Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

20 mar 2016

Llega la primavera: ¿Reconoces estas flores?

Llega el calor el buen tiempo y no solo florecen las terrazas, también lo hacen las plantas y los árboles.
 Están ahí a tu alrededor, en parques y jardines - si eres alérgico ya lo habrás notado - , pero ¿sabrías llamarlas por su nombre? ¿Eres capaz de identificarlas?
Te retamos con un test visual para que pongas a prueba prueba tus conocimientos sobre flores, plantas y árboles varios.

Equinoccio primaveral: y llegó la primavera................................................. Julio A. Castro Almazán

El preciso instante en que pasamos del invierno a la primavera ha marcado mitos y culturas desde el comienzo de la humanidad.

 “La primavera”, de William-Adolphe Bouguereau (1886). .

“La primavera”, de William-Adolphe Bouguereau (1886).
No había nadie en la antigüedad que no conociera los solsticios y los equinoccios.
 Hoy ya no es así, porque la supervivencia no depende de ello
. Pero no nos equivoquemos, no hemos dejado de ser seres humanos y, por ello, irremediablemente simbólicos
. Escribir una crónica sobre solsticios o equinoccios es contar una historia del calendario, de la cosecha, de sobrevivir al invierno o del amor de verano
. Son nuestros grandes eventos astronómicos y no hemos dejado de estudiarlos, festejarlos e insertarlos en nuestras vidas.
El equinoccio de primavera es la fecha del renacimiento, de la vida nueva y de la naturaleza en eclosión
El equinoccio de primavera, o vernal, puede que tenga el lugar más destacado.
 Marca el preciso instante en que pasamos del invierno a la primavera.
Es la fecha del renacimiento, de la vida nueva y de la naturaleza en eclosión.
 Así que no es de extrañar que, si la doncella Perséfone, diosa de la vegetación, vuelve de su rapto en el inframundo para reunirse con su madre, Deméter, diosa de la agricultura, tenga que ser en el equinoccio de primavera.
 O si Isis consigue resucitar a Osiris para preñarse de él, tras juntar los 14 pedazos en que lo troceó su hermano Seth, lo haga en la luna llena posterior al equinoccio de primavera, una fértil luna llena de catorce días de edad.

Cuando Dios libera al pueblo judío de la esclavitud de Egipto, para renacer libres a la sombra del templo que Salomón construirá en Jerusalén, en sustitución del tabernáculo de Moisés, lo hará durante una noche de luna llena, en el mes del Nisán o del "primer brote", el mes del equinoccio de primavera, el primer mes del año entonces.
 El templo se construirá orientado hacia el Este y el amanecer equinoccial iluminará el altar. Aún hoy, la conmemoración de este evento, en la Pascua, sigue siendo la celebración más importante de los judíos y coincide con la luna llena posterior al equinoccio, o el día catorce de Nisán. Catorce, otra vez, como la edad de la luna llena.
Posteriormente, cuando el judío Jesús de Nazaret sea traicionado, precisamente durante la cena de Pascua para que, tras ser ejecutado, resucite como hijo de Dios y Salvador, solo podría ser celebrado tras la luna llena posterior al equinoccio de primavera, durante lo que se denominará la Semana Santa
. Más concretamente, el domingo posterior a esa luna, con una serie de complejas excepciones recogidas en el Computus, motivadas, entre otras cosas, por la necesidad de diferenciación con la fiesta judía.
Y así una innumerable mitología, tanta como lugares y culturas, como Cinteotl y Chicomecóatl, deidades del maíz y la vegetación, que siguen festejándose junto con la Semana Santa, en la comunión sincrética que solo puede ofrecer México. O la figura griega de Adonis, también identificada con Osiris , al igual que Atis, resucitado en forma de pino para ser dios de la vegetación en la antigua Frigia.
Hoy es más fácil interpretar los equinoccios.
 Basta con sumergirse en Wikipedia para poder disfrutar de gráficos y animaciones que nos ayudan a visualizar que el equinoccio vernal es el preciso instante en el que el Sol corta el plano del ecuador terrestre, un momento concreto que este año se producirá el 20 de marzo a las 04:30 en horario universal.
 Podremos, viéndolo desde fuera, comprender por qué la inclinación del eje de rotación de La Tierra, de unos 23,5º, provoca las estaciones, al ir moviéndose el planeta por su órbita alrededor del Sol, con los solsticios y equinoccios como los puntos de cambio y, de forma inversa, para cada hemisferio. En otros planetas, como Júpiter, en cambio, con una inclinación de tan solo 3º, prácticamente no hay estaciones
. Calcularemos la altura máxima que tendrá el Sol al mediodía sobre nuestras cabezas (90º menos nuestra latitud), que en el caso de Canarias, por ejemplo, será de unos 62º, en Madrid de unos 48,5º y en el ecuador de 90º, de modo que los objetos no arrojarán prácticamente sombra al mediodía.


