Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

12 oct 2015

La gran dama de los retratos.................................................................. Estrella de Diego

Con sus pinceles, Élisabeth Vigée Le Brun inmortalizó a los protagonistas del siglo XVIII, uno de los más convulsos de la historia europea

Ahora París conmemora a la retratista predilecta de María Antonieta con una retrospectiva en el Grand Palais.

 

'La artista ejecutando un retrato de la reina María Antonieta' (1790). / Grand Palais

París ardía. Era una de las noches más dramáticas de la historia de Occidente.
 La revolución había estallado y las cabezas estaban a punto de rodar.
 No había vuelta atrás.
En medio de aquella situación convulsa, la noche misma en que eran apresados el rey y su esposa, la reina María Antonieta, una mujer frágil y bella huía de la ciudad con su hijita para ponerse a salvo. La pintora Marie-Louise-Élisabeth Vigée Le Brun, nacida en París en 1755 y tantas veces autorretratada y retratada, salía deprisa camino de Italia debido a su muy notoria proximidad con la familia real francesa
. Empezaba de este modo un largo exilio: primero en Italia, luego en Viena y una estancia de seis años en San Petersburgo y Moscú –donde también fue muy próxima a los círculos zaristas–, para regresar a Francia en tiempos de Napoleón I, después de que varias personas intercedieran para facilitar su regreso a la patria, limpia al fin de toda sospecha antirrevolucionaria.
Sin embargo, pese a la cálida acogida, no permanecería mucho tiempo en París, tal vez porque su mundo había cambiado por completo.
 De allí marcharía hacia Londres, donde el propio príncipe de Gales posó para ella, como tantos otros hombres y mujeres de la alta sociedad, protagonistas esenciales de la historia
. Y luego hacia Suiza, donde pintaría el retrato de Madame de Staël que se conserva en el Museo de Ginebra, una de las representaciones más conocidas de la pensadora del XVIII.
Pero Élisabeth Vigée Le Brun era mucho más que la retratista de éxito que, como cuenta en sus Memorias –un testimonio de primera mano para conocer su vida–, no se limitaba a copiar a los modelos siguiendo la moda de la época, sino que trataba de mirar hacia dentro, de retratar también el interior
. Quizá por este motivo, una de las representaciones más curiosas de la propia María Antonieta fue la que realizó en 1787, donde se muestra a la reina rodeada por sus hijos, la monarca como madre.
 Uno de ellos, el delfín –fallecido al poco tiempo–, señala la cuna vacía, haciendo alusión a su hermano muerto
. Precisamente por el recuerdo infausto de la doble muerte, María Antonieta quiso esconder de la vista este cuadro de gran tamaño, que acabaría salvándose de las iras revolucionarias.
Es en este tipo de detalles donde se ve el papel privilegiado de historiadora en primera persona de la decidida Vigée Le Brun, quien sostenía la economía familiar con su producción artística.
De hecho, no solo retrató a muchas personalidades de su tiempo, sino que tuvo ocasión de vivir y ver los grandes cambios en la historia de Europa.
 Este particular, que a veces se tiende a obviar –tanto su memoria como la de Angelica Kauffmann, otra gran artista del periodo y amiga de Goethe, quedan empañadas por su enorme éxito y sus buenas relaciones sociales–, parece esencial a la hora de entender la pintura de Vigée Le Brun y hasta de valorarla.
 Fue, desde luego, una mujer de su tiempo, documentalista de una época y sus modos de mirar, como muestra incluso el retrato de María Antonieta como madre.
 En él se subraya la recién inventada infancia, una de las adquisiciones culturales del XVIII, seguramente siguiendo la moda de lo que Carol Duncan llama “las madres felices”, esas mujeres que pintores como Greuze representaban con sus hijos, atributos de las nuevas diosas, en un momento en el cual en Francia las mujeres empezaban a luchar por sus derechos y, sobre todo, a controlar la natalidad en unos matrimonios de conveniencia. Es la propia representación que Vigée Le Brun hace en sus autorretratos con la hija
. Aunque, al margen de las modas, siempre tuvo claro su trabajo: pintando, pintando, olvidó preparar lo necesario para el nacimiento de Julie.
 Una amiga, Madame de Verdun –cuenta en sus Memorias–, la acusó de “ser un auténtico chico”.
Ser como un chico, la frase que con frecuencia se dice a las mujeres que triunfan, las que a lo largo de la historia han tenido como meta pintar, trabajar, vivir de su trabajo.
'María Antonieta y sus hijos' (1787). / Grand Palais
