La escritora estadounidense Harper Lee ha fallecido hoy a los 89 años
en una residencia de Alabama. La autora que se convirtió en un clásico
por solo una novela, 'Matar a un ruiseñor', publicó el pasado agosto ‘Ve
y pon un centinela’.
Esta novela se anunció como el origen de uno de
los clásicos de la literatura de EE UU.
Los almuerzos de trabajo son reuniones disfrazadas de ocio. Estas son las claves para llegar vivo al café.
Vivimos unas semanas donde muchas cosas se deciden entre cubiertos y
manteles. Entre otras, el próximo gobierno de este país. Uno de los
lugares predilectos para la negociación es el restaurante. Nosotros
hemos querido afrontarlo desde el punto de vista de un hombre. Aquí van
algunas pistas para llegar vivo al café
1. ELIJA EL RESTAURANTE Madrid. Antaño los grandes acuerdos capitalinos se
sellaban en locales tradicionales como Casa Lucio o Sacha. “Hoy, el
perfil del ejecutivo es distinto, así que la comida también lo es”,
explica Iván Morales, cofundador de Taberna Arzábal,
que ha conquistado al sector con sus tapas finas. Otros, como Ten Con
Ten, lo han logrado con ambiente de bistró (pero del barrio de
Salamanca) para ver y ser visto. Otras capitales. En Barcelona, aunque La Camarga
sigue siendo un referente (siempre que la mesa esté lejos de potenciales
escondites de micrófonos), suben Neri y El Petit Comité, del chef Nando
Jubany, escogido por Mark Zuckerberg para reunirse con Piqué y Shakira
. En Bilbao se alternan negocios y producto de temporada en Nerua, el restaurante del Museo Guggenheim. Discreción. Muchos locales ofrecen reservados: en
los de El Cielo de Urrechu, en Pozuelo de Alarcón (Madrid), se ha
cerrado más de un fichaje de futbolista. Si quiere discreción total, el
madrileño A Japanese Kirikata es pequeño y está en un sótano. 2. EL MENÚ
¿Qué comer? Olvídese de las comidas copiosas. Esto
no es una bacanal, por mucho que no pague usted. “La gente pide menos y
bebe menos si después tiene que volver al trabajo”, explica Iván
Morales.
“Si es usted el invitado, no pida lo más caro porque no ha ido allí a
ponerse las botas”, señala Josefina Escudero, experta en diplomacia
ejecutiva.
La opción perfecta son unos pocos entrantes para compartir y
un segundo plato. ¿Es usted goloso? El postre no suele ser una opción.
Mejor vaya directamente al café.
¿Hay trato de favor? Cualquier restaurante será
igual de profesional con usted en una comida familiar que en una reunión
de negocios. Pero todo buen maître toma ciertas precauciones.
“Analizamos previamente el nombre de las reservas y su cargo, incluso
aunque no lo indiquen. Así podemos intuir si alguien viene con coche
oficial, con escolta o si nuestro portero tiene que estar preparado”,
explica Iván Morales. Tratar a alguien por su nombre y hacerle sentir
reconocido es casi obligatorio.
“Se puede dar la circunstancia de que
dos empresarios se citen aquí pero no se conozcan, así que en cierto
modo nosotros somos los encargados de presentarlos”, dice Jesús del Saz. Oír, ver y callar. “Discretos somos siempre, pero si
el cliente se calla cada vez que te aproximas a la mesa a recoger el
pan o cambiar de cubiertos, está claro que hay que acercarse con menos
frecuencia”, explica Morales. “Cualquier cosa que se diga en la comida
puede tener una gran importancia, así que no está de más advertir a los
camareros para no interferir en absolutamente nada”, concluye. 4. DURANTE LA COMIDA Buenas maneras. Sea puntual y educado: “Un
restaurante es como una segunda oficina”, sentencia Josefina Escudero.
Si usted es el anfitrión debe llegar antes y, si se retrasa, asegúrese
de que reciben a su invitado en su nombre. Mantenga siempre los modales:
nada de poner los codos sobre la mesa, de excederse en confianza con su
interlocutor o de quitarse la chaqueta. En esto último, Escudero es
tajante: “No tiene justificación. No suele hacer calor en la sala.
Además, la americana no está ahí para fastidiar. Queda bien y disimula
imperfecciones, como si sudamos demasiado”. ¿Y la conversación? Comience hablando de algo
trivial y, tras una breve charla, aborde el orden del día
. Un tema
infalible para romper el hielo es la propia elección del restaurante:
nadie puede sentirse ni ofendido ni incómodo. Está vetado hablar de
política, sexo, religión o dinero. No sea caballeroso, sino profesional.
Igual que no hace falta que la sirvan primero en la mesa, no varíe su
saludo si se reúne con una mujer. “Dele la mano”, señala Escudero. ¿Dos
besos? Sólo si hay confianza. 5. LA CUENTA
¿Quién invita? El anfitrión, siempre
. Hay
excepciones, como algunos jóvenes emprendedores, que pueden omitir el
protocolo y pagar a medias. Incluso hacer la reunión por Skype (sin
comer ante la cámara, claro).
