Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

11 oct 2015

Retrato-fantasía............................................................................... Javier Marías

Muchos ciudadanos de nuestro país, cuando se miran al espejo sólo admiten ver esa composición idealizada.

 

Lo conté alguna vez, me disculpo con los memoriosos.
Hace ya muchos años vi como anomalía personal lo que ahora me parece, por desgracia, normalidad colectiva.
 Una joven me pidió que le leyera un manuscrito. Como siempre hago en estas ocasiones, le dije que no leía ­inéditos, entre otras razones porque no deseo que nadie dé a mi opinión más importancia de la que tiene, y que es exactamente la misma que la de cualquier otra persona; y tampoco me gusta cargar con la responsabilidad –de ser mi juicio negativo– de desanimar a quien busca ser publicado por vez primera.
 La joven no se dio por contenta, e insistió más allá de lo razonable y educado.
 Le aduje más motivos, y ninguno le hacía mella.
 Seguía insistiendo, y aun pasó a hacerlo en persona, en la Feria.
Su argumento último –y para ella inapelable– era este: “Pero es que a me hace mucha ilusión que usted lo lea”.
Intenté hacerle ver que, para que se produzca algo entre dos, no basta con la desmesurada ilusión de uno, sino que hace falta el acuerdo del otro.
 Nunca acabó de entenderlo, de estar convencida: su voluntad estaba por encima de todo, hasta el punto de que la mía contaba poco o nada.
 Las cosas habían de ser como ella quería, o como se las había figurado ideal y puerilmente.
 ¿Cómo no iba a cumplirse lo que había soñado?
Achaqué tal actitud a la edad, a las dificultades de muchos jóvenes para ir aceptando los contratiempos de la vida cuando empiezan a aparecérseles, por lo general tras una infancia mimada y en la que los padres les han evitado todas las “frustraciones”.
Pero creo que me equivocaba, y que aquello no era más que un síntoma de la evolución de nuestras sociedades, que además afecta a gente de cualquier edad.
 Muchos ciudadanos de nuestro país (pero no sólo del nuestro) se han dibujado un retrato-fantasía de sí mismos.
Cuando se miran al espejo sólo admiten ver esa composición idealizada, y con frecuencia necesitan o exigen que sus gobernantes y compatriotas se amolden también a ese retrato y sean armónicos con él, para que “el cuento acabe bien” y su ideal salga triunfante; y de ahí que a menudo no consientan la discrepancia, ni la objeción ni la pega.
 Un prototipo de retrato-fantasía (bastante predominante, o por lo menos extendido) es el que obliga a ser amante de los animales por encima de todo (y a tener perro o gato); defensor a ultranza de la naturaleza (como si ésta, no contenida, no fuera causante de catástrofes sin cuento); fanático de la bici (aun en perjuicio de los peatones, que son quienes menos contaminan); enemigo de la tauromaquia (esto por fuerza), y del tabaco y del alcohol y de la carne (aunque no tanto de las drogas); vagamente “antisistema” y vagamente republicano; respetuoso del “derecho a decidir” (lo que sea, excepto para los que deciden fumar, usar el coche en el centro o ir a los toros, claro); y, sobre todo, mostrarse compasivo, solidario y humanitario.
 Si el espejo no devuelve esa imagen –la conciencia bien limpia–, el que se mira en él no lo soporta. En los últimos meses se ha añadido otro requisito: dar la bienvenida indiscriminada a los refugiados, no importa el número ni su carácter ni su procedencia.
Y claro que hay que ayudarlos en lo posible, y dar asilo a quienes en verdad lo precisen, y claro que hay que compadecerse de las víctimas de guerras y persecuciones.
Las cosas habían de ser como ella quería, o como se las había figurado ideal y puerilmente. ¿Cómo no iba a cumplirse lo que había soñado?
Leí, sin embargo, una carta en este diario que me llevó a acordarme de aquella joven literata de hace unos veinte años.
Se quejaba de unas palabras del Ministro del Interior, que por una vez me habían parecido sensatas (quién iba a decírmelo): “Se tomarán las medidas adecuadas para evitar la posible infiltración de yihadistas” (entre las masas de asilados, se entendía).
 A los pocos días, el líder del PSOE –que ganaría votos si se abstuviera de simplezas y tergiversaciones– venía a decir que, según el Ministro, los refugiados eran terroristas, algo que éste jamás dijo.
 Cualquier analista está al tanto: no es que se sospeche, es que se sabe que entre las estrategias del Daesh o Estado Islámico está la de introducir yihadistas en Europa aprovechando estos éxodos a la vez organizados (por mafias) y caóticos.
 Serán pocos, sin duda, y la mayoría de los refugiados serán gente desesperada e inofensiva, que sólo aspira a sobrevivir, quizá al propio Daesh tiránico que toma sus territorios. Pero, sabiéndose lo que se sabe a ciencia cierta, no veo nada reprobable, sino más bien la obligación de un Ministro, en “evitar la posible infiltración de yihadistas”.
 Creer que cuantos llegan a Europa han de ser buenas personas es tan ingenuo como creer que “las víctimas siempre tienen razón”, uno de nuestros estúpidos mantras contemporáneos
. Los refugiados y las víctimas son dignos de lástima y de apoyo, pero entre los primeros habrá pésimas personas –como en todo colectivo– y entre las segundas individuos malvados o errados o idiotas, que en modo alguno tendrán razón.
 La remitente de esa carta no soportaba que el Ministro aguafiestas, con su advertencia, le empañara el retrato-fantasía de su espejo:
“No pongamos trabas, por favor, y hagamos lo que toca, ayudar”, le recriminaba. “No seamos otra patada a este drama humanitario”, y lo asimilaba a la periodista húngara histérica, la de las zancadillas
. Es decir, ni consideremos que pueda haber terroristas camuflados en la riada. Y si los hubiera, que tampoco a ellos se les impida la entrada.
elpaissemanal@elpais.es

