Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

5 feb 2016

Las películas de Leonardo DiCaprio, de la peor a la mejor


 El lobo de Wall Street (Martin Scorsese, 2013)

Testimonio eléctrico de la entrega incondicional de DiCaprio con su mentor Scorsese.
El actor, poseído por el monstruo de Jordan Belfort, esnifa cocaína en el culo de una prostituta, se arrastra por el suelo paralizado por las drogas y usa a un enano como bola de cañón confiando en que Martin sabrá darle sentido a este circo.
Claro que sabe. Malentendida como una elegía a la corrupción moral, esta película es un espejo grotesco de los hijos del Watergate que ahora hacen el mundo girar movidos por instintos viscerales: el sexo, el poder y la violencia.
 A diferencia de otros actores, a DiCaprio no le preocupa que su personaje resulte perverso y desagradable para el espectador medio. Ya rechazó 'American Psycho' por miedio a dañar su imagen pública y aún debe estar lamentándose (el Dicaprio actual aceptaría sin dudar).
Su trabajo en esta película es abrumador: no hay nada de Leonardo en Jordan Belfort. Aquí el actor es sólo un recipiente y, lo que es peor (o mejor), nos acaba vendiendo el condenado bolígrafo.
  • No fue una decisión acertada

 Atrápame si puedes (Steven Spielberg, 2002)

Steven Spielberg salvó la carrera de DiCaprio.
 La crítica se había ensañado con 'La playa' y el personaje real del estafador Frank Abagnale fue una palmadita en la espalda y un tiempo muerto en la esquina del ring para retomar fuerzas.
 Relajado y caradura, DiCaprio era un emblema del sistema americano: no importa que seas una mentira, siempre y cuando generes dinero y lo hagas con desparpajo.
Gran trabajo del actor.

 El aviador (Martin Scorsese, 2004)

El megalómano empresario Howard Hughes es una figura esencial para entender el siglo XX. Los personajes obsesionados por alcanzar su sueño son la especialidad de DiCaprio, quizá porque se identifica con su determinación y perfeccionismo.
El entusiasmo con el que Hughes se enfrenta a cada persona que se cruza en su vida es el motor de una película que se habría desparramado en artificio y ruido de fondo si hubiera tenido un actor más indeciso que DiCaprio.
Pero él está muy convincente.
  • Foto: (Cordon) 



 La playa (Danny Boyle, 2000)

En el año 2000, con 26 años y ya convertido en estrella, se esperaba con gran interés el siguiente paso
. Pero ni 'Spiderman' ni 'Star wars'. DiCaprio optó en 'La playa' por un drama antropológico, robándole el papel al actor ya contratado (Ewan McGregor), que se enteró por teléfono de que no sería el protagonista y no ha vuelto a hablar al director, Danny Boyle
. La arrogancia del hombre blanco transformada en estupidez mediante siniestros diálogos que ahuyentaron a las 'dicapriers' para siempre. Todavía le faltaba mucho para conquistar al resto del mundo...Muy aburrida como si la plantación te la quemas tu solo.

  • Foto: (Cordon)




 Diamante de sangre (Edward Zwick, 2006)

Pocos actores pueden sacar adelante a un villano sin que el guion le justifique. DiCaprio aporta la humanidad y el carisma que un contrabandista, engrandeciendo una película inofensiva gracias a la empatía que el actor siempre despierta en los espectadores. Todo se reduce a la labor básica de cualquier actor: convertir un cartón en una persona y recordarnos que hasta el mayor desgraciado fue un chaval con sueños alguna vez. También fue la última vez que Leonardo salió guapo en una película antes de envejecer 20 años de golpe. Adiós, galán. Hola, actor que define nuestra generación.
  • Foto: (Cordon)





 

El renacido (Alejandro G. Iñárritu, 2015)

Dos horas en pantalla, solo, sin casi hablar y muy cabreado.
El DiCaprio menos racional que hemos visto hasta ahora que utiliza todo su cuerpo para interpretar, dejando que sus ojos sean su único atisbo de una humanidad que, por otra parte, va perdiendo en pos de la superviviencia.
Un rodaje salvaje en el que acabó hecho polvo y con la barba llena de pulgas, sudor que probablemente se verá recompensado con un Oscar que el mundo entero desea más que el propio actor.
  • Foto: (Cordon)

1. Titanic (James Cameron, 1997)

La mejor película de DiCaprio.
 Ninguna de las 14 nominaciones del filme fueron para DiCaprio, en uno de sus trabajos más infravalorados.
 Si 'Titanic' fue la película favorita de todo el planeta, Jack Dawson (el personaje que interpreta DiCaprio) era la conexión con el público masculino: su espíritu aventurero y bohemio convenció a aquellos espectadores que sólo estaban ahí acompañando a sus novias. 
Con valentía y honradez clásicas, Dawson/DiCaprio heredaba el carácter de Robin Hood y Han Solo y dejaba que Rose/Kate Winslet vistiese el mensaje moderno
. En 'Titanic' el amor no es una debilidad sino un placer más de la existencia y los ojos de DiCaprio se iluminan con cada momento porque podría ser el último. Y el espectador sabe que podría ser el último.

