12 ene 2016
El “masoquismo femenino”, según Isabel Coixet
La Filmoteca de la Generalitat homenajea a la cineasta con un doble ciclo: filmes elegidos por ella sobre la mujer y una retrospectiva de su obra.
Fotograma de 'Elegy', una de las películas de Isabel Coixet que se podrá ver en el ciclo que le dedica la Filmoteca de Cataluña.
Son mujeres desorientadas, que van por el mundo sin brújula, víctimas
de “un masoquismo femenino: las mujeres nos perdemos más que los
hombres sencillamente porque constantemente nos buscamos; en ellos el
proceso se para en un determinado momento y ya no hay ese continuo
ponerse en entredicho, darse cuenta de las contradicciones”.
Así son mayormente las féminas, según ella misma explica, que protagonizan los filmes que Isabel Coixet ha seleccionado para el ciclo que, desde hoy y hasta finales de febrero, conforman Mujeres (bastante) perdidas, que podrá verse en la Filmoteca de Catalunya de Barcelona y que se lanza simultáneamente a un ciclo retrospectivo de la propia directora barcelonesa.
En el fondo, sus mujeres tampoco distan tanto de ese retrato.
La francesa Party Girl inicia hoy (20 horas), el doble ciclo, presentado por la propia Coixet. Será el primero de los 11 filmes de otros creadores que ha escogido, donde se mezclan clásicos como Carta de una desconocida, de Max Ophül (“en la protagonista veo a muchas de mis amigas, con una fijación por el sacrificio, por tragar humillaciones”); Wanda, de Barbara Loden, o Rebeca, de Hichcock , con películas que hasta no se han estrenado en salas comerciales, como Kumiko, la cazadora de tesoros, de David Zellner.
Esta tiene trasunto: Coixet la vio en el Museo de Arte Moderno de Nueva York y allí descubrió a la nipona Rinko Kikuchi, “una gran actriz cuyo talento no se ha acabado de valorar”, y que participó en Mapa de los sonidos de Tokio, de la propia directora barcelonesa.
La visión de las mujeres que tiene la cineasta se aleja del Hollywood actual y de filmes como Joy, con Jennifer Lawrence, que narra la historia de una madre soltera con tres hijos: “Esa búsqueda de la libertad a cualquier precio es un modelo que no me interesa, y en cambio mi naturaleza va más con la Diane Keaton de Buscando al señor Goodbar”, contrapone Coixet, citando otra de las películas que ha seleccionado.
De entre las 11, sin embargo, se queda con La mujer de al lado, de François Truffaut: “Es la película, extraordinaria por el elenco de personajes, incluso Depardieu”.
Una reciente visita a una cárcel de mujeres le permitió ilustrar con datos ese “masoquismo femenino”: “Un 85 % de las mujeres que estaban allí era por delitos de drogas porque habían ayudado a su amigo, marido o hermano con el tema de las drogas”.
El ciclo programado por Coixet se completa con la más amplia retrospectiva de su producción.
Los 12 filmes que la conforman (y el documental sobre ella Paraules, mapes, secrets i altres coses, de Elena Trapé) arranca mañana con Marea blanca y en ella están sus títulos señeros, como Cosas que no te dije nunca, Mi vida sin mí, La vida secreta de las palabras, Elegy, Mapa de los sonidos de Tokio, Ayer no termina nunca o Aprendiendo a conducir.
Coixet, que se sienta siempre en las salas ligeramente hacia la derecha “para escuchar por el oído izquierdo y así no me duele la cabeza” (desde que de pequeña, cuando entraba en el cine, le dolía el oído derecho hasta que un chamán mexicano le explicó que se debía a un rechazo de su cerebro a entrar en las películas), afronta ahora el “difícil montaje” de Spain in a day, tras visionar 22.000 vídeos.
La película estará lista para el festival de San Sebastián en septiembre, informa Efe.
Coixet trabaja también un proyecto desde hace años, La librería, de la que ya tiene guión y ha comenzado el casting, pero para el que busca todavía producción.
