Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

11 oct 2015

Matilde Asensi, la vuelta de la reina del ‘best seller’........................................... Winston Manrique Sabogal

La escritora de los 20 millones de libros publica su nueva novela ‘El regreso del catón’, continuación de ‘El último catón’

La escritora Matilde Asensi, la semana pasada en Madrid, durante la presentación de 'El regreso del catón'. / Samuel Sánchez (EL PAÍS)

…Y con ella llegó la era del best seller español
. Hará unos 15 años, Matilde Asensi contribuyó a que los lectores de su país empezaran a dejar sus prejuicios frente a las novelas populares escritas por españoles.
 Esa normalización se asomó con El salón ámbar (1999), y continuó con Iacobus (2000), hasta que abrió las puertas de par en par con El último catón (2001). Siguieron más novelas suyas de corte thriller de misterio histórico y/o religioso, de las que ha vendido 20 millones en todo el mundo.
 Tras estos pasos siguieron otros escritores, dando lugar a la internacionalización del best seller español.
 Ahora, la periodista y narradora quiere dar un nuevo impulso al género, a petición de sus millones de lectores, con la continuación de su novela más exitosa y que ha titulado El regreso del catón (Planeta).
Muchas cosas han cambiado desde aquella apertura original.
“Ha aparecido Internet. Ha cambiado el mundo”, afirma Asensi (Alicante, 1962).
 Y en el mundo del libro y los lectores, agrega, “ha sido un salto cualitativo: ya no solo vale la opinión de los gurús literarios, sino que mucha gente comenta y divulga su opinión sobre un libro”. Las redes sociales, todo Internet, es el antiguo boca oreja, según Asensi:
“La gente ya no sigue a aquellos mandarines de la crítica literaria que decían lo que era bueno o malo, leer o no.
 La gente se ha liberado y lee lo que en realidad quiere”.
Una década y media que ha tocado en todos los frentes a esta autora de nueve libros traducidos a 15 idiomas. Pero, sobre todo, confiesa tener “más tablas.
Sé dónde puedo hallar una información, y dónde no. He adquirido más experiencia”.
Lo más novedoso “y valioso” ha sido el contacto con sus lectores. Saber qué es lo que dicen, lo que opinan y lo que quieren y esperan de sus libros
. Especialmente desde 2012, cuando empezó a llevar las redes sociales relacionadas con su nombre y su obra. “La gente me pedía la continuación de El último catón.
  Sabía que era un libro que había gustado por el número de ventas, pero no que lo adoraran tanto. Todos los días me pedían una continuación.
 Me quedé perpleja ante la insistencia de millares de personas”, cuenta Asensi, sin abandonar su cara de asombro y felicidad ante esa multitudinaria acogida.

 ‘Thriller’ y religión

 Era una historia que ya era historia para ella.
 Nunca pensó en retomarla.
Pero… esa insistencia hizo que en su cabeza empezara a dar vueltas un posible regreso del catón, “una novela que ya tenía cerrada y más que cerrada.
Debía pensar cómo reabrirla de manera natural”. Inevitablemente, dice la escritora, al ser una continuación debía tener un tema religioso.
 Empezó a explorar, a leer y a repasar cuál de los misterios de la Iglesia católica era el más…
 Y eligió la tumba perdida de Jesús. Mito, historia, misterio, búsqueda y una cultura que ha delineado gran parte del destino del mundo.
El regreso del catón es un viaje de saltos en el tiempo por tres épocas: siglo I, siglo XII y el presente siglo XXI.
 “Hay mucho material, investigaciones y estudios especializados hechos por expertos en universidades de prestigio que no han salido a la luz pública o no han tenido tanta difusión”, asegura Asensi.
A la sombra de esa búsqueda religiosa, la escritora incluye en su narración el presente más palpitante en ese campo: la situación política del Vaticano con la evolución de los diferentes poderes de comunidades religiosas y cómo el papa Francisco ha trastocado algunos de esos puntos de fuerza e influencia, así como los ataques del Estado Islámico que se han llevado por delante monumentos importantes.
En estos 15 años, Matilde Asensi también ha comprobado el misterio del aumento de los lectores en España:
 “He visto cómo el índice de lectura, que era muy bajo y que no llegaba al 10%, ha pasado al 63% de personas que dicen leer.
Es un salto cuantitativo enorme”, afirma.
 Una de las razones, explica la periodista y narradora, estaría en esa rebelión sobre la tiranía ejercida por los críticos y algunos suplementos culturales que dictaban lo que era bueno o no “y que desdeñaban las novelas de género, cuando en otros países eso no ocurría”. Todo con el patrocinio de Internet.
 La gente, insiste, se siente libre de leer lo que de verdad quiere.

