Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

20 mar 2016

La felicidad de todos los días..................................................................... Facundo Manes

Todo el mundo tiene una idea de lo que necesita para ser feliz, pero esa idea no es necesariamente correcta.

La ciencia ha tratado de identificar los ingredientes de la felicidad
Imaginemos por un momento que somos periodistas y, como nos ha tocado cubrir un móvil de TV en el Día de la Felicidad, realizamos una encuesta callejera preguntando a cada uno cómo creería alcanzarla.
 Así, nos topamos con respuestas del tipo: con unas vacaciones en una playa del Caribe, con una suma grande de dinero, a través de un prestigioso premio o de una impresionante conquista amorosa. Pero, a la quinta respuesta, traccionados por nuestra vocación, agregamos una consigna para otorgarle mayor intriga y fervor al asunto
: ¿Y después de eso qué? ¿Cuánto crees que te duraría esa felicidad?
En esta breve postal imaginaria se despliegan tres de claves que podemos abordar para reflexionar hoy en estos breves renglones sobre el valor de la felicidad:
 ¿De qué se trata? ¿Por qué nos ocurre? ¿De qué manera se nos da?
Sabemos que el cerebro dicta toda nuestra actividad mental.
 Es por eso que, aunque resulte recurrente, debemos decir que también la felicidad depende de él. Aunque la felicidad y el bienestar son conceptos intimos y personales podemos comenzar dando cuenta de lo que le pasa a nuestro cerebro cuando estamos felices.
 Hace tiempo se sabe que el deseo y el placer evidencian cambios en la actividad neuronal y el flujo de ciertos neurotransmisores (como la dopamina) en los sistemas de recompensa del cerebro. Diversos estudios demuestran que, cuando disminuye la dopamina en el cerebro, puede experimentarse una pérdida de la capacidad de deseo y placer. Asimismo, cuando el cerebro no recibe estímulos placenteros, se produce un déficit de dopamina, provocando un estado de anhedonia, polo opuesto a la felicidad.
 Los niveles de dopamina inferiores a lo normal, que pueden estar relacionados con escasos momentos de satisfacción, provocan trastornos en los mecanismos de atención y concentración. También puede observarse falta de motivación y escasa respuesta a las recompensas.
Ahora bien, más allá de lo que nos pasa en la cabeza, la pregunta es cómo logramos que esa felicidad nos ocurra.
 Todos tenemos proyectos y motivaciones que nos producen preocupaciones cotidianas, esfuerzos y, en algunos casos, angustia: esto es lo que denominamos “circunstancias de la vida”, es decir, factores del mundo externo.
 Muchas personas logran sus objetivos y creen (quizá por eso lo persigan) que por el hecho de conseguir el objetivo ansiado van a ser más felices y se van a relajar sus preocupaciones y angustias. Lamentablemente, esto no suele suceder: logramos un objetivo e inmediatamente después de la satisfacción de un tiempo 
empezamos a desear algo más: el que ganó uno quiere dos, el que pasó una quincena en la playa ahora desea un mes, el que recibió el premio nacional quiere el continental y el del continental, quiere el mundial. 
Una buena opción es, más que pensar que uno va a ser feliz cuando consiga lo que le falta, sea pensar que se es feliz por todo lo que se tiene.
 Pero esto, aunque parezca sencillo, también requiere de cierta predisposición y entrenamiento.
 Diversos investigadores del nuevo campo de la Psicología Positiva han avanzado mucho en la respuesta mediante investigaciones científicas medibles, controladas y reproducibles.
 La felicidad no equivale al hedonismo, a la presencia de placer y a la ausencia de dolor.
 Martin Seligman de la Universidad de Pennsylvania, pionero de la Psicología Positiva, propuso una teoría del bienestar –una descripción de lo que significa la felicidad– a partir de decenas de investigaciones, en la que lo describe como un constructo con cinco elementos.
 Cada uno de estos contribuye al estado de felicidad y tiene tres propiedades: favorece el bienestar, las personas lo buscan como fin en sí mismo (otorga placer o sentido a la vida) y se pueden medir independientemente de los otros elementos.
 Hagamos un breve repaso de estos cinco elementos:

