Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

4 oct 2015

Contra el acoquinamiento..................................... Javier Marías

Sí, no hay nada peor que el acoquinamiento, porque da alas a los malvados, a los locos y a los idiotas.


Estamos en época de matones.
 No sólo físicos, de los que hablé la semana pasada y que van propinando palizas por ahí.
No sólo lo son los del Daesh o Estado Islámico, los de Boko Haram y demás, que matan, violan y esclavizan a quienes no comparten su puntillosa fe o hacen algo que les cae mal (jugar al fútbol, oír música, afeitarse, fumar), y destruyen ruinas romanas por considerarlas “preislámicas” (claro) y sobre todo para escandalizar un poco más al mundo occidental.
No, hay también un matonismo incruento –en principio–, que no cesa de propagarse y que ejercen grandes porciones de la sociedad desde los teclados de sus ordenadores.
 Son individuos que ponen el grito en el cielo por cualquier cosa, que se contagian y azuzan entre sí, que linchan verbalmente al que hace, opina o dice algo que no les gusta; que no “se cargan de razón” porque la razón suele estar ausente de sus cabezas, y que simplemente exigen y condenan.
Al taurino, al fumador, al que se queja de las bicicletas y de esos artilugios con dos ruedas gordas que invaden las aceras y arrollan a los peatones, al que juzgan machista o sexista, al que usa un vocabulario extenso, al que no aguanta a Mourinho, al que les lleva la contraria, al que no aplaude a Mas y Junqueras, al que se atreve a hacer algo o a destacar mínimamente
. Hace poco Julio Llamazares mostraba su perplejidad ante la cantidad de insultos recibidos en las redes a raíz de su serie sobre la ruta de Don Quijote publicada este agosto, asunto “poco conflictivo” a priori, como decía él
. Da lo mismo: cualquier escrito y cualquier acción irritarán a los airados profesionales, a los que consideran necesaria la permanente indignación.
Para que triunfe y se imponga el matonismo es requisito indispensable el acoquinamiento de los demás, es decir, que los acusados e increpados se asusten y se amilanen.
Nada peor que rectificar y disculparse cuando no habría motivo para ello.
 Pero estamos en una época en que la cólera o la estupidez o la locura o la maldad de los majaderos alarman excesivamente.
 Muchas veces he lamentado aquí que casi nadie se plante ante las imbecilidades inquisitoriales, ante las exageradas susceptibilidades, ante las moralinas de púlpito que se nos inyectan a diario.
Los famosos piden perdón por chorradas, o por los cuernos que han puesto y que sólo deberían incumbir a su pareja, o por la broma que han gastado y que ha sido tomada al pie de la letra por los matones de turno, o hasta por beber alcohol.
Todo el mundo se achanta ante ellos, nadie responde “No me sean cretinos, déjenme en paz”.
 Se entra (iba a escribir “en la lógica”, pero esa palabra no tiene cabida aquí) en el juego de los histéricos y resentidos, se responde a lo que no merece respuesta, o si acaso un despectivo “Bah”.
Muchas veces he lamentado aquí que casi nadie se plante ante las imbecilidades inquisitoriales, ante las exageradas susceptibilidades
Este verano la alcaldesa de Madrid, Carmena, no escapó a la regla y se acoquinó de mala manera
. Un periódico de extrema derecha la “acusó” de gastarse 4.000 euros en veranear en la provincia de Cádiz. ¿Era dinero público?
 No, era suyo, luego la acusación era mero disparate y maldad.
 Hace meses publiqué aquí una columna titulada, creo, “Tiene dinero, es intolerable”, en la que señalaba cómo iba arraigando en mucha gente la indistinción entre el dinero estafado o robado y el ganado honradamente, o la absurda idea de que este último no existe …
“con la excepción del mío, claro está”
. Carmena ha sido juez un montón de años, habrá recibido un buen sueldo, tendrá sus ahorros o habrá heredado, tanto da
. Puede hacer lo que le dé la gana con su dinero, gastarse 12.000 euros si quiere, en el casino o en veranear
. Lo último que debía hacer fue lo que hizo: avenirse a “defenderse”, entrar a dar explicaciones, no habiendo motivo para lo uno ni para lo otro
. Que si se repartían el alquiler de la casa entre cuatro matrimonios amigos y en realidad su marido y ella apoquinaban sólo 800 euros, cosas así.
 También ella cedió ante los matones, uno de los cuales (un miembro del PP) acentuó su descerebramiento teñido de malevolencia al clamar que la alcaldesa, en realidad, no podía irse de vacaciones ni un día mientras hubiera un niño madrileño hambriento.
 Según esa sandez (imposible llamarlo “razonamiento”), nadie podría irse de vacaciones nunca: ni Rajoy mientras hubiera un niño español, etc; ni ningún presidente autonómico, ni alcalde, ni consejero, ni concejal, ni diputado, ni senador, ni militar, ni juez, ni profesor, ni funcionario, nadie que perciba su salario del Estado
. Ni, por supuesto, el memo miembro del PP que soltó la frase en cuestión.
Sí, no hay nada peor que el acoquinamiento, porque da alas a los malvados, a los locos y a los idiotas (en España va todo junto a menudo)
. Nada peor que ser medroso, timorato, pusilánime o como lo quieran llamar.
 Nada más peligroso que agachar la cabeza ante las injurias gratuitas y las acusaciones arbitrarias, que pedir perdón por lo que no lo requiere más que en la imaginación intolerante de los fanáticos y los matones.
Todavía estoy esperando a que la gente alce la cabeza y conteste alguna vez (hay excepciones, pero son poquísimas): “No tengo por qué defenderme de semejante estupidez. Son ustedes los que se lo tienen que hacer mirar”.
elpaissemanal@elpais.es