 

Isabel Preysler: La reina del retoque

Echa mano de todas las técnicas a su alcance para estar cada día más joven. ¡A este paso vuelve a nacer!.

Isabel, el Botox y las vitaminas

Por si el dichoso Photoshop no fuera suficiente, la Preysler es clienta asidua del afamado doctor Chams, especialista en estética
. Acude a su consulta cada 15 días para recibir su tratamiento estrella: un cóctel de productos que estimulan la elastina y el colágeno para tensar la piel de forma natural. 
Se lo aplica en cara, cuello, escote y manos, y cada sesión le cuesta 700 euros.

Al margen de esto, recurre a otras técnicas como el Botox, masajes drenantes para la celulitis, etc.


Isabel se ha ganado la fama de 'conservarse' incluso mejor que sus hijas. Para Tamara y Chabeli es todo un ejemplo de belleza, elegancia y estilo.
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¿Qué raza envejece antes?..............................................................María Ovelar

Un estudio ha determinado la huella dérmica del ADN: 2.000 genes responsables de que unos privilegiados aparenten menos edad.

 Los africanos son los que mejor resisten el paso del tiempo.

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Se nos podría dividir en dos grupos: los privilegiados que (casi) no envejecen y los corrientes que se arrugan con más facilidad
. Los primeros acaban de ser bautizados. «Se les llama exceptional skin agers; llegan a aparentar hasta 10 años menos», cuenta Frauke Neuser, directora científica mundial de Olay y coordinadora del estudio MultiDecade and Ethnicity, presentado el pasado junio en uno de los simposios científicos más importantes, el Congreso Mundial de Dermatología.
Hasta aquí nada nuevo: salta a la vista que nos desgastamos a velocidades diferentes.
 Pero ¿por qué? «Existen unos genes responsables de ese desfase; todos los tenemos, aunque se expresan de manera más intensa y correcta durante mayor tiempo en quienes no acusan su edad. Algunos ya habían sido relacionados con el deterioro cutáneo, otros no», responde la experta. son 2.000 y dibujan la llamada huella genética dérmica.
En este estudio coordinado por científicos de varias universidades (Harvard, Yale y Durham) han participado unas 400 personas, de entre 20 y 70 años, pertenecientes a cuatro etnias (africanos, asiáticos, caucásicos e hispanos).
 «No se ha explorado solo la genética; también se ha analizado la apariencia, la histología, las hormonas, los lípidos...
Es la primera vez que se investigan tantas variables. se trata de una valiosa mina de datos».
De las cuatro razas, la afortunada es la africana: «Se hacen mayores 10 años más tarde que los caucásicos. Y su resistencia no se debe solo a la melanina, la sustancia responsable del color capaz de proteger las células, sino a un cúmulo de factores».
Para descifrar el enigma, se ha determinado qué empieza a fallar y cuándo; es decir, se ha trazado la hoja de ruta de la vejez cutánea.
 «A los 20 años, los genes asociados al nivel de antioxidantes fallan. En la treintena, lo hacen aquellos responsables de la energía celular (y de que las células fabriquen colágeno, esencial para una dermis tersa).
 A causa del desgaste del ADN, a partir de los 40, las células se multiplican y regeneran más lentamente.
 Y a los 50, la función barrera, que nos mantiene hidratados, se deteriora. No sabemos por qué se ralentizan estos procesos en décadas diferentes.
 Pero con la información aprenderemos a adelantarnos al daño, para no estropearnos a ese ritmo».
Desafiar al reloj y alcanzar los 70 años con la lozanía de los 25 parece una quimera.
 Desde el libro del Génesis hasta El inmortal de Borges, la búsqueda del elixir nos obsesiona.
 No es la primera vez que la ciencia se acerca a ello: ya en 2002 y durante un experimento con 270.000 personas en Islandia se localizó el gen Matusalén (en honor al patriarca), relacionado con la eternidad.
 Los científicos buscan desde entonces fármacos que imiten el funcionamiento de esta secuencia del ADN. Joon Yun, el médico artífice del Premio Palo Alto de la Longevidad (algo así como el Nobel de la inmortalidad, un millón de dólares para quien logre que vivamos de forma saludable más de 122 años), lo ve factible: «Es imposible augurar cuándo ocurrirá. Pero, a la velocidad con la que avanza la ciencia, será antes de lo que la gente cree.
 El problema es que para esta carrera contrarreloj falta inversión económica».
Su teoría: se puede restaurar nuestra capacidad homeostática; es decir, la habilidad para reparar daños.
«La piel cuenta con funciones que le permiten resetearse.
Broncearse para protegerse del sol es una, otra es la cicatrización.
Esas habilidades se atrofian con la edad y, con ellas, la destreza homeostática.
 En el futuro, existirán procesos que fortalezcan la facultad de autoregenerarse». ¿Y de seguir siendo jóvenes? «sí».
La incógnita es la pócima: «Si supiera cuál es, no habría creado el premio. Podría ser hackear el código genético, una pastilla, una infusión biológica, una modificación conductual o algo completamente desconocido».
El peso del entorno

