Tras nueve días del juicio del Caso Asunta se han zanjado varias incógnitas pero se han abierto otras.
En los alrededores del juzgado de Santiago, olvidado
en la cuneta, hay desde hace varios días un cordel naranja prácticamente
idéntico a los que exhibe el fiscal del ‘caso Asunta’
en las pantallas del juici
o. Junto al cadáver de la menor, en la
madrugada del 22 de septiembre de 2013, en un abandono propio de un
novato que ha trabajado en la oscuridad de la noche, se hallaron tres
fragmentos.
Y en el caserón familiar de Teo, el ayuntamiento limítrofe
con Santiago donde se produjeron los hechos, una bobina empezada y otro
trozo suelto, de menos de un metro de largo, revuelto en una papelera
con pañuelos de papel aún húmedos y el envoltorio de una mascarilla 3M.
Las cuerdas son uno de los más serios indicios contra Rosario Porto, la madre de la niña de 12 años que apareció muerta en una pista forestal hoy convertida en mausoleo.
Aparte, la principal arma de la acusación es el lorazepam,
ese ansiolítico con el que se drogó a la niña antes de asfixiarla y
que, según los análisis del pelo, Asunta había estado tomando durante
varios meses
. Quizás los peritos, que empezarán a desfilar a finales de
la semana que viene ante el jurado popular,
puedan explicar por qué el juez instructor concluyó que la chiquilla
ingirió el fármaco camuflado en un revuelto de champiñones que había
preparado su padre, Alfonso Basterra, mientras ella aguardaba a ser
llamada a la mesa viendo Los Simpson con Porto.
Pero en los nueve días
de juicio que han transcurrido, lo que parece es que hay bastantes cabos
sueltos.
La cuerda naranja, conocida también como cordel para
pacas, es “de uso muy común en el campo gallego”, admitió el lunes
pasado el primer guardia civil que sospechó de la acusada cuando,
pasadas las cinco de la mañana, los padres de la menor entraron con los
agentes en el chalé familiar, donde se cree que fue asesinada la
pequeña.
La madre se precipitó hacia la papelera, y el teniente Murias
entendió que quería deshacerse de la evidencia. Basterra, mientras
tanto, se justificaba: “Es de los jardineros”. Aunque el jardinero, esta
semana, ha dicho que jamás lo usó.
Pero el laboratorio nunca pudo concluir si el corte
de aquellos fragmentos coincidía, y la investigación sobre posibles
fabricantes se quedó en media docena de llamadas a empresas y una visita
a una tienda que no despejaron dudas.
De hecho, al día siguiente del
levantamiento del cadáver, cerca de las otras cuerdas los agentes
hallaron un fragmento igual, pero un poco más descolorido, que no tenía
nada que ver con el crimen.
Nuevas incógnitas
Los testigos que han declarado esta semana han
zanjado varias incógnitas pero han abierto nuevas brechas.
El vecino de
la pista forestal volvió a insistir en que, para él, el cuerpo de Asunta
no estaba allí todavía cuando pasó a las doce de una noche de luna
llena
. Los padres, a esa hora, ya habían presentado denuncia por la
desaparición de su hija y estaban con la policía.
El hombre que, camino
de un burdel, se topó con el cadáver, afirma que el brazo de Asunta
había sido cambiado de postura el rato que se ausentó, pasada la una.
Pero la Guardia Civil ha reconocido que nunca se exploró la posibilidad
de un tercer implicado.
Y además, la testigo que aseguró haber visto a Basterra y su hija en la calle aquella tarde toma un tique de compra
como referencia para calcular la hora, y esa hora es imposible porque
entonces la niña estaba siendo retratada por una cámara, montada en el
Mercedes con su madre.
La Guardia Civil nunca pudo comprobar si el reloj
de la máquina registradora estaba adelantado
. Y Basterra siempre ha
dicho que pasó la tarde cocinando en casa. Las cámaras urbanas, sin embargo, demuestran que Porto mintió cuando dijo que había consumido aquella tarde entre idas y venidas para hacer recados que, como se comprobó, nunca hizo.
"Su depresión no suponía riesgo para terceros", dijo
de Porto la psiquiatra que la atendió en 2009. Pero un informe del
sanatorio en el que esta ejercía tiene una frase apuntada por otro
doctor: "La hija, en estos momentos, le molesta".
Una trabajadora del juzgado contó que el magistrado
autorizó la incineración al segundo día supuestamente sin consultar con
los forenses.
Además, el testimonio prestado por médicos y farmacéuticas
resulta contradictorio con ese esquema que blande la acusación en el
que se refleja claramente cómo Asunta sufría episodios de mareos y
somnolencia coincidiendo con compras de Orfidal (lorazepam), por parte
de su padre
. Eso sí, las profesoras de música de la pequeña han vuelto a
llorar esta semana al recordar que no fueron capaces de ver lo que
presuntamente estaba pasando.
La niña andaba como “sonámbula”, no se
tenía en pie, y contaba que llevaba dos días durmiendo porque su madre
le daba “unos polvos blancos” que sabían “fatal”.
Basterra y Porto las
tranquilizaban, aseguraban que Asunta sufría rinitis y que el
antihistamínico no le sentaba del todo bien.
La madrina y la cuidadora
de la niña jamás la vieron con alergia
. Pero la pediatra cuenta que algo
de eso, la víctima sí tenía.