Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

13 oct 2015

No toques ni uno solo de mis 100 centímetros de cadera.................................... Salomé García

La grasa en el cuerpo de la mujer cumple funciones protectoras. 

Cómo pasamos de amar las curvas a defenestrarlas y volver a amarlas.

Marilyn Monroe y su curvilínea figura.

Si ha habido algún tema capaz de hacer sombra al desfile del Día de la Hispanidad celebrado en el puente que ya dejamos atrás, ha sido la denuncia de la actriz Inma Cuesta en su cuenta de Instagram, donde se quejaba del retoque fotográfico excesivo de su retrato en la revista dominical de El Periódico: su cadera y sus brazos quedaban reducidos a la mitad.
 Otra mujer que utilizó hace poco la red social para defender la sinuosidad de su cuerpo fue la modelo estadounidense Gigi Hadid, que harta de comentarios vejatorios acerca de sus curvas se calzó un alegato convertido, en cuestión de horas, en toda una declaración sobre la curvilinealidad (palabro inexistente, que hay que empezar a reivindicar) femenina.
La polémica brotó en medio de la Semana de la Moda de París.
Y precisamente Francia ha sido uno de los últimos países en implementar normas contra la excesiva delgadez de las modelos.
Pero, ¿de dónde parte esta obsesión por desfeminizar la figura femenina? ¿Y qué dice la ciencia al respecto? No, no es una manía de diseñadores que odian a las mujeres, como algunos responden a la ligera.
 La cosa viene de mucho más atrás y son las propias féminas las que empezaron a cambiar los cánones estéticos
. Mucho antes de que Victoria Beckham o Victoria's Secret subieran a la pasarela a maniquíes sin un átomo de adiposidad redundante, las damas de principios del siglo XX ensalzaban los cuerpos andróginos en detrimento de las redondeces que, por aquel entonces, se entendían como epítome de la fecundidad.
En esta transformación hay una fecha clave: la Primera Guerra Mundial.
Las necesidades de la contienda obligaron a muchas mujeres a trabajar en fábricas de armamento. De pronto, las abnegadas madres se transformaron en rudas trabajadoras, marcando un antes y un después en su relación con el mundo.
 Ellas miran de tú a tú a los hombres, trabajan, fuman y hasta adoptan su vestimenta
. La masculinización de su aspecto es su modo de reivindicar la igualdad (salarial, de voto…). Marlene Dietrich o Katharine Hepburn no dudan en vestirse con trajes masculinos.
 Coco Chanel populariza los pantalones para mujer.
Paralelamente, crece una pasión por el deporte como signo de salud y de clase (a fin de cuentas, solo entrenan las que disponen de tiempo libre y dinero).
 En el libro Strong, Beautiful and Modern, Charlotte Macdonald analiza cómo en el período de entreguerras se ponen de moda las mujeres con cuerpos delgados y fibrosos a base de hacer deporte. En 1939, la Women’s League for Health and Beauty (asociación de mujeres surgida en los países anglosajones para fomentar el deporte y la vida saludable) tenía más de 170.000 socias dispuestas a sudar para moldear sus siluetas.
 Las damas con posibilidades económicas renuncian a las curvas, tradicionalmente asociadas a las madres no trabajadoras, y se esfuerzan por lucir esbeltas.
 La delgadez ya no equivale a pobreza, ahora es signo de posición distinguida
. Por el contrario, las mujeres orondas ya no son símbolo de bienestar, sino de mala alimentación o de no hacer deporte.
 La polémica Wallis Simpson, duquesa de Windsor, lo define en una frase:
“Nunca eres ni lo suficientemente rica ni lo suficientemente delgada”.
Tras un lapso en los años 50, en los que triunfan las pin ups rotundas, en la década de los 60 Twiggy y sus 41 kilogramos inauguran una nueva era de iconos ultradelgados.
 “A partir de entonces las actrices y modelos americanas pesan un 15% menos de su peso normal. Y así se llega a los 90, con Kate Moss y Victoria Adams como cabezas visibles de una generación de chicas ultradelgadas que solo pueden mantenerse en ese peso matándose de hambre.
Las feministas entienden esta moda como una conspiración patriarcal para debilitar a la mujer forzándola a controlar su peso, socavando su autoconfianza y reduciendo el cuerpo femenino a proporciones infantiles”, sentencia la profesora de historia Ina Zweigiger-Bargielowska en su libro Women in Twentieth-Century Britain: Social, Cultural and Political Change.
 “Otros, en cambio, ven este nuevo ideal como el control absoluto de la mujer sobre su cuerpo. Renunciar a la grasa corporal que da forma a los atributos femeninos (pecho, caderas, muslos) demuestra autocontrol.
Por el contrario, las mujeres con sobrepeso son discriminadas no ya por cuestiones estéticas sino por su autoindulgencia”, explica la autora.
Un reciente estudio publicado en 'The Washington Post' revelaba que a las afroamericanas no les obsesiona tanto como a las blancas lograr una silueta hiperdelgada
Y en esta contradicción nos hallábamos cuando, de pronto, el siglo XXI recupera la reivindicación de las curvas.
 Que no se percibe igual en todas las razas.
 Un reciente estudio publicado en el Washington Post revelaba que a las afroamericanas no les obsesiona tanto como a las blancas lograr una silueta hiperdelgada.
 En una entrevista con el Daily Mail, la cantante Mica Paris afirma: "Las afroamericanas no aspiramos a quedarnos en los huesos al adelgazar.
 Deseamos emular a Queen Latifah, Jennifer Hudson o Michelle Obama.
 Las tres son musculosas y curvilíneas".
Las latinas, por su parte, admiran la voluptuosidad de Jennifer López y Sofía Vergara
. Pero cuando alguien como Scarlett Johansson se quita la ropa en Under The Skin muchos la tildan de gorda.
Así, mientras que sociológicamente parece que empieza una reconciliación (torpe y a trompicones) con las curvas femeninas, la ciencia viene a inclinar la balanza hacia esa reconciliación con la talla 40 en adelante.
Lo explica el biólogo y zoólogo David Bainbridge, autor de Curvología: el origen y el poder de las formas del cuerpo femenino:
 "Evolutivamente, almacenar grasa en el estómago, el trasero o las caderas es algo positivo, porque si la mujer da a luz y amamanta al bebé, necesitará 750 kilocalorías extra que puede coger de ahí".
 ¿Y si usted tiene claro que no quiere tener hijos? Siempre que no sea un caso de sobrepeso, como recuerda el científico, esa grasa visceral almacenada y acumulada en las zonas típicamente femeninas ejerce una función protectora del corazón y previene la diabetes.
 "La grasa subcutánea que se acumula en las caderas y en los muslos disminuye los niveles de insulina y mejora la sensibilidad de esta hormona", zanja la Universidad de Harvard, que alienta a muslos y caderas curvilíneos, aunque no dice lo mismo de la grasa en la barriga.
Lo dicho: una especie en curvilínea evolución.

