Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

24 sept 2015

Glenn Close se divorcia de su tercer marido tras nueve años casados

La representante de la actriz confirma que la separación se produjo este verano.

Glenn Close y David Shaw en 2013. / CORDON PRESS

La veterana actriz Glenn Close, de 68 años, decidió poner fin este verano a su matrimonio de nueve años con su tercer marido, David Shaw, de 64, según ha confirmado la representante de la intérprete. Close, que interpretó entre otros papeles a la mala de Atracción fatal o Cruella De Vil en 102 Dálmatas, retomará su carrera profesional y regresará a Nueva York, aunque en abril se trasladará a Londres para trabajar en el musical Sunset Boulevard y volver a interpretar a Norma Desmond, papel con el que ya ganó un premio Tony.
"Glenn y David han comunicado a sus amigos este verano que se estaban divorciando.
 Él seguirá viviendo en Maine [donde contrajeron matrimonia en una ceremonia íntima en 2006], pero ella volverá a tiempo completo a Nueva York
. La relación que mantienen es amistosa", asegura Page Six. Close se encuentra actualmente rodando el thriller What happened to Monday? junto a Willem Dafoe.
Para la actriz este ha sido su tercer matrimonio
. Primero estuvo casada, de 1969 a 1973, con el guitarrista Cabot Wade y, más tarde, con el empresario James Marlas, entre 1984 y 1987. 
La única hija que tiene es Annie, de 27 años, nacida fruto de su relación con el productor John Starke.
La seis veces nominada al Oscar siempre se ha mostrado muy filosófica en cuanto al matrimonio.
 En 1991 afirmó que no creía que "el estado natural sea estar casado. Los hombres y mujeres son tan diferentes..
 ¿Por qué nos autoinfligimos más presión uniéndonos con alguien?".

 

La ducha, ¿por la mañana o por la noche? Depende de lo que busque........................................ Salomé García

Un ascenso laboral, afeitarse mejor, un descanso óptimo o unas sábanas más limpias. Cada objetivo tiene su momento.

 


Si usted es usuario del transporte público, quizás haya pensado que algunos de los pasajeros, a juzgar por ciertos desagradables efluvios, no pasaron por la ducha durante la mañana
. Ni siquiera la noche anterior. Matices olorosos aparte, y arrinconando el debate sobre la frecuencia del acto de higiene, el común de los mortales suele despojarse de la mugre a diario
. Las diferencias llegan al elegir el momento de la jornada: por la mañana temprano o antes de la cena. ¿Alguna de las dos opciones es mejor?

Buenos días, mundo

Por mucho que los ingenieros de sonido y creadores de aplicaciones para despertares amables se empeñen, el zumbido del despertador se encuentra entre los más desagradables del universo
. Es normal que el organismo se resienta y que se aferre al sueño con todas sus fuerzas. O, lo que es lo mismo, uno entra en la ducha cual zombi a la espera del milagro.
 “El enfriamiento de las extremidades al despertar provoca vasoconstricción periférica y disminuye la inercia de sueño, esto es, el tiempo que tardamos en recuperarnos completamente de las horas de descanso.
 Una ducha de agua fría o templada (entre 24 ºC y 30 ºC) por la mañana contribuye a disminuir ese periodo de somnolencia al levantarse de la cama”, explica el doctor Juan José Ortega, vicepresidente de la Sociedad Española de Sueño.
El contacto con el agua también puede influir en el ánimo y ayudar a ponerse en marcha.
 “A las personas que tienen la tensión arterial baja o psicastenia (una cierta fatiga psíquica sin llegar a estar deprimidos) les cuesta más levantarse por la mañana.
Una ducha energizante matinal es muy positiva para su organismo y contrarresta esa dominante del sistema parasimpático (el que tiende a relajarlo todo)”, comenta la doctora Laura Coloma.
 “Por el contrario, quienes tienen una mayor presencia del sistema simpático, esas personas que siempre van aceleradas, encontrarán más beneficioso hacerlo al terminar el día”.
En la ducha, los procesos cognitivos se relajan y eso permite que afloren ideas nuevas
Shelley Carson, psicólogo
Y, además de espabilar, ¿tiene otros beneficios una ducha matutina? Pues sí, y muy positivos para su vida profesional.
 En el libro The Winner’s Brain [El cerebro del ganador], el psicólogo Mark Fenske explica por qué muchas de nuestras mejores ideas surgen en la bañera.
 “Es una situación en la que estamos conscientes, pero obramos de manera mecánica, sin prestar demasiada atención. Esta relajación de los sentidos permite al cerebro trabajar libre y creativamente en proyectos en los que, con el ajetreo diario, apenas podemos pensar”, señala el experto. Su colega Shelley Carson lo compara con ese estado de relax que sigue a una dura sesión de deporte: “Los procesos cognitivos se relajan y eso permite que afloren ideas nuevas”.
 Ducharse antes de ir a la oficina puede aportar un ramillete de brillantes propuestas para esa reunión con un cliente.
Para aquellos con cierta torpeza matutina al afeitarse existe una última razón fisiológica para hacerlo en este momento del día: entre los albores de la jornada y el mediodía (se suele precisar que entre las 6 de la madrugada y las 12 de la mañana) las plaquetas se muestran especialmente activas, tal como sostiene un estudio del cardiólogo de la Clínica Mayo David R. Holmes.
Un corte nada más despertarse suele cicatrizar más rápido que si se produce al anochecer.

