos que vertebraron la vida de la escritora: de niña, los recorría a diario paseando a los perros que su padre le compró para mitigar las deficiencias emocionales de la orfandad; de joven, a esos otros chuchos, a veces encontrados en la calle, que fue incorporando a su vida bohemia.
 Por aquel entonces sólo viajó al sur de la isla cuando junto a su padre hacía una ronda navideña por el Lower East Side para repartir de casa en casa un aguinaldo a las modistillas que trabajaban para él.
 Muchos edificios en los que vivió la pequeña Dottie siguen en pie, pero sólo uno de ellos, en la calle 72, en el que residió a los cinco años, recuerda que aquel fue su barrio con una placa conmemorativa. De la misma forma que ella se mostraba reticente a hablar del pasado (“¡Todos esos escritores que escriben sobre la infancia! Dios mío, si hablara yo de la mía no te sentarías conmigo en la misma habitación”), el barrio en el que vivió la mitad de su vida parece haberla borrado de su catálogo de celebridades, y si bien hay esquinas dedicadas a Humphrey Bogart, Bashevis Singer o Miles Davis, nadie ha parecido considerar que estas fueron las calles que forjaron la personalidad de la escritora. Es posible que contribuyera ella misma a ese desapego al borrar de su literatura todo rastro del pasado y situando poemas y cuentos en el más puro presente en el que transcurrían sus crónicas y sus críticas teatrales.

 