Tras unos años de desprecio el público se ha reconciliado con 'Titanic' como el calculado espectáculo sentimental que es.
Ni se hacían películas como 'Titanic' antes de ella ni se han hecho después, en un fenómeno que marcó a toda una generación y que a punto estuvo de devorar (por su grandeza) la carrera de DiCaprio.
 Se gasta más energía odiándola que disfrutándola como lo que es: cine más grande que la vida misma.
Ni tan buena ni tan mala. Pero al dar clases de Cine, advertí que mis alumnos quedaban embobados con la Historia y debe tener algo májico entre buenos y malos, ricos y pobres que hubiera rezado para que durara 2 horas más. Y un silencio como el de los espectadores jóvenes es que debió ser una historia para ellos.




 El hombre de la máscara de hierro (Randall Wallace, 1998)

En plena fiebre 'Titanic' (se estrenó en 1997 y 'El hombre de la máscara de hierro' en 1998), las revistas de la época celebraron la llegada de esta película como si fuese 'El padrino', ya que se les habían acabado las pegatinas y los pósteres con la cara de Jack Dawson, el personaje de DiCaprio en 'Titanic
'. ¿Puede haber algo mejor que una película con Leonardo DiCaprio? Sí: una película con dos DiCaprios.
 Eso pensamos todos los incautos que pagamos por ver esta descacharrante (y no es una comedia) reinvención del mito de D'Artagnan pasada por un filtro de telenovela: gemelos malvados (los dos interpretados por DiCaprio), traiciones por amor y cabelleras inusitadamente limpias para la pobreza que asolaba París en aquella época, 1662.
Sólo sirvió para que DiCaprio perfeccionase su ahora clásica expresión de rabia contenida, con su cara enrojecida donde resalta el azul de sus ojos llorosos.
Muy fotogénico, sí, pero una película muy mediocre.
Yo la encontré con vicios y virtudes, pero ahí si que apareció que Leonardo sería ya lo que es. Un gran talento interpretativo.


 Romeo y Julieta (Baz Luhrmann, 1996)

El proyecto era arriesgadísimo. Una adaptación contemporánea de 'Romeo y Julieta', con peleas de bandas, travestismo y música disco.
En esta fiesta loca, el Romeo que construye DiCaprio es un triunfo: aporta al mito unas exultantes y contagiosas ganas de vivir, lejos de otros 'romeos' depresivos, y abraza la estupidez de todo héroe romántico sin caer en la parodia.
 Romeo es majete, pero también es un panoli al que DiCaprio presta todo su encanto
. Esta extravagancia ahora icónica le valió el Oso de Plata al mejor actor en el Festival de Berlín. Ejemplo de cómo una interpretación brillante hace digna a una película deshilachada.
  • Otra demostración que DiCaprio iba por muy buen camino

  • . Rápida y mortal (Sam Raimi, 1995)

    Eran otros tiempos y el feminismo se basaba en poner a mujeres que se comportaban como hombres, pero seguían siendo sexies
    . Sharon Stone es una pistolera que clama venganza contra un villano con el nada sutil nombre de John Herodes, cuyo hijo bastardo es DiCaprio.
    El actor apostó por una solvente combinación de chulería y autoengaño (dos de sus especialidades) que quedó eclipsada por una campaña promocional centrada en lo bien que le quedaban los pantalones de cuero a Sharon Stone.
     DiCaprio era el reclamo adolescente, público que el 'western' no ha buscado jamás. Un desastrito, vamos.
    • Foto: (Cordon)



Una historia de pasión........................................................................ Javier Ocaña

Parece una película filmada por Douglas Sirk: con su sensibilidad, su brillante barroquismo, su espectacular tratamiento de la luz.