Tiempo de desconexión

Llegar a casa, quitarse la ropa, descalzarse y darse una ducha…
No hace falta un tratado de medicina para saber que ese sencillo gesto relaja hasta al más nervioso. Pero tiene su base científica.
 “La temperatura periférica es clave en la entrada y salida del sueño. Bañarse con agua caliente (38 °C o más) antes de dormir provoca vasodilatación, incremento de la temperatura periférica y transición a la fase de somnolencia”, comenta Ortega.
 En otras palabras: predispone a coger la cama con ganas.
Y, encima, aseados. Física y psicológicamente.
 Como señala la doctora Coloma, es un gesto íntimo que pone fin a la jornada, dejando atrás cualquier problema que nos haya molestado a lo largo del día. ¿Y qué hay del cuerpo real? “La producción de sebo tiene su pico en torno al mediodía.
 Obviamente, a lo largo de la jornada también se acumula sudor y suciedad ambiental.
 Ducharse antes de meterse en la cama deja sensación de bienestar, ayuda a la piel a renovarse sin tener un tapón de grasa y suciedad y, de paso, contribuye a que las sábanas duren más tiempo limpias”, recuerda Ana Puelles Lostao, directora técnica de Estética Lostao.
En resumidas cuentas, no hay una opción mejor: ambas tienen sus hondos beneficios.
 Y el único motivo poderoso para elegir la mañana en lugar de la noche es que el proceso de adaptación a la vigilia nos resulte demasiado complicado. Eso sí: el agua fría o templada; al anochecer, sí conviene elevar los grados.

20 años de 'Seven': los 127 minutos que dinamitaron nuestra inocencia............................. Juan Sanguino

De cómo la nihilista y profética película protagonizada por Brad Pitt descubrió a toda una generación que el mundo era un lugar muy turbio.

Brad Pitt, con 32 años, preparándose para la batalla. / Cordon

Fue como hacerse mayor en las dos horas y siete minutos que dura la película.
Para la generación de los ahora treintañeros, les pilló en la adolescencia.
 A otros un poco más mayores. El resultado fue el mismo: un shock.
  Las imágenes turbias, el mensaje nihilista, la visión sombría de la vida, la sangre, la posibilidad de que existiera alguien capaz de matar de ese modo, la locura.
 Después de verla, la vida de estos espectadores ya no fue la misma, con uno de los mensajes de la película golpeando los inocentes cerebros: "El que esté libre de pecado que tire la primera piedra". Veinte años han pasado y Seven (1995, dirigida en por David Fincher y protagonizada por Brad Pitt, Morgan Freeman, Kevin Spacey y Gwyneth Paltrow) conserva intacta su poder de seducción.
Su visionado sigue encogiendo el alma del espectador y su influencia llega hasta nuestros días en éxitos como la serie True Detective.

Tras el éxito de El silencio de los corderos (1991), Hollywood se quedó tan aturdido por la ferocidad de su planteamiento que tardó cuatro años en producir otro psicothriller.
Seven era una persecución en teoría convencional sacudida por una atmósfera y unos personajes tan lúgubres y taciturnos, tan despojados de humanidad o esperanza que parecía una película post-11S (movimiento cuyo mayor exponente sería El caballero oscuro), si no fuera porque Seven se estrenó en 1995, el mismo año que Babe, el cerdito valiente y Apolo 13.
 Precisamente por eso, esta película siniestra era una rareza en medio de los entrañables años 90.
 Una extravagancia de la que todo el mundo salía sobrecogido, incluso los que éramos demasiado jóvenes y nos la tenían que contar nuestros hermanos mayores.
 Un fenómeno que la llevó a ser la séptima (jeje) película más taquillera del año.