Dorothy Parker y su marido, Alan Campbell, escribieron juntos guiones para los estudios de Hollywood en la década de los años treinta. Corbis
Treinta calles al sur de Manhattan bastaron a la joven Dorothy para dar un salto de un mundo a otro. Las que separaban su barrio de Midtown y la condujeron a las puertas del hotel Algonquin, en donde, ya es historia sabida, junto a críticos teatrales, cronistas, dibujantes y actores presidió la mesa redonda que habilitó generosamente el hotel para que se codeara en ella la aristocracia intelectual neoyorquina, el grupo que adquirió notoriedad a fuerza de ser incorruptible, practicar el sarcasmo sin contemplaciones y alardear de la réplica aguda y la maledicencia.
 El desdichado matrimonio con el corredor de Bolsa Edwin Parker fue su estreno en una vida rica en desengaños amorosos, pero al menos le pero al menos le concedió un apellido artístico al que sería fiel toda su vida. El señor Parker, alcohólico y morfinómano, tuvo mucho que ver con la afición de la joven escritora a la bebida, que desembocó en dependencia y que la avejentaría antes de tiempo, arrojándola a varios intentos de suicidio.
Es muy posible que también contribuyera a esta condición la ley seca, que plagó el corazón de la ciudad de speakeasies, bares clandestinos adonde se acudía para beber, prolongar la noche y matar la soledad.
 Los mismos integrantes del grupo artístico en torno a Dorothy Parker atribuían el éxito de su irrenunciable amistad en la década de los veinte a una enfermiza necesidad de no estar solos y enfrentar las borracheras en compañía.
 La escritora solía llevarse a su perro Robinson, que aguantaba los largos trasnoches debajo de la mesa de los bares.
 Cuando volvían derrotados al apartamento, Dorothy compartía con el chucho un somnífero y los dos dormían hasta bien entrada la mañana.
Aunque algunos de los bares de la zona aún conservan en su carta algún cóctel en memoria a la ilustre bebedora, fue Parker consumidora de whisky, que administraba en pequeñas dosis a lo largo de un día que se daba por concluido casi al amanecer
. Aún quedan pruebas de la existencia de aquellos antros clandestinos, algunos de ellos reconvertidos hoy en barras nostálgicas de un viejo Nueva York que a través de los textos de Dorothy Parker parece el escenario perfecto para la aventura prometedora y para el desenlace fatal.
Alrededor de esa calle 44 Oeste en la que se sitúa el hotel Algonquin ejercía la cronista su reinado: las oficinas del Vanity Fair no andaban lejos, y las de The New Yorker, en el edificio de enfrente, en donde hoy una placa recuerda el nacimiento de la revista: grabados sobre bronce están los nombres de los cuentistas que contribuyeron al prestigio de la publicación, pero asombrosamente quien redactó la leyenda olvidó a la mujer que desde el primer momento escribió en sus páginas unos deliciosos relatos cómicos.
No ocurre así en el Algonquin, el Gonk, como solían llamarlo, donde bien al contrario utilizan abusivamente el nombre de su más ilustre comensal para convertir el lobby en un santuario algo hortera de los años veinte, obsequiando a los visitantes con algunos souvenirs de diseño baratuno, chocante para rememorar a aquel grupo de lenguas afiladas, de personajes que se tomaban muy en serio su voluntad de vivir al límite hasta el punto de perder algunos de ellos la vida en el intento.
 Esa segunda parte de la biografía de Parker se desarrolló también en un área muy concreta, unas diez calles alrededor del hotel en las que hizo deambular a sus personajes, en su mayoría heroínas desventuradas, cuya desgracia parece calcada de su propia experiencia o de lo que escuchaba en los bares a diario.
Son chicas que esperan la llamada de un hombre que el lector intuye que se la está pegando; chicas que acaban de tener un aborto y están solas y lloran y se saben sometidas a la maledicencia de los amigos; chicas que aparentan ser cosmopolitas y dicen añorar París; chicas que esperan a un marido soldado que vuelve a casa de permiso.
La desgracia de cada una de ellas puede ser diferente, pero todas comparten los efectos adversos del amor, el enamoramiento que las entontece las vuelve algo ridículas por su empeño en amar a hombres que tampoco merecen mucho la pena.
El alcohol está tan presente en los relatos que una tiene la impresión de acabar intoxicada tras la lectura de algunos de ellos; pocos escritores han narrado con tal maestría la progresión del efecto de las copas en un diálogo entre un hombre y una mujer, diálogo de sordos, pues el entendimiento entre los amantes se muestra siempre imposible.
Son personajes incapaces de hacer perdurable el amor y que carecen de voluntad.
A veces desean volver pronto a casa, pero sucumben ante una última copa que acaba siendo la penúltima. ndo la penúltima.
Dormitorio de la escritora, en una imagen tomada en 1937. Getty Images
Poemas, cuentos, crónicas, todo rezuma presente en la escritura de Dorothy Parker.
 Su prodigioso oído para la lengua sigue siendo eficaz para el lector de hoy: hay réplicas que parecen cándidas y son brutales, y hay frases que se dirían sencillas pero esconden una música tan sofisticada como la que se estaba componiendo en Broadway en los años dorados de la señorita Parker. Celebramos que siga traduciéndose en nuestro país. Colgando de un hilo (Lumen) es un volumen de cuentos recién publicado que reúne algunos de los relatos que se representan con frecuencia en el Off Broadway, porque poseen una cualidad muy verbal que los hace ideales para interpretar en escena.


La fiscalía belga traza el primer nexo entre las matanzas de París y Bruselas.............................. Lucía Abellán

El segundo kamikaze del aeropuerto, Najim Laachroui, participó en los ataques de París.

 