Finalmente, entenderemos lo que tendremos frente a nuestros ojos al abrir la ventana al amanecer
. El Sol, que venía amaneciendo hasta ahora hacia el sudeste, saldrá exactamente por el Este, cosa que solo ocurre en los equinoccios, y se pondrá por la tarde justo en el Oeste.
 Esto provocará que el día y la noche duren prácticamente lo mismo, de donde surge el término “equinoccio”.
Realmente, no siendo el Sol un objeto puntual, más el efecto de la refracción de la luz cerca del horizonte y sumado a la luz crepuscular, las horas de día superarán a la noche.
Asomados a la ventana del amanecer estaremos en igualdad de condiciones que todos los humanos que nos precedieron. Sin los datos al alcance de la mano, no es fácil fijar los cuatro puntos cardinales del calendario.
 La manera de hacerlo es buscar referencias sobre el fijo fondo de estrellas, observar por delante de cuál constelación pasa el Sol durante el equinoccio. 
Y eso hicieron en Babilonia, con herencia sumeria, durante casi 2.000 años.
 Dos mil años dedicados al estudio de la Astronomía.
 Los babilonios tuvieron una visión extremadamente pragmática que, aunque con clara vocación adivinatoria, los llevó a describir el funcionamiento de la Naturaleza en base a observaciones empíricas, sin imposiciones de modelos cosmológicos basados en geometrías perfectas o posiciones apriorísticas del hombre frente al Universo

 

La felicidad de todos los días..................................................................... Facundo Manes

Todo el mundo tiene una idea de lo que necesita para ser feliz, pero esa idea no es necesariamente correcta.

