“¿Había despertado o seguía soñando?”. Lo cierto es que a las 12 y 11 minutos del 1 de marzo de 2016
Mario Vargas Llosa
empezó el primer día de su gran año.
A esa hora el Nobel peruano entró
en Casa América, de Madrid, por la puerta de Cibeles, para asistir a la
presentación de su nueva novela,
Cinco esquinas
(Alfaguara)
. Era la apertura de una temporada de actos, homenajes y
efemérides que lo llevarán por medio mundo.
Y cuando verá cumplido el
día más feliz de su vida como escritor,
“Más que cuando recibí la
llamada del Nobel”, con la edición de su obra en la colección La
Pléiade, de la editorial Gallimard.
La novela es la confluencia de cinco de los pilares de la vida
literaria de Vargas Llosa: el análisis del periodismo, el Perú, el
poder, la hipocresía y el erotismo.
La cara A y la cara B de cada uno de
esos temas con el hilo conductor de una historia de pasiones
subterráneas que, como el agua, acaba por encontrar una salida.
En el
centro y alrededor de todo, la Libertad. 314 páginas de reflexión sobre
los diferentes niveles de libertad, secuestros y autosecuestros y
prejuicios tanto en las instituciones como en las personas.
Tras un enjambre de
clics y flases de medio centenar de
periodistas y fotógrafos a Vargas Llosa le preguntaron en la rueda de
prensa de todo.
Incluso sobre su relación sentimental con Isabel
Preysler. En Casa América había más periodistas que de costumbre, en
especial del corazón.
Él, que ha escrito sobre todas las áreas del
periodismo, menos sobre la vida social ahora es protagonista de esas
páginas. Él, que escribió el ensayo
La civilización del espectáculo.
Sobre su presencia en revistas como
Hola confesó:
“A mí no
me gusta estar ahí. Aparezco por razones personales. ¿Qué tendría qué
hacer para no aparecer? Si me da la receta la asumo.
Es muy incómodo
tener a fotógrafos en tu casa, te coartan la libertad.
Ya no puedo hacer
las cosas cotidianas que hacía como salir a caminar o ir al cine.
Me
siguen. ¿Para qué? No sé... toman y toman fotos”, se quejó.
El fenómeno de
Hola es interesante y triste a la vez, reconoció Vargas Llosa. “Los periódicos descienden en sus tiradas mientras
Hola,
solo en España, imprime un millón de ejemplares, sin contar otros
países”, lamentó.
“Hay millones de personas que siguen ese tipo de
material.
Es un problema cultural serio de este tiempo.
Hay que
afrontarlo de manera más creativa y no con bromas con gente que es una
víctima”.
80, 70, 65, 60, 18, 2 y 5 son los números que resumen el 2016
vargasllosiano: cumplirá 80 años el 28 de marzo; hace 70 conoció a su
padre en Piura y llegó a Lima, dos hechos que decidieron su destino
personal y literario; hace 65, cuando salió de la Escuela Militar
Leoncio Prado, en Callao, tuvo clara su vocación de escritor; hace 60
publicó su primer texto literario, El abuelo, en el periódico La Crónica.
Desde entonces ha escrito 18 novelas
. Cinco es una de las dos palabras
de su último título, que condensa lo que siempre ha querido contar. A
finales de mes, entrará en el olimpo de La Pléiade, la colección de
Gallimard que reúne el canon literario universal, con la publicación de
dos volúmenes que incluyen ocho de sus principales obras. Y dos es
también el número de la edición de la Bienal de Novela que lleva su
nombre, que se celebra en abril en Lima.
Cinco esquinas llega mañana a las librerías
con una tirada inicial de 200.000 ejemplares
. Alfaguara ha aprovechado
para reeditar ocho de los libros de Vargas Llosa con portadas de
artistas contemporáneos.
“¿Había despertado o seguía soñando?” no es solo lo que está viviendo Vargas Llosa.
Es la pregunta inaugural de
Cinco esquinas con una historia de erotismo entre dos mujeres casadas que se convierte en un
thriller y luego en un mosaico del poder y la sociedad peruana; mientras ausculta deseos escondidos de la gente.
El
resultado es un fresco de los últimos meses del Perú bajo el primer
mandato de Alberto Fujimori y su hombre de confianza Vladimiro
Montesinos, a mediados de los noventa.
Un país emboscado por el
terrorismo de Sendero Luminoso, la corrupción y el resquebrajamiento de
la democracia.
Cinco esquinas, en realidad, es el nombre de uno de los barrios emblemáticos de Lima que representa ese desmoronamiento.
Todo empieza, la concepción del libro y la novela misma, con la
imagen de dos amigas que de repente comparten un episodio erótico para
el que no estaban preparadas.
“Una de las transpiraciones normales de
aquella época era el incentivo sexual, el sexo aparecía como libertad y
goce en vista de que el resto de la vida había acabado con él”, explica
quien escribió
Pantaleón y las visitadoras.
Tras aquel episodio pasional, el marido de una de esas dos mujeres es
chantajeado por otro asunto por un periodista de una revista
amarillista.
Es cuando la historia se adentra en el pulso de la realidad
política, social y periodística de aquel Perú. “Fujimori utilizó la
prensa como arma para eliminar a sus enemigos.
Los poderes han querido,
siempre, tener al periodismo de su parte.
En la democracia hay una
diversidad que permite cotejar la información y buscar la verdad. Esa es
su superioridad”, afirma quien novelara la vida del dictador dominicado
Rafael Leónidas Trujillo en
La fiesta del Chivo.
“El peligro viene desde dentro del periodismo empujado por una
necesidad de un público cada vez más interesado en el entretenimiento
que en la información.
Se acabó esa frontera.
El amarillismo y el
entretenimiento han pasado a ser los valores dominantes.
Y el periodismo
es víctima de eso
. Es uno de los grandes problemas de nuestro tiempo”,
se lamentó el autor de
Conversación en La Catedral.
Pero Vargas Llosa quiere mucho al periodismo.
Lo empezó a ejercer desde jovencito.
Sin él no se entienden muchos de sus libros.
La responsabilidad de los periodistas en esta vorágine de
sensacionalismo y seducción de audiencias en la Red está, según el Nobel
peruano, en “la de no mentir defendiendo la verdad, a veces relativa,
pero profesional
. A veces la realidad es confusa
. Siempre hay una manera
de ser honestos”.
Eso no excluye, según Vargas Llosa, el
entretenimiento.
Pero aclaró que no se puede pretender que la cultura
llegue por igual a todo el mundo
: “Es imposible que la cultura no sea
elitista y eso no está reñido ni con la verdad ni con la democracia.
Aceptar la existencia de la élite es indispensable, no antidemocrático.
La cultura no puede llegar a todos por igual, aunque todos tengan acceso
a ella, porque se abarata, se banaliza”.
Sobre Donald Trump dijo que era “un peligro” y se alegró de que América Latina esté dejando atrás los populismos.
Cinco esquinas está poblada de miedos
. Miedo a morir, miedo a
sentir, miedo a vivir los sentimientos y deseos sinceros, miedo al qué
dirán. Pasada la una de la tarde, Vargas Llosa cerró su encuentro con
sus colegas: “Barthes tenía razón. Los escritores siempre escribimos
sobre un mismo tema y sus variaciones.
La historia de los escritores es
la historia de un solo tema”.