Cinco cuerdas y muchos cabos sueltos....................................................... Silvia R. Pontevedra

Tras nueve días del juicio del Caso Asunta se han zanjado varias incógnitas pero se han abierto otras.

Rosario Porto en primer plano en el juicio; y su marido, Alfoso Basterra, detrás con su abogada. / OSCAR CORRAL

En los alrededores del juzgado de Santiago, olvidado en la cuneta, hay desde hace varios días un cordel naranja prácticamente idéntico a los que exhibe el fiscal del ‘caso Asunta’ en las pantallas del juici
o. Junto al cadáver de la menor, en la madrugada del 22 de septiembre de 2013, en un abandono propio de un novato que ha trabajado en la oscuridad de la noche, se hallaron tres fragmentos.
 Y en el caserón familiar de Teo, el ayuntamiento limítrofe con Santiago donde se produjeron los hechos, una bobina empezada y otro trozo suelto, de menos de un metro de largo, revuelto en una papelera con pañuelos de papel aún húmedos y el envoltorio de una mascarilla 3M.
 Las cuerdas son uno de los más serios indicios contra Rosario Porto, la madre de la niña de 12 años que apareció muerta en una pista forestal hoy convertida en mausoleo.
 Aparte, la principal arma de la acusación es el lorazepam, ese ansiolítico con el que se drogó a la niña antes de asfixiarla y que, según los análisis del pelo, Asunta había estado tomando durante varios meses
. Quizás los peritos, que empezarán a desfilar a finales de la semana que viene ante el jurado popular, puedan explicar por qué el juez instructor concluyó que la chiquilla ingirió el fármaco camuflado en un revuelto de champiñones que había preparado su padre, Alfonso Basterra, mientras ella aguardaba a ser llamada a la mesa viendo Los Simpson con Porto.
 Pero en los nueve días de juicio que han transcurrido, lo que parece es que hay bastantes cabos sueltos.