Hija de un retratista al pastel, Élisabeth Vigée Le Brun pronto manifestó su vocación pictórica y miró hacia los grandes maestros, sobre todo Rubens, Rembrandt, Van Dyck
 A los 15 años mantenía a su madre y a su hermano, y los retratos a personalidades de la alta sociedad no tardaron en abrirle el camino hacia Versalles.
 Por eso, cuando la madre le arregló la boda con un marchante de arte, Jean-Baptiste Le Brun, la artista albergó dudas: “Tenía 20 años y vivía sin preocupación por mi futuro.
 Ganaba mucho dinero y no sentía ningún deseo de casarme
. Pero mi madre, que creía que el señor Le Brun era muy rico, me insistió en que no rechazara esta unión tan provechosa.
 Por fin consentí en casarme, deseosa sobre todo de escapar de la horrible vida con mi padrastro.
 En todo caso, tan pequeño era el entusiasmo por renunciar a mi libertad que camino de la iglesia no paré de decirme a mí misma: ‘¿Diré sí? ¿Diré no?’. Una pena. Dije sí y mis viejos problemas se transformaron en otros nuevos”, escribiría.
El marido, un jugador empedernido, acabó por llenarle el estudio de alumnas –clases suplementarias para pagar sus deudas–.
A diferencia de su enemiga y coetánea Adélaïde Labille-Guiard, Vigée Le Brun nunca se retrató pintando al lado de sus alumnas.
 Ella no fue nunca una maestra
. Ninguna fue bien considerada por la artista salvo Marie-Guillemine Benoist.
Otras trataron de dejar muy clara la tutela de Vigée Le Brun, como Marie-Victoire Lemoine, cuyo autorretrato en el estudio con la maestra es un valioso testimonio de esa relación.
Ni sus alumnas fueron jamás bien recibidas por la pintora, ni llegaron a alcanzar el estilo fresco y delicado de Vigée Le Brun, tal vez porque este era personalísimo.
Y difícil de imitar
. En sus más de 600 retratos y algo más de 200 paisajes –presumiblemente realizados durante el exilio– se muestran no solo esa idealización que tanto gustó en su época, sino una percepción de las cosas poco corriente, una delicadeza inusitada y una lectura atenta de los acontecimientos, aunque algunos se obcequen en negarla.
 De cualquier manera, está claro que Vigée Le Brun supo aportar algunas innovaciones, como los retratos al aire libre, tradición establecida que ella reafirmó con esa perfección única al pintar mujeres jóvenes, bellas, alegres y sensuales. Vigée Le Brun fue una artista infatigable a la cual nada, ni siquiera la maternidad, pudo apartar del trabajo.
Vigée Le Brun fue una artista infatigable. Ni siquiera la maternidad la apartó de la pintura
Y pese a todo, entonces como más tarde, estuvo a menudo en el punto de mira, porque resulta siempre muy complicado aceptar a las mujeres triunfadoras. Incluso su entrada en la Academia, en 1783, fue puesta en tela de juicio por estar casada con un marchante de arte y se habló con frecuencia de la presión de la reina misma para su ingreso.
 Con fama de ser la amante de nobles y hombres poderosos, Vigée Le Brun estuvo siempre expuesta a las más oscuras calumnias, tal y como ocurre con la leyenda que nació en torno al retrato del conde de Calonne, encargado de las finanzas de la corte y pintado en 1785.
 A propósito de este retrato, la actriz y soprano Sophie Arnould dijo que le había cortado las piernas en el cuadro “para que no se le escapara”.
 También fue muy comentada la forma en que recibía los pagos por el trabajo: pistachos envueltos en billetes de 300 francos. Historias de la Francia decadente anterior a la Revolución.
Pero sean cuales sean esos pecados que jamás se perdonan a las mujeres triunfadoras, lo cierto es que los cuadros de Vigée Le Brun siguen resplandeciendo con luz propia, la que corresponde a una mujer libre que ­vivió una época de salones y tímidas liberaciones femeninas; la época de la invención de la infancia y la juventud –lo muestra el modo en que retrata a su pequeña–
. Y sigue resplandeciendo esa mujer fuerte que recuerda cómo un caballero adivinó su futuro en una fiesta: “Me dijo que viviría una vida larga y que me convertiría en una viejecita encantadora, porque no era coqueta. Ahora que he vivido muchos años me pregunto si me he convertido en una viejecita encantadora. Lo dudo”.
Y es que hay mujeres que nunca llegan a ser viejecitas encantadoras, sino libres hasta el final de sus días: seres beligerantes como esa Vigée Le Brun madura que en Suiza se encontró con Madame de Staël, otra mujer que con la pluma o el pincel iba a abrir el camino para futuras generaciones.
La primera retrospectiva dedicada a la obra de Élisabeth Louise Vigée Le Brun se expone en el Grand Palais de París hasta el 11 de enero de 2016.
elpaissemanal@elpais.es

