Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

11 oct 2015

Svetlana Alexiévich: “Cuando el pueblo habló a todos nos dio miedo”............................................ Pilar Bonet

La periodista y escritora Svetlana Alexiévich recibe a EL PAÍS, en su casa de Minsk. “Cuando el pueblo habló a todos nos dio miedo”, asegura la autora bielorrusa.

Svetlana Alexiévich, en la conferencia de prensa, ayer en Berlín. / JOHN MACDOUGALL (AFP)

“¡Qué catástrofe!”, exclama Svetlana Alexiévich, al abrir la puerta de su apartamento con vistas a un lago en Minsk.
 Esta vez la premio Nobel de Literatura 2015 no se refiere a las catástrofes reflejadas en su obra, como la II Guerra Mundial o la experiencia bélica soviética en Afganistán, pasando por el accidente de Chernóbil o el desmoronamiento de la URSS.
Este viernes a mediodía estamos ante una “catástrofe en tono menor” entendiendo por tal el barullo en el que vive la escritora desde que le concedieron el premio, el jueves a la una de la tarde.
“Espero que exista un después de la catástrofe”, le digo tratando de conducirla a su obra.
“Sí, pero esta etapa será muy larga y nadie sabe cómo va acabar”, afirma mientras entramos en la pequeña cocina, decorada con cuadros y cerámicas, que no parece haber cambiado desde que la visité en 2001, en vísperas de unas elecciones presidenciales en Bielorrusia.
 Catorce años después, otras elecciones, hoy, la misma cocina y el mismo presidente.
A la Nobel le preocupa Rusia.
 “Ya ve lo que sucede con el pueblo ruso. Se puede esperar cualquier cosa”, contesta a la pregunta sobre sus inquietudes. “Hace cinco o seis años, cuando hablaba del nacionalismo ruso nadie me creía”, dice.
No obstante, puntualiza: “Tenemos varias Rusias”.

“El pueblo estaba engañado”

 Alexiévich se pone a preparar café. “El tercer mandato de Putin nos ha sacado del romanticismo de los años noventa”, afirma.
 “Han cambiado el país, han engañado al pueblo y les es fácil orientarlo como quieren”, sentencia. “Me refiero al militarismo antioccidental”, agrega.
“Cuando iba a Rusia a buscar material para mi último libro vi que el pueblo estaba engañado, que era agresivo, que eso acabaría mal, pero nadie esperaba que viéramos cómo la época soviética vuelve y se apodera del país que intentaba comenzar una nueva vida”.

“Antes la finalidad era conservar el imperio, pero no sé cuál es la lógica y los motivos de lo que sucede ahora”, dice, refiriéndose a la política exterior rusa.
La inquietud de Alexiévich se debe a “lo rápido que se ha podido darle marcha atrás a esta máquina”. “En los noventa pedíamos libertad y la gente callaba.
No estaba preparada para el cambio.
 Llegó la violencia, la degradación moral y, cuando Putin de repente apretó el botón más primitivo, el pueblo se puso a hablar y, cuando habló, a todos nos dio miedo”, afirma.
En el transcurso de la entrevista llega un diplomático alemán con fotógrafa y traductora
. “Pasen por favor, pero cierren la puerta, que estoy resfriada”, les avisa la Nobel. “Perdone, que estoy en ropa casera”, se excusa. “En nombre de la Embajada alemana…”. “¿Ha recibido ya el telegrama del ministro [Frank Walter] Steinmeier?”. Sí, lo ha recibido.
“He leído que va a escribir un nuevo libro”, inquiere el diplomático. Los teléfonos no paran de sonar. Los alemanes sacan la cámara
: Registran la entrega de un ramo de flores a la Nobel en su recibidor.
 “No he dormido bien”, se excusa Alexiévich, pero ya están los flashes iluminando el vestíbulo que da paso a su estudio y a la cocina.
Svetlana Alexiévich, que viaja a Berlín este fin de semana, promete al diplomático una conversación tranquila cuando regrese a Minsk, para redactar el discurso de la ceremonia del 10 de diciembre en Estocolmo y para “el pequeño secreto” de confeccionarse ropa para el evento.
Gute reise” [buen viaje]. El diplomático desaparece y regresamos a la cocina. Alexiévich es consciente de la responsabilidad de su discurso en Estocolmo. Afirma que está en contra de las revoluciones, que hay que encontrar un camino sin sangre y que los bielorrusos tienen una tradición de tolerancia.