Así son mayormente las féminas, según ella misma explica, que protagonizan los filmes que Isabel Coixet ha seleccionado para el ciclo que, desde hoy y hasta finales de febrero, conforman Mujeres (bastante) perdidas, que podrá verse en la Filmoteca de Catalunya de Barcelona y que se lanza simultáneamente a un ciclo retrospectivo de la propia directora barcelonesa.
En el fondo, sus mujeres tampoco distan tanto de ese retrato.
La francesa Party Girl inicia hoy (20 horas), el doble ciclo, presentado por la propia Coixet. Será el primero de los 11 filmes de otros creadores que ha escogido, donde se mezclan clásicos como Carta de una desconocida, de Max Ophül (“en la protagonista veo a muchas de mis amigas, con una fijación por el sacrificio, por tragar humillaciones”); Wanda, de Barbara Loden, o Rebeca, de Hichcock , con películas que hasta no se han estrenado en salas comerciales, como Kumiko, la cazadora de tesoros, de David Zellner.
Esta tiene trasunto: Coixet la vio en el Museo de Arte Moderno de Nueva York y allí descubrió a la nipona Rinko Kikuchi, “una gran actriz cuyo talento no se ha acabado de valorar”, y que participó en Mapa de los sonidos de Tokio, de la propia directora barcelonesa.
La visión de las mujeres que tiene la cineasta se aleja del Hollywood actual y de filmes como Joy, con Jennifer Lawrence, que narra la historia de una madre soltera con tres hijos: “Esa búsqueda de la libertad a cualquier precio es un modelo que no me interesa, y en cambio mi naturaleza va más con la Diane Keaton de Buscando al señor Goodbar”, contrapone Coixet, citando otra de las películas que ha seleccionado.
De entre las 11, sin embargo, se queda con La mujer de al lado, de François Truffaut: “Es la película, extraordinaria por el elenco de personajes, incluso Depardieu”.
Una reciente visita a una cárcel de mujeres le permitió ilustrar con datos ese “masoquismo femenino”: “Un 85 % de las mujeres que estaban allí era por delitos de drogas porque habían ayudado a su amigo, marido o hermano con el tema de las drogas”.
El ciclo programado por Coixet se completa con la más amplia retrospectiva de su producción.
Los 12 filmes que la conforman (y el documental sobre ella Paraules, mapes, secrets i altres coses, de Elena Trapé) arranca mañana con Marea blanca y en ella están sus títulos señeros, como Cosas que no te dije nunca, Mi vida sin mí, La vida secreta de las palabras, Elegy, Mapa de los sonidos de Tokio, Ayer no termina nunca o Aprendiendo a conducir.
Coixet, que se sienta siempre en las salas ligeramente hacia la derecha “para escuchar por el oído izquierdo y así no me duele la cabeza” (desde que de pequeña, cuando entraba en el cine, le dolía el oído derecho hasta que un chamán mexicano le explicó que se debía a un rechazo de su cerebro a entrar en las películas), afronta ahora el “difícil montaje” de Spain in a day, tras visionar 22.000 vídeos.
La película estará lista para el festival de San Sebastián en septiembre, informa Efe.
Coixet trabaja también un proyecto desde hace años, La librería, de la que ya tiene guión y ha comenzado el casting, pero para el que busca todavía producción.
Bowie y la moda: una relación irrepetible............................................ Begoña Gómez Urzaiz
Hace apenas unos días se popularizó una web que dice al usuario qué hacía David Bowie a su edad. El efecto era devastador: en cualquier momento, iba por delante o directamente no tenía a nadie detrás.
Lo mismo se podría hacer con la relación del músico con la moda. No importa qué límite quiera explorar un diseñador, qué tabú quiera romper una estrella del pop. Bowie siempre habrá llegado antes y mejor.
El músico, que murió ayer a los 69 años en Nueva York víctima del cáncer, solía decir que no le interesaba la moda, que la explicación de sus constantes cambios de estilo se debía a que quería que su música “se viese como sonaba”.
