Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

18 oct 2015

Charlotte Rampling descubre su álbum más íntimo................................................ Carles Gámez.

La actriz cuenta su vida, marcada por la disciplina y el sufrimiento, en una biografía alejada de las clásicas memorias.

Charlotte Rampling en el Festival de San Sebastián de 2000. / Jesús Uriarte

El próximo febrero Charlotte Rampling cumplirá 70 años.
 Adelantándose al aniversario la actriz ha publicado unas "memorias selectivas", una parte sensible de sus recuerdos filtrados por el escritor y editor Christophe Bataille que se ha encargado de sacarlos a la luz después de casi una década de confesiones
. Bajo título afirmativo/interrogativo, Qui je suis (Quién soy) el libro, escrito como un largo poema, se sumerge en su pasado, infancia, juventud, mientras va desvelando en diferentes apuntes fragmentos que la actriz expone entre el recuerdo de la felicidad y la memoria del dolor.
Desde que su rostro saltó a la pantalla en los fuegos del Swinging London, la carrera de la actriz se construyó desde el ejercicio de esa belleza elegante, casi aristocrática, que sedujo a un director como Luchino Visconti para su tragedia shakesperiana sobre el nazismo.
 Una belleza que ha ido declinando en un rostro luminoso donde las arrugas muestran su victoria frente al imperio del bisturí, y que ha estado acompañada por una imagen de transgresión fijada por algunos de los papeles que ha proyectado en la pantalla y en las revistas.
Como cuando se desnudó sin ninguna clase de pudor frente a la cámara de Helmut Newton, o interpretó los juegos sadomasoquistas de
 El portero de noche (1976). A su lado, la otra heroína impúdica de los setenta, la Sylvia Kristel de Emmanuelle (1974), semidesnuda en su sillón colonial, no era más que una pseudo libertina para consumo de lectores de Vogue.
Misteriosa, fría, distante, son algunos de los tópicos o clichés con los que a menudo se la ha etiquetado.
El actor Dick Bogarde fascinado por su mirada la apoda The Look, el mismo título con el que otra heroína cinematográfica, Lauren Bacall, había sido recompensada.
 Una mirada que la artista siempre ha asociado a una peculiaridad de su rostro pero que el público ha convertido en algo indescifrable, como ese rostro juvenil y enigmático que ocupa la portada del libro.
Charlotte Rampling en el Festival de Venecia de 2005. / Cordon press
Hija de un militar británico de la OTAN, Godfrey Rampling, héroe deportivo en las Olimpiadas de Berlin 1936, y de Isabel Anne Gurteen, la heredera de una rica familia dedicada a la confección masculina —descrita como "la heroína de una novela de Scott Fitzgerald"— la infancia de Charlotte está marcada por los desplazamientos a causa del oficio del padre.
 "A la fuerza es una cosa que se me ha quedado grabada, como disciplina y sufrimiento: saber que un día tendría que irme y que nunca más regresaría".
Francia es uno de los países donde la familia fija su residencia temporal. Charlotte y su hermana Sarah aprenden la lengua y hasta cantan las canciones de Luis Mariano, el ídolo popular de la Francia de los años cincuenta.
 Décadas después pasó a ser su segunda nacionalidad, convirtiéndose en la más francesa de las actrices británicas.
Como la propia actriz se ha encargado de aclarar, aquellos que esperen una biografía o similar, revelando anécdotas o cotilleos de su carrera profesional van a quedar decepcionados.
 Como el documental The Look (Angelina Maccarone, 2011), donde el relato huía del clásico formato biográfico, Qui je suis (Grasset) se aleja de las memorias tradicionales para subrayar el mundo más verdaderamente íntimo de la actriz.
 La hija que descubre por azar los diarios juveniles de una madre llena de vida y pasión o que rompe con los silencios que le han acompañado a lo largo de su vida a partir del suicidio inexplicable de su hermana Sarah “una flor que no era realmente de este mundo” cuando tenía 21 años.
La publicación del libro ha coincidido con la muerte de su compañero sentimental, el empresario Jean-Noel Tassez, un hombre ligado al mundo de la comunicación y consejero de políticos como François Mitterrand, Jack Lang o Nicolas Sarkozy.
 Después de dos matrimonios, el primero con su agente artístico (Bryan Southcombe) y el segundo con el músico Jean-Michel Jarre, y dos hijos, Barnaby y David, respectivamente, la actriz mantenía desde hace años una discreta relación sentimental lejos de los focos que no había impedido que aparecieran juntos sobre la alfombra roja
. Penúltima página de una vida que quizás gracias a este libro o mosaico de recuerdos ha encontrado finalmente la tranquilidad. Como la actriz recordaba en una entrevista:
“Dejar de sufrir por todas las cosas que me han perseguido durante tantos años”.