 

  • La emoción positiva.
  •  Esto es el placer, el éxtasis, la comodidad y el aspecto más hedónico de la vida (por ejemplo, lo que nos produce la comida, el sexo, descansar, mirar la televisión, sentir el agua caliente de la ducha caer en el cuerpo). La mayoría de las personas suelen asociar esto a la felicidad y, sin embargo, es solo un aspecto.
  • El fluir (flow). Es un estado psicológico específico que experimentamos cuando hacemos una tarea que nos apasiona (conversar con un amigo, practicar un deporte o jugar en la computadora).
  •  Durante esas actividades suceden sobre todo dos cosas: una es que perdemos la noción del tiempo; la otra cosa es que perdemos noción de nosotros mismos. Esto sucede porque baja la ansiedad y el estado de alerta. 
  • Para que exista el flow tiene que haber un desafío u objetivo, que no sea muy grande, porque nos abrumaría, ni un desafío muy bajo, porque nos aburriría.
  • El sentido. Este resulta de hacer una tarea significativa por los demás, desde pasar tiempo con la familia hasta involucrarse en una ONG o ayudar al prójimo en el día a día. Significa encontrar un sentido o proposito a la vida más allá de uno.
  • Los logros, el éxito y la experticia
  • . Esto, sin dudas, es algo que ocupa la mente de muchas personas durante gran parte del día. Como ya vimos, ciertos logros no traen necesariamente el aumento de felicidad que se espera, aunque la ciencia encontró que hay personas para las cuales sí funciona y es porque pueden venir acompañados, aunque no siempre, de emoción positiva, flow y sentido.
  • Relaciones positivas. El estudio más largo de la psicología es de la Universidad de Harvard y se trata justamente sobre la felicidad. Se hicieron encuestas a distintas personas cada dos años para ver qué circunstancias y actitudes hacía que mejorara o empeorara su calidad de vida. Los resultados del 2015 (qué reúne los resultados de los 75 años) arrojaron que uno de los factores más importantes es cuánto disfrutaban de las relaciones más íntimas.
Somos animales sociales, por lo cual las cosas que más nos dan sentido, flow, placer, orgullo y confianza suelen involucrar a otras personas.
 Sonja Lyubomirsky, profesora de la Universidad de California en Riverside, ha dedicado su carrera a medir científicamente el impacto de distintas estrategias y tareas en el aumento de la felicidad
. En su libro La ciencia de la felicidad resume un programa específico para aumentar la felicidad duradera. Según las investigaciones, a partir de estudios que comparan gemelos y mellizos, aproximadamente un 50% de la felicidad de una persona suele deberse a predisposiciones genéticas. Estos estudios muestran que las influencias genéticas generan personalidades con distintos niveles de optimismo, alegría, neurosis, extroversión, etc.
  • Por lo tanto, todos solemos desarrollar personalidades que tienden a más o menos al bienestar, ya que deben existir ciertas condiciones ambientales para que los genes se pongan de manifiesto. Por otro lado, un 10% de nuestra felicidad puede ser mejorada por la circunstancias de la vida que vimos anteriormente como ganar más dinero o conseguir un logro profesional (mucho menos de lo que nos hubiéramos imaginado, ¿no?).
  •  El 40% restante está influido por las intenciones y la voluntad, la manera de encarar la amplia variedad de cosas que nos suceden en el día y en la vida: la voluntad de ver positivamente las cosas, de hacer las tareas que incrementan el flow y ayudan a los demás.
  • En relación a esto, Lyubomirsky esboza una serie de actividades que han probado aumentar el nivel de felicidad cuando son practicadas frecuentemente.
  •  Por ejemplo, como dijimos al principio, en vez de preocuparnos sobre qué nos falta o qué nos puede pasar, debemos pensar por qué cosas estamos agradecidos.
  •  La biología seleccionó animales con una fuerte dosis de ansiedad y preocupación, ya que aquellos que más intentaban anticipar los riesgos del mundo más sobrevivían. Los avances de la medicina, de la tecnología y de la psicología deberían permitir comenzar a relajarnos y disfrutar de lo que conseguimos hasta acá.
  •  El ejercicio físico también es fundamental, ya que reduce el estrés. El estudio longitudinal de Harvard mostró que el 78% de las personas más felices dicen que ejercitan por lo menos tres veces por semana.
  •  Los deportes además pueden ser una fuente para construir un sentido de pertenencia a un grupo y un factor para desarrollar confianza. Sin duda, entrenar el cuerpo sirve para entrenar la mente.
  •  Por último, otra habilidad a entrenar es el optimismo: tiene que ver con pensar que uno es suficientemente bueno e inteligente y que, además, está aprendiendo, por lo que hay espacio para cometer errores.
  •  Este optimismo, a su vez, lleva a que efectivamente logremos mejores resultados
  • . Desde los estudios neurocientíficos también se plantea la relevancia de vivir con alegría y así trabajar en pos de modular nuestra propia neuroplasticidad dirigida hacia la felicidad. 
  • Un cerebro infeliz es un cerebro menos inteligente, menos creativo y menos productivo.
  •  La felicidad, además, es un factor de protección contra enfermedades de diversa índole: los niveles más altos de emociones positivas se asocian a menores posibilidades de ansiedad o depresión asociados al estrés. 
  • Las personas, cuando se sienten bien, se enferman menos, viven más y tiene una mejor calidad de vida. Hagamos de la felicidad un ejercicio cotidiano.