El problema de la lengua

Svetlana Alexiévich, el viernes pasado, en su casa de Minsk. / pilar bonet
Suena el timbre.
 Un amigo viene a llevarse los cestos de flores que van inundando el piso de la Nobel
. El ministro de Exteriores de Suecia, Carl Bildt, recién llegado de su país, advierte, está esperándola. Hablamos del “mundo ruso”, del “otro mundo ruso”, del “bueno”, de aquel que sus admiradores le proponen encabezar. Conversa sobre la lengua bielorrusa, que según Alexiévich está en un gueto. “Había un liceo bielorruso, uno solo, pero Lukashenko lo suprimió y solo se licenciaron un par de docenas de personas”, afirma refiriéndose a una prestigiosa escuela fundada en Minsk para la educación en la cultura de Bielorrusia.
Los debates de Alexiévich con los sectores nacionalistas bielorrusos se han mitigado.
 “Antes parecía que resolviendo el problema de la lengua se resolverían todos los demás, y mientras nosotros discutíamos sobre la lengua llegó al poder Lukashenko. Siempre opiné que primero era la democracia y luego la construcción del Estado nacional, pues de lo contrario, otros llegarían al poder, y así sucedió”.
 Opina Alexiévich que sus obras no pueden calificarse de pesimistas, aunque “se puede decir que tenemos una cultura de dolor y tragedia, una experiencia de la vida trágica y que las víctimas y los verdugos están mezclados”.
La estudiosa del “alma humana” configurada en la época socialista pronostica que las secuelas de esa época durarán “diez años por lo menos”.
Sus viajes por suexpaís (Rusia y los países de la antigua URSS) la convencieron de que “no hay ningún fundamento para el romanticismo”.
El café se queda sobre la mesa de la cocina. “Lástima. Es un café muy bueno”, dice. La Nobel se cambia rápidamente de jersey y sale al encuentro del ministro sueco.

Una vida polifónica

Academia sueca. Svetlana Alexiévich, de 67 años, ha sido la ganadora del Premio Nobel de Literatura 2015 por “sus escritos polifónicos, un monumento al sufrimiento y al coraje en nuestro tiempo”.
Periodista y escritora, Alexiévich ha retratado en lengua rusa la realidad y el drama de gran parte de la población de la antigua URSS, así como de los sufrimientos de Chernóbil, la guerra de Afganistán y los conflictos del presente. Es muy crítica con el Gobierno bielorruso.
Nació en Ucrania y es hija de un militar soviético, de origen bielorruso. Cuando su padre se retiró del Ejército, la familia se estableció en Bielorrusia. Allí estudió periodismo, en la Universidad de Minsk, y trabajó en distintos medios de comunicación.
Se dio a conocer con La guerra no tiene rostro de mujer (1983), sobre los testimonios de las mujeres soviéticas que sobrevivieron a la II Guerra Mundial (en noviembre la editará Debate). Voces de Chernóbil está publicado en España por Debolsillo. S
u último libro, El fin del homo sovieticus, lo editará Acantilado, a comienzos de 2016.

 

10 oct 2015

Inma Cuesta denuncia los retoques de Photoshop en una de sus fotos

La actriz sube a su cuenta de instagram la imagen del antes y después para hacer visible el cambio físico.

 

La imagen retocada y la original de Inma Cuesta.