"Tenía los ojos grises, incoloros pero dominantes como la luz o el fuego (...). La mujer también miraba a Therese (...). Luego la vio avanzar lentamente hacia el mostrador y el corazón le dio un vuelco recuperando el ritmo.
 Sintió cómo le ardía la cara mientras la mujer se acercaba más y más", escribió Patricia Highsmith en Carol
. La radiografía de una excitación física, quizá también mental, que se produce interiormente y lucha por salir al exterior.
 En apenas un párrafo, como en tantas otras grandes novelas.
No como en tantas otras: dos mujeres. En 1952 Highsmith logró publicar Carol, una historia de amor prohibido
. Tan prohibido que en el cine de los años cincuenta hubiera sido impensable su adaptación.
Llega ahora, en 2016, gracias al trabajo de Todd Haynes, empeñado en reconstruir el cine de aquella década con la libertad de ésta.

CAROL
Dirección: Todd Haynes.
Intérpretes: Cate Blanchett, Rooney Mara, Kyle Chandler, Sarah Paulson, Jake Lacy.
Género: drama. EE UU, 2015.
Duración: 118 minutos.
Carol parece una película filmada por Douglas Sirk: con su sensibilidad, su brillante barroquismo, su espectacular tratamiento de la luz, su sabor a melodrama. Pero Sirk a lo máximo que pudo llegar, código Hays de por medio, fue a narrar una historia de amor interclasista, un jardinero y una viuda rica, en Sólo el cielo lo sabe (1955).
 Haynes, que ya abordó esa reelaboración en Lejos del cielo (2002), subiendo un escalón en materia homosexual y relación interracial, se acerca ahora a Highsmith, que escribió su novela inspirada por un encuentro real con aquella señora de ojos grises sobre la que elucubró en su máquina de escribir. Como los grandes narradores cinematográficos, Haynes y Phyllis Nagy, su guionista, no transcriben el libro: eliminan secundarios o los reducen a la mínima expresión; también diálogos; y construyen una película más conceptual, de miradas y sensaciones más que de palabras o intrigas.
 Además, varían la estructura comenzando por una escena prólogo que da paso a un larguísimo flashback, lo que potencia su dramatismo a lo Breve encuentro.

 

Haynes utiliza la puesta en escena para guiar emocionalmente al espectador sin que este se dé cuenta (esos planos de la magnífica Rooney Mara, como Blanchett, en el extremo izquierdo del encuadre, para mostrarlo a la deriva), y como ya hicieran Hitchcock y Powell en los cincuenta (el restaurante de Vértigo, en la memoria), aplican los dominantes colores rojo y verde en un mismo plano como elemento dramático además de estético: los jerseys de las protagonistas en la cafetería. Carol es estética, pero también ética
. Es gran cine. Es amor y pasión.
 Es Sirk, redivivo y actualizado.

Leonardo DiCaprio: “Para mí, el director es el rey”......................................................... Rocío Ayuso

El actor, favorito para el Oscar al mejor intérprete, describe el difícil rodaje de su última película, 'El renacido'

La estrella celebra el filme: "No hemos visto nada igual. Es la perfecta fusión de violencia y belleza"

Leonardo DiCaprio en una foto de archivo
Leonardo DiCaprio tiene todo el pescado vendido.
 Es difícil imaginar otro ganador al Oscar al mejor actor. Si había alguna duda, se borró con el aplauso de centenares de intérpretes puestos en pie tras premiarle el sábado por su papel en El renacido
. Su primer galardón del Sindicato de Actores, como podría serlo el Oscar
. Aun así este californiano de 41 años, nacido en Hollywood, se niega a hablar de una estatuilla que le ha sido esquiva las otras cuatro veces que estuvo nominado
. Y que le dio la espalda cuando su carrera saltó a la fama con Titanic: el filme consiguió el mayor número de nominaciones de la historia, pero él ni optó al Oscar.
“Es un paso en la dirección adecuada”, concede a EL PAÍS tras su última victoria.
 No habla de su carrera sino de lo que el reconocimiento significa para El renacido y el cine. “
 “No hemos visto nada igual.
 Y la televisión vive un momento tan bueno que en el cine necesitamos algo así, tan visceral, que haga a la audiencia apreciar nuestro arte”, se explaya. “Ya no se hacen películas como las de antes y El renacido es la respuesta.
Espero sirva de ejemplo a seguir porque amo el medio y quiero seguir haciendo cine”.
No fue una película fácil
. El director, Alejandro González Iñárritu, llevó a su equipo al límite para contar la historia de un trampero del siglo XIX abandonado a su suerte tras ser atacado por un oso.
“Como dice Alejandro, el dolor se pasa y el cine permanece”
. Fue un viaje existencial, en la pantalla y fuera de ella, una historia de supervivencia y venganza donde le interesó la poesía del personaje
. “Contada con silencios. Quería aún menos diálogo.
Ya he dicho muchas tonterías en mi carrera”, bromea, con más de 25 películas a sus espaldas.
 “Fue un trabajo guiado por el instinto, donde vives a través de los ojos del protagonista
. Ellos son la catálisis de la historia y su atractivo”.
Los ojos de DiCaprio brillan con la misma intensidad que los de su personaje, dejando clara su pasión por el cine.
 La misma que sintió cuando de niño adoró Taxi Driver, o cualquier filme de David Lean, con los que se atreve a comparar El renacido por “el alcance épico y la intimidad de unos personajes que respiran en tu cara”.