La filosofía rescata los placeres sencillos y ocultos.......................................................... Winston Manrique Sabogal..

Dos filósofos invitan a rebelarse contra las felicidades prometidas y a perder el miedo a los sentimientos.

Un lector en el Parque del Retiro de Madrid.
…un asomo a la ventana para explorar la belleza de la calle, un silencio en casa que desvela los ruidos armoniosos de la vida, un beso que por temor se queda en la comisura de los labios…
Ahí están, nadie los ve o los quiere ver, ni los aprecia, ni los valora; son los placeres ocultos, secretos o sencillos de la vida.
 Instantes, gestos o emociones secuestradas por los hábitos, los prejuicios, los miedos, la vorágine del tiempo o las ambiciones de sueños inabordables.
 Al rescate y descubrimiento de esos pequeños y cotidianos placeres, gozos y alegrías verdaderas y accesibles invitan varios expertos y filósofos en sus libros de aire epicúreo.
Piden no dejarse extraviar en los espejismos de felicidades prometidas por el mundo contemporáneo. Lo hacen tras varios años en que la filosofía había reflexionado sobre esos conceptos más en abstracto.
¿Qué significa estar plenamente vivo, en vez de estarlo solo a medias o al 20%?”, se pregunta el historiador y pensador Theodore Zeldin, exdecano del St. Anthony College de Oxford.
 Tras esa pregunta, surge otra:
 “¿Cómo elegir entre las múltiples formas de escapar al sufrimiento y a la frustración, entre las diversas variantes de la religión (existen 4.200), entre ideales tan dispares como los de los estoicos y los de los románticos, el Renacimiento y los enciclopedistas, la ciencia y la tecnología, y así sucesivamente?
 Aunque hay más donde elegir que nunca, es inevitable la confusión. A desentrañar esa búsqueda ha dedicado los últimos 25 años Zeldin.
 El resultado lo cuenta en una treintena de historias reales de aliento reflexivo en el libro Los placeres ocultos de la vida. Una nueva forma de recordar el pasado e imaginar el futuro (Plataforma).
Crear una atmósfera
El ser humano ha convertido la búsqueda de la felicidad en un laberinto al desdeñar lo básico y convertir lo sencillo en una complicación, viene a decir el italiano Giuseppe Scaraffia en Los grandes placeres (Periférica).
Una obra con más de medio centenar de pistas sobre esas dichas subestimadas a través de episodios vividos por personajes de la cultura bajo títulos que dejan claro el camino:
 Amueblar el vacío, Modales, Flores, Paseo, Indulgencia, Lágrimas...
Según el filósofo italiano, “hemos olvidado que la felicidad no es un estado de ánimo edificante, y sí la suma de muchos pequeños placeres que en conjunto crean una atmósfera”.