La ciencia ha tratado de identificar los ingredientes de la felicidad
Imaginemos por un momento que somos periodistas y, como nos ha tocado cubrir un móvil de TV en el Día de la Felicidad, realizamos una encuesta callejera preguntando a cada uno cómo creería alcanzarla.
 Así, nos topamos con respuestas del tipo: con unas vacaciones en una playa del Caribe, con una suma grande de dinero, a través de un prestigioso premio o de una impresionante conquista amorosa. Pero, a la quinta respuesta, traccionados por nuestra vocación, agregamos una consigna para otorgarle mayor intriga y fervor al asunto
: ¿Y después de eso qué? ¿Cuánto crees que te duraría esa felicidad?
En esta breve postal imaginaria se despliegan tres de claves que podemos abordar para reflexionar hoy en estos breves renglones sobre el valor de la felicidad:
 ¿De qué se trata? ¿Por qué nos ocurre? ¿De qué manera se nos da?
Sabemos que el cerebro dicta toda nuestra actividad mental.
 Es por eso que, aunque resulte recurrente, debemos decir que también la felicidad depende de él. Aunque la felicidad y el bienestar son conceptos intimos y personales podemos comenzar dando cuenta de lo que le pasa a nuestro cerebro cuando estamos felices.
 Hace tiempo se sabe que el deseo y el placer evidencian cambios en la actividad neuronal y el flujo de ciertos neurotransmisores (como la dopamina) en los sistemas de recompensa del cerebro. Diversos estudios demuestran que, cuando disminuye la dopamina en el cerebro, puede experimentarse una pérdida de la capacidad de deseo y placer. Asimismo, cuando el cerebro no recibe estímulos placenteros, se produce un déficit de dopamina, provocando un estado de anhedonia, polo opuesto a la felicidad.
 Los niveles de dopamina inferiores a lo normal, que pueden estar relacionados con escasos momentos de satisfacción, provocan trastornos en los mecanismos de atención y concentración. También puede observarse falta de motivación y escasa respuesta a las recompensas.
Ahora bien, más allá de lo que nos pasa en la cabeza, la pregunta es cómo logramos que esa felicidad nos ocurra.
 Todos tenemos proyectos y motivaciones que nos producen preocupaciones cotidianas, esfuerzos y, en algunos casos, angustia: esto es lo que denominamos “circunstancias de la vida”, es decir, factores del mundo externo.
 Muchas personas logran sus objetivos y creen (quizá por eso lo persigan) que por el hecho de conseguir el objetivo ansiado van a ser más felices y se van a relajar sus preocupaciones y angustias. Lamentablemente, esto no suele suceder: logramos un objetivo e inmediatamente después de la satisfacción de un tiempo 
empezamos a desear algo más: el que ganó uno quiere dos, el que pasó una quincena en la playa ahora desea un mes, el que recibió el premio nacional quiere el continental y el del continental, quiere el mundial. 
Una buena opción es, más que pensar que uno va a ser feliz cuando consiga lo que le falta, sea pensar que se es feliz por todo lo que se tiene.
 Pero esto, aunque parezca sencillo, también requiere de cierta predisposición y entrenamiento.
 Diversos investigadores del nuevo campo de la Psicología Positiva han avanzado mucho en la respuesta mediante investigaciones científicas medibles, controladas y reproducibles.
 La felicidad no equivale al hedonismo, a la presencia de placer y a la ausencia de dolor.
 Martin Seligman de la Universidad de Pennsylvania, pionero de la Psicología Positiva, propuso una teoría del bienestar –una descripción de lo que significa la felicidad– a partir de decenas de investigaciones, en la que lo describe como un constructo con cinco elementos.
 Cada uno de estos contribuye al estado de felicidad y tiene tres propiedades: favorece el bienestar, las personas lo buscan como fin en sí mismo (otorga placer o sentido a la vida) y se pueden medir independientemente de los otros elementos.
 Hagamos un breve repaso de estos cinco elementos:

 