 

La invasión del neoespañol................................................. Javier Marías

Es demasiada la gente que ya no domina la lengua, sino que la zarandea y avanza por ella a tientas.

En pocos días he oído o leído, en prensa o en libros, las siguientes expresiones inexistentes y por tanto difícilmente comprensibles: “Le echaron el pato encima”; “Se desvivía en elogios de ella”; “Le dio a la sin lengua”; “Es una mujer-bandera”.
Uno trata de “traducir”, y supone que en la primera hay una mezcla de “pagar el pato” y “cargarle el muerto”; en la segunda, de “desvivirse por ella” y “deshacerse en elogios”; en la tercera, una metamorfosis (a la lengua se la llama castizamente “la sin hueso”); en la cuarta, lo que siempre se dijo “una mujer de bandera” ha quedado comprimido en una extraña figura: mujeres que se llevan en un asta, para dolor de ellas.
 Escribí bastantes artículos comentando estas corrupciones y absurdos, hasta que di la batalla por clamorosamente perdida.
 Alertar de los imparables maltrato y deterioro del castellano, en España como en Latinoamérica (hay la fama de que allí se habla mejor que aquí, pero es falsa: cada lado del Atlántico, simplemente, destruye a su manera), carecía de sentido cuando los embates son constantes y sañudos y además contradictorios entre sí, no obedecen a un plan ni a un esquema.
 Los anglicismos superfluos, por supuesto, campan a sus anchas (hoy muchos dicen “campean”). Las concordancias han saltado por los aires:
“Quiero decirle a los españoles”, se oye en boca del Presidente del Gobierno y también del último mono, ya que a nadie le importa que el plural “españoles” exija “les” en esa frase. Los modismos son “creativos” y no hay dos personas que coincidan en ellos: el antiguo e invariable “poner la carne de gallina” admite todas las variantes, desde “la piel” hasta “los vellos” hasta “la carne de punta”.
El problema de esta guía es que sólo puede ser descriptiva, porque ¿cómo puede aprenderse a manejar lo que en modo alguno es manejable?
Hice bien en abandonar la lucha, porque la magnitud del desastre es aún mayor de lo que creía, según compruebo en un libro que me llega, Guía práctica de neoespañol, de Ana Durante, veterana profesional de la edición que se ha pasado años observando anomalías, analizándolas y recopilándolas, para llegar a la conclusión de que, sin que nos percatemos mucho, hay una “neolengua” o “Idioma Aproximado” (de ambas formas lo llama) que está suplantando al español tradicional que todavía muchos hablamos y escribimos.
 Esto no sería demasiado grave si no fuera porque este “neoespañol” no está organizado ni hay acuerdo alguno entre sus usuarios: cada cual dice o escribe lo que le parece; todo vale con tal de que sea incorrecto o inexistente o inventado; cada uno se expresa –en solitario– como le viene en gana.
 Y aunque la autora se abstiene de identificar sus ejemplos con títulos, nombres y apellidos, para no perjudicar a nadie, tiene razón cuando señala que “bajo ninguna circunstancia tendría imaginación suficiente como para inventar algo ni remotamente parecido” a dichos ejemplos.
 (Nadie la tendría, en efecto.)
 Al recorrerlos uno, además, a menudo los reconoce: los ha visto u oído antes, o cosas muy similares. Pero probablemente los ha visto u oído sueltos, sin calibrar la dimensión del destrozo.
Al encontrárselos agrupados en los diferentes capítulos de esta Guía de neoespañol, la carcajada es casi continua (para los que aún empleamos el idioma “no aproximado”) y también la desolación (de nuevo para los que preferimos que la lengua sea algo sólido y firme y comprensible para todos, y no una especie de papilla que salpica de diversas maneras a cuantos meten la cuchara en ella).
Sus delirantes, tronchantes y a la vez tristísimos ejemplos están sacados de prensa escrita y hablada, pero también de obras literarias, tanto originales como traducidas.
 Uno va leyendo, y casi a cada página le da la risa y se lleva las manos a la cabeza, desesperado: “Esa camisa le profería un aire chulesco”, o “Dijo el rey propiciándole un beso en la frente”, o “El religioso ahorcó los hábitos”, o “Habían fletado todo el hotel” son muestras de cómo los verbos se permutan alegremente y de que cualquiera les sirve hoy a muchos hablantes y escritores.
 Claro que esto no es nada al lado de las “creaciones” enigmáticas: “Su trato a veces puede aminorarse difícil”, o “Lo miró atusando las pestañas”, o “La oyó desertar hondos suspiros”, o “Pifió ella, mirándolo a los ojos”
. Hay que ser muy sagaz para traducir todo eso
. La autora no pretende serlo.
 Trata de descifrar lo indescifrable, y reconoce a veces su fracaso, es incapaz de “traducir” de una neolengua cuyos códigos desconocemos, seguramente porque se caracteriza por no tenerlos. Tampoco se rasga las vestiduras, no dice que esta extraña suplantación del español sea en sí buena ni mala, tan sólo da cuenta de ella
. Lo hace con resignación y humor: ante la frase “Tan pronto le quitó el ojo, la joven salió corriendo”, se limita a apostillar:
“Lo que no es de extrañar, cualquiera de nosotros habría hecho lo mismo”.
 Apenas se inmuta al leer: “El viento cambió de dirección sin cita previa” o “Intentó besarle los labios de él con los suyos”.
 Yo maldije, en cambio. Para mí el conjunto es aterrador, pese a lo mucho que me he divertido. Es demasiada la gente (incluidos renombrados autores y traductores) que ya no domina la lengua, sino que la zarandea y avanza por ella a tientas y es zarandeada por ella.
Hubo un tiempo en el que podía uno fiarse de lo que alcanzaba la imprenta.
 Ya no: es tan inseguro y deleznable como lo que se oye en la calle
. El problema de esta Guía de neoespañol es que sólo puede ser descriptiva, porque ¿cómo puede aprenderse a manejar lo que en modo alguno es manejable?
elpaissemanal@elpais.es