…los buenos modales anhelados por todos pero aplicados por pocos, un minuto de atención para escuchar las ideas del otro, una caricia furtiva al amigo para dar optimismo en días grises…
Pero el sistema y el mundo contemporáneo exigen expectativas sobredimensionadas como vía para alcanzar la felicidad, coinciden los dos pensadores.
 A lo que Scaraffia añade que no nos contaron cómo buscarla.
 Pero recuerda que “Stendhal que pidió ir ‘a la caza de la felicidad’ dijo: ‘Hay que saber lo que te hace feliz y convertirlo en hábito’.
 Y para construir la felicidad se requiere sensibilidad, paciencia, cultura y memoria”.
Lo cierto, afirma Zeldin, es que los seres humanos se aburren:
“Unos menos que otros. Incluso a quienes les gusta la rutina y siguen ligados a los hábitos familiares, de vez en cuando anhelan sorpresas diferentes.
 La economía mundial se basa en poner remedio al aburrimiento”.
El mundo digital es un ejemplo.
 Es un obstáculo o un amigo Internet para los pequeños placeres? Giuseppe Scaraffia lo tiene claro: “Internet no es el enemigo de los placeres de la vida.
 Es un amigo.
 Puedo escuchar en alguna plataforma la música rara que me gusta y que no comparto con nadie o ver pinturas y descubrir a nuevos artistas”.
Zeldin es más escéptico.
 Considera que siempre se ha esperado demasiado de las nuevas tecnologías, que invariablemente han producido efectos colaterales inesperados
. “Evidentemente, Internet no ha sido un sustituto apropiado de la experiencia completa de contacto personal íntimo que proporciona a los seres humanos su placer más profundo. Sin embargo, no tiene sentido echar toda la culpa a la Red.
 El aislamiento de los individuos también se ha acentuado por el crecimiento de las ciudades monstruo.
 Yo disfruto de los placeres sencillos y también encuentro placer en investigar cómo se podría acabar con esa clase de barreras”.
Buscar la belleza
La solución está al alcance de todos.
 Está en descubrir el placer en cada cosa que se haga o en el trabajo, en aprender a disfrutar de la belleza que llega a través del cualquier sentido o del intelecto o de los sentimientos, recuerdan los filósofos.
 “La belleza es un prodigio cotidiano y un lujo de primera necesidad, casi siempre un proceso de transformación y tanteo, casi nunca una obra cumplida y cerrada”, escribe Antonio Muñoz Molina en el prólogo de El libro de la belleza. Reflexiones sobre un valor esquivo (Turner), de María Elena Ramos.
El alma debe ser entrenada, como diría Plotino, recuerda Ramos.
Y así el hombre, escribe la experta, “debe tornar la mirada hacia el interior de sí mismo, donde habría de encontrar grandes bienes que son precisamente la señal dejada en el alma humana por la creación. Pero si aún no encuentra esa belleza al interior, deberá hacer un trabajo más consciente y paciente, semejante al del escultor”.
No se trata tanto de hacer la vida mejor, sino de convertirla en algo más interesante, afirman Zeldin y Scaraffia
. Los filósofos piden desterrar prejuicios, vergüenzas y miedos para evitar la sensación de haber malgastado la vida.
 Recomiendan quejarse menos y buscar metas más emocionantes, arriesgar en la aventura
. Sentir.
 Vivir un olor que recupera un paraíso perdido o ante una buena noticia de alguien decirle al oído: “Estoy contento”.