Sangre y violencia

También sangran y mueren en una obra criticada por su violencia, que incluso podría costarle el Oscar a la mejor película. “Se me da bien protagonizar filmes cargados de violencia”, recuerda aludiendo a su trabajo con Scorsese.
“Pero El renacido es la perfecta fusión de violencia y belleza que nos ofrece la naturaleza”. Y brutal fue el propio rodaje, que durante más de seis meses tuvo al equipo en las peores condiciones meteorológicas en las montañas del norte de Canadá y en las tierras del fin del mundo, en Ushuaia (Argentina)
. A 27 grados bajo cero, DiCaprio recuerda que sus manos estaban siempre al borde de la hipotermia, solo resucitadas por “el pulpo”, una máquina con ocho tentáculos unidos a un secador gigante donde se calentaban.
El actor es más reservado a la hora de revelar cómo está rodado el ataque del oso, parte de la mística de hacer cine, y prefiere hablar de otros rituales de su director, como la bendición espiritual con la que empezaba cada día el rodaje o su atención al detalle.
“Para mí, en el cine el director es el rey y El renacido es la vuelta a los setenta”
. También es una vuelta al DiCaprio más puro, al adolescente que aprendió a amar el cine viendo películas
. El renacido ha sido el mayor riesgo de su carrera, solo comparable con ese que tomó con 17 años, cuando hizo ¿A quién ama Gilbert Grape?
Me ofrecieron mucho dinero por otra película pero preferí esperar. Me siento muy orgulloso de aquella decisión”.

 

4 feb 2016

¿Qué es de ti de Humphrey?......................................................................... Román Gubern

El imaginario de mi generación se forjó con las volutas de humo en la pantalla.

La prohibición de representar a personajes fumando en la pantalla parece dar la razón a los psicoanalistas ortodoxos que, desde hace décadas, nos venían explicando que el cigarrillo es un símbolo fálico, por lo que su representación constituía una forma de pornografía subliminal: algunos espectadores lo sabíamos desde que Rita Hayworth, en Gilda, lució su boquilla entre sus labios apetitosos
. Pero los operadores de fotografía le tenían gran cariño a los cigarrillos, pues las volutas de humo, las hilachas blanquecinas en contraste con fondos negros, la evolución de sus espirales, las columnas plásticas ascendentes pertenecían al ámbito más excelso de la fotogenia.
 En efecto, resulta muy difícil disociar las atmósferas del cine negro del claroscuro rasgado por ese flujo blanquecino que le aporta el humo del tabaco.
 Mientras que en las películas románticas servía más bien como fetiche seductor, emanado del falo postizo que emergía entre unos labios carnosos.

 

Al leer esta necrológica que condena al cilindro fálico a la vez que a su emanación gaseosa, a modo de ectoplasma espiritista, no he podido evitar pensar en Marlene Dietrich y su boquilla en Marruecos (1930) de Josef von Sternberg; en Humphrey Bogart en Casablanca (1942); en Orson Welles en Sed de mal (1958) y en El proceso (1962); en Jean Gabin en El muelle de las brumas (1938); en Marlon Brando en El Padrino (1972)…
 El imaginario de mi generación se forjó con las volutas de humo en la pantalla, entre otros fetichismos (como la costura vertical trasera de las medias femeninas o los blue-jeans de nalgas bien ceñidas), y ya jamás será erradicado. ¿Puede alguien imaginar un interrogatorio policial en claroscuro sin una nube de humo colectivo coronando al sospechoso?
Tres van a ser las víctimas de esta castración óptica.
 En primer lugar los operadores de fotografía, tan aficionados a los claroscuros, las neblinas y el humo del tabaco; en segundo lugar los actores, que ya no serán nimbados por ese fluido gaseoso que los santificaba de modo fetichista en la pantalla; 



y finalmente el público, a cuya mirada se le amputa un fluido que ha sido el equivalente laico de las aureolas de los santos.