20 años después, el imaginario colectivo sigue recordándola como una obra que retrata (o más bien predice) salvajemente la crisis de valores del cambio de siglo en medio de la década más apacible de la historia del cine.
 Una película visionaria que además juega con armas prestadas de otros géneros para establecer un nuevo canon en el cine policíaco y zarandear las reglas de Hollywood.
 El público y la industria no volverían a ser los mismos.

Brad Pitt tenía agallas

El mayor sex-symbol masculino de los 90 disfrutaba de una imagen aseada y casi etérea que celebraba el triunfo del sueño americano mientras desayunaba cereales y pancakes.
 Su papel de asesino en serie en Kalifornia (Dominic Sena, 1993) fue enterrado con un estreno tardío y minoritario
. Seven encerró al niño bonito de América (32 años cuando la rodó) en un infierno perverso sin escapatoria posible
. La interpretación del detective David Mills fue su primer reto dramático en una película sin concesiones para su imagen pública por la que sí cobró como una estrella (7 millones de dólares, 6,27 mill €). Pitt no se limitó a interpretar: gracias a su insistencia el filme mantuvo su final, en contra del estudio al que le horrorizaba un desenlace tan deprimente para el mayor ídolo adolescente del momento.
Pero qué memorable.
Brad Pitt aún se mostraba constreñido por su físico: la gente tan guapa está constantemente preocupada por seguir estándolo, como ese amigo que siempre sale con la misma cara en Instagram. Por eso su coraza de tipo chungo resulta algo plástica (decir “fuck” 74 veces no es suficiente), tras lo cual volvió a sus anuncios de champú de dos horas (Siete años en el Tibet, 1997; ¿Conoces a Joe Black?, 1998).
 Pero el germen de la obstinación luchó por regresar precisamente cuando el director de Seven, David Fincher, corrompió su belleza en El club de la lucha (1999), y la carrera de Pitt nunca volvió a ser complaciente.
Fue el primer papel relevante de Gwyneth Paltrow. Brad Pitt condicionó su participación a que estuviese ella, por entonces su novia. / Cordon

Por fin nos aprendimos los pecados capitales

Todas aquellas horas de catequesis memorizando mandamientos, oraciones y pecados no fueron tan efectivas como los 127 minutos que dura Seven.
El catolicismo siempre ha tendido a usar imaginería sangrienta para atemorizarnos, pero no para aleccionar.
 Lejos de repetir la técnica 7 veces, cada nuevo crimen propone un nuevo giro rocambolesco, mostrándonos fugazmente las carnicerías y haciéndonos sentir culpables por desear que los planos duren un par de segundos más.
 Por sórdido que resulte, el guion de Andrew Kevin Walker (Sleepy Hollow, Asesinato en 8mm) logra finalmente transmitir el mensaje condescendiente (imitado en Saw -James Wan, 2004-) que el asesino persigue con su plan.

Un policía recién casado y otro a punto de jubilarse garantizan problemas

La estructura de las “pelis de colegas” pide que uno sea introvertido y otro parezca sacado de El club de la comedia
. Generalmente son de razas distintas y, si les separan más de 20 años, es que un asesino en serie está al caer.
 Los detectives Mills (Brad Pitt) y Somerset (Morgan Freeman) no se hacen amigos mediante entrañables escenas desayunando huevos revueltos, no dejan de ser radicalmente distintos en ningún momento, pero aprenden a trabajar juntos en su objetivo común de limpiar el mundo de putrefacción moral.
 De hecho, el espectador no se da cuenta de cuánto se aprecian hasta la última escena
. Eso a veces también pasa en la vida. Eso es un guion bien escrito.
'Pride' (orgullo), uno de los siete casos y pecados capitales que van a llevar al límite a Brad Pitt y Morgan Freeman.

