Rosario Porto y Alfonso Basterra, ella delante y él detrás,
se sientan desde este miércoles en el banquillo.
La acusada, conteniendo a duras penas unas ganas de llorar que parecen
venir a oleadas, con unas gafas oscuras sobre la mesa y un paquete de
pañuelos de papel al que recurre con urgencia cada pocos minutos
. Él,
aparentemente más relajado, pero indignado y puede que desafiante,
gesticulante en todo caso, cuando la acusación alude a circunstancias
que lo señalan como la misteriosa desaparición de su ordenador portátil o
la compra masiva de pastillas de Orfidal en los meses previos a la
muerte de Asunta.
En los recesos, han intercambiado también entre ellos
gestos y miradas.
Los padres de la niña, que apareció muerta a la vera de un camino de
Teo (municipio vecino al de Santiago) el 22 de septiembre de 2013,
acudían hoy a la jornada de alegaciones previas que dará paso, mañana y
pasado,
a sus aguardadas declaraciones ante el jurado popular
.
Ella, de luto y emocionalmente rota; él, supuestamente más frío
. Y sus
abogados han adelantado en la sala por qué derroteros correrá este
juicio que se prolongará hasta finales de octubre.
Tanto la letrada de
Basterra como el de Porto presentan a los acusados como las segundas
víctimas del caso, después de la cría, que además de perder con este
presunto asesinato lo que "más querían", fueron convertidos en culpables
y privados de libertad por una instrucción "teledirigida", una
autoridad judicial cargada de "temeridad y mala fe", una investigación
"encaminada y que no veía nada más que lo que quería ver" y un secreto
de sumario sacado de contexto y aireado hasta la extenuación.
Los dos abogados coinciden también al afirmar que el verdadero autor
del crimen no se encuentra en la sala.
Ambos han citado al conocido como
pederasta de Ciudad Lineal, porque ven semejanzas entre "el perfil" del delito y de sus víctimas
y las circunstancias de la pequeña compostelana de 12 años adoptada en
China, que de seguir viva hoy cumpliría 15 años.
Y han incidido en la
figura del que en su día ocupó titulares bautizado como el "hombre del
semen", un joven colombiano residente en Arroyomolinos (Madrid) cuyo
esperma apareció cuando se analizó la camiseta de Asunta.
Este hombre
fue imputado por el instructor, José Antonio Vázquez Taín, y después
desimputado, al reconocer el laboratorio de Criminalística de la Guardia
Civil de Madrid que se había producido una contaminación inadmisible a
través de unas tijeras.
"El señor del semen no tiene ninguna coartada",
ha afirmado el abogado de Porto, José Luis Gutiérrez Aranguren, a pesar
de que el instructor lo liberó de toda sospecha después de concluir que
el joven, investigado en otro caso por una supuesta violación, había
pasado entero en Madrid el día de la muerte de Asunta, comprando la ropa
de su boda, en compañía de su novia y cenando con familiares y amigos
en el restaurante La Tranquera.
Esta es
una de las pistas que, según la defensa de la madre de Asunta,
no se siguió porque no interesaba en "un caso que estuvo marcado por
una serie de cuestiones subjetivas y personalísimas de gente que
participó en la instrucción", ha dicho en clara referencia al magistrado
Taín.
"No van a encontrar ni una sola prueba. No las hay", ha recalcado
a los miembros del jurado Gutiérrez Aranguren.
"El verdadero autor de
los hechos está por ahí fuera", ha insistido varias veces. "Cuando me
encomendó el caso, doña Rosario no me dijo 'defiéndeme porque soy
inocente', sino que me pidió: 'busca a quien mató a mi hija"
. En el caso
de Asunta, según él, "el modus operandi coincide" con el que aparecía
reflejado en las noticias publicadas sobre el pederasta de Ciudad
Lineal: "Orfidal, adormilamiento, secuestro temporal y agresión", ha
descrito, "con víctimas de edades parecidas" a la de la cría de
Santiago, también "niñas asiáticas".
Y tanto él como la abogada de Basterra, Belén Hospido,
han retado a encontrar un móvil para este crimen que califican de "horroroso".
"Primero se dijo que podía ser por la herencia, y luego se demostró que
no...