  • La emoción positiva.
  •  Esto es el placer, el éxtasis, la comodidad y el aspecto más hedónico de la vida (por ejemplo, lo que nos produce la comida, el sexo, descansar, mirar la televisión, sentir el agua caliente de la ducha caer en el cuerpo). La mayoría de las personas suelen asociar esto a la felicidad y, sin embargo, es solo un aspecto.
  • El fluir (flow). Es un estado psicológico específico que experimentamos cuando hacemos una tarea que nos apasiona (conversar con un amigo, practicar un deporte o jugar en la computadora).
  •  Durante esas actividades suceden sobre todo dos cosas: una es que perdemos la noción del tiempo; la otra cosa es que perdemos noción de nosotros mismos. Esto sucede porque baja la ansiedad y el estado de alerta. 
  • Para que exista el flow tiene que haber un desafío u objetivo, que no sea muy grande, porque nos abrumaría, ni un desafío muy bajo, porque nos aburriría.
  • El sentido. Este resulta de hacer una tarea significativa por los demás, desde pasar tiempo con la familia hasta involucrarse en una ONG o ayudar al prójimo en el día a día. Significa encontrar un sentido o proposito a la vida más allá de uno.
  • Los logros, el éxito y la experticia
  • . Esto, sin dudas, es algo que ocupa la mente de muchas personas durante gran parte del día. Como ya vimos, ciertos logros no traen necesariamente el aumento de felicidad que se espera, aunque la ciencia encontró que hay personas para las cuales sí funciona y es porque pueden venir acompañados, aunque no siempre, de emoción positiva, flow y sentido.
  • Relaciones positivas. El estudio más largo de la psicología es de la Universidad de Harvard y se trata justamente sobre la felicidad. Se hicieron encuestas a distintas personas cada dos años para ver qué circunstancias y actitudes hacía que mejorara o empeorara su calidad de vida. Los resultados del 2015 (qué reúne los resultados de los 75 años) arrojaron que uno de los factores más importantes es cuánto disfrutaban de las relaciones más íntimas.
Somos animales sociales, por lo cual las cosas que más nos dan sentido, flow, placer, orgullo y confianza suelen involucrar a otras personas.
 Sonja Lyubomirsky, profesora de la Universidad de California en Riverside, ha dedicado su carrera a medir científicamente el impacto de distintas estrategias y tareas en el aumento de la felicidad
. En su libro La ciencia de la felicidad resume un programa específico para aumentar la felicidad duradera. Según las investigaciones, a partir de estudios que comparan gemelos y mellizos, aproximadamente un 50% de la felicidad de una persona suele deberse a predisposiciones genéticas. Estos estudios muestran que las influencias genéticas generan personalidades con distintos niveles de optimismo, alegría, neurosis, extroversión, etc.
  • Por lo tanto, todos solemos desarrollar personalidades que tienden a más o menos al bienestar, ya que deben existir ciertas condiciones ambientales para que los genes se pongan de manifiesto. Por otro lado, un 10% de nuestra felicidad puede ser mejorada por la circunstancias de la vida que vimos anteriormente como ganar más dinero o conseguir un logro profesional (mucho menos de lo que nos hubiéramos imaginado, ¿no?).
  •  El 40% restante está influido por las intenciones y la voluntad, la manera de encarar la amplia variedad de cosas que nos suceden en el día y en la vida: la voluntad de ver positivamente las cosas, de hacer las tareas que incrementan el flow y ayudan a los demás.
  • En relación a esto, Lyubomirsky esboza una serie de actividades que han probado aumentar el nivel de felicidad cuando son practicadas frecuentemente.
  •  Por ejemplo, como dijimos al principio, en vez de preocuparnos sobre qué nos falta o qué nos puede pasar, debemos pensar por qué cosas estamos agradecidos.
  •  La biología seleccionó animales con una fuerte dosis de ansiedad y preocupación, ya que aquellos que más intentaban anticipar los riesgos del mundo más sobrevivían. Los avances de la medicina, de la tecnología y de la psicología deberían permitir comenzar a relajarnos y disfrutar de lo que conseguimos hasta acá.
  •  El ejercicio físico también es fundamental, ya que reduce el estrés. El estudio longitudinal de Harvard mostró que el 78% de las personas más felices dicen que ejercitan por lo menos tres veces por semana.
  •  Los deportes además pueden ser una fuente para construir un sentido de pertenencia a un grupo y un factor para desarrollar confianza. Sin duda, entrenar el cuerpo sirve para entrenar la mente.
  •  Por último, otra habilidad a entrenar es el optimismo: tiene que ver con pensar que uno es suficientemente bueno e inteligente y que, además, está aprendiendo, por lo que hay espacio para cometer errores.
  •  Este optimismo, a su vez, lleva a que efectivamente logremos mejores resultados
  • . Desde los estudios neurocientíficos también se plantea la relevancia de vivir con alegría y así trabajar en pos de modular nuestra propia neuroplasticidad dirigida hacia la felicidad. 
  • Un cerebro infeliz es un cerebro menos inteligente, menos creativo y menos productivo.
  •  La felicidad, además, es un factor de protección contra enfermedades de diversa índole: los niveles más altos de emociones positivas se asocian a menores posibilidades de ansiedad o depresión asociados al estrés. 
  • Las personas, cuando se sienten bien, se enferman menos, viven más y tiene una mejor calidad de vida. Hagamos de la felicidad un ejercicio cotidiano.