Un agente trata de desactivar un artefacto. Bernardo Pérez | REUTERS-QUALITY
La fiscalía ha confirmado el primer vínculo oficial entre los atentados de Bruselas y París
. El ministerio fiscal ha identificado a Najim Laachraoui como el segundo suicida del atentado del aeropuerto bruselense.
 Se trata de un yihadista cuyas huellas fueron encontradas en varios explosivos utilizados en París.
 Es también la persona que alquiló -con una identidad falsa- una casa en la localidad belga de Auvelais y otra en Bruselas "utilizadas por el grupo terrorista [de París]".
 La revelación se ha producido un día en el que la policía ha realizado dos grandes operaciones antiterroristas en Bruselas, con el resultado de dos sospechosos heridos (en ambos casos en una pierna, el método empleado cuando el detenido da señales de querer atacar) y un tercero detenido. Así lo ha confirmado la fiscalía, encargada de la investigación de los atentados de Bruselas y también de la rama belga de los atentados de París.
 Los dos registros guardan relación con el arresto el pasado jueves de un sospechoso de terrorismo en Francia.
Najim Laachraoui, al que algunos medios anglosajones identifican como artífice de diferentes explosivos utilizados por el Estado Islámico (ISIS), es una pieza clave en este nexo entre París y Bruselas. Laachraoui, de 24 años, partió a Siria en 2013.
 Más tarde, en septiembre de 2015, fue detectado junto a Abdeslam en un control en la frontera austrohúngara.
 Y tras los atentados de Francia, su ADN se halló "en un cinturón explosivo y en un trozo de pañuelo utilizado en el tiroteo de [la sala de conciertos] Bataclan, así como en un explosivo del Estadio de Francia", precisa la fiscalía.

Con la identificación de Laachraoui se completa una parte importante del rompecabezas de los atentados de Bruselas, que han provocado 31 muertos y 300 heridos.
 Este terrorista fue el segundo kamikaze que, junto a Ibrahim el Bakraoui, se hizo estallar en Zaventem.
 El tercer sospechoso de la foto que fue tomada en ese recinto continúa huido
. En el segundo escenario de los ataques, la estación de metro Maelbeek, solo hay, hasta el momento, un presunto autor: Khalid el Bakraoui, también fallecido y hermano del suicida del aeropuerto
. Se sospecha que hay un segundo implicado, pero no existe confirmación.

Además de revelar esta novedad, la fiscalía ha informado de tres detenciones realizadas en el marco de dos redadas
. La de más envergadura se ha realizado en el barrio bruselense de Schaerbeek, donde crecieron los hermanos suicidas que perpetraron los atentados del martes.
 Un sospechoso relacionado con los atentados del martes, ha sido detenido y herido en una pierna.
 Toda la plaza de Meiser (el corazón del distrito) ha estado acordonada y muchas calles adyacentes también durante varias horas debido a la operación antiyihadista.
Las autoridades han  desplegado muchos furgones de policía y perros de detección de explosivos.
El despliegue ha incluido, además de policías, militares, que vigilaban los accesos por carretera. Algunos medios belgas informan de que testigos han oído un par de pequeñas explosiones.
El ministerio fiscal confirma una segunda operación, en el distrito de Forest -donde la policía abatió a un terrorista pocos días antes de la detención de Salah Abdeslam-, con el resultado de un sospechoso, Tawfik A., detenido.
 También él ha resultado herido en la pierna.
 Hay una tercera detención de este viernes (de nombre Salah A., que coincide con las iniciales del artífice del drama de París), realizada en el barrio de Saint-Gilles.

Tres liberados

En su comunicación, la fiscalía incluye también información de las operaciones realizadas ayer en las inmediaciones de su propio edificio y en las comunas de Bruselas centro, Schaerbeek y Jette.
 Se confirma que fueron seis los detenidos, aunque tres de ellos (Khalid A. Mariam A. y Ali E.) han sido puestos en libertad. En cambio Fayçal C, Abou A. y otra persona de la que no se ofrece ninguna identidad continúan arrestados.
Pocas horas después del primer escrito, la fiscalía ha emitido un segundo comunicado relativo a los interrogatorios a Salah Abdeslam, por los que la prensa de todo el mundo ha cargado este viernes contra las autoridades belgas.
 Las autoridades precisan que interrogaron al terrorista el 19 de marzo, antes de los ataques de Bruselas, dos veces.
 La primera parte duró una hora y versó sobre los atentados de París
. La segunda se refería a su orden de arresto europea y Abdeslam no quiso pronunciarse
. El mismo día de los atentados, este yihadista fue interrogado de nuevo, pero "rechazó hacer la más mínima declaración".