A la hora de pagar, dos opciones: tarjeta
de crédito o, si hay mucha confianza con el restaurante, basta con dejar
la tarjeta de visita para que lo apunten a la cuenta de la empresa.
“Con efectivo no paga casi nadie y ya no se sacan billetes grandes.
El
color morado sólo lo vemos en la ropa”, ironiza Morales. Sin aspavientos. “Nunca se abona la cuenta en
secreto ni se discute por ver quién paga. Eso es algo que tenemos que
cortar de raíz, porque en el resto del mundo no pasa”, asevera Escudero.
¿Y si, a pesar de todo, ocurre? Que pague el último que fue invitado.
Tema zanjado. Cuando íbamos sobrados... La crisis lo ha cambiado
todo.
Mientras hace años podían correr cigalas y faisanes a costa de la
empresa, ya no es lo habitual. “Ahora la cuenta se revisa más que
antes”, señala Morales. Hay excesos, claro, pero sólo si tienen sentido.
¿Acaso no ha intentado impresionar a una cita con los mejores platos de
un restaurante? “El nivel de agasajo a un cliente debe ir en proporción
al negocio”, destaca el restaurador de Taberna Arzábal. Que agasajar le
funcione, ya sea en la cita o en el negocio, ya es otro asunto.
¿Hay trato de favor? Cualquier restaurante será
igual de profesional con usted en una comida familiar que en una reunión
de negocios. Pero todo buen maître toma ciertas precauciones.
“Analizamos previamente el nombre de las reservas y su cargo, incluso
aunque no lo indiquen. Así podemos intuir si alguien viene con coche
oficial, con escolta o si nuestro portero tiene que estar preparado”,
explica Iván Morales. Tratar a alguien por su nombre y hacerle sentir
reconocido es casi obligatorio. “Se puede dar la circunstancia de que
dos empresarios se citen aquí pero no se conozcan, así que en cierto
modo nosotros somos los encargados de presentarlos”, dice Jesús del Saz. Oír, ver y callar. “Discretos somos siempre, pero si
el cliente se calla cada vez que te aproximas a la mesa a recoger el
pan o cambiar de cubiertos, está claro que hay que acercarse con menos
frecuencia”, explica Morales. “Cualquier cosa que se diga en la comida
puede tener una gran importancia, así que no está de más advertir a los
camareros para no interferir en absolutamente nada”, concluye. 4. DURANTE LA COMIDA Buenas maneras. Sea puntual y educado: “Un
restaurante es como una segunda oficina”, sentencia Josefina Escudero.
Si usted es el anfitrión debe llegar antes y, si se retrasa, asegúrese
de que reciben a su invitado en su nombre. Mantenga siempre los modales:
nada de poner los codos sobre la mesa, de excederse en confianza con su
interlocutor o de quitarse la chaqueta. En esto último, Escudero es
tajante: “No tiene justificación. No suele hacer calor en la sala.
Además, la americana no está ahí para fastidiar. Queda bien y disimula
imperfecciones, como si sudamos demasiado”. ¿Y la conversación? Comience hablando de algo
trivial y, tras una breve charla, aborde el orden del día. Un tema
infalible para romper el hielo es la propia elección del restaurante:
nadie puede sentirse ni ofendido ni incómodo. Está vetado hablar de
política, sexo, religión o dinero. No sea caballeroso, sino profesional.
Igual que no hace falta que la sirvan primero en la mesa, no varíe su
saludo si se reúne con una mujer. “Dele la mano”, señala Escudero. ¿Dos
besos? Sólo si hay confianza. 5. LA CUENTA
¿Quién invita? El anfitrión, siempre. Hay
excepciones, como algunos jóvenes emprendedores, que pueden omitir el
protocolo y pagar a medias. Incluso hacer la reunión por Skype (sin
comer ante la cámara, claro). A la hora de pagar, dos opciones: tarjeta
de crédito o, si hay mucha confianza con el restaurante, basta con dejar
la tarjeta de visita para que lo apunten a la cuenta de la empresa.
“Con efectivo no paga casi nadie y ya no se sacan billetes grandes. El
color morado sólo lo vemos en la ropa”, ironiza Morales. Sin aspavientos. “Nunca se abona la cuenta en
secreto ni se discute por ver quién paga. Eso es algo que tenemos que
cortar de raíz, porque en el resto del mundo no pasa”, asevera Escudero.
¿Y si, a pesar de todo, ocurre? Que pague el último que fue invitado.
Tema zanjado. Cuando íbamos sobrados... La crisis lo ha cambiado
todo. Mientras hace años podían correr cigalas y faisanes a costa de la
empresa, ya no es lo habitual. “Ahora la cuenta se revisa más que
antes”, señala Morales. Hay excesos, claro, pero sólo si tienen sentido.
¿Acaso no ha intentado impresionar a una cita con los mejores platos de
un restaurante?