 

¿Inventó un gerundense el telescopio?.................................. Enrique Joven Álvarez

Aunque apareció en Holanda en 1608, el telescopio haberse inventado antes de esa fecha en Italia o, quizá, en España. Algunos historiadores apuntan a un tal Joan Roget, “viejo artesano débil y cansado” de Girona.

Estas cosas son muy de catalanes, Colón tb dicen que fue catalán, y yo vi en Irlanda un telescopio hecho por un Noble que le gustaba mirar a las estrellas.

Joan Roget, por Eulogia Merle. / MUNCYT

El 25 de septiembre de 1608, un humilde artesano de Middleburg se atrevió a molestar al príncipe holandés Mauricio de Nassau con un tubo de latón en apariencia inofensivo.
 Era Hans Lipperhey. Por aquel entonces, el territorio holandés estaba sumido en una cruenta guerra civil.
Los bandos enfrentados eran, por una parte, las fuerzas españolas ocupantes –católicas–, y por otra, las provincias rebeldes del Norte –protestantes–.
 En una de las débiles treguas, el príncipe mostró el ingenio a los dirigentes de las otras provincias, así como al propio comandante en jefe de las tropas españolas, el muy sorprendido marqués Ambrosio Spínola, que según afirman exclamó
: "A partir de ahora no podré estar más tiempo seguro, ya que me verás llegar a lo lejos".
La mayoría de libros de texto y divulgación que podemos consultar hoy en día siguen otorgando la paternidad del telescopio a Hans Lipperhey
No habría de pasar ni un año para que los entonces denominados como “vidrios para espiar” se extendieran como la pólvora por toda Europa.
 En julio será otro hábil artesano, el italiano Galileo Galilei, el que tenga preparado su propio telescopio para impresionar con él al Senado veneciano oteando el horizonte desde el campanario de la catedral de San Marcos.
 Aunque sólo magnificara tres veces, será más que suficiente como para que Galileo sea contratado de por vida.
Lo que ocurrió después es de sobra conocido:
 A Galileo le tiró más la ciencia que la milicia y, con instrumentos de hasta treinta aumentos, reveló secretos del cielo tales como las fases de Venus, las altas montañas lunares o los cuatro satélites principales de Júpiter, así como la extraña forma de Saturno o las enigmáticas manchas solares.
Pero volvamos a Hans Lipperhey.
 Pocos días después de su entrevista con el príncipe Mauricio patenta –o, al menos, lo intenta– su invento y se le adjudica un jugoso contrato.
 Aunque poco dura la alegría en casa del pobre porque al telescopio le salen padres por toda Holanda: Jacob Metius, Zacharias Janssen y hasta un tercer artesano de apellido desconocido muestran cosas parecidas o idénticas
. A falta de pruebas de ADN, las autoridades holandesas declinan conceder la patente.
Y es que casi cualquiera podía construir un catalejo si tenía las lentes apropiadas: una cóncava –el ocular– y una convexa –el objetivo–.
El uso de lentes cóncavas y convexas como anteojos se remonta a mucho tiempo atrás. Alrededor de 1286 ya aparecen en Italia, y las primeras eran recomendadas “para jóvenes”, pues corregían la miopía, y las segundas “para distintas edades adultas”, pues corregían la presbicia. La cuestión estribaba, entonces, en saber a quién se le había ocurrido primero la feliz idea de poner una delante de la otra.
Dicen que dijo Lipperhey que fueron sus hijos quienes, jugando traviesamente con algunas de sus lentes, habrían descubierto su poder magnificador de forma accidental mirando la veleta de una torre. Pero mucho más sugerente y misteriosa es la afirmación del milanés Girolamo Sirtori, que habría escrito que un desconocido comprador de lentes las habría colocado juntas en el taller delante de Lipperhey para comprobar su calidad. Lipperhey, intrigado, habría hecho lo mismo una vez cerrada la venta, encontrándose con la inesperada sorpresa.