La filosofía rescata los placeres sencillos y ocultos.......................................................... Winston Manrique Sabogal..

Dos filósofos invitan a rebelarse contra las felicidades prometidas y a perder el miedo a los sentimientos.

Un lector en el Parque del Retiro de Madrid.
…un asomo a la ventana para explorar la belleza de la calle, un silencio en casa que desvela los ruidos armoniosos de la vida, un beso que por temor se queda en la comisura de los labios…
Ahí están, nadie los ve o los quiere ver, ni los aprecia, ni los valora; son los placeres ocultos, secretos o sencillos de la vida.
 Instantes, gestos o emociones secuestradas por los hábitos, los prejuicios, los miedos, la vorágine del tiempo o las ambiciones de sueños inabordables.
 Al rescate y descubrimiento de esos pequeños y cotidianos placeres, gozos y alegrías verdaderas y accesibles invitan varios expertos y filósofos en sus libros de aire epicúreo.
Piden no dejarse extraviar en los espejismos de felicidades prometidas por el mundo contemporáneo. Lo hacen tras varios años en que la filosofía había reflexionado sobre esos conceptos más en abstracto.
¿Qué significa estar plenamente vivo, en vez de estarlo solo a medias o al 20%?”, se pregunta el historiador y pensador Theodore Zeldin, exdecano del St. Anthony College de Oxford.
 Tras esa pregunta, surge otra:
 “¿Cómo elegir entre las múltiples formas de escapar al sufrimiento y a la frustración, entre las diversas variantes de la religión (existen 4.200), entre ideales tan dispares como los de los estoicos y los de los románticos, el Renacimiento y los enciclopedistas, la ciencia y la tecnología, y así sucesivamente?
 Aunque hay más donde elegir que nunca, es inevitable la confusión. A desentrañar esa búsqueda ha dedicado los últimos 25 años Zeldin.
 El resultado lo cuenta en una treintena de historias reales de aliento reflexivo en el libro Los placeres ocultos de la vida. Una nueva forma de recordar el pasado e imaginar el futuro (Plataforma).
Crear una atmósfera
El ser humano ha convertido la búsqueda de la felicidad en un laberinto al desdeñar lo básico y convertir lo sencillo en una complicación, viene a decir el italiano Giuseppe Scaraffia en Los grandes placeres (Periférica).
Una obra con más de medio centenar de pistas sobre esas dichas subestimadas a través de episodios vividos por personajes de la cultura bajo títulos que dejan claro el camino:
 Amueblar el vacío, Modales, Flores, Paseo, Indulgencia, Lágrimas...
Según el filósofo italiano, “hemos olvidado que la felicidad no es un estado de ánimo edificante, y sí la suma de muchos pequeños placeres que en conjunto crean una atmósfera”.