 

La sombra contemporánea de Picasso.................................................... Álex Vicente

El Grand Palais de París muestra la influencia del genio en la última mitad de siglo.

Picasso
Picasso, retratado por el artista chino Yan Pei-Ming, una de las piezas de la exposición en el Grand Palais.

Pocos meses después de la triunfal exposición consagrada a Velázquez en el Grand Palais de París, las mismas salas acogen a partir del miércoles a otro gran maestro de la pintura española, para examinar cual ha sido el calado de Pablo Picasso en la creación de la última mitad de siglo.
 Hasta el 29 de febrero, la ambiciosa exposición Picasso.mania explorará la influencia del pintor malagueño en el arte contemporáneo contraponiendo un centenar de obras de Picasso con cerca de 300 lienzos, esculturas, fotografías, vídeos e instalaciones de 75 artistas, como Andy Warhol, Roy Lichtenstein, David Hockney, Jean-Michel Basquiat o Maurizio Cattelan, que oscilan entre la veneración y la insolencia respecto a esta gran figura.
 Si el primero le rindió pleitesía en una de sus últimas series, donde sometía las cabezas de mujer picassianas a la técnica serigráfica, Cattelan le retrataría, con indudable retintín, como un cabezudo de parque temático deambulando por un museo abierto al turismo de masas.
En la entrada de la exposición, un puñado de artistas de primer nivel, como Jeff Koons, Frank Gehry o Agnès Varda lanzan efusivas declaraciones de amor al español.
 “Fue Picasso quien me dio permiso para pintar”, afirma el estadounidense John Baldessari.
“Hizo que una lata de cerveza pudiera convertirse en la trompa de un elefante”, espeta Miquel Barceló.
El mallorquín presenta en la muestra uno de sus últimos lienzos: Popesca, un alegórico retrato de Picasso con aspecto de pulpo.
Picasso.mania aspira a demostrar que los tentáculos del genio se alargan en la creación contemporánea. “La muestra está pensada como un balance general de su influencia en el arte de la segunda mitad del siglo XX”, confirma el comisario, Didier Ottinger, gran especialista en la pintura moderna y contemporánea, además de director adjunto del Centro Pompidou.
 “Solo existe un periodo en el que su influjo fue menor, entre los sesenta y los ochenta, cuando Marcel Duchamp se impuso como encarnación del genio moderno.
Ambos son figuras antitéticas: Duchamp era frío, cerebral y crítico, mientras que Picasso apostó por la sensualidad, el calor y la autobiografía”.
Para Ottinger, la influencia picassiana se ha regenerado entre las nuevas generaciones de artistas.
“Su libertad estilística, que le impulsaba a pasar de un estilo a otro sin transición, la inspiración en su propia biografía, que digería y escupía en cada obra; y el fuerte carácter político de su práctica artística han sido determinantes”, añade.
'Women with flowered hat', obra de Roy Lichtenstein.
Para ejemplificarlo, la exposición acoge las obras de dos artistas nacidos en los setenta que no dudan en reinterpretar el Guernica.