 

El mundo es una yuca grande.......................................................................Rosa Montero

Tammet es el ser extraordinario más ‘normal’ que conozco, un tenaz paladín de la superación personal.

Acabo de leer La poesía de los números, uno de esos libros formidables que te estallan dentro de la cabeza como una supernova.
Está escrito por Daniel Tammet, un británico de 36 años que tiene el síndrome de Asperger, un trastorno de tipo autista, aunque por lo general algo más leve.
 Además Tammet es uno de los cincuenta savants que hay en todo el planeta; es decir, es una de esas personas que, aun sufriendo discapacidades que pueden llegar a ser inhabilitantes, realizan proezas mentales maravillosas.
El más conocido es Kim Peek, un autista norteamericano, fallecido en 2009 a los 58 años, que sirvió de modelo a Dustin Hoffman en la célebre película Rain Man. Kim, que tenía la madurez y la autonomía de un niño de dos años, era por ejemplo capaz de leer dos libros a la vez, uno con cada ojo, y recitaba de memoria los 12.000 volúmenes que había leído en toda su vida. Lo que más me enternece es que cuando Tammet conoció a Peek, éste, que no era capaz ni de atarse solo los zapatos, le dijo: “Algún día serás tan grande como yo”.
Pero a mí las proezas de Daniel me parecen aún más asombrosas
. Ėl también puede ejecutar números mentales circenses, como, por ejemplo, recitar de memoria 22.500 decimales de Pi, pero, sobre todo, ha logrado dominar la normalidad con un éxito apabullante.
 Tammet tiene una relación de pareja, viaja, da conferencias por el mundo, ha montado una boyante empresa de aprendizaje de idiomas y, además, escribe muy bien.
 En 2006 publicó una autobiografía, Nacido en un día azul, que me encantó. Pero La poesía de los números es mucho mejor y está mejor escrito.
Este chico no para de aprender y de mejorar
. Si tenemos en cuenta que de pequeño se daba cabezazos contra las paredes y que aún hoy se siente al borde del abismo si no consigue tomar a la hora exacta alguna de las muchas tazas rituales de té que bebe al día, hay que reconocer que su logro es monumental.
 Es el ser extraordinario más normal que conozco, un tenaz paladín de la superación personal.
Como Tammet es de algún modo un marciano en la Tierra, ha desarrollado una sensibilidad, curiosidad y empatía maravillosas hacia las infinitas formas de ser de los humanos, hacia nuestra marcianidad interior.
 Y, así, en La poesía de los números hay un capítulo genial en el que repasa las muy distintas aproximaciones al hecho numérico que pueden mostrar los individuos dependiendo de su cultura
. Por ejemplo, los chinos llaman a los números de forma diferente según lo que estén contando
. El cuatro de cuatro ovejas es distinto al cuatro de cuatro caballos.
 Hay números que sirven para contar cosas alargadas y flexibles, como peces, pantalones, carreteras y ríos, y otros para enumerar cosas duras y cortantes (llaves, cuchillos, tijeras), o redondas, o de tela, y así en un largo etcétera.
Pero la historia más fascinante del libro es la de los pirahā, una tribu de la selva amazónica.
Los pirahā son un pueblo que no muestra ningún interés por el mundo exterior.