La cuerda naranja, conocida también como cordel para pacas, es “de uso muy común en el campo gallego”, admitió el lunes pasado el primer guardia civil que sospechó de la acusada cuando, pasadas las cinco de la mañana, los padres de la menor entraron con los agentes en el chalé familiar, donde se cree que fue asesinada la pequeña.
 La madre se precipitó hacia la papelera, y el teniente Murias entendió que quería deshacerse de la evidencia. Basterra, mientras tanto, se justificaba: “Es de los jardineros”. Aunque el jardinero, esta semana, ha dicho que jamás lo usó.
Pero el laboratorio nunca pudo concluir si el corte de aquellos fragmentos coincidía, y la investigación sobre posibles fabricantes se quedó en media docena de llamadas a empresas y una visita a una tienda que no despejaron dudas.
 De hecho, al día siguiente del levantamiento del cadáver, cerca de las otras cuerdas los agentes hallaron un fragmento igual, pero un poco más descolorido, que no tenía nada que ver con el crimen.
Nuevas incógnitas
Los testigos que han declarado esta semana han zanjado varias incógnitas pero han abierto nuevas brechas. 
El vecino de la pista forestal volvió a insistir en que, para él, el cuerpo de Asunta no estaba allí todavía cuando pasó a las doce de una noche de luna llena
. Los padres, a esa hora, ya habían presentado denuncia por la desaparición de su hija y estaban con la policía.
 El hombre que, camino de un burdel, se topó con el cadáver, afirma que el brazo de Asunta había sido cambiado de postura el rato que se ausentó, pasada la una. Pero la Guardia Civil ha reconocido que nunca se exploró la posibilidad de un tercer implicado.
Y además, la testigo que aseguró haber visto a Basterra y su hija en la calle aquella tarde toma un tique de compra como referencia para calcular la hora, y esa hora es imposible porque entonces la niña estaba siendo retratada por una cámara, montada en el Mercedes con su madre.
 La Guardia Civil nunca pudo comprobar si el reloj de la máquina registradora estaba adelantado
. Y Basterra siempre ha dicho que pasó la tarde cocinando en casa. Las cámaras urbanas, sin embargo, demuestran que Porto mintió cuando dijo que había consumido aquella tarde entre idas y venidas para hacer recados que, como se comprobó, nunca hizo.
"Su depresión no suponía riesgo para terceros", dijo de Porto la psiquiatra que la atendió en 2009. Pero un informe del sanatorio en el que esta ejercía tiene una frase apuntada por otro doctor: "La hija, en estos momentos, le molesta".
Una trabajadora del juzgado contó que el magistrado autorizó la incineración al segundo día supuestamente sin consultar con los forenses.
 Además, el testimonio prestado por médicos y farmacéuticas resulta contradictorio con ese esquema que blande la acusación en el que se refleja claramente cómo Asunta sufría episodios de mareos y somnolencia coincidiendo con compras de Orfidal (lorazepam), por parte de su padre
. Eso sí, las profesoras de música de la pequeña han vuelto a llorar esta semana al recordar que no fueron capaces de ver lo que presuntamente estaba pasando.
 La niña andaba como “sonámbula”, no se tenía en pie, y contaba que llevaba dos días durmiendo porque su madre le daba “unos polvos blancos” que sabían “fatal”.
 Basterra y Porto las tranquilizaban, aseguraban que Asunta sufría rinitis y que el antihistamínico no le sentaba del todo bien.
 La madrina y la cuidadora de la niña jamás la vieron con alergia
. Pero la pediatra cuenta que algo de eso, la víctima sí tenía.

 

Divagando sobre el pasado y el presente.

Harta estoy que ultimamente se hable mal de Rusia, bueno de Unión Soviética, es como si quisieran justo ahora decirnos voten a la Derecha que si no van a vivir como los Rusos ahora y antes.
Y no se dan cuenta o si, que sería peor Que la Guerra Fría ha terminado, ha caido el muro de Berlin, y La URRS no solo estuvo al frente Stalin, hubo varios presidentes más ,que sin mirar en el Google podrían decir el nombre de algunos de ellos.
Las Películas de "espias" con ese miedo de que la población americana es la vida mejor que se puede llevar, es decir ewl Capitalismo frente al Socialismo.
Ayer cojí una peli ya comenzada, y lo 1º que oí fue "Universidad de Karls Marx" y bueno ya se sabe de que va, menos mal que salía Paul Newman y una Mary Popis diseñada como espia para tal ocasión.
Paul Newman estaba como desorientado, efectos del método Stanilaski, y copiaba de memoria una fórmula que no sé para que era, Aunque lo dijeron varias veces. pero Paul Newman era más listo que el sabio sovi´tico ponia adrede cosas mal para que el ruso se la corrigiera y Paul Newman las copiaba de memoria para no sé qué.
El caso era rusos malo,s ,americanos buenos, no había pasado ni lo de Chernobil.
Bueno el caso es que ni Paul Newman me quitó el sueño y aburrimiento y dejé la Película sin terminar.
Es como la mujer que le han dado el Premio Nobel ha escrito lo que ha querido y vive ahora un sueño y es quePutin es la encarnación de Stalin.
Si puede salir de Bielorusia, es que es un cuadro del Partido y que no se queje que ella vive bien sea biolorusa y no Kazaja que si que están mal......
Me da rabia ver como atacan a un Gobierno Socialista y alaban a "Merkel" que es la que nos ha arruinado a el mundo capitalista que ya no hace falta ir a EE:UU:
Los rusos y afines tienen un café aguachirria pero ellos toman té, pues que quieren si no pueden comprarlo, exquisiteces, aqui hay bancos de alimentos aqui es Canarias que puedes donar café ColaCao o Zumos para que puedan tener algo agradable, pero lo más que haces es donar alimentos no perecederos y si quieres pones tu lo que puedas y convenga, como leche, ¿Quién dijo que no se puede dar galletas? yo doy lo que creo. y puedo.
Volviendo a la Rusia  de Putin ¿quien bombardea Siria? por ejemplo, que tipo de medicina tienen los rusos?
Mira no te quejes mientras haya niños que mueren de hambre y que tu has ganado un dinero conel que harás lo que quieras pero no creo que vaya a niños pobres de paises capitalistas.
Y gracias a la Academia sueca ella es premio Nobel de Literatura, (No sé por qué solo ponen el de Literatura y el de la Paz)Ahora puedes arreglarte el pelo que digo yo alli habrá peluquerias y se comprará vestidos en alguna Tienda de Amancio Ortega que yo flipé viendo a Checos comprando como locos ropa de esa Zara para comunistas, que no es igual que los de Zara Capitalista que yo miré precios y era igual, eso si de peor calidad.