La actriz Inma Cuesta ha denunciado, a través de su cuenta de Instagram, los retoques de Photoshop que una de sus fotografías ha sufrido.
 "La foto de la derecha fue sacada con mi móvil directamente del ordenador en la sesión de fotos, yo al completo, sin trampa ni cartón, Inma entera",
 asegura la actriz en el comentario de su foto, en la que visiblemente se ven las diferencias en uno de sus brazos y en la línea de la cadera, en una imagen que es portada de la revista dominical del diario El Periódico
 La actriz, que participa estos días en el Festival de Sitges, ha comentado a EL PAÍS que ha dirigido una carta al director de la publicación en el mismo tono con el que ha denunciado el caso en las redes sociales.
Cuesta ha criticado también cómo han utilizado su imagen para mostrar lo que la actriz ha llamado "una invención" y ha hecho una invitación a reflexionar cuáles son "los 'cánones' de belleza que deberíamos seguir" y argumenta que deberíamos ser "independientemente de modas y estereotipos". La actriz dice, en ese mismo texto, dice no sentirse acomplejada, pero sí "indignada" como mujer.
La actriz de Águila Roja y Primos es la primera actriz española en denunciar abiertamente los retoques fotográficos en las imágenes publicadas.
Después de hacer público su retoque, otras actrices como Natalia de Molina, han apoyado a través de twitter a Cuesta por su valentía.

Concentrado de genios.............................................................. José Ángel Montañés

Van Gogh, Cézanne y Picasso, entre los artistas de la exposición que inaugura la sede de la Fundación Mapfre en Barcelona.

 

'Mujeres de Tahiti', de Gauguin (1891), podrá verse en el primer piso de la Mapfre hasta enero. / consuelo bautista

“¿Cómo ve usted estos árboles? Son amarillos. Pues emplee el amarillo.
 Esta sombra más bien azul. Píntela con ultramar puro
. ¿Esas hojas rojas? Ponga bermellón”
. La conversación, entre Paul Gauguin y su discípulo Paul Sérusier tuvo lugar en 1888 en la localidad de la Bretaña francesa de Pont-Aven y se materializó en El Talismán, una pequeña joya que conserva el Museo de Orsay de París en la que se muestra un paisaje construido a través de una estricta yuxtaposición de colores puros y poco reales.
 Tras regresar Sérusier de su viaje mostró la obra a sus colegas pintores y todos, partiendo de las propuestas de Gauguin, emprendieron una revolución estética en la que enarbolaron la liberación de la pintura a través del color.
El talismán, que pocas veces sale del museo francés, ha viajado a Barcelona para participar en El triunfo del color. De Van Gogh a Matisse. Colecciones de los museos d'Orsay y de l'Orangerie, exposición formada por 72 obras maestras firmadas por algunos de los pintores más importantes que vivieron a caballo del siglo XIX y XX, como Seurat, Signac, Cezánne o Picasso, además de Van Gogh y Matisse y otros muchos que convirtieron su trabajo con el color en un camino para llegar desde el impresionismo a la pintura de vanguardia, distanciándose, poco a poco, de la naturaleza para acercarse a la abstracción.
'El Talismán', pintado por Sérusier en 1888.

Donde estaba la Godia

El desembarco de la Fundación Mapfre en Barcelona no podría tener mejor presentación. El impresionante edificio modernista de la Banca Garriga Nogués (Diputació, 250), situado en el Eixample barcelonés y que acogió la Fundación Godia hasta el pasado abril, reabre ahora convertido en la sede barcelonesa de la entidad madrileña.
Y lo hace con esta exposición de tesis que propone, a partir de un auténtico concentrado de genios, un camino lineal desde los primeros postimpresionistas que buscaron la modernidad en sus obras. Comisariada por Pablo Jiménez Burillo, director del Área de Cultura de la Fundación Mapfre, Guy Cogeval e Isabelle Cahn, presidente y comisaria de los museos de Orsay; es una muestra que podrá verse (gratis) en Barcelona hasta el 10 de enero.
 Luego, las obras volverán a Francia a sus museos de origen.
Según Jiménez, la exposición plantea un recorrido que comienza con autores como Seurat que pintan obras llenas de puntos de color primarios y de sus complementarios para que el ojo haga su mezcla óptica.
 También por pinturas de Van Gogh, realizadas durante su estancia en París, momento que coincide con la renovación de su pintura, marcada por la revolución del color. Lo vemos en uno de sus autorretratos realizado en otoño de 1887, convertido en la joya maestra y uno de las obras más reproducidas de la muestra.
De este momento también pueden verse obras de Toulouse-Lautrec como Justine Dieuhl, de 1891. El viaje de Gauguin a la Bretaña dio paso a una nueva manera de pintar, más sintética, con contornos silueteados y colores arbitrarios, como en Marina con vaca (1888) o Los almiares amarillos (1889), “donde también se ve el acercamiento a la vida rural, lejos del bullicio de la ciudad”, según Jiménez.
Autorretrato de Van Gogh, una de las grandes obras que pueden verse en Barcelona.