Se alimentan de yuca y pescado, repartiendo equitativamente la comida entre todos.
Pues bien, lo alucinante es que la lengua de esta tribu carece de palabras para medir el tiempo o la cantidad.
 Uno diría que la idea misma de cantidad, siquiera en sus dimensiones más asequibles, los dedos de una mano, es algo esencial que viene de serie en nuestra dotación genética.
Pero esta tribu parecería demostrar que no es así: incluso contar hasta cinco sería cultural
. Los pirahā no poseen ni el concepto del uno; no saben responder cuántos hijos tienen, aunque conocen perfectamente todos sus nombres, ni diferenciar a una persona de un grupo de personas, a una yuca de un montón de yucas.
 Tampoco son conscientes de que existe el día de mañana.
 Como bien dice Tammet citando a Aristóteles, el acto de contar requiere una comprensión previa de lo que es uno.
 Para contar cinco pájaros primero tienes que identificar a una sola ave.
 Los pirahā son al parecer incapaces de distinguir la individualidad, también la propia.
 Para ellos la realidad se divide simplemente entre pequeña y grande.
 Nosotros podemos ver una escena y decir: ahí hay dos personas, cuatro pájaros y tres yucas, pero los pirahā no lo ven así. Escribe Tammet con bella e inolvidable prosa:
 “Un pájaro vuela, una persona respira y una yuca crece. Para ellos no tiene sentido agruparlos. La persona es un mundo pequeño. El mundo es una yuca grande”. Ni que decir tiene, en fin, que los pirahā no cuentan historias ni tienen mitos de creación, porque todo relato sucede en el tiempo y ellos viven, indistintos y dentro de un presente continuo, en ese gran útero vegetal que es la selva amazónica.
Jamás solos, jamás atormentados por su propia muerte. Quizá sean los últimos habitantes del paraíso. Hay otros mundos, pero están en este.
@BrunaHusky
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Siete momentos en los que Camilo Sesto nos puso los pelos como escarpias........................ Miguel Ángel Bargueño

El furor de las fans, el dramatismo de 'Jesucristo Superstar', su cambio físico... Así nos tocó la fibra el inefable cantante.

Camilo Sesto, a finales de los años setenta, cuando representó la ópera rock 'Jesucristo Superstar'.

Hay algunas razones para poner pegas a Camilo Sesto.
Como máximo representante de aquello que se llamó “canción melódica”, algunos puristas pueden tildarle de blando.
 Podemos berrear sus canciones con sorna en fiestas privadas (y sin necesidad de recurrir siquiera a la sonrojante Mola mazo). Podríamos incluso disertar sobre su incomprensible transformación física, responsable de que un chico guapo no envejezca como un señor atractivo.
Pero, a la sombra de estas, también hay razones para apreciarlo.
Fenomenal cantante, prolífico compositor, adelantado empresario y pionero del fenómeno de fans, Camilo Blanes (Alcoy, Alicante, 69 años) fue un personaje crucial en la España de los setenta, con una influencia que traspasa lo artístico para adentrarse en el terreno de lo sentimental.
Ahora que se embarca en una nueva “gira de despedida” (en 2008 protagonizó una Gira del adiós) quizá sea buena ocasión para repasar sin complejos algunos momentos en los que nos tocó la fibra.