Sirtori no era el único italiano interesado en el próspero negocio de los vidrios para espiar.
 Primero su compatriota Giovanni Battista Della Porta –un prestigioso inventor napolitano–, y posteriormente el florentino Rafael Gualterotti reclamarán su paternidad.
 También lo hará el mismo Galileo –tan genial como soberbio–, en discusión epistolar con los anteriores
. Pero es Sirtori el que en 1612, en uno de sus libros acerca de la invención del telescopio, aporta una pista tan sugerente como enigmática
. Allí nos transporta a 1609, año en el que conoce en Girona a un “viejo artesano débil y cansado” al que denomina Roget, fabricante de anteojos, afirmando que éste le mostró, además de la armadura de su telescopio –muy enmohecido por el paso del tiempo–, las fórmulas para su construcción así como “la anotación de las proporciones con tres puntos.” Gracias a ello Sirtori afirmará haber perfeccionado sus experimentos y redactado las tablas reproducidas en su libro para fabricarlos.
¿Qué hay de cierto y qué hay de falso en este antiguo texto? ¿Existió Roget? Sorprendido con la lectura del libro de Sirtori, un médico oftalmólogo barcelonés –además de coleccionista de instrumentos ópticos e historiador, Josep María Simón de Guilleuma– se sumergió literalmente a mediados del siglo XX en los archivos catalanes de parroquias y ayuntamientos en busca de información para identificar a los personajes citados por el antiguo viajero italiano.
 Y el éxito le acompaña en sus indagaciones, publicando sus hallazgos en el IX Congreso de Historia de la Ciencia celebrado en 1959 en Barcelona. Según Simón de Guilleuma, un tal Joan Roget sería el auténtico inventor del telescopio.
Galileo reveló secretos del cielo tales como las fases de Venus, las altas montañas lunares o los cuatro satélites principales de Júpiter
Sobre cómo habría llegado la idea de Roget desde Girona primero hasta Italia y, posteriormente, hasta Holanda hay multitud de hipótesis a cuál más inverosímil, pero que fueron entrelazadas con cierto criterio por el británico Nick Pelling en el año 2008, y publicadas por la revista History Today. Aunque la mayoría de libros de texto y divulgación que podemos consultar hoy en día siguen otorgando la paternidad del telescopio a Hans Lipperhey, no sabemos a ciencia cierta si el telescopio comenzó como un juego de niños enredando con lentes por un tubo, o bien fue fruto del inmarcesible ingenio español que culminaría poniendo otro tubo en el extremo de un mocho y llamándolo “fregona”
. Pero quién sabe si, durante los últimos cuatrocientos años, los astrónomos de todo el mundo han estado mirando los cielos a través de ojos españoles.
 Es emocionante pensarlo así.
Enrique Joven Álvarez es doctor en Ciencias Físicas y trabaja como ingeniero en el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC). Compagina sus tareas científico- técnicas con la divulgación y la escritura de ficción. Ha publicado dos novelas con la astronomía como eje principal: 'El Castillo de las Estrellas' (RocaEditorial, 2007) y, recientemente, 'El Templo del Cielo' (RocaEditorial, 2013).
El Telecospio que vi en Irlanda en unos jardines maravillosos era enorme y hecho de barriles de vino, luego las lentes no eran grandes y se miraba al revés pero los holandeses son tan chulos que dicen eso de "Dios creó el mundo y a Holanda los Holandeses.