11 oct 2015

Camilo Sesto, casi irreconocible por un nuevo retoque estético






¿¡Pero que se ha hecho (otra vez) Camilo Sesto!? Este sábado, el cantante ha dejado a todos sin habla con su nuevo aspecto. Ha acudido al programa Qué tiempo tan feliz de Telecinco y ha mostrado un rostro que no le conocíamos apenas, casi irreconocible. Sumaba retoques estéticos y muchísimo maquillaje -un poco a lo Renee Zellweger- y lo que sí conservaba era su peinado característico.
El contenido de su entrevista con María Teresa Campos no es lo que ha incendiado las redes sociales, sino ese aspecto indescriptible.
 Aquí tienes algunos de los tuits más divertidos generados por esta vuelta de tuerca estética de un artista, como mínimo, único.
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CAMILO SESTO

Matilde Asensi, la vuelta de la reina del ‘best seller’........................................... Winston Manrique Sabogal

La escritora de los 20 millones de libros publica su nueva novela ‘El regreso del catón’, continuación de ‘El último catón’

La escritora Matilde Asensi, la semana pasada en Madrid, durante la presentación de 'El regreso del catón'. / Samuel Sánchez (EL PAÍS)

…Y con ella llegó la era del best seller español
. Hará unos 15 años, Matilde Asensi contribuyó a que los lectores de su país empezaran a dejar sus prejuicios frente a las novelas populares escritas por españoles.
 Esa normalización se asomó con El salón ámbar (1999), y continuó con Iacobus (2000), hasta que abrió las puertas de par en par con El último catón (2001). Siguieron más novelas suyas de corte thriller de misterio histórico y/o religioso, de las que ha vendido 20 millones en todo el mundo.
 Tras estos pasos siguieron otros escritores, dando lugar a la internacionalización del best seller español.
 Ahora, la periodista y narradora quiere dar un nuevo impulso al género, a petición de sus millones de lectores, con la continuación de su novela más exitosa y que ha titulado El regreso del catón (Planeta).
Muchas cosas han cambiado desde aquella apertura original.
“Ha aparecido Internet. Ha cambiado el mundo”, afirma Asensi (Alicante, 1962).
 Y en el mundo del libro y los lectores, agrega, “ha sido un salto cualitativo: ya no solo vale la opinión de los gurús literarios, sino que mucha gente comenta y divulga su opinión sobre un libro”. Las redes sociales, todo Internet, es el antiguo boca oreja, según Asensi:
“La gente ya no sigue a aquellos mandarines de la crítica literaria que decían lo que era bueno o malo, leer o no.
 La gente se ha liberado y lee lo que en realidad quiere”.
Una década y media que ha tocado en todos los frentes a esta autora de nueve libros traducidos a 15 idiomas. Pero, sobre todo, confiesa tener “más tablas.
Sé dónde puedo hallar una información, y dónde no. He adquirido más experiencia”.
Lo más novedoso “y valioso” ha sido el contacto con sus lectores. Saber qué es lo que dicen, lo que opinan y lo que quieren y esperan de sus libros
. Especialmente desde 2012, cuando empezó a llevar las redes sociales relacionadas con su nombre y su obra. “La gente me pedía la continuación de El último catón.
  Sabía que era un libro que había gustado por el número de ventas, pero no que lo adoraran tanto. Todos los días me pedían una continuación.
 Me quedé perpleja ante la insistencia de millares de personas”, cuenta Asensi, sin abandonar su cara de asombro y felicidad ante esa multitudinaria acogida.