1. El himno: 'Vivir así es morir de amor'

Obligada en el repertorio de karaokes y bodas a las tres de la mañana, Vivir así es morir de amor (1978) es posiblemente la canción más conocida de Camilo Sesto. Apoteósica desde los primeros compases, está compuesta por él mismo, como el grueso de su discografía, razón de peso para trazar una línea divisoria entre él y Raphael, Julio Iglesias o Nino Bravo.
 En los setenta, cada año había un disco nuevo de Camilo Sesto en las tiendas, y su maña como compositor no decaía.
 Sin conocimientos musicales, en sus primeros años componía con una grabadora de casete y una guitarra prestada a la que a menudo le faltaba alguna cuerda. Era monotemático: siempre cantó al amor.
 “Me parece muy honesto que unos canten contra la guerra, en defensa de las hormigas voladoras, a favor de una ideología política”, escribía en su autobiografía. “A mí también me gustaría hacerlo. Pero a mí se me ha dado el don de interpretar esas mil formas de amor. El arte es largo (…) y creo que cabemos todos”. Amén, Camilo.
Camilo Sesto interpreta 'Vivir así es morir de amor' en el legendario programa musical 'Aplauso', en 1978:

2. El baladista épico de 'El amor de mi vida'

Editada cuando en España ya habíamos oído hablar de Ramoncín y Tequila,
  El amor de mi vida (1978) es una obra maestra de la opulencia sonora. Uno de los mejores ejemplos de equilibro entre su notable voz y la solvencia de los músicos que le rodeaban.
El ingeniero de la grabación fue el excepcional guitarrista Joaquín Torres, excomponente de Los Pasos, que luego ha producido a Los Secretos y otros muchos.
 El autor de los arreglos fue René de Coupaud, teclista de Canarios y Alcatraz. Su partitura incluía secciones de cuerda y metales, sintetizador, coros femeninos y hasta unas inconfundibles campanas. “Cuando Camilo me enseñó la melodía y percibí ese aire especialmente romántico y sentido”, recordaba De Coupaud en la colección El País de Música, “enseguida me vino a la mente una orquestación a medio camino entre la música clásica de los nacionalistas rusos y las fanfarrias de moros y cristianos del Alcoy natal de Camilo”. Monumental.
La gran balada: 'El amor de mi vida'. En 'Aplauso', 1978:

3. Cuando cantaba rock and roll en los sesenta

Quizá muchos ignoren que empezó cantando rock and roll en los sesenta, en bandas como Los Dayson o Los Botines
. Y en algunos casos vestido de caballero del siglo de oro. De esa guisa se le puede ver con Los Botines en su primera aparición cinematográfica, la película Hamelín (1965), rodada a la mayor gloria de Miguel Ríos, quien contribuía con cuatro canciones.
Una escena que pone los pelos de punta pero por lo surrealista del vestuario y los gestos de algunos actores.
 Con todo, el tema revela tres cosas: el atrevimiento de Camilo, lo bien que movía las caderas y su pasado rockero.
 La única grabación de su primer grupo, Los Dayson (1965), contenía el tema Por primera vez, influido por el sonido de los Shadows (cortesía de un guitarrista amante del delay), además de otro original (Amanece en mi soñar), dos versiones de los Beatles (Yesterday y And I love her) y una del legendario Downtown, de Petula Clark, todas adaptadas al español
. Los Beatles eran su ejemplo. “La misma noche que se pegaron los carteles en Alcoy anunciando el estreno de la película Qué noche la de aquel año [de los Beatles], los cinco aventureros Dayson robamos uno y lo colgamos en el lugar más noble del local de ensayo”, escribe en su autobiografía.
Con su grupo de los sesenta Los Botines, haciendo rock and roll, en la película 'Hamelin'. Atención a los trajecitos y a los moños en el pelo: 

4. Fue el descubridor de Miguel Bosé

Un dato no demasiado divulgado de Camilo Sesto es que fue el descubridor de Miguel Bosé.
 Un poco antes del gran lanzamiento de Miguel Bosé con Linda (1977), Camilo, amigo del alma de Lucía Bosé (ella había escrito la letra de Amor… amar, de 1972), no tuvo inconveniente en apadrinar la carrera musical del prometedor hijo de esta, de 19 años
. Sin embargo, los dos singles que le compuso y produjo, Soy (1975) y Es tan fácil (1976), editados por BMG Ariola —la discográfica de Camilo—, no obtuvieron la acogida esperada.
 Probablemente porque sonaban a Camilo, cuando lo que se esperaba de un jovencito en esos días era puro descaro pop.
Tras esa salida en falso, el lanzamiento de Miguel Bosé pasó a manos de CBS, cuyos responsables, en una maniobra digna de estudio en universidades, organizaron una presentación nacional en el programa de máxima audiencia de TVE el 26 de abril de 1977, con la asistencia entre el público, cómo no, de sus afamados progenitores, y un tema (Linda) requisado a los italianos I Pooh para lucimiento de la inminente estrella.