En el camino, algunos obstáculos. «Estos experimentos con ADN son complejos: el término envejecimiento no es fácil de definir; la variabilidad individual de los genes no siempre se tiene en cuenta.
 Además, el entorno ocasiona cambios genéricos y los factores ambientales son muchos», avisa Vicente Mera, jefe de Antienvejecimiento del SHA Wellness Clinic
. La pregunta del millón es: ¿qué pesa más, el legado o el estilo de vida? «El 20% se debe al ADN; el 80%, a factores externos», responde Neuser.
Un problema clave: la interpretación. O dicho de otro modo, la versión científica de mucho ruido y pocas nueces.
 «¿Para qué sirve la información si no sabemos qué hacer con ella? No contamos con instrumentos para interpretar datos», corrobora Gloria Sabater, especialista en Genética del SHA. Y añade: «El fin de Olay debe ser identificar los marcadores para mejorar la efectividad de sus cosméticos. Entonces deberían someternos a un estudio genético y elaborar cremas personalizadas. Existen tests, pero el ADN que analizan es insuficiente»
. En Londres, Geneu examina dos genes de sus clientes: uno relacionado con el colágeno y otro con los antioxidantes.
 Esta empresa, con menos de un año de vida, fabrica cremas individualizadas basándose en esos resultados (818 € por el test y cosméticos para dos semanas).
La buena noticia, esto avanza: «El genoma humano se terminó de secuenciar en 2003 tras 12 años. Costó 2.660 millones de euros; hoy bastarían 800.
 Cada vez se analizarán y cruzarán más genes», opina Sabater. ¿Y mientras?, ¿nos quedamos de brazos cruzados? «Podemos dejar de fumar y beber, disminuir el consumo de azúcar y hacer deporte. Estos hábitos aumentan la capacidad homeostática», responde el biomédico Aubrey De Grey.

 

Una granja en el Ártico................................................................... Rosa Montero

La quinta parte de la población mundial superamos entre tres y seis veces la capacidad ecológica de nuestros territorios.

 