Quitarse las máscaras

En el teatro de la vida, la gente para protegerse enmascara sus verdaderos deseos y olvida los placeres sencillos y cotidianos, explica Theodore Zeldin.
 A eso, agrega el filósofo inglés, se suma el hecho de que muchas personas están encorsetadas en prejuicios y tradiciones que los llevan a convertirse en lo que creen que quieren ser.
 No se aceptan. Son profundas autotraiciones porque, añade Zeldin, “el prejuicio es el obstáculo más firme a la apertura de la mente.
No obstante, si bien arruina las vidas de aquellos a los que discrimina, aumenta la autosatisfacción de los que lo abrigan: los conforta en sus hábitos y los libra del esfuerzo de tener que escuchar atentamente opiniones ajenas.
 Esa es la razón por la que el prejuicio sobrevive tan obstinadamente”.
“La ambición convencional suele chocar con los anhelos más profundos, mientras el fingimiento y la hipocresía han impregnado muchos aspectos de la vida”, se lamenta Zeldin
. Esta civilización, asegura el experto, “nos invita a cubrirnos la cara con una máscara adecuada a nuestra posición en ella, y nos disuade de hablar con demasiada honestidad de lo que pensamos y sentimos de verdad.
 Por eso propongo que ninguna ley, ni ninguna institución pública pueden hacernos verdaderamente felices.
 Tan solo en la seguridad de la estricta vida privada es posible intercambiar abiertamente pensamientos profundos e inexpresables”.
La mayor revolución del último siglo han sido las nuevas relaciones entre las personas de todos los sexos y edades, afirma Zeldin.
 “Una revolución que está incompleta, y muchas cosas dependen de cómo prosiga.
 Las personas están hambrientas de afecto —no solo de recibirlo, sino también de darlo”.

 

La cultura se moja por los refugiados........................................................................ Álex Vicente

Numerosos proyectos artísticos dan un grito de alarma sobre la crisis de los migrantes.

 


El artista Ai Weiwei (derecha) asiste a la actuación de piano de la siria Nour Al Khizam en el campo de refugiados situado en la frontera entre Grecia y Macedonia el pasado 12 de marzo. EFE
En la entrada del estudio berlinés de Olafur Eliasson, una antigua fábrica de cerveza en la frontera norte del centro de la ciudad, brilla una poderosa luz verde.
 La desprende su lámpara Green Light, que el artista danés ha diseñado en señal de solidaridad con los refugiados que atraviesan Europa.
“Es una luz metafórica. Mi proyecto aspira a iniciar un proceso de transformación cívica”, sostiene Eliasson.
 Desde este fin de semana, la lámpara se vende a 300 euros en el TBA21, el centro de arte contemporáneo que la Fundación Thyssen Bornemisza tiene abierto en Viena, que ha invitado a los propios refugiados a adentrarse en el museo.
 Los beneficios irán destinados a organismos como la Cruz Roja o Cáritas.
 “Para mí, la cultura no es un anexo superfluo, sino el centro de la sociedad.
 Y, como tal, tiene que adoptar un papel activo”, señala el artista.

Es solo el último de los numerosos proyectos que los artistas europeos han puesto en marcha para apoyar su causa
. En Alemania, donde el debate sigue siendo omnipresente ante la llegada de un millón de demandantes de asilo, los creadores se han significado especialmente.
 El artista chino Ai Weiwei, instalado en Berlín desde que el régimen le devolvió el pasaporte, ha sido el más obstinado en su denuncia
. Abrió un estudio en Lesbos, donde quiere desarrollar distintos proyectos que den fe de esta crisis, además de erigir un memorial “para suscitar una toma de conciencia”, y después organizó una marcha en Londres con su amigo Anish Kapoor, exigiendo “respuestas humanas y no solo políticas”.
Pero el de Ai Weiwei también ha sido el nombre más reprobado.
 Poco después de su polémica reproducción de la fotografía del niño sirio Aylan, volvió a levantar el escándalo durante la gala Cinema for Peace, celebrada en la pasada Berlinale.
 El artista subió al estrado y pidió a los asistentes que se cubrieran con mantas térmicas para tomar una foto colectiva.
Entre ellos se encontraban la actriz Charlize Theron o las integrantes del grupo Pussy Riot. “Esa es la manta en la que algunos se envuelven antes de morir.
Se las dan a esos ricos que se la colocan sobre sus esmóquines mientras comen su menú de cinco platos.