Pero a la moda sí le interesaba Bowie, rozando la idolatría.
Están los homenajes evidentes, la americana que Riccardo Tisci calcó de Aladdin Sane en 2010, la vez que Jean Paul Gaultier basó una colección entera en Ziggy Stardust, los trajes que Dries van Notten, un Bowie-obseso como casi toda la industria, creó inspirándose en la etapa berlinesa del cantante, pero más allá de esas réplicas, que siguen y seguirán apareciendo varias veces por temporada, lo que la moda adora del músico es su capacidad para tomar una prenda, ya sea una blusa con lazada eduardiana o un mono de lamé rojo, y conjurar a través de ella un universo entero. Transmitirlo todo sin decir nada.
Por algo la exposición que el museo Victoria & Albert le dedicó en 2013, un gigantesco éxito de público y casi una canonización en vida, se tituló “David Bowie es”, dejando que cada visitante completase la frase a su gusto
. David Bowie es un mod entre 1965 y 1967, con impecable corte de pelo moptop a lo Brian Jones y trajes de tres botones; es un adelantado a la confusión de géneros en 1971, en la etapa de Hunky Dory, con pose lánguida, pelo largo y pantalones de cintura estrecha y pernera ancha; es una criatura del espacio exterior en 1972, cuando engendra a su alter ego Ziggy Stardust, con estrechísimos monos escotados, botas de plataforma y aquel corte de pelo desfilado en rojo, mil veces mal emulado; es un hombre con vestido de satén y purpurina y con un maillot mínimo (tan pequeño que cuando hace un par de años se lo puso Kate Moss, tuvieron que ensanchárselo) en la noche en la que entierra a Ziggy en el Hammersmith Odeon de Londres; es un bucanero en culottes –los mismos que están hoy en las rebajas del Zara– en la etapa de Rebel Rebel, una lagartija en plataformas en su etapa glam, un dandy esquelético cuando fue el Delgado Duque Blanco y, quizá por primera vez en su vida, una víctima de su época en los ochenta, cuando no pudo escapar a las cazadoras con volúmenes y los pantalones abombachados.
No se puede decir que la moda fuese una parte del personaje Bowie, un complemento a su brillante carrera musical, sino un prisma que lo afecta todo, una manera de entender el pop que el resto de estrellas tardó décadas en comprender e imitar y que él intuyó ya de adolescente.
Cuando era un crío y estudiaba en la Bromley Technical High School, el protomod David Jones se teñía el pelo con colorante alimentario –lo que ya le separa del resto en las fotos de su banda de la época, The Konrads– y pintaba a mano las rayas de su americana escolar, que vista hoy parece algo diseñado por Raf Simons
. Aunque colaboró con distintos creadores y diseñadores a lo largo de su carrera de seis décadas, no hay duda que la fuerza creativa detrás de todas sus etapas de estilo fue el propio Bowie
. A principios de los 70, cuando él y su mujer, la no siempre justamente valorada Angie, vestían túnicas a juego, encontró un aliado en Michael Fish, que tenía en la londinense Marylebone una tienda especializada en bucólicos “vestidos para hombre” y poco después se adelantó más de diez años al reinado de los diseñadores japoneses confiando en Kansai Yamamoto muchos de los trajes más memorables de Ziggy Stardust, incluido el espectacular mono como de Pierrot del espacio exterior con gigantescas perneras.
Se alió con los grandes modistos en ocasiones, como en los setenta, cuando se alimentaba básicamente de cocaína y vestía trajes de Yves Saint Laurent, pero sobre todo tenía talento para identificar a los emergentes con talento.
Por algo en 1997 le pidió a un joven Alexander McQueen que le diseñase una levita con la tela de Union Jack repleta de quemaduras de cigarrillo.