Svetlana Alexiévich: “Cuando el pueblo habló a todos nos dio miedo”............................................ Pilar Bonet

La periodista y escritora Svetlana Alexiévich recibe a EL PAÍS, en su casa de Minsk. “Cuando el pueblo habló a todos nos dio miedo”, asegura la autora bielorrusa.

Svetlana Alexiévich, en la conferencia de prensa, ayer en Berlín. / JOHN MACDOUGALL (AFP)

“¡Qué catástrofe!”, exclama Svetlana Alexiévich, al abrir la puerta de su apartamento con vistas a un lago en Minsk.
 Esta vez la premio Nobel de Literatura 2015 no se refiere a las catástrofes reflejadas en su obra, como la II Guerra Mundial o la experiencia bélica soviética en Afganistán, pasando por el accidente de Chernóbil o el desmoronamiento de la URSS.
Este viernes a mediodía estamos ante una “catástrofe en tono menor” entendiendo por tal el barullo en el que vive la escritora desde que le concedieron el premio, el jueves a la una de la tarde.
“Espero que exista un después de la catástrofe”, le digo tratando de conducirla a su obra.
“Sí, pero esta etapa será muy larga y nadie sabe cómo va acabar”, afirma mientras entramos en la pequeña cocina, decorada con cuadros y cerámicas, que no parece haber cambiado desde que la visité en 2001, en vísperas de unas elecciones presidenciales en Bielorrusia.
 Catorce años después, otras elecciones, hoy, la misma cocina y el mismo presidente.
A la Nobel le preocupa Rusia.
 “Ya ve lo que sucede con el pueblo ruso. Se puede esperar cualquier cosa”, contesta a la pregunta sobre sus inquietudes. “Hace cinco o seis años, cuando hablaba del nacionalismo ruso nadie me creía”, dice.
No obstante, puntualiza: “Tenemos varias Rusias”.

“El pueblo estaba engañado”

 Alexiévich se pone a preparar café. “El tercer mandato de Putin nos ha sacado del romanticismo de los años noventa”, afirma.
 “Han cambiado el país, han engañado al pueblo y les es fácil orientarlo como quieren”, sentencia. “Me refiero al militarismo antioccidental”, agrega.
“Cuando iba a Rusia a buscar material para mi último libro vi que el pueblo estaba engañado, que era agresivo, que eso acabaría mal, pero nadie esperaba que viéramos cómo la época soviética vuelve y se apodera del país que intentaba comenzar una nueva vida”.