 El francoargelino Adel Abdessemed participa con una obra monumental, de las mismas dimensiones que su modelo, en la que sustituye el drama bélico pintado por Picasso por un conjunto de zorros disecados y carbonizados, que parecen aludir a catástrofes actuales.
La polaca Goshka Macuga recuerda el episodio protagonizado por Colin Powell cuando anunció la existencia de armas de destrucción masiva en Irak ante el Consejo de Seguridad de la ONU, presidido por un tapiz del Guernica realizado por Picasso en 1955 que fue cubierto durante su intervención para evitar asociaciones desagradables.
 Otros artistas, como Sigmar Polke, Richard Prince o Koons, reinterpretan otra de las obras más significativas de Picasso, Las señoritas de Avignon, sazonándola de guiños irónicos a la realidad de hoy.
“En los sesenta se realizó una encuesta entre artistas para que escogieran entre Duchamp y Picasso. Entonces ganó el primero, pero hoy puede que ganara el segundo”, asegura la historiadora del arte Diana Widmaier-Picasso, nieta del artista y comisaria de esta exposición en la que ha analizado su influencia en el cine, el teatro, la danza y la música.
 Para ella, el modelo del arte conceptual convive hoy con un impetuoso regreso de las disciplinas clásicas. “Al observar a los artistas de hoy, percibimos un regreso de lo físico.
 Muchos necesitan pintar y crear de forma material, como lo hacía Pablo Picasso”, asegura.
La comisaria apunta que la influencia de su abuelo alcanza a disciplinas insospechadas, como el hip hop. En 2013, Widmaier-Picasso fue una de las participantes en Picasso Baby, una performance de seis horas en una galería de Chelsea, recogida en la exposición, que fue organizada para lanzar un sencillo del rapero Jay Z, en el que se comparaba sin rubor con el pintor.
“A estos artistas les interesa la fama y el éxito económico, pero también el reconocimiento artístico”, afirma Widmaier-Picasso.
 Su abuelo logró alternar su condición de figura revolucionaria de la vanguardia con un estatus de estrella de celebridad estratosférica.
No es extraño que abunden sus epígonos.

Un artista que “hizo posible la ‘nouvelle vague”

Sketch for Cup 2 Picasso, de Jasper Johns.
La exposición de París demuestra que Picasso ha influido en una extensa galería de directores de cine, de Orson Welles a Alfonso Cuarón, pasando por François Truffaut, Stanley Donen o Paul Verhoeven, además de en una publicidad para Citroën y otra para Rollex.
 En uno de los rincones más estimulantes de la muestra, tres pantallas escupen decenas de secuencias extraídas del cine, el teatro, la danza y la publicidad.
Ese vídeo es obra de Jean-Paul Battaglia y Fabrice Aragno, colaboradores de Jean-Luc Godard, que certifican la alargada sombra del malagueño en la creación audiovisual.
“Picasso hizo estallar el lenguaje del arte
. Abogó por la libertad en un dominio tan académico como la pintura e incitó a los artistas a crear más allá de las fronteras delimitadas por el marco de un cuadro.
Se podría decir que inventó la nouvelle vague o, por lo menos, que la hizo posible”, opina Batta