5. El riesgo y el triunfo de la ópera rock: 'Jesucristo Superstar'

Ha habido algo que nunca nadie ha podido discutir de Camilo Sesto: su voz
. Baste comparar el delicado inicio de Getsemaní, de la ópera rock Jesucristo Superstar (1975), con su posterior arranque en falsetto, en el mismo tema, para comprobar su variedad de registros.
 Visto ahora, cabe preguntarse qué necesidad tenía Camilo Sesto de jugársela con este musical 
. En noviembre de 1975 ya era un ídolo indiscutible, y aun así se empeñó en poner en cartel la ópera rock de Andrew Lloyd Webber y Tim Rice en un país donde la unión de música y teatro seguía asociándose con la zarzuela.
 Camilo fue, además, el productor del montaje, lo que significa que sufragó los gastos de su bolsillo. Y por otra parte estaba la temática: la supuestamente irreverente idea de un Jesucristo demasiado moderno provocó que grupos de ultraderechistas trataran de boicotearla (curiosamente, Franco murió unos días después del estreno).
 Pese a todo, y con un elenco espectacular (Ángela Carrasco como María Magdalena; Teddy Bautista en el papel de Judas), el musical, durante los cuatro meses en los que actuó Camilo, fue un rotundo éxito.
Interpretación de 'Getsemaní' en un programa de televisón en 1977. La exigencia vocal de la pieza es extrema. Camilo la resuelve en una actuación que ronda el dramatismo:

6. 'Algo de mí' y el furor de las fans

Fue el tema que desató la histeria; su primer éxito, de su puño y letra, e incluido en el disco de presentación del mismo título producido por Juan Pardo (más adelante Camilo tomaría las riendas de sus propias producciones).
 Estamos ante una letra lacrimógena, casi necrológica, pues Camilo admite compungido que “algo de mí se va muriendo”; dejando claro, por otra parte, que no se muere del todo, sino parcialmente. Demasiado fuerte para las adolescentes de la época, que focalizaron inmediatamente en Camilo sus primeras calenturas
. Aunque en los sesenta el Dúo Dinámico y Raphael (y grupos como Los Brincos) habían seducido al público adolescente, principalmente el femenino, en la década siguiente
 Camilo fue el puente entre la canción ligera y los solistas pop que poco después saltarían a los pósters gigantes de Súper Pop, la revista de cotilleos musicales oportunamente creada en 1977.
 Artistas posteriores como Pecos, por ejemplo, solo tuvieron que actualizar el modelo. “Camilo Sesto era el más grande”, analizaba Pedro Herrero, de Pecos, en El País de Música.
“Y la aparición de dos chavales [Los Pecos] con una imagen completamente diferente, que no vestían de traje como él, generó un mercado que hasta entonces había estado latente”, añade. Simultáneamente se gestó un fenómeno fans distinto, el que iniciaron Tequila y continuaron Hombres G, Ronaldos… pero esa es otra historia.
Una primeriza interpretación de 'Algo de mí'. Ojo al acampanado pantalón de cuero. Muy rock:

7. Y su reaparición ‘kitsch’ de la semana pasada

Hay algo de admirable también en el hecho de que Camilo Sesto diera a principios de los ochenta un paso atrás, dejando correr los años prácticamente inactivo, cambiado (no solo en lo estético) hasta el punto de que resulta difícil identificarlo con la hiperactiva estrella de los setenta. La última de sus contadas apariciones en televisión, el pasado 10 de octubre en el programa Qué tiempo tan feliz (Telecinco), deparó más comentarios por su imagen que por el contenido de la entrevista. En la entrevista se mostró sencillo y generoso, repartiendo tantos halagos (al programa, a la presentadora, al grupo que canta en el programa) que hasta María Teresa Campos pareció desarbolada. Cuando ella le preguntó lo que todos queríamos saber, si seguía componiendo, Camilo elaboró una desmañada respuesta: “Lo que hago cuando escribo una canción para mí o para quien sea es hacer un traje a medida. Sigo [escribiéndolas], pero a medida, no a granel”.
Pero lo dice como si fuera un hobby, no el centro de su vida.
 Ni siquiera habló apasionadamente de la gira
. Puede que nunca sepamos si es cansancio, desdén o la decisión de alguien muy inteligente que, consciente de la imposibilidad de repetir sus logros, ha tirado la toalla y vive del pasado.
La imagen que tanto ha dado que hablar de Camilo Sesto, la semana pasada en el programa 'Qué tiempo tan feliz'. / Tele 5