Casado con la modelo Iman, a la moda le ilusionaba considerar ingenuamente a Bowie “uno de los suyos” y a él se invocan sus mejores talentos en sus momentos más ambiciosos
. Cuando Phoebe Philo se enfrentó a la tarea de refundar Céline en 2011, basó toda su primera colección femenina en una imagen del músico enfundado en un memorable traje color mostaza. Cuando Hedi Slimane se hizo cargo de Dior Homme, dispuesto a cambiar la silueta masculina para toda una década, colgó una sola foto en su estudio, una del autor de Starman en 1975, entregando un Grammy a Aretha Franklin y vestido con un traje de solapas anchas, pajarita blanca y fedora negra. Ya no habrá nuevos looksde Bowie que saquear, pero quedan, al lado de los inmensos discos, cientos de imágenes que cortan la respiración, fotos de un hombre que supo que la moda, bien manipulada, puede ser mucho más que ropa.
Un atentado causa 10 muertos en el centro turístico de Estambul....................................... Andrés Mourenza .
Un atentado en el centro de Estambul ha causado este martes 10 muertos y 15 heridos, según ha informado la delegación de Gobierno de la ciudad turca.
La explosión ha sacudido esta mañana la turística plaza Sultanahmet, cerca de Santa Sofía, el palacio de Topkapi y la Mezquita Azul, en una zona visitada cada día por miles de turistas.
Las autoridades investigan qué tipo de explosivo se ha utilizado y se ha visto a los artificieros de la policía trabajar en el lugar
. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha dicho que sospecha que el autor del atentado suicida es un hombre de origen sirio.
El primer ministro, Ahmet Davutoglu, se ha reunido de urgencia con los ministros de Interior, Salud y Justicia. Además se ha decretado una prohibición de publicar imágenes del lugar.
Aunque por el momento no hay confirmación oficial sobre la nacionalidad de las víctimas, varios medios locales apuntan a que entre la mayoría son alemanes.
De hecho, entre los heridos se encuentra una guía turística de nacionalidad turca que habitualmente trabaja con grupos de turistas procedentes de Alemania.
"Hubo una explosión muy fuerte, cerca del obelisco egipcio [frente a la Mezquita Azul] y acudimos a ver lo que había pasado.
Vi al menos a siete u ocho personas tendidas en el suelo.
Probablemente estaban muertas", ha explicado a este diario Ersin, empleado del sector turístico, poco antes de ser desalojado de la plaza.
"La policía ha establecido fuertes medidas de seguridad temiendo que hubiese una segunda explosión", ha añadido.
La explosión ha ocurrido poco después de las 10.00 de la mañana, hora local (las 9.00 en la península Ibérica) y 8h. en Canarias., y se pudo escuchar a más de un kilómetro del lugar, según varios testigos. Numerosas ambulancias y camiones de bomberos han acudido al lugar, la policía ha acordonado la zona, y se ha obligado a evacuar la plaza de Sultanahmet y los monumentos cercanos.
Hace poco más de un año, el 6 de enero de 2015, una mujer se inmoló contra la comisaría de la Policía Turística en Sultanahmet, hiriendo de gravedad a dos agentes, una de las cuales falleció posteriormente
. La autora del atentado fue identificada como Diana Ramazova, ciudadana rusa procedente de la región caucásica de Daguestá y que se cree que mantenía lazos bien con Al Qaeda bien con el Estado Islámico (ISIS, por sus siglas inglesas).
Durante el pasado año se produjeron varios atentados presuntamente cometidos por una célula del ISIS cuyos miembros procedían de Turquía.
El 5 de junio, una bomba acabó con la vida de cuatro personas en un mitin del partido prokurdo HDP en Diyarbakir.
Un mes y medio más tarde, el 20 de julio, un suicida se detonaba en un acto izquierdista a favor de los kurdos de Siria en la localidad sudoriental de Suruç matando a 33 personas y, el 10 de octubre, dos presuntos militantes del Estado Islámico se inmolaron en una marcha por la paz en la capital turca, Ankara, segando la vida a más de un centenar de personas.
!Que aficción a matarse y matar a los que están vivos en cualquier lugar lúdico.
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