“Antes la finalidad era conservar el imperio, pero no sé cuál es la lógica y los motivos de lo que sucede ahora”, dice, refiriéndose a la política exterior rusa.
La inquietud de Alexiévich se debe a “lo rápido que se ha podido darle marcha atrás a esta máquina”. “En los noventa pedíamos libertad y la gente callaba.
No estaba preparada para el cambio.
 Llegó la violencia, la degradación moral y, cuando Putin de repente apretó el botón más primitivo, el pueblo se puso a hablar y, cuando habló, a todos nos dio miedo”, afirma.
En el transcurso de la entrevista llega un diplomático alemán con fotógrafa y traductora
. “Pasen por favor, pero cierren la puerta, que estoy resfriada”, les avisa la Nobel. “Perdone, que estoy en ropa casera”, se excusa. “En nombre de la Embajada alemana…”. “¿Ha recibido ya el telegrama del ministro [Frank Walter] Steinmeier?”. Sí, lo ha recibido.
“He leído que va a escribir un nuevo libro”, inquiere el diplomático. Los teléfonos no paran de sonar. Los alemanes sacan la cámara
: Registran la entrega de un ramo de flores a la Nobel en su recibidor.
 “No he dormido bien”, se excusa Alexiévich, pero ya están los flashes iluminando el vestíbulo que da paso a su estudio y a la cocina.
Svetlana Alexiévich, que viaja a Berlín este fin de semana, promete al diplomático una conversación tranquila cuando regrese a Minsk, para redactar el discurso de la ceremonia del 10 de diciembre en Estocolmo y para “el pequeño secreto” de confeccionarse ropa para el evento.
Gute reise” [buen viaje]. El diplomático desaparece y regresamos a la cocina. Alexiévich es consciente de la responsabilidad de su discurso en Estocolmo. Afirma que está en contra de las revoluciones, que hay que encontrar un camino sin sangre y que los bielorrusos tienen una tradición de tolerancia.

El problema de la lengua

Svetlana Alexiévich, el viernes pasado, en su casa de Minsk. / pilar bonet
Suena el timbre.
 Un amigo viene a llevarse los cestos de flores que van inundando el piso de la Nobel
. El ministro de Exteriores de Suecia, Carl Bildt, recién llegado de su país, advierte, está esperándola. Hablamos del “mundo ruso”, del “otro mundo ruso”, del “bueno”, de aquel que sus admiradores le proponen encabezar. Conversa sobre la lengua bielorrusa, que según Alexiévich está en un gueto. “Había un liceo bielorruso, uno solo, pero Lukashenko lo suprimió y solo se licenciaron un par de docenas de personas”, afirma refiriéndose a una prestigiosa escuela fundada en Minsk para la educación en la cultura de Bielorrusia.
Los debates de Alexiévich con los sectores nacionalistas bielorrusos se han mitigado.
 “Antes parecía que resolviendo el problema de la lengua se resolverían todos los demás, y mientras nosotros discutíamos sobre la lengua llegó al poder Lukashenko. Siempre opiné que primero era la democracia y luego la construcción del Estado nacional, pues de lo contrario, otros llegarían al poder, y así sucedió”.
 Opina Alexiévich que sus obras no pueden calificarse de pesimistas, aunque “se puede decir que tenemos una cultura de dolor y tragedia, una experiencia de la vida trágica y que las víctimas y los verdugos están mezclados”.
La estudiosa del “alma humana” configurada en la época socialista pronostica que las secuelas de esa época durarán “diez años por lo menos”.
Sus viajes por suexpaís (Rusia y los países de la antigua URSS) la convencieron de que “no hay ningún fundamento para el romanticismo”.
El café se queda sobre la mesa de la cocina. “Lástima. Es un café muy bueno”, dice. La Nobel se cambia rápidamente de jersey y sale al encuentro del ministro sueco.

Una vida polifónica

Academia sueca. Svetlana Alexiévich, de 67 años, ha sido la ganadora del Premio Nobel de Literatura 2015 por “sus escritos polifónicos, un monumento al sufrimiento y al coraje en nuestro tiempo”.
Periodista y escritora, Alexiévich ha retratado en lengua rusa la realidad y el drama de gran parte de la población de la antigua URSS, así como de los sufrimientos de Chernóbil, la guerra de Afganistán y los conflictos del presente. Es muy crítica con el Gobierno bielorruso.
Nació en Ucrania y es hija de un militar soviético, de origen bielorruso. Cuando su padre se retiró del Ejército, la familia se estableció en Bielorrusia. Allí estudió periodismo, en la Universidad de Minsk, y trabajó en distintos medios de comunicación.
Se dio a conocer con La guerra no tiene rostro de mujer (1983), sobre los testimonios de las mujeres soviéticas que sobrevivieron a la II Guerra Mundial (en noviembre la editará Debate). Voces de Chernóbil está publicado en España por Debolsillo. S
u último libro, El fin del homo sovieticus, lo editará Acantilado, a comienzos de 2016.