El futuro del cine estaba en manos de la generación MTV

Los 90 supusieron el final de los directores de cine que se habían forjado trasteando con el Cinexín y las cámaras Super-8.
Era la época de forrarse en el mundo de la publicidad y los videoclips e irrumpir en Hollywood como un elefante en una cacharrería: con mucho nervio, un frenético montaje de planos cortos, colorido extremo en la fotografía y referencias constantes a la cultura pop (recordemos frases como: "Jodie Foster me obligó a hacerlo", “eres la película de la semana, eres como mucho una camiseta”).
'Seven' encerró a Brad Pitt, el niño bonito de América, en un infierno perverso sin escapatoria posible.
 Fue su primer reto dramático en una película sin concesiones para su imagen pública por la que sí cobró como una estrella
Nadie quería clásicos que trascendiesen generaciones, pues el nuevo público vivía solo en el presente, en el siguiente anuncio.
 Los espectadores se habían criado con cientos de estímulos bombardeándoles a la vez y podían asimilar estrambóticos giros de guion, diálogos eufóricos y hasta planos intercalados (de un pene gigante, en el caso de El club de la lucha, o de la cara de Paltrow, al final de Seven).
El director David Fincher era el responsable de los dos videoclips que mejor encapsulan la sensualidad de los primeros años 90: Vogue, de Madonna (androginia, ventiladores y sujetadores de cono), y Freedom, de George Michael (supermodelos, frigoríficos abiertos a medianoche y fresas con nata).
 Aportó su exultante pulso narrativo a preocupaciones sobre cómo es más fácil ser un ser humano repugnante que no serlo mientras el resto de la generación MTV (Spike Jonze, Spike Lee o Michael Bay) seguían caminos diferentes pero igualmente apabullantes visualmente.

Hay algo satisfactorio en ver sufrir a Gwyneth Paltrow

En Sexo en Nueva York un personaje aseguraba que “hoy en día todo el mundo va al psicoanalista, incluso Gwyneth Paltrow”. “¿Cuál es su problema?”, respondía Carrie Bradshaw, “¿se gusta demasiado a sí misma?”.
Paltrow consigue que se note que se cree mejor que los demás en cualquier cosa que haga, desde juzgar a Iron-Man hasta ponerle a sus hijos Apple y Moses
. Esta fue su primera película importante, en la que aún le llamábamos “la novia de Brad Pitt”, y aunque no supiéramos quién era ya nos aburrían sus problemas de clase media. 20 años después el científico Timothy Caulfield se vio obligado a escribir el libro ¿Está Gwyneth Paltrow equivocada en todo? para desmentir los consejos de vida sana que Gwyneth recomienda, desde alimentarse solo con limonada hasta vaporizarse la vagina
. Alguien tenía que poner fin a esta locura.

Morgan Freeman nunca te juzga

En las docenas de películas en las que aparece Freeman, siempre explota esa habilidad innata para lograr que todo lo que dice parezca la verdad absoluta. ¿Quién podría contradecir a Morgan Freeman? No ha hecho nada malo en 30 años de carrera
. En las antípodas de la diarrea verbal del detective Mills, William Somerset, su personaje, no da su opinión sobre nada que no sea la investigación.
 No es que no tenga opiniones, pero ha aprendido a no compartirlas si nadie le pregunta antes
. La destrucción de ambos detectives parece inevitable, dejando a un Somerset como un guerrero a pesar de sí mismo (como Buffy, Batman o la Elsa de Frozen), ese concepto que tan de moda está 20 años después en todas partes.
Momento clave de 'Seven': Brad Pitt, Morgan Freeman y Kevin Spacey están a punto de ver lo que hay en la enigmática caja.

Su influencia salpica a 'True Detective'

Hollywood y su público tienen una relación simbiótica: cuando algo nuevo triunfa, el público quiere más de lo mismo, y Hollywood está encantado de no tener que pensar nuevas ideas. Desde Psicosis (1960), los asesinos en serie funcionan en el cine por mera anticipación.
 El espectador sabe que habrá más asesinatos, y siente una repugnante curiosidad por descubrir cuándo y sobre todo cómo van a suceder
. Narrar las devastadoras y obsesivas consecuencias que tendrán los crímenes en el policía investigador (y la retorcida relación de admiración y necesidad que establece con el asesino) es un recurso que El silencio de los corderos y Seven aprovecharon primero y mejor.
 Un subgénero solo a veces arrebatador, pero siempre entretenido del que después llegarían El coleccionista de huesos, Fallen (ambas protagonizadas por un Denzel Washington, que rechazó Seven por ser demasiado tétrica), Zodiac, La hora de la araña, Copycat. Copia mortal (vaya si lo es), Identity o True Detective.
Ninguna ha enturbiado la conmoción que causó Seven, 20 años después: sigue siendo una de los retratos más angustiosos que el cine haya hecho de la raza humana.

 

23 sept 2015

Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa: la extraña pareja portada de '¡Hola!'

Miguel Boyer e Isabel Preysler (FOTOS)
GTRESONLINE
Ella que lo quería tanto no pudo resistir sola más de dos meses con uno de los Hombres que la rondaban hace 30 años, aunque tenía a más buscando el momento....