 ‘Thriller’ y religión

 Era una historia que ya era historia para ella.
 Nunca pensó en retomarla.
Pero… esa insistencia hizo que en su cabeza empezara a dar vueltas un posible regreso del catón, “una novela que ya tenía cerrada y más que cerrada.
Debía pensar cómo reabrirla de manera natural”. Inevitablemente, dice la escritora, al ser una continuación debía tener un tema religioso.
 Empezó a explorar, a leer y a repasar cuál de los misterios de la Iglesia católica era el más…
 Y eligió la tumba perdida de Jesús. Mito, historia, misterio, búsqueda y una cultura que ha delineado gran parte del destino del mundo.
El regreso del catón es un viaje de saltos en el tiempo por tres épocas: siglo I, siglo XII y el presente siglo XXI.
 “Hay mucho material, investigaciones y estudios especializados hechos por expertos en universidades de prestigio que no han salido a la luz pública o no han tenido tanta difusión”, asegura Asensi.
A la sombra de esa búsqueda religiosa, la escritora incluye en su narración el presente más palpitante en ese campo: la situación política del Vaticano con la evolución de los diferentes poderes de comunidades religiosas y cómo el papa Francisco ha trastocado algunos de esos puntos de fuerza e influencia, así como los ataques del Estado Islámico que se han llevado por delante monumentos importantes.
En estos 15 años, Matilde Asensi también ha comprobado el misterio del aumento de los lectores en España:
 “He visto cómo el índice de lectura, que era muy bajo y que no llegaba al 10%, ha pasado al 63% de personas que dicen leer.
Es un salto cuantitativo enorme”, afirma.
 Una de las razones, explica la periodista y narradora, estaría en esa rebelión sobre la tiranía ejercida por los críticos y algunos suplementos culturales que dictaban lo que era bueno o no “y que desdeñaban las novelas de género, cuando en otros países eso no ocurría”. Todo con el patrocinio de Internet.
 La gente, insiste, se siente libre de leer lo que de verdad quiere.

 

Isabel Preysler: La reina del retoque

Echa mano de todas las técnicas a su alcance para estar cada día más joven. ¡A este paso vuelve a nacer!.

Isabel, el Botox y las vitaminas

Por si el dichoso Photoshop no fuera suficiente, la Preysler es clienta asidua del afamado doctor Chams, especialista en estética
. Acude a su consulta cada 15 días para recibir su tratamiento estrella: un cóctel de productos que estimulan la elastina y el colágeno para tensar la piel de forma natural. 
Se lo aplica en cara, cuello, escote y manos, y cada sesión le cuesta 700 euros.

Al margen de esto, recurre a otras técnicas como el Botox, masajes drenantes para la celulitis, etc.


Isabel se ha ganado la fama de 'conservarse' incluso mejor que sus hijas. Para Tamara y Chabeli es todo un ejemplo de belleza, elegancia y estilo.
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