“El nivel de agasajo a un cliente debe ir en proporción
al negocio”, destaca el restaurador de Taberna Arzábal. Que agasajar le
funcione, ya sea en la cita o en el negocio, ya es otro asunto.
En este circo de la mediocridad un puñado de famosos se vuelven compañeros de piso, se pelean por la comida y discuten sin parar.
Los habitantes de la casa de 'GH VIP': un ejemplo de elegancia y buen gusto.
Un puñado de famosos de tres al cuarto compartiendo casa y peleándose
por la comida. ¿Se les ocurre algo más placentero?
Nos encanta que se
lancen al barro, que coman gusanos y que se traicionen a la mínima de
cambio. Es una forma estupenda de redimirse y darse cuenta que, pese a
sus más que saneadas cuentas corrientes, los famosos también son pobres
seres humanos.
Pero, reconozcámoslo, todo tiene un límite. ¿Cuántos realities con celebrities podemos encadenar sin que acabe pasándonos factura? No tantos como creen los productores de televisión.
El éxito de la tercera edición de Gran Hermano VIP
sustentado sobre los hombros de Belén Esteban –con grandes y
sorprendentes personajes secundarios– nos hizo creer que el formato
había revitalizado. Epic fail. Mediaset puso toda la carne en el asador para promocionar GH VIP 4. Fichó a personajes inesperados –El pequeño Nicolás–, rescató a colaboradores defenestrados –Rosa Benito–, a presentadores en barbecho –Carlos Lozano–, a políticas en activo –Carmen López– y hasta a Rappel.
Programó su estreno a pocos días de la final del anterior Gran Hermano
anónimo para que su público no se despistase y estructuró todos los
contenidos de la cadena alrededor del reality.
Y a pesar de todo eso, no funcionó. ¿Por qué, señor, por qué?
En términos de audiencia, el concurso no ha ido mal hasta ahora.
Pero, claro, nada que ver con el fenómeno que se generó con la anterior
edición
. De hecho, ya han llamado a la puerta de la Esteban para
revitalizar el asunto.
Pero, ¿qué ha pasado? ¿Por qué ya no nos engancha
GH VIP? No es difícil imaginarlo, pero nos aventuramos a lanzar algunas claves: . Un casting más que regulero. La ausencia de una
primera figura como Belén Esteban hizo que los responsables del pudiesen
ampliar su abanico.
Y, de entrada, todo prometía bastante.
La vuelta de
Carlos Lozano, Rosa Benito revalidando su triunfo en Supervivientes,
el pequeño Nicolás en pijama.
Una alegría que nos duró nada. ¿Cómo es
posible agrupar tantos muebles en una única edición?
Tirar de famosos
que ya han pasado por varios realities es lo que tiene.
Saben
que lo importante es permanecer y cobrar y que, haciendo poco ruido, la
audiencia se despista y no te vota.
Y así nos va
. El único que se
entregó a la causa fue el pequeño Nicolás y acabó siendo el primer
expulsado
. 2. Tramas que importan más fuera del programa que dentro. La repercusión en Sálvame
se ha vuelto esencial para que funcione masivamente el formato.
De ahí
que los participantes que aúnen ambos programas son elementos clave.
Pero, ¿qué pasa cuando dentro de la casa no está ocurriendo nada? En
esta edición, se ha dado más bombo a las reacciones de los familiares
–el clan Matamoros– que a los propios concursantes y, al final, por
mucho que aviven la llama, si no hay vídeos que comentar, poco trabajo
se puede hacer. Cualquiera que no esté al tanto de todas las tramas de
la programación íntegra de Telecinco no va a entender nada de lo que
pasa. 3. Saturación máxima del formato. ¿Qué programa puede aguantar una triple emisión semanal?
De la gala de los jueves hemos pasado al debate de los domingos y el megamix de los martes. Tres espacios en horario de máxima audiencia para comentar lo mismo.
Y si a eso le unimos las horas de Sálvame, de El programa de AR, de Cazamariposas, resulta imposible llegar a la gala sin haberlo visto todo ya.
¿Tanto interés tienen los seguidores del reality?
¿Pueden llenarse tantas horas de televisión sin que acabe pasando
factura? Lo extraño es que quede alguien con ganas de saber más.
4. La alargada sombra del ‘hasta nunki’. El recuerdo de los momentos míticos de GH VIP 3
pesa demasiado como para que esta nueva edición pueda sacar cabeza
. Los
memes de Belén Esteban y Kiko Rivera, el 'hasta nunki' de Ylenia,
la salida de Ares ensangrentada, los juicios, todo fue tan magnífico
que es inevitable compararlo con el aburrimiento que estamos viviendo.
Sabíamos que iba a resultar complicado repetir el éxito, pero nunca
hubiésemos imaginado que la decepción sería tan grande.
Y lo peor es que
todavía nos quedan muchas semanas por delante. ¿Conseguirán que
terminemos enganchándonos o abandonaremos la casa como un expulsado más?