‘Picasso’ bañado de color

La exposición prosigue con la sección llamada El color en libertad, con obras como Mujeres de Tahití (1891), de Gauguin, otra de las joyas de la muestra; además de los estructurados planos de colores que culminarán en el cubismo de la obra de Cézanne “considerado el padre de la pintura moderna”, que quedan más que patentes en Jarro con funda de paja, azucarero y manzanas (1893). Tras Desmayo, una de las últimas obras de Claude Monet o Gran desnudo, de Renoir (1907), la exposición concluye con el impresionante Desnudo sobre fondo rojo (1906), de Picasso, un pintor que al llegar a París asimiló esta revolución de la pintura que es el color, bañando, literalmente el lienzo con los tonos rojos y bermellones. Jiménez resaltó que, pese a las reticencias primeras, el edificio modernista ha acabado dando sentido a las obras.
 “En el mismo momento en que se hacían estas pinturas se construía este edificio”, remachó.

Un alquiler por cinco años

Según Pablo Jiménez, director del Área de Cultura de la Fundación Mapfre, el alquiler del edificio de la antigua Fundación Godia es “por cinco años prorrogrables”, pero su entidad, que cuenta con cuatros millones de euros de presupuesto anual (la tercera parte del total del área, que cuenta desde ahora con tres centros, dos en Madrid y uno en Barcelona), “puede plantearse dar el salto a otra sede” durante estos años.
En cuanto a las obras propiedad de la Fundación Godia, según Jimémez, Liliana Godia, intentó que parte de la colección permaneciera expuesta en la primera planta del edificio de la calle Diputació. “Pero el espacio que quedaba era insuficiente y las exposiciones que viajarán de Madrid a Barcelona no podrían verse completas”.
 Jimenez reiteró la intención de montar tres exposiciones al año en Barcelona: dos de fotografía y una de pintura con obras del nivel de esta primera.
Todas, como esta de debú, gratis.

Las palabras hieren.................................................................. Elvira Lindo

Mary Beard se ha convertido en una luchadora contra un sistema ante el que nos sentimos desarmadas.

 