Me van a perdonar que empiece este artículo haciendo algo de muy mal gusto: citar una obra mía, o mejor dicho dos, las novelas futuristas de Bruna Husky, que suceden en el año 2109
. Sí, lo sé, suena a autopromo petarda, pero es que cada día estoy un poco más espeluznada, porque imaginé un mundo venidero que por desgracia no hace más que cumplirse
. En mis libros, la Tierra ha sufrido a lo largo del siglo XXI las violentas consecuencias del cambio climático.
 La inundación o agostamiento de los terrenos fértiles habría provocado migraciones de una dimensión jamás conocida, y, en consecuencia, enfrentamientos y matanzas. Cuando empiezan las novelas, ya en el siglo XXII y con toda esta degollina a las espaldas, sólo quedan 4.000 millones de personas viviendo en el planeta.
Incluso hoy hay muchos que desdeñan las alarmas ambientales
Pues bien, según un interesante reportaje de Teguayco Pinto publicado en eldiario.es, eso ya está pasando.
 Al parecer, uno de los factores determinantes de la guerra siria (aunque no el único) ha sido el cambio climático.
 O eso aseguran científicos de la Universidad de California, que hicieron un estudio demostrando cómo cinco años de sequía habían acabado con casi el 60% de la agricultura y matado a más del 80% del ganado en la región del Creciente Fértil del norte de Siria.
 Este colapso y la mala gestión de los gobernantes provocaron una migración de más de millón y medio de habitantes del campo a las ciudades y, a raíz de eso, conflictos y levantamientos que cristalizaron en una guerra.
 Los refugiados, en fin, no han hecho más que empezar. Numerosos expertos, del Pentágono a la ONU, coinciden en predecir que el cambio climático puede generar inestabilidad, violencia y grandes masas de desplazados.
En 2006 entrevisté al científico James Lovelock, uno de los padres de la ecología moderna. Lovelock, que entonces tenía 87 años y era como un pequeño gnomo saltarín (ahora tiene 96 y espero que siga igual de bullicioso), me dijo que el cambio climático era imparable, que la Tierra se encontraba ya “en franca rebeldía” y que estábamos abocados a una catástrofe en apenas sesenta o setenta años. “Nos veremos reducidos a 500 millones de humanos viviendo en el Ártico.
Y tendremos que empezar de nuevo”. Si mi descenso a los 4.000 millones les ha parecido fuerte, esta cantidad ya es para desmayarse.
 Cuando se publicó aquella entrevista nadie hizo mucho caso, porque la gente se resistía a creer en el cambio climático
. Incluso hoy hay muchos que desdeñan las alarmas ambientales: véase el repugnante y criminal comportamiento de la Volkswagen.
 Pero el pasado mes de agosto fue el más caliente en toda la Tierra desde que se guardan las temperaturas, y ese récord superó en 0,09 grados el de 2014, que también había sido el más caliente hasta entonces
. O sea, que vamos superándonos año tras año en una alegre carrera hacia el tostadero.
Tengo esperanza en los nuevos descubrimientos. 
Pero sé que el cambio climático está en marcha
Entiendo que no queramos creérnoslo
. Primero, por sensatez anti­egocéntrica: el ser humano lleva milenios poblando este planeta y ¿resulta que el gran colapso de nuestra especie va a suceder precisamente en nuestra generación y la de nuestros hijos?
Pero, sobre todo, porque nos horroriza enfrentarnos a un futuro que nos obliga a cambiar de vida. El poeta Jorge Riechmann cuenta en una estupenda entrada de su blog (mil gracias a Rafael Hurtado, que me ha mandado este enlace y muchos otros) que la quinta parte de la población mundial vivimos en países de renta alta, y que superamos entre tres y seis veces la capacidad ecológica de nuestros territorios; nos hemos apoderado de las cuatro quintas partes de los recursos mundiales y producimos la mayor parte de los gases invernadero. O sea, somos unos malditos ladrones ambientales.
 Y añade que, según los investigadores J. Moore y W. E. Rees, si cada uno de nosotros quisiera consumir equitativamente con los demás humanos, nos tocarían 20 kilos de carne al año (ahora comemos 100); un espacio habitado de 8 metros cuadrados (ahora 34); 582 kilómetros al año de desplazamiento en vehículo de motor (ahora 6.600) y tan sólo 125 kilómetros al año de desplazamiento en avión (ahora 2.943), de manera que en toda una vida sólo tendríamos derecho a hacer un viaje trasatlántico.
Ácidamente, Riechmann firma esta entrada de su blog en un vuelo de Madrid a Bogotá.
Y he de reconocer que yo también he robado la cuota aérea de centenares de personas. Somos así de absurdos y de paradójicos.
La verdad es que no creo que la tenebrosa predicción de Lovelock sea cierta al 100%. Tengo esperanza en todo lo que aún no sabemos, en los nuevos descubrimientos, en lo imprevisible.
Pero sé que el cambio climático está en marcha y es terrible, sé que nos estamos quedando sin tiempo.
O reaccionamos ya de manera radical o, parafraseando a la gran Isak Dinesen, empezamos a construirnos una granja en el Ártico.
@BrunaHusky
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