…los buenos modales anhelados por todos pero aplicados por pocos, un minuto de atención para escuchar las ideas del otro, una caricia furtiva al amigo para dar optimismo en días grises…
Pero el sistema y el mundo contemporáneo exigen expectativas sobredimensionadas como vía para alcanzar la felicidad, coinciden los dos pensadores.
 A lo que Scaraffia añade que no nos contaron cómo buscarla.
 Pero recuerda que “Stendhal que pidió ir ‘a la caza de la felicidad’ dijo: ‘Hay que saber lo que te hace feliz y convertirlo en hábito’.
 Y para construir la felicidad se requiere sensibilidad, paciencia, cultura y memoria”.
Lo cierto, afirma Zeldin, es que los seres humanos se aburren:
“Unos menos que otros. Incluso a quienes les gusta la rutina y siguen ligados a los hábitos familiares, de vez en cuando anhelan sorpresas diferentes.
 La economía mundial se basa en poner remedio al aburrimiento”.
El mundo digital es un ejemplo.
 Es un obstáculo o un amigo Internet para los pequeños placeres? Giuseppe Scaraffia lo tiene claro: “Internet no es el enemigo de los placeres de la vida.
 Es un amigo.
 Puedo escuchar en alguna plataforma la música rara que me gusta y que no comparto con nadie o ver pinturas y descubrir a nuevos artistas”.
Zeldin es más escéptico.
 Considera que siempre se ha esperado demasiado de las nuevas tecnologías, que invariablemente han producido efectos colaterales inesperados
. “Evidentemente, Internet no ha sido un sustituto apropiado de la experiencia completa de contacto personal íntimo que proporciona a los seres humanos su placer más profundo. Sin embargo, no tiene sentido echar toda la culpa a la Red.
 El aislamiento de los individuos también se ha acentuado por el crecimiento de las ciudades monstruo.
 Yo disfruto de los placeres sencillos y también encuentro placer en investigar cómo se podría acabar con esa clase de barreras”.
Buscar la belleza
La solución está al alcance de todos.
 Está en descubrir el placer en cada cosa que se haga o en el trabajo, en aprender a disfrutar de la belleza que llega a través del cualquier sentido o del intelecto o de los sentimientos, recuerdan los filósofos.
 “La belleza es un prodigio cotidiano y un lujo de primera necesidad, casi siempre un proceso de transformación y tanteo, casi nunca una obra cumplida y cerrada”, escribe Antonio Muñoz Molina en el prólogo de El libro de la belleza. Reflexiones sobre un valor esquivo (Turner), de María Elena Ramos.
El alma debe ser entrenada, como diría Plotino, recuerda Ramos.
Y así el hombre, escribe la experta, “debe tornar la mirada hacia el interior de sí mismo, donde habría de encontrar grandes bienes que son precisamente la señal dejada en el alma humana por la creación. Pero si aún no encuentra esa belleza al interior, deberá hacer un trabajo más consciente y paciente, semejante al del escultor”.
No se trata tanto de hacer la vida mejor, sino de convertirla en algo más interesante, afirman Zeldin y Scaraffia
. Los filósofos piden desterrar prejuicios, vergüenzas y miedos para evitar la sensación de haber malgastado la vida.
 Recomiendan quejarse menos y buscar metas más emocionantes, arriesgar en la aventura
. Sentir.
 Vivir un olor que recupera un paraíso perdido o ante una buena noticia de alguien decirle al oído: “Estoy contento”.

Quitarse las máscaras

En el teatro de la vida, la gente para protegerse enmascara sus verdaderos deseos y olvida los placeres sencillos y cotidianos, explica Theodore Zeldin.
 A eso, agrega el filósofo inglés, se suma el hecho de que muchas personas están encorsetadas en prejuicios y tradiciones que los llevan a convertirse en lo que creen que quieren ser.
 No se aceptan. Son profundas autotraiciones porque, añade Zeldin, “el prejuicio es el obstáculo más firme a la apertura de la mente.
No obstante, si bien arruina las vidas de aquellos a los que discrimina, aumenta la autosatisfacción de los que lo abrigan: los conforta en sus hábitos y los libra del esfuerzo de tener que escuchar atentamente opiniones ajenas.
 Esa es la razón por la que el prejuicio sobrevive tan obstinadamente”.
“La ambición convencional suele chocar con los anhelos más profundos, mientras el fingimiento y la hipocresía han impregnado muchos aspectos de la vida”, se lamenta Zeldin
. Esta civilización, asegura el experto, “nos invita a cubrirnos la cara con una máscara adecuada a nuestra posición en ella, y nos disuade de hablar con demasiada honestidad de lo que pensamos y sentimos de verdad.
 Por eso propongo que ninguna ley, ni ninguna institución pública pueden hacernos verdaderamente felices.
 Tan solo en la seguridad de la estricta vida privada es posible intercambiar abiertamente pensamientos profundos e inexpresables”.
La mayor revolución del último siglo han sido las nuevas relaciones entre las personas de todos los sexos y edades, afirma Zeldin.
 “Una revolución que está incompleta, y muchas cosas dependen de cómo prosiga.
 Las personas están hambrientas de afecto —no solo de recibirlo, sino también de darlo”.