La profesora y presentadora de televisión Mary Beard. / CORDON PRESS

El caso de Mary Beard es paradigmático.
Lo seguí hace un año, cuando varios medios, The New Yorker, The Guardian o la BBC se hicieron eco de una conferencia que esta prestigiosa investigadora del mundo clásico, profesora de Cambridge, colaboradora del TLS e infatigable divulgadora de la vida en la Antigua Roma, impartió en el British Museum.
 Tenía por título Oh Do Shut Up Dear (Venga, cállate, querida) y en ella la autora hacía un prolijo recorrido a través de la historia de cómo los hombres han tratado de callar la voz de las mujeres.
 De la Odisea a su propia experiencia, porque Mary Beard, una señora de 60 años que lleva casi toda su vida estudiando detalles sorprendentes sobre las sociedades antiguas, se convirtió de pronto en una celebridad televisiva a través de Meet the Romans, un programa divulgativo que le enseñó con sangre cómo nuestra naturaleza no es menos agresiva que la de aquellos viejos imperios que hoy tenemos por más crueles.
 Su programa provocó un aluvión de críticas insoportable.
 Lo extraordinario es que esas críticas no se referían al contenido en sí sino a su aspecto físico. Nuestra profesora tiene un aire no diferente al de muchas eruditas entregadas desde su tierna juventud a los asuntos intelectuales: luce una alocada melena blanca, sus dientes son llamativos por su irregularidad, se permite detalles excéntricos en el calzado o las gafas, y, lo que ha resultado más indignante para algunos, muestra un impactante aplomo en su lenguaje corporal.
A ella le importa un pimiento no ser bella, pero no así a algunos críticos televisivos que, ignorando las enseñanzas que generosamente pretende difundir, se dedicaron desde el principio a describir la vestimenta poco cool de la sabia dama
. Con más crudeza aún se refirió a ella la jauría tuitera, en donde los comentarios sobre su supuesta fealdad abundaron.
La investigadora del mundo clásico Mary Beard. / CORDON PRESS
“Puta apestosa. Seguro que tu vagina da asco”.
Este fue uno de los interesantes tuits que la señora Beard cosechó.
 Lo curioso es que haciendo caso omiso de esa ley no escrita que aconseja a los personajes públicos no mirar lo que de ellos se dice en las redes, esta mujer, que se había educado en el feminismo activo de los setenta, se puso manos a la obra y decidió plantar cara a sus detractores
. Alguien la ayudó a localizar al autor de tan hiriente mensaje: era un estudiante, tenía 20 añitos. Beard llamó a su madre y habló con ella.
También habló con el autor de una web que colgó una foto de la investigadora con una vagina sobreimpresa en su cara.
Charló con ellos y con otros tantos y publicó en su blog la crónica de estas conversaciones que, finalmente, conformaron la interesantísima pieza que leyó en el Museo Británico sobre el silencio impuesto a las mujeres en cuanto tratan de frecuentar territorios tradicionalmente masculinos.
De pronto, esta mujer hiperactiva, brillante, vehemente, se convirtió en una luchadora contra un sistema ante el que las demás nos sentimos desarmadas.
 El día en que una eminencia de Cambridge llamó al estudiante que la calificó de puta y habló con él y con su madre es para mí tan histórico como esos chistes de romanos, al estilo Monty Python, sobre los que la historiadora ha escrito algún jugoso ensayo. El agresivo tuitero se disculpó de corazón. Su grosería se volvió contra él porque a raíz de que Beard la hiciera pública si se introduce el nombre del estudiante en Google aparece el inolvidable insulto.
 Una mancha en el currículo. Ella, siempre sorprendente, ha reclamado el perdón para quien aun ofendiéndola tan crudamente mostró arrepentimiento: esas palabras, aun siendo intolerables, no pueden arruinar una vida.
Beard se ha convertido en una figura emblemática para muchas mujeres.
 La joven poeta Megan Beech escribió un poema, When I Grow Up I want to be Mary B. (Cuando crezca quiero ser Mary B.), que ustedes pueden encontrar recitado por su autora en YouTube.
 Y es que cuando algunas creían que el feminismo activo estaba muerto encontramos que hay muchos motivos para resucitarlo.
Mary B. se miró al espejo e hizo recuento de todos aquellos insultos que estaba recibiendo, “fea, gorda, vieja, puta, maloliente, desagradable, mal vestida, mal follada, machorra…”. Duelen, ¿verdad? Se podría escribir un ensayo sobre las mil maneras de ofender a una mujer.
 Pero una vez que nuestra heroína afrontó la dureza de los insultos comenzó a relacionarlos con una tradición que viene de antiguo: no se trata de lo que una mujer diga, sino de que hable.
 Y entonces decidió investigar sobre la naturaleza de quien insulta. ¿Qué pensaría usted de su marido, de su hijo, de su hermano o de su mejor amigo si se enterara de que es autor de tan repugnante prosa? Yo me sentiría desazonada.
 Y pasaría a explicarle lo que no aprendió de niño: que las palabras hieren.