“Esa es la manta en la que algunos se envuelven antes de morir
. Se las dan a esos ricos que se la colocan sobre sus esmóquines mientras comen su menú de cinco platos.
 Es la imagen más obscena de todo el festival”, denunció el director de la Berlinale, Dieter Kosslick. El propio certamen se vio impregnado del clima social y político.
 Muchas de las películas presentadas hablaban de esta crisis o permitían encontrar subtextos relacionados con ella.
Al terminar, pareció lógico que la película que ganó el Oso de Oro fuera el documental italiano Fuocoammare, rodado en la isla de Lampedusa, puerta de entrada de millares de refugiados al continente europeo.
Un par de kilómetros al este, el Teatro Gorki sigue representando The Situation, una exitosa obra protagonizada por cinco actores recién llegados a Berlín que se encuentran en un curso de alemán: un sirio, dos palestinos y dos israelíes, uno árabe y el otro, judío
. También en la capital alemana, la Filarmónica de Berlín ofreció la semana pasada un concierto gratuito para los refugiados y los voluntarios que trabajan con ellos.
 

Las iniciativas similares se multiplican por todo el continente
. En el Reino Unido, Banksy ha multiplicado los gritos de alarma.
 Durante el otoño cedió el material que le sirvió para construir el parque de atracciones Dismaland para levantar distintas cabañas y refugios en la llamada jungla de Calais
. Después dedicó una de sus obras a Cosette, la niña explotada a la que Jean Valjean salvaba en Los Miserables
. Solo que esta vez aparecía envuelta en gases lacrimógenos, en referencia a la intervención de la policía francesa en ese campo de refugiados a principios de año.
A finales de febrero, también pasó por allí el actor Jude Law.
 “Quería verlo con mis propios ojos”, aseguró el intérprete, integrante de una plataforma que apadrina a menores que viven solos en el campo esperando poder reencontrarse con sus familiares en el Reino Unido, junto a personalidades como el actor Benedict Cumberbatch o el músico Brian Eno.
En Francia, 800 artistas y escritores encabezados por los cineastas Laurent Cantet, Pascale Ferran y Céline Sciamma lanzaron hace cuatro meses una petición que instaba a las autoridades a encontrar una solución.
 El pasado lunes publicaron una segunda tribuna en el diario Libération dirigida al Gobierno francés, que ha empezado a desmantelar el campo de Calais.
“No queda otro remedio que constatar que nuestra llamada fracasó. Intentábamos hacernos escuchar y ustedes han permanecido sordos. Peor aún: han utilizado la fuerza.
 El fracaso es total”, decía el texto.
En esa ciudad del norte de Francia, la artista Annette Messager, gran figura del arte contemporáneo francés que nació a escasos kilómetros de la jungla, acaba de inaugurar una exposición en el Museo de Bellas Artes de Calais.
 En ella resuenan los ecos de lo que acontece en el exterior. “Todo artista se hace la misma pregunta: ¿cómo hacer arte en Calais?
 ¿Qué decir, qué hacer, que enseñar frente a ese naufragio?”, se pregunta Messager
. “Esta es mi respuesta: hacer entrar el abatimiento del mundo en el museo.
 Exponer en Nueva York es fácil. En Calais, no.
Y es precisamente aquí donde la cultura es más necesaria”.

19 mar 2016

La libertad de ser uno mismo....................................................... Miriam Subirana

En una sociedad donde imperan los juicios de valor es importante la autenticidad

Hay que conocerse bien y no tener miedo a indagar en nuestro interior.

 