La última versión, la más peregrina, que la mataban porque se
separaban y les estorbaba", ha enumerado Aranguren. "Rosario Porto
cuidó, mimó, educó y potenció todas las capacidades de Asunta", ha
recordado al tribunal el penalista.
"Llegado el momento podía haberle
dicho al padre que se hiciera cargo de la niña, o podía haberla mandado a
un internado en el extranjero, si lo que quería era iniciar una nueva
relación en su vida".
"Nadie ha sentido más que sus padres la muerte de Asunta", ha
reiterado luego la abogada de Basterra.
"Ellos son la voz de la niña, y
no estos señores que se presentan como tal", ha dicho señalando a los
letrados de la Asociación Clara Campoamor, que ejercen la acusación
popular en el juicio.
"En esta sala estamos perdiendo un tiempo
precioso", ha añadido, "vamos a perderlo en determinar si se ocultó o no
[a los investigadores] el portátil [de Basterra], no en saber quién
mató a Asunta".
"No hay prueba de cargo
para condenar a los padres por algo que a día de hoy creemos que es un misterio",
ha continuado defendiendo al periodista acusado por el asesinato de su
hija.
"No hay tampoco ningún convencimiento de que mi defendido hubiera
salido de su casa aquella tarde, salvo que al instructor no le cuadraba
en su tesis [que no se hubiese desplazado a Teo para ayudar a la madre a
asfixiar a la niña y deshacerse del cadáver]".
Y ha insistido en la
misma idea que Aranguren:
"El móvil del crimen ayudaría a completar el
círculo, pero no lo hay
. La niña no estorbaba.
Mi cliente anteponía los
intereses de la cría a los suyos, hacía lo que fuera por que Asunta
fuera una niña feliz".
Los análisis practicados al cadáver demostraron que la niña llevaba
tiempo recibiendo Orfidal, un medicamento recetado a la madre cuyo
principio activo, el lorazepam, es un ansiolítico que en dosis altas se
convierte en tóxico y puede llegar a provocar el coma.
Los abogados de
la Asociación Clara Campoamor han explicado cómo, en cuatro ocasiones
diferentes, entre julio y septiembre de 2013, Alfonso Basterra acudió
siempre a la misma farmacia a comprar estos comprimidos y han
evidenciado ante el jurado que estas adquisiciones coincidían en el
tiempo con los episodios en los que la niña no pudo asistir al instituto
o dar clase de música por su estado de aletargamiento.
La primera vez,
el 5 de julio, la víctima envía un mensaje a una amiga:
"Me intentaron
matar". Y luego también se lo cuenta a la madre de otra compañera.
"Asunta no bebía en las comidas", han recordado los letrados de la acusación popular
. Los investigadores creen que
el Orfidal le fue suministrado el día de su muerte en la propia comida,
un revuelto de champiñones preparado por quien siempre cocinaba para
todos, Basterra, en el minipiso que ocupaba desde que se divorció de su
esposa.
La autopsia determinó que la pequeña había muerto asfixiada por
sofocación, después de que fuera anulada su capacidad de lucha con las
pastillas.
A pesar de todo, mientras tuvo la boca y la nariz tapadas, la
víctima peleó de alguna manera por vivir y sufrió, porque padeció
náuseas y vomitó.
En algún momento fue atada de pies y manos con cordel
naranja, según la instrucción, para facilitar la tarea de su
desplazamiento a la pista forestal donde fue depositada ya fallecida.
Presentaba erosiones en la piel y hematomas en las piernas, los brazos o
la espalda.
En la mano, escrita a boli, conservaba una anotación: "Cabo
Matapán".
Es un lugar de Grecia en el que se libró una batalla decisiva
para las fuerzas aliadas durante la II Guerra Mundial.
Nadie sabe lo
que significa, aunque podría tratarse de un apunte relacionado con el
curso que la niña, alumna aplicada, acababa de empezar en el instituto
Rosalía de Castro.
El fiscal,
que pide 18 años de prisión por asesinato para cada uno de los acusados,
ha insistido en que actuaron de "común acuerdo"
. Los abogados de la
Clara Campoamor, que reclaman 20 años, dicen que se trató de un "plan
premeditado" y que "tan autor es el que asfixia como el que ejecuta
todos los hechos necesarios para que esa asfixia se pueda llevar a
cabo":
"La niña les estorbaba".