 

El cambio radical de Johnny Depp

El actor se transforma en el gánster Whitey Bulger en 'Black Mass', su más reciente película.

Aquel muchacho que sus manos eran Tijeras, pobre que estaba muy punk, tanto ha pasado ya que quien le iba a decir que sería hasta un Ganster en la pantalla en su vida no sé lo que es, serio, muy serio siempre.

 


Hace unos días Johnny Depp sorprendía al mundo por su imagen desaliñada en las horas previas a un concierto con su banda en Río de Janeiro.
  Ahora el actor ha vuelto a impactar por el cambio radical que ha experimentado su físico.
 Pero esta vez la trasformación tiene que ver con su trabajo como actor.
Depp aparece con un buen puñado de años encima y escaso de pelo para interpretar a un jefe de la mafia en la cinta biográfica Black Mass. Se trata de la historia de James Whitey Bulger
. La película se estrena el viernes 23 en España y lo difícil será reconocer al protagonista.
 La cinta está basada en el libro de los reporteros del Boston Globe, Dick Lehr y Gerard O'Neill, y es la primera basada en hechos reales sobre el importante jefe de la mafia e informante del FBI, desde que Bulger fue arrestado en California en 2011, tras años en la fuga.
Este papel coloca a Johnny Depp como un posible candidato al Oscar algo que a él no parece hacerle mucha ilusión.
 Entrevistado por Newsbeat ha dicho:
 "No quiero ganar una de esas cosas nunca, ya sabes
. No quiero tener que hablar
. Me dieron una de esas cosas, como una nominación, dos o tres veces. Una nominación a mí me vale".
 Y añadió: "La idea de ganar significa que estás compitiendo con alguien y no estoy compitiendo con nadie".

Las portadas más famosas de ‘Playboy’



Marilyn Monroe, en su sensual portada de 'Playboy' de 1994. 


Kate Moss, portada de la revista al cumplir 60 años, en 2014. 


Dita Von Teese y su burlesque también ocupó la primera plana de la publicación, en 2002. 


Una joven Sharon Stone se asomó a la portada, en 1992. 



Kim Kardashian también fue una de las elegida por 'Playboy', en 2007. 



La actriz Drew Barrymore, en 1995. 




Pamela Anderson, una de las más asiduas. En la imagen, las portadas de la actriz. Arriba, de izquierda a derecha, en 1991, 1994 y 1997. 
Abajo, en las portadas de 1999, 2007 y 2011. 




Anna Nicole Smith ha sido una de las más famosas conejitas.
 Fue portada en arriba, en 1993 y, a la derecha, en 1994, abajo, en 2001 y, a la derecha, en 2007. Su salto a la fama fue gracias a su matrimonio con el magnate del petróleo J. Howard Marshall II. Apareció muerta en 2007 dejando a su hija una fortuna de 1.600 millones de dólares.