En los años que llevo acompañando a la gente en su desarrollo personal, observo que hay ciertas preguntas que nos planteamos prácticamente todos en algún momento de nuestra vida y que prevalecen desde la Antigüedad.
Tendemos a darle vueltas a cuestiones del tipo ¿quién soy yo realmente? o ¿cómo puedo llegar a ser yo mismo?
 Hay una tendencia a martirizarse, a funcionar bajo unas creencias que nos bloquean y estresan ante el cambio y la incertidumbre
. Las personas se orientan a menudo por lo que creen que deberían ser y no por lo que son en realidad.
Se vive demasiado condicionado por los juicios de la gente y se trata de pensar, sentir y comportarse de la manera en que los demás creen que debe hacerlo.
 Es como si quisiéramos ser quienes no somos.
Occidente ha creado una sociedad competitiva en la que aspiramos al éxito y la excelencia, y no se lleva bien el fracaso.
 Desde la infancia aprendemos juegos de competición y somos considerados por otros como hábiles o torpes, buenos o malos.
 En el colegio nos juzgan los profesores y compañeros de clase.
 Sentimos la presión de tener que ser el número uno en nuestra promoción, en el deporte, en definitiva, en nuestro ámbito
. En vez de disfrutar de cada etapa, nos centramos en procurar ganar para alcanzar el primer puesto en todo, y esto va configurando la identidad de cada uno.
El papel de los padres también es básico: frases como “esto es bueno”, “no seas malo” o “esto no se hace” son típicas en el vocabulario de los progenitores. Pero el abuso de este tipo de indicaciones puede menguar el carácter del niño.
 Crecemos dando importancia a la opinión de los demás y a su mirada, ya que determinan nuestro valor en la comunidad.
 Una vez adentrados en el mundo universitario y laboral, la cantidad de maneras en las que podemos fracasar sube en escalada.
Cada encuentro con alguien puede recordarnos algo en lo que somos inadecuados
. Desde el estilo de ropa hasta el corte de pelo.
Alguien le dirá que se relaje y disfrute más, otro le reclamará que no trabaja suficiente y que está desperdiciando su talento; alguno le recomendará que se centre en la lectura o que hinque más los codos
. Por otro lado, la imagen que proyectan los medios de comunicación también puede generar frustraciones personales.
 ¿Tiene la presión normal, ha viajado suficiente, cuida a su familia, está al día de política, su peso es el adecuado, hace suficiente deporte, ha visto la última película más taquillera?
Este tipo de cuestiones hace sentir que cualquiera no está a la altura de las circunstancias.

El filósofo existencialista Sören Kierkegaard (1813-1855) señalaba que la forma más profunda de desesperación es la de aquel que ha decidido ser alguien diferente.
 El psicoterapeuta estadounidense Carl R. Rogers decía al respecto: “En el extremo opuesto a la desesperación se encuentra desear ser el sí mismo que uno realmente es; en esta elección radica la responsabilidad más profunda del ser humano”.
Cuando el individuo decide mostrar su verdadera personalidad debe tomar consciencia de qué visión tiene de su persona.
 Cuando logramos tener esa imagen realista no nos ahogamos con objetivos inalcanzables ni nos infravaloramos con propósitos que nos empequeñecen.
 Para ello debemos plantearnos metas adecuadas a nuestro carácter.
 Un ejemplo: el que quiere adelgazar pero no se ve más delgado.
 Por mucho esfuerzo que haga, no será duradero y volverá a ganar peso, porque sigue sin verse más flaco.
 Si quiere perder peso de verdad tendrá que cambiar la imagen que tiene de sí mismo y modificar ciertos hábitos mentales y de conducta.
Para ser uno mismo es necesario conocerse y ser consciente de hasta qué punto la imagen que uno tiene de su persona coincide con su yo real y auténtico.
Se trata de dejar de verse como una persona inaceptable, indigna de respeto, inútil, poco competente, sin creatividad, obligada a vivir según normas ajenas e insegura.
Hay que aceptar las imperfecciones.
 Cuando logre verse como alguien con fallos que no siempre actúa como quisiera, disfrutará más y se cuidará mejor.
Los epicúreos griegos reseñaban la importancia de ejercitarse en evocar el recuerdo de los placeres pasados para protegerse mejor de los males actuales.
 Sin ir tan lejos, la indagación apreciativa, un método basado en la nueva psicología positiva que surgió en los ochenta, nos invita a buscar las experiencias más significativas de nuestra vida, descubrirlas y revivirlas.
 Todos hemos vivido alguna historia positiva y significativa. Rescatarla del pasado y apreciarla en el presente nos dará confianza.
 Por otro lado, para poder ser uno mismo, uno debe conocer su núcleo vital, es decir, todo aquello que le mueve y motiva para seguir adelante.
Esta esencia vital le llena de esperanza, mientras que si uno vive en sus sombras acaba desesperándose, se angustia, se apaga y se deprime. Incluso puede llegar a ser agresivo consigo mismo. Nietzsche decía al respecto:
 “El mal amor a uno mismo hace de la soledad una cárcel”.